blog con articulos relacionados con psicologia social,adicciones,violencia familiar,filosofia,psicologia transpersonal. tambien algunas poesias,ficciones y fotos personales.
23 abr 2008
SANGRE
TERMINE DE VER "EL ANSIA"Y APAGUE EL TELEVISOR.
OTRA TONTERIA SOBRE VAMPIROS.LO UNICO RESCATABLE LA BELLA Y DARK CATHERINE DENEUVE HACIENDO DE VAMPIRA.
QUE EL AREA DE HEMOTERAPIA QUEDE CONTIGUO A PATOLOGIA ES UN FASTIDIO.
SANGRE ES VIDA,NO DEBE ESTAR AL LADO DE LA MORGUE.
PERO EL PROBLEMA ES EL ENFERMERO ENCARGADO .
¿COMO PONEN A UN ENFERMERO A CUIDAR CADAVERES?
ESOS PACIENTES YA SE CURARON DEL TODO!!!
PERO EL TIPO ES UN ADICTO.
LO ECHARON DE TODAS LAS SALAS.
BEBE.EMPIEZA Y NO PARA.
SEGURO QUE VA A VENIR A QUERER TOMAR ALGO.
YO TOMO.PERO SOLO UN POCO.ME CONTROLO.
LO PEOR QUE HAY ES TOMAR EN EL TRABAJO.
¡EL TIMBRE! ES EL.
ENTRO CON EL DEVANEO DE LA MIRADA DEL QUE BUSCA ALGO PRECISO.
QUERIA TOMAR...
NO.AHORA NO .ES TEMPRANO.
UN MEDIO.NADA MAS .UN SOLO MEDIO.
PERO DESPUES TE VAS.
SI.
PUSE DOS VASOS.
ABRI EL ENVASE.
SERVI.
EL ESPESO ROJO BRILLANTE DE LA SANGRE DESCENDIO FRIO Y PALPITANTE.
18 abr 2008
MOBBING,ACOSO MORAL
Acoso moral en el trabajopor Alejandro Hernández. Director de la Fundación Nacional de Discapacitados de Chile, asesor sindical y activista por los derechos humanos. director@fnd.cl Nota de opinión publicada en el periódico El Mostrador (Chile) 28/08/2005
Si de situaciones emergentes se trata, el Acoso Moral o mobbing resulta cada vez más frecuente y las consecuencias de este tema está generando personas con discapacidades emocionales, orgánicas e incluso físicas. En el último tiempo me he especializado en la prevención de este tema, que está generando cada vez más víctimas en empresas y organizaciones enfermas que persiguen a sus trabajadores, los excluyen y discriminan, especialmente cuando tienen perfil de independientes en lo psicológico e inquebrantables en lo ético y humano. Desde insomnio y estrés, hasta el desarrollo de cardiopatías y cánceres pueden afectar a los empleados que se sienten menoscabados moralmente por sus jefes. Nada nuevo bajo el sol cuando hablamos de estrés o depresión en las organizaciones. Sin embargo, el grado de preocupación es enorme en las empresas e instituciones, cuando se señala que solo en Europa este problema de Salud Laboral afecta a más de 40 millones de trabajadores y cuando se estima que entre el 70 y 90 por ciento de las consultas de los médicos de atención primaria, tienen al estrés como causa esencial. Las mayores exigencias laborales aumentan el riesgo de ser víctima de mobbing, principalmente entre las mujeres, ejecutivos jóvenes y las personas mayores de 50 años. De hecho, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima sólo en la Unión Europea (UE) hay 13 millones de personas que sufren de esta práctica, cifra que se podría duplicar en unos años. La primera sugerencia que doy a través de estas líneas, es que cave denunciar a la Oficina más cercana de la Inspección del Trabajo perdiendo el miedo a desenmascarar a las empresas y sus administradores abusivos. Invito a los departamentos de Recursos Humanos y Sindicatos de Trabajadores a capacitarse en Mobbing o Acoso Moral, a invertir en cursos que les permitan manejar herramientas eficaces a la hora de ser acosados moral o psicológicamente. Personalmente realizo cursos y asesoro a trabajadores en este sentido porque ahora sí que pueden existir denuncias, porque la Constitución y las leyes laborales protegen al trabajador en su integridad física y moral, por lo tanto cualquier trabajador puede hacer la denuncia de que es acosado psicológicamente. Si bien aun está en estudio en el Congreso la ley que sanciona el Mobbing o Acoso Laboral, la Dirección del Trabajo recurre a otras normas que sí están establecidas y las liga de forma indirecta a la tutela del trabajador. Entre estas normas destaca la protección a la vida de los trabajadores, el derecho a la privacidad y la prohibición de cualquier tipo de discriminación. Una de las principales prácticas de mobbing es la modificación de las condiciones de trabajo. Cambios de oficina y/o cargo a uno más incómodo o por debajo de tu capacidad, recarga extrema de labores que no puedes realizar o linchamiento colectivo en público que promueve el jefe "asociado" con otros trabajadores. Si eres un empleado a comisión te van quitando comisión, si eres Dirigente Sindical te pueden acosar y hostigar psicológicamente hasta ofrecerte dinero para abandonar la empresa e invitarte a dejar de luchar por tus derechos y los de tus compañeros de trabajo. En Chile existen varios casos, destaco especialmente el acoso indebido y discriminación que han sufrido por años los Dirigentes Sindicales de la Corporación María Ayuda, institución "sin fines de lucro". Esta empresa a realizado acciones muy poco cristianas, como son el despedir violentamente al Presidente del Sindicato, dirigente con fuero laboral, no allanar a reintegrarlo reteniéndole su sueldo e interponer demandas indirectas en contra de las trabajadoras afiliadas a la Organización Sindical. Perverso por decir lo menos. Las presiones afectan más visiblemente a los Dirigentes Sindicales y mujeres embarazadas, en ambos casos existe fuero y en ningún caso pueden ser despedidos mientras dura el período de los Dirigentes o el embarazo de la futura madre. La empresa lo que trata es ejercer una presión indebida para que se vayan voluntariamente. En ese tipo de figura se puede identificar una política empresarial perversa y tóxica que genera enfermedades y discapacidad a sus trabajadores en circulo vicioso violento. Es innegable que para que exista acoso en una empresa se necesita de la dirección de administraciones y jefaturas psicopáticas. Pero también deben haber empleados inseguros dispuestos a callar frente a los abusos que sufren sus compañeros de trabajo y otros mediocres, dispuestos a acosar junto al empleador a las víctimas por años, haciéndose cómplices de una situación de maltrato sistemático, que termina al menos al interior de las empresas en una misma ceremonia sacrificial: el despido.
Secciones
LLOVIA QUEDAMENTE SOBRE EL PARABRISAS.
UN MURMULLO CALIDO CIRCULABA POR MI CUERPO.
ME SENTIA BIEN, DESPEJADO,EL CANSANCIO HABIA DESAPARECIDO.
SALIMOS DE RETIRO SIN DORMIR,RECIEN LLEGADOS DE MISIONES.PERO PARA UN VIAJE CORTO HASTA PERGAMINO.
EN POCOS KILOMETROS LLEGARIAMOS A DESTINO.
ROZE APENAS CON MIS PALMAS EL MAGNIFICO VOLANTE HIDRAULICO;LA MOLE RESPONDIO ASEQUIENTE COMO
UNA DAMA AGIL.
