30 sept 2010

DE LA EXLUSION A LA ACOGIDA.

BLOG DE XABIER PICAZA 
 
JESÚS TRANSGRESOR.
DE LA EXCLUSIÓN
A LA ACOGIDA

Xabier Pikaza

Los humanos más sensatos dejan que los expulsados sigan expulsados, para bien del sistema: lo que importa es que se mantenga la institución, con la gran frontera de la ley y la justicia que separa a los buenos de los malos, a los puros de los impuros. Piensan que las fronteras sanitarias y sociales resultan necesarias para defender el orden de Dios. En contra de eso, en nombre de un Dios más alto, que es Padre de todos, Jesús ha transgredido la norma de la buena sociedad, se ha introducido en el submundo de lo demoníaco, ligado a la demencia, delirio y desmesura.

La experiencia de Jesús como transgresor es un tema central de la tradición y tiene grandes consecuencias a la hora de entender la acción de sus seguidores. Normalmente, los transgresores rompen unos límites para trazar otros, cambiando un sistema que juzgan imperfecto por otro que les parece más perfecto. Pues bien, en contra de eso, Jesús, el transgresor mesiánico, ha superado y roto las barreras anteriores no para crear otras, sino para abrir un espacio y camino de vida que puede ser universal. Desde este fondo planteamos su figura, destacando sus milagros, exorcismos y títulos mesiánicos(1).
Los milagros, transgresiones creadoras
Le han preguntado los mensajeros de Juan Bautista si es el que ha de venir. Jesús responde evocando unos gestos y palabras de claro sentido trasgresor:
- Curación: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen. Las enfermedades expulsan de la sociedad. Jesús, en cambio ofrece tarea creadora a los expulsados, rompiendo así la estructura social dominante.

Jesús supera las antiguas divisiones que definen y conforman el sistema. No ha venido a sancionar las buenas costumbres
y ventajas de los justos
- Esperanza central: Los muertos resucitan. El miedo a la muerte divide y oprime a los humanos. La esperanza de resurrección les hace libres.
- Mensaje: A los pobres se les anuncia la buena noticia. (Mt 11, 5-6 paralelos). La mayor pobreza y exclusión es la falta de palabra. Jesús la ofrece a los excluídos, dándoles libertad.
Jesús supera las antiguas divisiones (sacerdotes o laicos, judíos o gentiles, varones o mujeres...) que definen y conforman el sistema. No ha venido a sancionar las buenas costumbres y ventajas de los justos, en plano de poder o de conocimiento, sino a romper ese esquema de valores y privilegios. Por eso se ha podido definir como Médico de Dios, especialista en enfermos y expulsados: ha venido a ofrecerles compañía y salud, presencia de Dios y un lugar en la mesa de la vida; ha comido con ellos, apareciendo como transgresor (cf. Mc 2, 13-17).
Esta es su novedad mesiánica. No viene a “convertir” a los pecadores, a traer al buen terreno a que han roto las barreras, logrando que cambien a la fuerza. No les impone una ley, no exige que cumplan unos preceptos religiosos, no les pide, ni siquiera, que se arrepientan, como hacían los profetas penitenciales del tiempo. Al contrario, quiere que vivan y puedan desarrollar en plenitud sus potencialidades, en cuerpo y alma. Así lo destacamos evocando tres milagros:
- Legionario de Gerasa (Mc 5, 1-20 par). Habita en tierra extraña, en la Gerasa de las gentes. Es pagano y sufre bajo una legión de fuerzas malas o demonios y por eso le llamamos legionario. Le excluyen y expulsan, pero nadie puede dominarle con cadenas, cepos o violencias. Vive entre sepulcros, como enterrado viviente, rodeado de cerdos que para el judaísmo eran impuros. Es, sin duda, un utilizado, explotado, enfermo de comunicación. Pues bien, Jesús se acerca y le ofrece su palabra, dialoga con él y de esa forma llega hasta su fondo verdadero de persona, haciéndole capaz de vivir, es decir, de comunicarse, quedando así curado(2).
- Mujer encorvada (Lc 13, 10-17). Está oprimida desde antiguo por la carga de su humanidad cautiva, por el orgullo de los varones y la hipocresía de los prepotentes. Escucha la ley en la sinagoga, pero la ley era incapaz de liberarla. Por eso sigue inclinada, excluida de la vida normal, como signo de todas las mujeres excluidas por una sacralidad que está centrada en la ley del sábado. Pero Jesús le dice, en un día de sábado, “queda libre”, de manera que puede elevarse y mirar, escoger en libertad sus opciones y vivir con autonomía, pues su vida es más importante que todas las leyes sagradas. La ley la excluía; Jesús rompe esa ley y la integra en la vida(3).

