5 ene 2009

ABUSO DE NIÑOS


ESTELA WELLDON

Los abusos a los niños


La autora ofrece un análisis clínico sobre la psicopatología de madres que, como Rosemary West, abusan sexualmente de los niños tras haber sufrido una infancia difícil

Ante el caso de Rosemary West uno se ve tentado a condenar a la acusada considerándola una monstruosa aberración sin relación alguna con el género humano, y no digamos con el género femenino.

Incluso para los que trabajamos en el campo de la psiquiatría, hay muchos elementos inexplicables en una relación de un hombre y una mujer basada en la perversión sexual, el incesto, el asesinato y la mutilación de sus víctimas. Este caso está lleno de procesos mentales extraordinarios e impensables, en concreto, uno de ellos es el lazo patológico que se establece entre un hombre y una mujer que actúan con violenta contra sus hijos.

No obstante, un aspecto que la sociedad no quiere considerar, e incluso ignora, es que una mujer puede abusar sexualmente de sus hijos en su propio hogar, y Rosemary West es un ejemplo extremo. He aprendido a lo largo de mi carrera profesional que resulta muy difícil aceptar que las mujeres son capaces de realizar actos de violencia sexual.

En la Clínica Portman (unidad ambulatoria de la Seguridad Social en Londres), llevamos 60 años tratando a pacientes que presentan perversiones sexuales, que han cometido actos criminales y asesinatos. Sin embargo, sólo en los últimos veinte años hemos sido capaces de diagnosticar perversiones sexuales crónicas en mujeres, incluido el abuso sexual de menores.

De nuestra experiencia se desprende que existe una diferencia importante entre los hombres y las mujeres con perversiones sexuales. Los hombres, por lo general, emplean sus órganos sexuales, el pene, para cometer actos perversos contra un objeto externo a ellos. Las mujeres también usan sus órganos reproductivos, cuya anatomía los hace más extendidos, como vehículo de sus perversiones, si bien las víctimas suelen ser ellas mismas o personas que han concebido, es decir, sus hijos.

La creencia infundada de que los conocimientos que tenemos de las perversiones masculinas son aplicables a las perversiones femeninas ha dado pie a que se niegue tratamiento médico a enfermas que lo piden a gritos.

SEXO EXPLOTADO.- Aparte del maltrato a recién nacidos, no se han diagnosticado nunca, o simplemente se han pasado por alto, otras patologías asociadas con la maternidad, probablemente por la glorificación que la sociedad hace de la maternidad. El estereotipo se basa en la idea de que «las mujeres suelen ser víctimas de abusos sexuales por parte de los hombres». Los casos de mujeres que cometen abusos sexuales suelen ser ignorados por las organizaciones de mujeres ya que ponen en entredicho la creencia generalizada de que son el sexo explotado.

La perversión de la maternidad no es otra cosa que el resultado final de una historia de repetidos abusos y abandonos durante la infancia. Estos casos se suelen dar cuando hay detrás una historia de descuido materno prolongado al menos durante tres generaciones y perpetuado en un interminable ciclo de maltratos.

En una ocasión me escribió una madre: «Le escribo porque estoy desesperada. Necesito ayuda. Tengo 26 años y me han quitado la custodia de mis seis hijos. El séptimo nacerá en un par de semanas. Quiero desesperadamente que me devuelvan a mis hijos, pero reconozco que me encuentro en esta situación porque yo también he sido víctima de abusos durante mi infancia. Una de mis hijas fue violada por un hombre que me violó a mí también. En la actualidad sufro alucinaciones y tengo pesadillas, depresiones terribles. No soporto que mi compañero me toque. Por otro lado reconozco que mis relaciones son violentas... No quiero seguir viviendo así.»

«Posdata: Tres personas abusaron sexualmente de mí entre las edades de 2 y 12 años. A los diecisiete fui violada. Durante todos estos años mi madre me maltrató.»

Una mujer como ésta puede venir de cualquier sector social. La mayoría no experimentó durante sus primeros años una relación satisfactoria. Por el contrario, se sintieron profundamente defraudadas al ser maltratadas por quienes debían cuidarlas.

Quizá parezca extraño, pero la maternidad les brinda a algunas mujeres la oportunidad de expresar sus perversiones contra los hijos, contra ellas mismas y contra su propia maternidad. Ser madre es una tarea compleja, difícil y absorbente. La maternidad no ofrece ninguna recompensa para ciertas mujeres, en particular para aquellas cuyo instinto maternal se ha visto afectado por haber sido ellas mismas víctimas de maltratos.

Hay mujeres que parecen sumisas, complacientes y pasivas, pero que albergan sueños de venganza. A menudo, el embarazo tiene diversos significados: un acto de venganza contra el hombre que la trata con desprecio, una rebelión contra el miedo a la soledad. Es también bastante común que una mujer que se queda embarazada en la adolescencia esté repitiendo la experiencia de su madre. Como también lo es que un embarazo debido a sentimientos de inadaptación ante la vida, odio o venganza, consciente o subconsciente, pueda llevar a trastornos mentales relacionados con la maternidad.

TRASTORNOS DE NACIMIENTO.- Las personas que asocian la maternidad a un desarrollo saludable de la persona y de su proceso de madurez, no son capaces de comprender que el hecho de ser madre puede estar cargado de todos estos significados.

El origen de estos trastornos puede remontarse al momento del nacimiento, ya que por lo general, son personas que, por el simple hecho de ser mujeres, no fueron bien recibidas en su familia. Claro está, esto suele afectar su relación con sus propias hijas. Es importante señalar que las víctimas de West eran todas chicas jóvenes, y entre ellas se encontraba una mujer embarazada.

La mujer que comete este tipo de actos violentos presenta una perversión del «instinto maternal», es decir, la enferma experimenta, durante períodos de crisis, fuertes sensaciones físicas, incluso atracción sexual por los niños, los suyos y los ajenos. Intenta detener unos comportamientos que considera incorrectos, pero no logra contenerse. Tras obtener alivio de su ansiedad sexual, inmediatamente siente culpa y desprecio por sí misma y cae en estados de depresión.

El perfil de estas mujeres es el de una persona con un historial de maltratos, abusos sexuales y abandono. El incesto se da a lo largo de generaciones. Las madres incestuosas mantienen una especie de relación simbiótica con sus hijos, alternando el abandono y la seducción de sus bebés. No permiten ningún proceso de separación que facilite el desarrollo de la personalidad de sus hijos. Estas personas presentan, por lo general, comportamientos muy autodestructivos anorexia, bulimia, promiscuidad, consumo de drogas y alcohol, autolesiones que suelen manifestarse durante la adolescencia. Son incapaces de mantener relaciones duraderas, y éstas suelen ser de tipo sadomasoquista.

El caso de Rosemary West está situado en el extremo de este espectro psicológico. Por lo que sabemos, su historial sólo guarda semejanzas mínimas con los casos de abuso sexual que yo he atendido. Pero lo que sí es cierto es que a la mayoría de las personas que acuden a nuestra clínica se les puede ayudar. Si queremos brindar el apoyo adecuado a las madres y a las hijas que se encuentran en esta situación necesitamos más recursos. Sólo si la sociedad toma conciencia y se sensibiliza ante estos problemas tan traumáticos podremos comenzar a romper el ciclo de violencia fomentado por el secretismo y el miedo a la humillación.

Estela Welldon es presidenta de la Asociación Internacional de Psicoterapia Forense

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