TODO ERA FACIL.COMO AVANZAR POR ESA RUTA NEGRA Y BRILLOSA.
INFINITA,CIRCULAR,IGUAL A SI MISMA DONDE LOS NOMBRES DE LUGARES SE ESFUMAN SE SENTIDO Y SOLO
QUEDA EL ANDAR.
SENTI CALOR.
UN POCO DE SUEÑO.
Y ESO QUE EN EL BAÑITO DE LA PETRO APURE UNA PETAQUITA PARA REANIMARME UN POCO.
NUNCA ME DORMI.JAMAS TUVE UN ACCIDENTE.Y LLEGUE A MANEJAR DADO VUELTA...PERO¡YO LA MANEJO!
¡PARA ESO SOY CHOFER!
SONREI AMARGO DE MI CHISTE ESTUPIDO.
UNA TRISTEZA ,COMO ASOMARME A UN POZO OSCURO,CRUZO UN SEGUNDO.
EN EL VESTUARIO DE RETIRO ALGUN TARADO ESCRIBIO:"LOS CHOFERES COMEN ,DUERMEN Y VIVEN EN EL COCHE Y A
LA MUJER..."
SILVIA ESTA DURMIENDO CON LA NENA,ESTE FIN DE SEMANA CREO QUE TENGO FRANCO,PERO FALTAN CHOFERES.
DESENVOLVI EL PAQUETITO,VERDOSO A LA LUZ DEL TABLERO.
LOS PASAJEROS DORMIAN.MI COMPAÑERO DORMIA AL FONDO.
LA VIDA ES UN SUEÑO PASAJERO.
¡OTRA ESTUPIDEZ!
ASPIRE.EN LA VIDA HAY QUE TENER ASPIRACIONES.
HOY ERA MI TURNO DE IDIOTEZ.
MAS ALLA DEL PARABRISAS REINABA UNA NIEBLA EXTRAÑA.
DESCENDI LA MANO HACIA LOS CAMBIOS,MIENTRAS EL VOLANTE MANTENIA SU EQUILIBRIO.
LOS COLORES ERAN RAROS,
MI SANGRE SUAVE Y AZUCARADA.
LA LUZ DEL CRUCE APARECIA LEJOS.
SEGUI LA SEDUCCION VOLUPTUOSA DE UN SUEÑO IGNORADO.UNA CALIDA PROMESA,SIN RUIDOS,APENAS UNA
SUAVE MUSICA.
AVANZE FIRME.ALGO NO ANDABA BIEN.
NO VI LAS BARRERAS,LAS VIAS.
UNA ULTIMA VEZ LA LUZ DEL TREN SE REFLEJO EN MIS OJOS.
UN MURMULLO CALIDO CIRCULABA POR MI CUERPO.
ME SENTIA BIEN, DESPEJADO,EL CANSANCIO HABIA DESAPARECIDO.
SALIMOS DE RETIRO SIN DORMIR,RECIEN LLEGADOS DE MISIONES.PERO PARA UN VIAJE CORTO HASTA PERGAMINO.
EN POCOS KILOMETROS LLEGARIAMOS A DESTINO.
ROZE APENAS CON MIS PALMAS EL MAGNIFICO VOLANTE HIDRAULICO;LA MOLE RESPONDIO ASEQUIENTE COMO
UNA DAMA AGIL.
TODO ERA FACIL.COMO AVANZAR POR ESA RUTA NEGRA Y BRILLOSA.
INFINITA,CIRCULAR,IGUAL A SI MISMA DONDE LOS NOMBRES DE LUGARES SE ESFUMAN SE SENTIDO Y SOLO
QUEDA EL ANDAR.
SENTI CALOR.
UN POCO DE SUEÑO.
Y ESO QUE EN EL BAÑITO DE LA PETRO APURE UNA PETAQUITA PARA REANIMARME UN POCO.
NUNCA ME DORMI.JAMAS TUVE UN ACCIDENTE.Y LLEGUE A MANEJAR DADO VUELTA...PERO¡YO LA MANEJO!
¡PARA ESO SOY CHOFER!
SONREI AMARGO DE MI CHISTE ESTUPIDO.
UNA TRISTEZA ,COMO ASOMARME A UN POZO OSCURO,CRUZO UN SEGUNDO.
EN EL VESTUARIO DE RETIRO ALGUN TARADO ESCRIBIO:"LOS CHOFERES COMEN ,DUERMEN Y VIVEN EN EL COCHE Y A
LA MUJER..."
SILVIA ESTA DURMIENDO CON LA NENA,ESTE FIN DE SEMANA CREO QUE TENGO FRANCO,PERO FALTAN CHOFERES.
DESENVOLVI EL PAQUETITO,VERDOSO A LA LUZ DEL TABLERO.
LOS PASAJEROS DORMIAN.MI COMPAÑERO DORMIA AL FONDO.
LA VIDA ES UN SUEÑO PASAJERO.
¡OTRA ESTUPIDEZ!
ASPIRE.EN LA VIDA HAY QUE TENER ASPIRACIONES.
HOY ERA MI TURNO DE IDIOTEZ.
MAS ALLA DEL PARABRISAS REINABA UNA NIEBLA EXTRAÑA.
DESCENDI LA MANO HACIA LOS CAMBIOS,MIENTRAS EL VOLANTE MANTENIA SU EQUILIBRIO.
LOS COLORES ERAN RAROS,
MI SANGRE SUAVE Y AZUCARADA.
LA LUZ DEL CRUCE APARECIA LEJOS.
SEGUI LA SEDUCCION VOLUPTUOSA DE UN SUEÑO IGNORADO.UNA CALIDA PROMESA,SIN RUIDOS,APENAS UNA
SUAVE MUSICA.
AVANZE FIRME.ALGO NO ANDABA BIEN.
NO VI LAS BARRERAS,LAS VIAS.
UNA ULTIMA VEZ LA LUZ DEL TREN SE REFLEJO EN MIS OJOS.
17 abr 2008
BURN OUT
El Burn Out es una patología severa, relativamente reciente, que está relacionada con el ámbito laboral y el estilo de vida que se lleva. Es un trastorno emocional provocado por el trabajo y conlleva graves consecuencias físicas y psicológicas cuando el fenómeno se somatiza. La ansiedad o la depresión y dan origen a numerosas bajas laborales.
A veces se puede experimentar astenia y agitación al mismo tiempo (tics nerviosos, temblor de manos); palpitaciones; taquicardia y pinchazos en el pecho; aumento de la tensión arterial; dolores musculares, sobre todo en la zona lumbar; cefaleas; problemas digestivos; trastornos del sueño e inapetencia sexual.
Estos síntomas terminan invadiendo la vida social y familiar del afectado, que opta por aislarse y quedarse solo.
Una de las principales características del síndrome es que se produce en profesiones que uno ha elegido libremente, es decir, son más vocacionales que obligatorias.
El problema surge cuando los horarios no les permiten solucionar todo lo que quieren o que habían idealizado la profesión y la realidad no se parece en nada a lo que había imaginado que era.
Los bajos sueldos, los escasos incentivos profesionales o la pérdida de prestigio social son también factores que propician la aparición del Burn Out.