Jesús no ha venido ha
sancionar el orden existente, dejando a cada uno con su enfermedad, sino a ofrecer
a los enfermos un camino de humanidad
- Ciego de nacimiento. Está a la vera del camino, esperando una limosna para seguir viviendo, mientras los devotos peregrinos siguen para adorar a Dios con el gozo de haber dado un donativo. Jesús no quiere darle una limosna material, sino que escucha su necesidad más honra (maestro, que vea) y le responde: vete, tu fe te ha salvado... (Mc 10, 51-52). La enfermedad se identifica aquí con la ceguera, que consiste en expulsar a este hombre, poniéndole a la vera del camino, como un residuo social, objeto de pura “caridad”. El milagro de Jesús no consiste en una caridad, sino un gesto de liberación: que el ciego pueda ver y caminar, asumiendo el riesgo de la marcha de la vida.
Jesús no ha venido a sancionar el orden existente, dejando a cada uno con su enfermedad, sino a ofrecer a los enfermos un camino de humanidad. Por eso es un transgresor: rompe el cordón sanitario que los justos y sanos han trazado, abriendo un camino de humanidad desde el otro lado, es decir, desde más allá de la frontera de los enfermos.
Exorcismos y salud mesiánica
Judíos y griegos, estaban convencidos de que había poderes demoníacos opuestos a Dios y capaces de pervertir a los humanos y expulsarles del espacio santo de la vida. Entrar en contacto con ellos era peligroso y, en algún sentido, contraproducente, pues debía separarse la mala simiente de la buena. En contra de eso, Jesús ha querido acercarse de un modo especial a los endemoniados, es decir, a los expulsados del sistema.
- Exorcismos y transgresión. Las enfermedades ligadas a Satán estaban vinculadas a diverso tipo de opresiones (cf. Mc 1, 32-34 y paralelos; 3, 10-12 y paralelos; Lc 7,21; 8,2, etc.), pero evocaban siempre un tipo de impureza. Frente al Espíritu Santo que habita en los hombres y mujeres limpios se elevan los espíritus impuros, que habitan en los manchados por enfermedades e impurezas de diverso tipo. Pues bien, Jesús ha sido ante todo un exorcista, es decir, un hombre abierto a los impuros, amigo de publicanos y pecadores, compañero de leprosos.
- Transgresión mesiánica. Jesús ha planteado su proyecto mesiánico como lucha presencia liberadora en el lugar donde las transgresiones e impurezas son más fuertes. Se ha creído enviado por Dios como exorcista, para curar a los endemoniados. No sabemos cómo ha madurado en él esa certeza. Pero lo cierto es que ha sido un exorcista especializado y maestro de exorcistas (cf. Mc 1,21-28; 3, 15; 6, 12 par). Allí donde otros hombres y mujeres de su tiempo pensaban que muchos humanos estaban condenado a vivir bajo el poder de espíritus, expulsados de la buena sociedad como malditos, Jesús quiso acercarse a ellos con un gesto de sanación.
Los humanos más sensatos dejan que los expulsados sigan expulsados, para bien del sistema: lo que importa es que se mantenga la institución, con la gran frontera de la ley y la justicia que separa a los buenos de los malos, a los puros de los impuros. Piensan que las fronteras sanitarias y sociales resultan necesarias para defender el orden de Dios. Pues bien, en contra de eso, en nombre de un Dios más alto, que es Padre de todos, Jesús ha transgredido la norma de la buena sociedad, se ha introducido en el submundo de lo demoníaco, ligado a la demencia, delirio y desmesura. Es normal que los hombres de bien se hayan sentido amenazados por su actitud, preguntando: ¿Qué es esto? ¡Una enseñanza nueva con autoridad! y además ordena a los espíritus impuros y ellos obedecen (Mc 1, 27). Pues bien, esa admiración se ha vuelto al fin rechazo (cf. Mc 1, 21-28; 3,1-6). Los adversarios han interpretado su exorcismo como obra satánica: expulsa a los demonios con el poder del Príncipe de los demonios! (cf. Mt 9, 34); es un samaritano y endemoniado (Jn 8, 48). Era peligroso romper las fronteras de la buena ley y de la sensatez mundana. A Jesús le han matado por ello.

El mesianismo de un transgresor: de la exclusión a la acogida.
Desde el contexto anterior quiero evocar cuatro “títulos” mesiánicos de Jesús, destacando su carácter de acogida, es decir, de creatividad, en línea de reino.

Jesús fue mensajero de la gracia de Dios y no del juicio. No vino a poner a los pecadores ante la amenza sino a ofrecerles el perdón incondicional de Dios
- Juez mesiánico. El juez es normalmente aquel que traza y sanciona por ley unas barreras de tipo social o sacral. En contra de eso, Jesús ha venido a superarlas. Una teología clásica había pensado que Jesús fue mensajero del juicio de Dios, para distinguir lo puro de lo impuro, velando por el honor de Dios y anunciado a los humanos el castigo por los males que habían cometido. En contra de eso, hoy sabemos que Jesús fue mensajero de la gracia de Dios y no del juicio. No vino a poner a los “pecadores” ante la amenaza del juicio, sino a ofrecerles (con gestos y palabras) el perdón incondicional de Dios, la solidaridad ante el reino. No fue vocero del castigo de Dios, sino mensajero del reino, portador de la gracia de la Padre. Ciertamente, anunció el juicio, pero no para los supuestos transgresores (publicanos, prostitutas, leprosos, enfermos, expulsados...), sino precisamente para aquellos que les excluían del reino(4).
- Redentor. Podemos llamarle así porque acoge y rescata a los expulsados de la sociedad. No ha venido a pedir cuentas a los pecadores, sino para ofrecerles el jubileo de la libertad, es decir, de la gracia y el amor de Dios. Él ha querido presentarse como redentor en la línea de la tradición sabática y jubilar de Israel: quiere rescatar lo perdido, ofreciendo dignidad y esperanza a los que estaban expulsados, sometidos al poder de la violencia, en manos de potencias diabólicas. Desde ese fondo se entiende su proclamación jubilar de perdón, libertad y gozo (cf. Lc 4, 18-19 y Mt 11, 5-6 par). No exige a los humanos que paguen la deuda que tienen con Dios, sino que supera el nivel de la deuda, entregando su vida al servicio de los excluídos. El juez en cuanto tal no paga: dicta desde arriba la sentencia y exige que cada uno pague lo que debe. Pero Jesús no es juez sino redentor: paga él mismo lo que deben los humanos y de esa forma se vincula con los transgresores, apareciendo como su amigo y patrono.
- Liberador. Avanzando en esta línea, diremos que Jesús ha ofrecido un camino de libertar para los transgresores. No se contenta a pagar por ellos, asumiendo sus deudas, cargando con sus culpas o responsabilidades, sino que quiere hacerles capaces de vivir en libertad, superando las fronteras anteriores de lo puro y de lo impuro, de lo santo y lo manchado. En ese aspecto, debemos afirmar que ha buscado la conversión de todos: de los “legales” para la gratuidad universal; de los “transgresores” para la gracia en el amor, no para la ley.

sólo la gracia de Dios, experimentada como amor radical, permite romper
las barreras de la buena sociedad
Los seguidores de Jesús se configuran así como pecadores perdonados, transgresores reunidos desde la gratuidad del amor, por encima de la ley. El gesto de Jesús no puede convertirse en principio de una nueva ley religiosa, sino que ha de ser fuente de gozo, manan tial de autonomía creadora, Eso significa que ha querido que los mismos humanos (cristianos) asuman y desplieguen un camino de autonomía creadora sobre el mundo. Perdonar no es resguardar, tener a los demás bien protegidos, sino ofrecerles un camino de gracia, en libertad. La ley no puede transformar a los humanos, pues acaba siempre excluyendo a los distintos y transgresores. Sólo la gracia puede suscitar un camino de amor y comunión para todos.
- Reconciliador. El perdón de Jesús capacita a los humanos para que se reconcilien unos con los otros, en gesto de perdón compartido. Redención y liberación sólo son verdaderos si abren un camino de encuentro amistoso, creador, en el que todos puedan vincularse mutuamente y empezar de esa manera a ser hermanos. La tradición afirmará que Jesús nos ha redimido haciéndose Propiciación por nuestros pecados (Rom 3, 24-25): los ha hecho propios, y, en vez de condenarnos por ellos, nos ha ofrecido su amistad, la amistad de Dios. Desde ese gesto de Jesús que se ha hecho pecador con los pecadores, realizando su mesianismo desde el otro lado (es decir, desde los expulsados de la sociedad) puede iniciarse un camino de reconciliación universal entre los humanos. No se puede reconciliar a todos desde la ley, pues la ley (aún la mejor) expulsa siempre a los disidentes e impuros de diverso tipo. Sólo la gracia de Dios, experimentada como amor radical, permite romper las barreras de la buena sociedad y entregar amor a todos los humanos, en gesto de reconciliación universal.

Xabier Pikaza es catedrático de la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de Salamanca, profesor de teodicea e historia de las religiones.

NOTAS
1) C. X. Pikaza, Este es el Hombre. Manual de Cristología, Sec. Trinitario, Salamanca 1997.
2) Significativamente, cuando el curado quiere seguir a Jesús, en agradecimiento o dependencia, él ha respondido: “no, vete a tu casa y anuncia a los tuyos lo que el Señor ha hecho contigo, en gesto de misericordia” (cf. Mc 5, l9). De esa forma el antes expulsado se convierte en el primer evangelista.
3) Los responsables de la sinagoga tienden a poner la ley sagrada por encima del bien y la salud concreta de los excluídos de la sociedad. Jesús entiende a Dios como principio de curación y humanidad; eso pone la salud, la plenitud del ser humano, por encima de todas las restantes leyes religiosas, que tienen un carácter secundario.
4) Entre gracia fundante de Jesús, que rompe las fronteras anteriores, no es sentimentalismo, ni evasión de la realidad, ni desinterés por los males del mundo, ni ingenuidad social (como han pensado algunos exegetas judíos como J. Klausner y G. Vermes), sino expresión de su compromiso en favor de los expulsados. He desarrollado el tema en El evangelio. Vida y pascua de Jesús, Sígueme, Salamanca 1993. Cf. especialmente de E. P. Sanders, Jesus and judaism, SCM, London 1985.