Las profesiones relacionadas con el mundo sanitario, de la educación o la administración pública suelen ser las que más incidencia reflejen en las estadísticas porque están en contacto con personas con problemas y suelen ser ellos los que deben solucionar esos problemas. La frustración se produce cuando ven que su trabajo no es productivo y sienten que su trabajo es baldío. Según datos recientes entre el 20% y el 30% de los médicos, profesores y policías locales padecen sus síntomas.
Una sentencia del Tribunal Supremo en el año 2000 reconoció este síndrome como una dolencia psíquica causante de periodos de incapacidad temporal y como accidente laboral.
En Universia hemos considerado que esta patología debe darse a conocer para que no se extienda como una epidemia por todos los centros de trabajo. El desconocimiento y su negación fomentan que se padezca y, por ello, es fundamental dar a conocer medidas preventivas, sus tipos, fases y los recursos legales de los que disponemos para hacerle frente.
7 abr 2008
EL PRICIPIO FEMENINO
El principio femenino podría originar una nueva cultura
Elizabeth Debold denuncia que “añadir mujeres” a los cargos públicos no termina con el patriarcado
La escritora Elizabeth Debold ha analizado en la revista What is Enlightenment? el papel del principio arquetípico femenino, o de lo divino femenino, en una posible transformación del mundo. La modernidad ha conllevado una radicalización de los valores masculinos, mientras que lo femenino sigue condicionado por las propias exigencias del patriarcado. La receta de “añadir mujeres y agitar”, en referencia al hecho de sumar mujeres a cargos públicos, quizá no solucione los desequilibrios. Según Debold, es una revisión de lo divino femenino, con sus luces y sombras, lo que podría generar un nuevo espacio cultural donde se dé otra forma de cooperación entre hombres y mujeres. Pero para ello se necesita un gran esfuerzo que, por su importancia y necesidad dados los tiempos que vivimos, debe ser considerado como sagrado. Por Yaiza Martínez.
La escritora feminista norteamericana Elizabeth Debold, autora de la obra La revolución en las relaciones madre e hija, reflexiona en un artículo publicado por la revista What is Enlightenment? acerca de la posibilidad de crear un nuevo contexto ético y espiritual que equilibre nuestro mundo actual hiper-masculinizado, a través de la reverencia a lo femenino sagrado.
Es decir, Debold se cuestiona si sería posible cambiar un mundo en el que el patriarcado se ha generalizado y polarizado hasta tal punto que se ha vuelto incluso peligroso para nuestro entorno. La autora comenta que la receta actual que se sigue para alcanzar un supuesto cambio cultural en esta dirección suele ser del tipo “añadir mujeres y agitar”, en referencia a la tendencia a tratar de equilibrar el número de hombres y de mujeres presentes en la vida pública. ¿Pero pueden estas medidas por sí solas transformar el ethos básico de nuestra cultura, y cambiar el curso de la historia?
Tal vez no. Según Debold, en los últimos veinte años, algo profundo se ha empezado a agitar en el interior de las mujeres, una intención de cambiar la cultura desde sus raíces. El objetivo: generar un nuevo contexto espiritual y ético que equilibre la situación planetaria a través del culto a lo femenino sagrado, que ha sido identificado por diversos grupos de mujeres de distintas maneras.
Algunos de estos grupos definen lo femenino divino como únicamente relacionado con el rol biológico de la madre. Otros, por el contrario, hablan de un “principio femenino” dinámico de la psique humana que es además un aspecto fundamental del mundo. Por último, otros grupos reclaman la recreación de rituales de culto a antiguas diosas, para que la divinidad femenina se vuelva más visible y consciente.
Inmanencia de lo divino
El elemento común a casi todos estos grupos es la sensación de que lo sagrado no debe encontrarse en un dominio trascendente, sino que es inmanente a la vida. Por tanto, señala Sebold, estas formas de espiritualidad celebran el propósito humano de unificarse con la naturaleza y con los demás, por lo que a menudo festejan el cuerpo, la sexualidad y las relaciones. De esta forma, se está desarrollando un fenómeno sin precedentes: nunca antes en la historia de Occidente las mujeres habían insistido activamente en que la dimensión sagrada de la vida era un reflejo de su propio género, explica la autora.
Y es que muchos de los males del mundo actual proceden de la radicalización, desarrollada en la modernidad, de algunos de los aspectos de lo masculino, como la separación entre racionalidad y empatía, la competitividad, la jerarquización del poder sobre los demás, etc. Pero, ¿qué significaría que lo femenino fuera la solución?, se pregunta Debold. Demasiado fácil resultaría volver a caer en una nueva polarización, en la que señaláramos lo masculino como “malo” y lo femenino como “bueno”.
Evidentemente, existe el deseo común de ir más allá del patriarcado y evolucionar como comunidad humana, e incluso sobrevivir como tal gracias a la aplicación de nuevos valores sociales. Pero la cuestión es: ¿cómo crearemos esa cultura post-patriarcal y qué relación tendría ésta con el principio femenino?
Debold escribe, “la mayoría de estas nuevas vías espirituales se basan, de manera implícita o explícita en el innovador trabajo teórico del psiquiatra Carl G. Jung (1875-1961)”.
Jung estableció la teoría de que toda la humanidad comparte un área psíquica denominada inconsciente colectivo, y que lo femenino y lo masculino son principios ontológicos tan profundos y arraigados en esa área, que tienden a ser vistos como inherentemente sagrados.
Exigencias sociales
Jung relacionó a lo femenino con Eros (emoción) y lo masculino con Logos (intelecto). Generalmente, parece que lo masculino está vinculado a la aserción, al enfoque directo e intenso, mientras que lo femenino lo está a la receptividad, la contención y la empatía. Estas características se relacionan con los roles reproductivos que hombres y mujeres han desplegado desde tiempos inmemoriales.
Y, aunque lo femenino y lo masculino no sean únicamente atributos de mujeres y hombres respectivamente, la experiencia de ser inherentemente distintos desde el punto de vista corporal ha marcado la cultura y la psique humanas.
Debold señala que sus investigaciones a lo largo de los años sobre la vivencia del cuerpo femenino por parte de las mujeres le han demostrado que, según van madurando, las mujeres aprenden a desconectarse de sí mimas para tratar de pasar por una estrecha puerta: tener éxito, ser atractivas, sentirse seguras…
Estas exigencias sociales provocan que las mujeres oculten a menudo ciertos sentimientos (como la ira o la vulnerabilidad…), se desconecten de su sexualidad, y renuncien a su propia perspectiva de la realidad.
Por otro lado, las mujeres están especializadas en nutrir y existir en relación, dados los miles de años que han dedicado sobre todo a reproducirse, lo que las condiciona profundamente. Considerando todas estas limitaciones de las mujeres, ¿cómo se podría traer verdaderamente a la luz el principio femenino para dar lugar a una nueva cultura?
El ideal femenino actual incluye el ser buena, hermosa, atractiva, compasiva, dadora y afectiva. Es decir, que sigue uniendo aspectos de la mujer muy valorados dentro del patriarcado (como la sexualidad y la maternidad). Otra asunción general es que las mujeres no han hecho “nada” por desarrollar la cultura en la que estamos inmersos, es decir, que son las “víctimas” del patriarcado.
Luces y sombras
Pero no sólo son los aspectos “buenos” o positivos los que deben ser contemplados según Debold, a la hora de recrear lo divino femenino. La autora señala que la mayoría de los enfoques populares a este principio abarcan sólo superficialmente su “lado oscuro”: los aspectos de lo divino femenino inconscientes, reprimidos o negados.
Ese lado oscuro no resulta nada atractivo pero, según la autora, hasta que no se reconozca, las mujeres seguirán proyectando su sombra en los hombres, manteniendo así intacta la división entre ambos géneros propiciada por el patriarcado.
Por tanto, el objetivo (y la posible solución) podría ser desarrollar una conciencia que incluyera la herencia biológica y cultural y que también la trascienda, es decir, un espacio cultural nuevo y libre de relación en el que se catalice una cooperación también nueva entre hombres y mujeres.
Las sombras y las luces de lo divino femenino se convertirían en una nueva expresión de lo femenino divino que quizá pudiera equilibrar la situación del planeta, contrarrestar los abusos derivados de la hiper polarización de la modernidad. Dada la importancia del principio femenino para la transformación del mundo, este esfuerzo en sí mismo debiera ser también considerado como sagrado
Elizabeth Debold denuncia que “añadir mujeres” a los cargos públicos no termina con el patriarcado
La escritora Elizabeth Debold ha analizado en la revista What is Enlightenment? el papel del principio arquetípico femenino, o de lo divino femenino, en una posible transformación del mundo. La modernidad ha conllevado una radicalización de los valores masculinos, mientras que lo femenino sigue condicionado por las propias exigencias del patriarcado. La receta de “añadir mujeres y agitar”, en referencia al hecho de sumar mujeres a cargos públicos, quizá no solucione los desequilibrios. Según Debold, es una revisión de lo divino femenino, con sus luces y sombras, lo que podría generar un nuevo espacio cultural donde se dé otra forma de cooperación entre hombres y mujeres. Pero para ello se necesita un gran esfuerzo que, por su importancia y necesidad dados los tiempos que vivimos, debe ser considerado como sagrado. Por Yaiza Martínez.
La escritora feminista norteamericana Elizabeth Debold, autora de la obra La revolución en las relaciones madre e hija, reflexiona en un artículo publicado por la revista What is Enlightenment? acerca de la posibilidad de crear un nuevo contexto ético y espiritual que equilibre nuestro mundo actual hiper-masculinizado, a través de la reverencia a lo femenino sagrado.
Es decir, Debold se cuestiona si sería posible cambiar un mundo en el que el patriarcado se ha generalizado y polarizado hasta tal punto que se ha vuelto incluso peligroso para nuestro entorno. La autora comenta que la receta actual que se sigue para alcanzar un supuesto cambio cultural en esta dirección suele ser del tipo “añadir mujeres y agitar”, en referencia a la tendencia a tratar de equilibrar el número de hombres y de mujeres presentes en la vida pública. ¿Pero pueden estas medidas por sí solas transformar el ethos básico de nuestra cultura, y cambiar el curso de la historia?
Tal vez no. Según Debold, en los últimos veinte años, algo profundo se ha empezado a agitar en el interior de las mujeres, una intención de cambiar la cultura desde sus raíces. El objetivo: generar un nuevo contexto espiritual y ético que equilibre la situación planetaria a través del culto a lo femenino sagrado, que ha sido identificado por diversos grupos de mujeres de distintas maneras.
Algunos de estos grupos definen lo femenino divino como únicamente relacionado con el rol biológico de la madre. Otros, por el contrario, hablan de un “principio femenino” dinámico de la psique humana que es además un aspecto fundamental del mundo. Por último, otros grupos reclaman la recreación de rituales de culto a antiguas diosas, para que la divinidad femenina se vuelva más visible y consciente.
Inmanencia de lo divino
El elemento común a casi todos estos grupos es la sensación de que lo sagrado no debe encontrarse en un dominio trascendente, sino que es inmanente a la vida. Por tanto, señala Sebold, estas formas de espiritualidad celebran el propósito humano de unificarse con la naturaleza y con los demás, por lo que a menudo festejan el cuerpo, la sexualidad y las relaciones. De esta forma, se está desarrollando un fenómeno sin precedentes: nunca antes en la historia de Occidente las mujeres habían insistido activamente en que la dimensión sagrada de la vida era un reflejo de su propio género, explica la autora.
Y es que muchos de los males del mundo actual proceden de la radicalización, desarrollada en la modernidad, de algunos de los aspectos de lo masculino, como la separación entre racionalidad y empatía, la competitividad, la jerarquización del poder sobre los demás, etc. Pero, ¿qué significaría que lo femenino fuera la solución?, se pregunta Debold. Demasiado fácil resultaría volver a caer en una nueva polarización, en la que señaláramos lo masculino como “malo” y lo femenino como “bueno”.
Evidentemente, existe el deseo común de ir más allá del patriarcado y evolucionar como comunidad humana, e incluso sobrevivir como tal gracias a la aplicación de nuevos valores sociales. Pero la cuestión es: ¿cómo crearemos esa cultura post-patriarcal y qué relación tendría ésta con el principio femenino?
Debold escribe, “la mayoría de estas nuevas vías espirituales se basan, de manera implícita o explícita en el innovador trabajo teórico del psiquiatra Carl G. Jung (1875-1961)”.
Jung estableció la teoría de que toda la humanidad comparte un área psíquica denominada inconsciente colectivo, y que lo femenino y lo masculino son principios ontológicos tan profundos y arraigados en esa área, que tienden a ser vistos como inherentemente sagrados.
Exigencias sociales
Jung relacionó a lo femenino con Eros (emoción) y lo masculino con Logos (intelecto). Generalmente, parece que lo masculino está vinculado a la aserción, al enfoque directo e intenso, mientras que lo femenino lo está a la receptividad, la contención y la empatía. Estas características se relacionan con los roles reproductivos que hombres y mujeres han desplegado desde tiempos inmemoriales.
Y, aunque lo femenino y lo masculino no sean únicamente atributos de mujeres y hombres respectivamente, la experiencia de ser inherentemente distintos desde el punto de vista corporal ha marcado la cultura y la psique humanas.
Debold señala que sus investigaciones a lo largo de los años sobre la vivencia del cuerpo femenino por parte de las mujeres le han demostrado que, según van madurando, las mujeres aprenden a desconectarse de sí mimas para tratar de pasar por una estrecha puerta: tener éxito, ser atractivas, sentirse seguras…
Estas exigencias sociales provocan que las mujeres oculten a menudo ciertos sentimientos (como la ira o la vulnerabilidad…), se desconecten de su sexualidad, y renuncien a su propia perspectiva de la realidad.
Por otro lado, las mujeres están especializadas en nutrir y existir en relación, dados los miles de años que han dedicado sobre todo a reproducirse, lo que las condiciona profundamente. Considerando todas estas limitaciones de las mujeres, ¿cómo se podría traer verdaderamente a la luz el principio femenino para dar lugar a una nueva cultura?
El ideal femenino actual incluye el ser buena, hermosa, atractiva, compasiva, dadora y afectiva. Es decir, que sigue uniendo aspectos de la mujer muy valorados dentro del patriarcado (como la sexualidad y la maternidad). Otra asunción general es que las mujeres no han hecho “nada” por desarrollar la cultura en la que estamos inmersos, es decir, que son las “víctimas” del patriarcado.
Luces y sombras
Pero no sólo son los aspectos “buenos” o positivos los que deben ser contemplados según Debold, a la hora de recrear lo divino femenino. La autora señala que la mayoría de los enfoques populares a este principio abarcan sólo superficialmente su “lado oscuro”: los aspectos de lo divino femenino inconscientes, reprimidos o negados.
Ese lado oscuro no resulta nada atractivo pero, según la autora, hasta que no se reconozca, las mujeres seguirán proyectando su sombra en los hombres, manteniendo así intacta la división entre ambos géneros propiciada por el patriarcado.
Por tanto, el objetivo (y la posible solución) podría ser desarrollar una conciencia que incluyera la herencia biológica y cultural y que también la trascienda, es decir, un espacio cultural nuevo y libre de relación en el que se catalice una cooperación también nueva entre hombres y mujeres.
Las sombras y las luces de lo divino femenino se convertirían en una nueva expresión de lo femenino divino que quizá pudiera equilibrar la situación del planeta, contrarrestar los abusos derivados de la hiper polarización de la modernidad. Dada la importancia del principio femenino para la transformación del mundo, este esfuerzo en sí mismo debiera ser también considerado como sagrado
PERDIDA DE DESEO SEXUAL
El deseo sexual y su pérdida. (Joan Casanova)
Qué es eso el deseo sexual. Un enfoque culturalista.
El deseo sexual consciente es un mecanismo psicobiológico que precede a la excitación sexual, de tal modo que ambos nos impulsan a tener relaciones sexuales con otra u otras personas, relaciones que han sido diseñadas por la evolución para reproducirnos y perpetuar la especie. Deseo y excitación son procesos fisiológicamente independientes, que no tienen por qué ir siempre concadenados, pero sí en el caso de nuestra definición. Precisamente como fenómeno fisiológico, no ha sido tan estudiado como la excitación, pero se puede decir que está muy determinado por la hormona testosterona, presente en ambos sexos, así como por factores cerebrales-cognitivos y ambientales.
Tiene mucho que ver con la libido de la Teoría Psicoanalítica, también llamada energía, pulsión o impulso sexual, pero no está claro que sea un verdadero instinto biológico de primer orden, pues no es indispensable para la supervivencia de un individuo, aunque pudiera serlo para la de una sociedad. Como se ha demostrado en los tristes escenarios de un campo de concentración, los instintos del hambre, la sed o el sueño prevalecían en ese contexto de extrema depauperación, habiendo desaparecido completamente la pulsión sexual; quizá esto explica la sensación de que, ante ciertas causas de suficiente peso, al disminuir el deseo éste parece quedar relegado a un segundo plano, como algo prescindible para el individuo. En cualquier caso, al menos en condiciones de un entorno social normalizado, en lo psicosocial, constituye un recurso o mecanismo que no sólo vincula personas, sino que canaliza conflictos y necesidades emocionales, somáticas, creativas, reduce tensiones en y entre personas y, por tanto, ayuda a establecer vínculos afectivos dentro de un grupo o comunidad.
Dado que desde hace unas décadas tenemos los medios para planificar eficazmente la fecundación, se ha ido potenciando la vertiente cultural de la sexualidad, de modo que ésta puede vivirse cada vez más como un medio para la desinhibición ante el estrés y las presiones sociales cotidianas, la experimentación del placer ligado a la creatividad y al juego, la reafirmación de la personalidad y la preservación de la necesaria intimidad. En ciertas sociedades este uso cultural está tan desarrollado -al menos de un modo potencial-, que el deseo sexual es cada vez menos un fenómeno biológico y, más allá de un recurso personal, cada vez más una percepción mental moldeada por el entorno social en que se ha producido ese desarrollo. Esto es así porque existe, a su vez y de forma paradójica, en la mayoría de individuos de tales sociedades el deseo común de desarrollar sus personalidades individuales, de singularizarse, de alejarse de la obediencia a la mecánica simple de los instintos primitivos, de encajar y beneficiarse, en fin, de la prometida sociedad del bienestar. Y la paradoja se concreta de este modo: el deseo sexual se supone un medio para el desarrollo de la persona, pero depende a la vez de la forma en que la colectividad lo conceptualiza. No es, pues, de hecho una cuestión que empieza y acaba en la subjetividad del individuo, sino que se adapta a una percepción colectiva. Y por tanto, como adaptación a una idea común, no es sólo objeto o vehículo de vinculación y liberación, sino de confusión, ansiedad, conflicto y disfunción, cuando la persona siente que no encaja en ese ideal.
El caso de la mujer.
Es el claro ejemplo de cómo la cultura moldea la vivencia individual de una experiencia en principio tan íntima como el deseo sexual. En muchas sociedades o culturas, la educación o el entorno familiar tienen un poder importante para definir y delimitar el deseo en la mujer: así, por ejemplo, dependiendo de cómo logre expresar ese deseo, o de en qué culmine, una adolescente o mujer puede describirse o bien como que 'está enamorada', o bien como que 'está fuera de control'. Si se acaba casando y tiene hijos, el entorno dictaminará que ella estaba enamorada -aquí podría abordarse otro tema interesante, el de si el sexo puede llevar al descontrol propio, especialmente en las/los adolescentes, y si esto es peligroso-. Si ella tiene sexo ocasional, varias parejas, parejas mujeres o no se casa, se la juzgará como que estaba fuera de control, percibiéndose su energía sexual como inadecada, como un signo de subversión. Presiones de este tipo persisten en la actualidad, y fuerza a muchas mujeres a negar y reprimir su deseo, identidad y orientación sexuales para seguir siendo socialmente aceptadas, de modo que desde muy temprano, en su época de desarrollo físico, se les impide reconocer la verdadera naturaleza de sus sensaciones, lo que entre otras cosas les oculta una salida constructiva a su energía sexual como es la masturbación. Se les muestra como inadecuada toda motivación de búsqueda de intimidad física, curiosidad, diversión o seguridad, y se las orienta hacia la búsqueda de un ideal de amor, por otro lado ambiguo o no bien definido. Del mismo modo, lleva a muchos hombres a rechazar aquellas mujeres que han mostrado una línea de deseo sexual demasiado 'liberada'. Es decir, que el deseo sexual femenino está controlado y expresado en 'momentos apropiados' y de 'manera apropiada'.
Al hilo de la anterior argumentación culturalista, en la que hablábamos de la necesidad de garantizar la supervivencia y cohesión de la sociedad, el control del deseo sexual femenino, igual que con otras facetas de la mujer, cumple aquí un papel bien ajustado por el sistema social: garantizar una maternidad, con sus fases de fecundación, embarazo, crianza y educación, lo más responsable y asexual posible. Pues es la mujer, y no el hombre, quien posee el potencial para gestar, crear y criar a los nuevos miembros de la sociedad. Esto reafirma en muchas culturas la pervivencia de una doble moral. También en Occidente donde, aunque se espera que la mujer se desarrolle como persona, incluso reconociéndole sus derechos y capacidades sexuales y orgásmicas, sin embargo se sigue potenciando su imagen virginal. Muchos hombres, por ejemplo, todavía tienen grandes reparos en presentar a su madre una novia reconocida como sexual, porque esa madre es para ellos el modelo de mujer asexual, y porque esa novia es la potencial madre de sus hijos. Muchas mujeres jóvenes aprenden del mismo modelo de madre asexual.**PAG**
El enfoque fisiológico. Cuánto deseo sexual consumimos.
En la fisiología del deseo sexual vemos que constituye un proceso complejo, en el que intervienen básicamente tres componentes: el cerebro, como motor; ciertas hormonas, en especial la testosterona; y los intereses, motivaciones o desencadenantes cognitivos de cada persona.
Centrándonos en el primero de ellos, descubrimos que los centros cerebrales que lo desencadenan son los mismos que se activan al consumir cualquier droga. Se deduce por tanto que, al menos fisiológicamente, el grado de deseo sexual depende de su "consumo", es decir a más relaciones sexuales satisfactorias, incluida la masturbación, mayor deseo. Vemos también que el deseo actúa antes que la excitación, y que se desencadena al querer algo, soñarlo, iniciarlo, recibirlo o pensarlo; por tanto, cuantos más momentos del día dedicados a fantasías o ensoñaciones eróticas -los factores cognitivos-, o cuanto más interactuemos con la pareja a nivel sensual, táctil o afectivo, mayor será la predisposición cerebral para el despliegue del deseo y la práctica sexual. De forma inversa, cuando la interacción personal es difícil, o no se está en contacto con los propios sueños o fantasías, ni se muestra iniciativa erótica, o la forma de pensar es obsesiva, el fantasma de su disminución asoma.
El segundo componente implicado en la génesis del deseo sexual es la hormona testosterona, la cual pertenece al grupo de los andrógenos. La producen los testículos, ovarios y glándulas suprarrenales. Está presente en ambos sexos, pero el cuerpo de la mujer es significativamente más sensible a pequeños cambios en su nivel. Otro grupo de hormonas, los estrógenos, ejercen un contrarresto sobre el efecto de los andrógenos, de forma que, sobre todo en la mujer, cuando los niveles de estrógenos disminuyen -por ejemplo después de la ovulación, pero también en la menopausia-, se puede experimentar un incremento del deseo sexual. Sin embargo, esta mayor sensibilidad a la fluctuación de la testosterona constituye un argumento fisiológico que, sumado al psicológico-cultural, explicaría la preponderancia del trastorno de deseo sexual inhibido en las mujeres.
Hasta que aparece el problema…
Que recibe el nombre de disminución o pérdida del deseo sexual, o trastorno del deseo sexual hipoactivo, o del deseo sexual inhibido. Es el problema más referido en las consultas de terapia sexual, y uno de los principales motivos de separación conyugal. Se cree que afecta al 15% de hombres y al 35% de mujeres. A veces se lo ha denominado ausencia de deseo, pero esto no es lo mismo que pérdida. Ausencia significa que no se tiene o no se ha tenido nunca deseo sexual; es el caso de algunas personas, sobre todo mujeres, cuyos cuerpos no producen suficiente testosterona, lo que puede sucederles desde siempre -por un problema en ovarios, glándula pituitaria o tiroides-, de forma permanente tras haberse sometido a una intervención quirúrgica importante en su aparato reproductor, o bien de forma natural en alguna etapa de su vida. Pérdida implica que se ha experimentado deseo, pero que algo ha cambiado para provocar esta disminución, ya sea progresiva o brusca. Tampoco es cierto que, aunque a la persona se lo parezca, exista ahí siempre un verdadero trastorno de pérdida del deseo: es habitual que una persona se compare con sus amistades y llegue a considerarse inadecuada por percibirse menos sexual o con menos deseos sexuales, cuando si se detiene a analizarlo -en base a sus propios niveles de satisfacción o de felicidad personales- en realidad no le ocurre nada malo en este ámbito.
No es difícil hallar definiciones del fenómeno en sí, por desgracia nunca muy completas dado el estado actual de la investigación, pero en general coinciden en describir una serie de síntomas persistentes o recurrentes, como escasa motivación hacia actividades eróticas, poca capacidad para excitarse en situaciones sexuales, o el evitar directamente tales situaciones -aunque a veces la persona afectada se obliga a mantener sexo sólo para complacer a la pareja-; todas las definiciones coinciden en que esta hipoactividad genera insatisfacción e infelicidad en la vida de las personas afectadas. Hay casos extremos, en que se evita en general todo contacto erótico y genital con cualquier persona del sexo opuesto, y no hay hábito masturbatorio ni fantasías sexuales; la psiquiatría tiene un nombre para esto (y lo tiene para un montón de fenómenos más), que es trastorno de aversión sexual.
Pese a que se han definido causas más concretas, que se verán más adelante, lo expuesto en los primeros párrafos viene a ser una especie de gran causalidad, un marco cultural que engloba inevitablemente a la mayoría de causas particulares. Por lo que podemos aún resumir el trastorno en tales términos: muchas personas ya no funcionan tanto por el deseo sexual en sí, sino por el deseo del deseo sexual, por el intento de adaptarse a ese ideal social -ésta sería pues la motivación que prevalece-, por el 'se supone que'. Y esta percepción condicionada explica conductas, actitudes y despropósitos como los siguientes:
· Que una persona llegue a creer que su deseo sexual no es normal, no en referencia a la realidad de su vida relacional, sino porque le parece que sus amistades lo experimentan con mayor intensidad o satisfacción.
· Que lo que desean hombres y mujeres a menudo sea tan diferente, difícil de conciliar y conduzca a frustraciones, sobre todo porque esperan experimentarlo de un modo concreto, o en el mismo momento, por ejemplo ellos más sexo oral o coital, y ellas más juego previo o estímulo clitorial.
· Que todavía muchas mujeres, incluso con un nivel laboral y sociocultural alto, tengan una orientación de placer pasivo, desconozcan las respuestas eróticas de su propio cuerpo y su clítoris, o se incomoden con la masturbación, y esperen que el hombre las excite ('se supone que él ya sabrá').
· Que se den muchas relaciones de pareja insanas -con sus luchas de poder, sensaciones de no ser respetado ni escuchado por el cónyuge, y más tarde rencores e ira- porque, en sus inicios, la manera de ver a la otra persona se regía no por el entendimiento mútuo sino por el deseo sexual, guiado éste a su vez por la idealización. Al descender el interés sexual, esta falta de deseo es utilizada frecuentemente por la persona que se siente menos poderosa, como arma para intentar imponerse sobre la otra. Es un error, pues el sexo no es lo único que permite construir lo que ahí falta, que es intimidad emocional.
· Que el efecto placebo (autosugestión) funcione en problemas de deseo sexual. Un experimento monitoreó a mujeres que se quejaban de falta de deseo y de excitación, haciéndoles ver un film erótico, tras lo cual se les mintió asegurándoles que durante el visionado se había registrado un aumento del flujo sanguíneo en sus vaginas. Pruebas posteriores revelaron que su flujo sanguíneo se igualó al de mujeres sin estos problemas, y que su respuesta sexual mejoró.**PAG**
Pero ¿se puede perder realmente el deseo?
La pérdida o disminución del deseo se caracteriza porque se concreta casi siempre en un desinterés sexual hacia el otro miembro de la pareja. Lo interesante aquí es que quien sufre el trastorno a menudo sigue teniendo pulsiones sexuales, e incluso capacidad orgásmica, expresables por ejemplo en fantasías/ensoñaciones sexuales o incluso masturbación. Los casos extremos de rechazo a cualquier acercamiento sexual, sin fantasías sexuales ni masturbación, no desmienten este enunciado: la mayoría se explican porque la persona afectada entra en un particular proceso inconsciente de autocondicionamiento, en el que prefiere en cierto modo inhibirse aún más y convertirse en un ser casi asexual y asexuado, que tener que afrontar sentimientos de culpabilidad o tener que complacer sexualmente a la pareja.
El trastorno, pues, no entraña casi nunca una verdadera pérdida de libido o impulso sexual, por más que la persona llegue a aparentarlo tras el mencionado proceso de autocondicionamiento, nada raro por cierto. Es decir, pérdida de deseo no equivale a ausencia total de deseo. Dado que la pulsión sexual autónoma permanece siempre intacta -a menudo la capacidad y frecuencia masturbatoria y orgásmica es la misma que en parejas sexualmente satisfechas-, en la mayoría de casos el problema se ciñe exclusivamente a la interacción sexual con la pareja.
Se ha comparado a mujeres casadas que sufrían de deseo sexual hipoactivo, con mujeres casadas que tenían una vida sexual satisfactoria, y se vio que si bien las primeras fantaseaban menos durante el juego previo, la masturbación, el coito o las ensoñaciones diurnas, y tenían menos orgasmos en la cópula, en cambio se masturbaban con la misma frecuencia y obtenían orgasmos mediante automanipulación con la misma facilidad. Es decir, que las mujeres con un supuesto bajo deseo sexual, en promedio se masturbaban y eran orgásmicas durante las actividades autoeróticas tanto como cualquier otra, lo cual era un dato muy importante, dado que la masturbación es un fiel indicador de los niveles de tensión sexual autónomos de la mujer (aquellos en los que no interviene el varón). Que esta tensión se mantenga al mismo ritmo de frecuencia y logro orgásmico en ambos tipos de mujeres, significa que no existe de hecho una disminución del interés sexual en general, sino del interés por relacionarse sexualmente con la pareja. Es un error, por tanto, señalar a la persona afectada juzgándola como poco voluptuosa o poco sexual.
Primeras causas y primeras líneas de actuación.
De entrada resulta difícil catalogarlas, pues algunas consecuencias de las primeras causas se convierten a su vez en nuevos factores que agudizan el trastorno. Pese a ello intentaremos definir tres grandes grupos: las causas claramente orgánicas, las causas psicológico-personales-circunstanciales, y las causas conyugales, de hecho tratables también en el ámbito psicológico.
Causas orgánicas o físicas.
Las causas físicas no son las mayoritarias. Está claro que una primera línea de actuación pasa por el recurso a la Medicina, como un chequeo de salud general o específica. Diversas enfermedades (diabetes, infarto, hipertensión, hipercolesterolemia, depresión, artritis, osteoporosis, infección vaginal, etc.), pero también trastornos como la falta de sueño, o un cansancio crónico o reiterado, pueden estar detrás, por lo que hay que aprender a respetar las otras necesidades básicas aparte del sexo, rompiendo cuando haga falta las rutinas que se hayan instalado (como hacer el amor por la noche al acostarse, cuando el cansancio asoma). Hay que investigar una posible depresión, la cual inevitablemente disminuye o inhibe del todo los niveles de deseo. O un problema de delgadez extrema/obesidad, o bien de anorexia/bulimia, este último con un posible trastorno psicológico asociado. Es frecuente la asociación con un problema de consumo de drogas, como el alcoholismo o ciertos psicofármacos, muchas drogas llegan a interferir de hecho en cualquier parte de la respuesta sexual humana deseo-excitación-orgasmo. Ciertos anticonceptivos hormonales, en raras ocasiones, pueden provocar este efecto secundario. Es también frecuente un perfil hormonal desajustado, especialmente referido a los andrógenos: la testosterona es necesaria para mantener el deseo, tanto en el hombre como en la mujer. También están los cambios hormonales que se sufren antes de la menstruación (síndrome premenstrual), o durante la lactancia materna, o durante el climaterio, periodo que empieza con la última menstruación (conocido como menopausia) y que se acompaña de un descenso de estrógenos; esto puede provocar no tanto una mengua del deseo como una menor lubricación vaginal, y como consecuencia molestias o dolor durante el coito, que llevan a evitar el sexo e inhibir el deseo. Cada tipo de problema requerirá la oportuna línea de terapia o medicación.
Causas personales-circunstanciales.
Aquí hay que hacer un inciso: el estrés y la ansiedad -que también pudieran considerarse causas de orden físico- son probablemente los mayores desencadenantes de inapetencia sexual y los grandes enemigos del proceso deseo-excitación-consumación sexuales. Quizá en personas muy jóvenes, en cierto modo habituadas -o impulsadas por la efervescencia de sus cambios hormonales- a un estilo de vida y de sexo precipitados o frenéticos, no les afecte tanto, pero un sexo de calidad necesita relajación, tanto de la psique como del cuerpo, por más que esto pueda parecer paradójico o contradictorio si pensamos en una fase como la de la excitación.
Este tipo de causas pueden originar a su vez problemas conyugales, por lo que habrá que aislarlas de éstos e identificarlas. Puede ser un problema económico, laboral, personal, familiar, etc., o la dedicación a los hijos o a un familiar, que absorbe todas las energías y deja muy pocas para la intimidad. Aquí hallamos también causas como una diferencia de edad importante, por ejemplo un hombre mayor que la mujer que evita el coito por el temor a una caída de su respuesta y rendimiento sexuales. O una inseguridad por desconocimiento del propio cuerpo y del autoerotismo, o de la sexualidad del otro género, a su vez debido quizá a una educación represiva o inadecuada en el pasado (entorno familiar disfuncional). O bien hallamos miedos, prejuicios, actitudes, emociones o habilidades inadecuados ante la propia vivencia de lo sexual. O problemas como la anorgasmia (ausencia de orgasmo en la mujer) o el vaginismo, o ciertos casos de disfunción eréctil y de eyaculación precoz, aparentemente causas orgánicas, pero que pueden tener un trasfondo psicológico y, por tanto, hay que tratar también aparte. O bien la influencia larvada de un acontecimiento traumático sexual (abuso) o emocional (abandono, etc.), que puede provenir de la infancia o adolescencia, o ser más reciente, como un desengaño amoroso o una violación. Estas causas pueden aparecer tanto con la pareja estable como con terceras personas o nuevas parejas, y no sólo hay que buscar la forma en que afecte menos a la convivencia con la pareja, sino interesarse por el problema que afecta a esa persona, ponerse en su lugar y ayudarle a solucionarlo, si es necesario pidiendo ayuda externa.**PAG**
Causas conyugales.
En éstas, el problema se centra en la forma de relacionarse o interactuar con el cónyuge; por tanto no necesariamente hacia terceras personas que de repente pudiesen aparecer como objetos sexuales, de hecho en una situación así se puede llegar a desarrollar un deseo sexual exagerado.
Ya se ha dicho que este tipo de causas pueden provenir de otros factores primarios y haberse convertido posteriormente en nueva causa, que retroalimenta el problema: por ejemplo, una descoincidencia reiterada de momentos, lugares o situaciones. Aquí se observan en general actitudes de evitación o retraimiento para con la pareja sentimental: en la mujer especialmente -su sexualidad es más emocional o, digámoslo, algo menos simple que la del hombre-, si tanto el sexo como la intimidad con la pareja han dejado de ser satisfactorios, el deseo sexual tiende a desaparecer antes que en el hombre, lo que entraña una especie de defensa corporal instintiva, que se ha interpretado como un impedir la posibilidad de embarazarse de esa otra persona, y simboliza la pérdida de la confianza. Hallamos, pues, explicaciones que corresponden a elementos muy básicos en una relación sentimental: mala comunicación, caracteres incompatibles, falta de confianza, resentimiento, abuso sexual o emocional, poca habilidad sexual del cónyuge, etc. Las actitudes de resentimiento suelen también aparecer, agravando el problema: la misma falta de deseo puede entonces ser esgrimida como arma en la lucha de poder, especialmente por parte de quien se siente menos poderoso, normalmente la mujer.
Como en la anterior categoría de causas, aquí también hay que interesarse por el problema que afecta a la pareja, ponerse en su lugar y ayudarle a solucionarlo. No tomarse las cosas personalmente, no etiquetar nunca a la otra persona, no sospechar cosas infundadas, ser más tolerantes, menos exigentes, 'bajarse' un poco del propio ego y no permitir que todo gire en torno al 'yo' y al 'mí'.
Más sobre las causas conyugales.
La forma de concebir la relación de pareja. Casos de falso problema.
Conflictos matrimoniales o de pareja, luchas de poder en su seno, ira reprimida, confianza traicionada, estrés o ansiedad, rutina o aburrimiento son causas -o efectos- que convergen a menudo en la relación conyugal. Con lo que podría casi afirmarse que ésta misma, con sus dinámicas propias, es de hecho una causa inherente de disminución de deseo.
Y a veces la relación misma, como si fuese una entidad propia, ejerce sobre sus miembros una presión injusta, que lleva a crear un falso problema: todas las personas atraviesan etapas de ciclos hormonales fluctuantes, o variaciones en su estado de salud o condición física, que llevan a experimentar menos deseo sexual de forma natural, lo que no debería constituir problema alguno; muchas mujeres, por ejemplo, tienen menos deseo en ciertas etapas de su ciclo ovulatorio. Pero puede ocurrirles tanto a hombres como mujeres durante una época de sus vidas. Es normal y natural, pues, que en una relación de pareja prolongada existan periodos o ciclos de poca sincronía sexual, sobre todo cuanto más tiempo están ambos juntos; puede ser bueno aprender a reconocerlos cuando aparecen, y no darles más peso del que tienen, como fenómeno seguramente pasajero.
Hay un segundo caso de falso problema. Quizá no es tan natural, pero es también habitual que una pareja se lamente de escaso deseo sexual, cuando tras un detenido análisis se descubre que jamás en el pasado habían tenido un nivel de pasión o química sexual demasiado alto, lo que a menudo parece haberse olvidado: otros valores pueden haberse puesto como base de la relación, ya sea la generosidad, la estabilidad, la amistad, etc.
Sea por este tipo de razones o por otras, por desgracia es muy común la aparición del trastorno, generador de mucha ansiedad, y expresado como que uno/a siente que tiene más deseo que su cónyuge; indagando un poco, a veces se descubre que un cónyuge siente que su pareja nunca quiere tener relaciones sexuales, mientras que el otro expresa que es la otra persona la que quiere tenerlas constantemente. Unas veces las causas de este distanciamiento no son primordialmente de índole sexual, sino más bien emocional o convivencial, y habrá que indagar pues en estas líneas, si es preciso mediante la ayuda de una terapia de pareja para desentrañar posibles temores, actitudes hostiles, proyecciones de carencias propias, o resolver conflictos o dinámicas viciadas.
Los motivos propiamente sexuales.
Aunque en ocasiones las verdaderas causas sí parecen tener que ver con el sexo. Básicamente son de dos tipos.
En primer lugar, la existencia de ritmos o frecuencias diferentes: una persona puede tener bastante con una o dos veces por semana, mientras que su pareja necesita al menos cuatro o cinco. Sucede igual con instintos o necesidades muy básicos, como la comida, el sueño o la actividad física. Parecen pues tener esta causa, pero… de hecho tampoco siempre: a veces quien muestra más ganas de sexo, aquí normalmente la mujer, en realidad lo que está haciendo, forzándose a sí misma a mostrarse más sensual y seductora, es llamar la atención al cónyuge, quien quizá no pone su energía emocional y sexual en la pareja por causas de estrés laboral o similares.
En segundo lugar, el hecho de que las prácticas sexuales preferidas por hombres y mujeres pueden ser bastante distintas, lo que suele provocar conflictos y frustraciones -que no encuentran una buena forma de expresión-, o bien conducir a un sexo demasiado centrado en el coito vaginal. Esto lleva a muchas mujeres a inhibir su deseo sexual, porque no obtienen el orgasmo por esta vía, o porque además echan de menos la mayor presencia de juegos eróticos previos: a éstas y a sus parejas hay que recordarles que la penetración no es la forma mejor o más fácil de obtenerlo, para la mayoría de las mujeres. Hay que comprender esta diferencia en las preferencias y, de algún modo, negociar o alternar la dedicación a la satisfacción de unas u otras; asimismo hay que desmontar el absurdo mito de creer que se deben desear siempre las mismas cosas, o incluso que se debe obtener la misma satisfacción y en el mismo momento. También puede hacer falta dedicarse a jugar más con los cuerpos, con la sensualidad y la imaginación. O puede ser muy necesario volver a experimentar la facilidad o fluidez en la forma de proporcionarse orgasmos propios. O introducir la masturbación y la exploración/estímulo del clítoris -por qué no, con la ayuda de un vibrador-. O usar un método anticonceptivo efectivo y cómodo -la preocupación por un embarazo indeseado influye en el rechazo de la práctica coital-. Todo ello puede ser de ayuda, y llevar a ganar autoconfianza e iniciativa.**PAG**
Líneas de soluciones.
Ya se han apuntado algunas, vamos ahora a agruparlas en unas líneas generales. Cuando se llega a niveles altos de desencuentro, probablemente muy angustiante y generador de malentendidos y autoinfravaloraciones, los expertos en Sexología aconsejan que, como primera medida, quien tiene más deseo intente siempre adaptarse al ritmo de quien parece tener menos. ¿Por qué? Pues en aras de la continuidad de esa relación, pero también porque quien recibe más presión es quien tiene menos deseo -por más que quien experimenta más pueda sentirse muy angustiado-.
La segunda medida será hacer un esfuerzo por comunicarse, hablar del problema lo más abiertamente posible, y para ello será de gran ayuda iniciar estos diálogos fuera del ámbito doméstico, haciendo un continuado esfuerzo por usar un estilo impersonal, abstracto, sin señalar ni mencionar nunca al cónyuge. Si este diálogo falla, hay que plantearse claramente el recurso a un terapeuta sexual o de pareja.
Finalmente, como tercera medida, puede ponerse empeño en mejorar o reaprender alguno de estos puntos: compartir equitativa y lúdicamente algunas actividades, cambiar hábitos relacionados con horarios y espacios (no hacerlo siempre por la noche al acostarse), acostumbrarse a hablar sobre sexo, expresar adecuadamente las propias emociones, como la ira (vehicularla de modo constructivo y nunca sobre la otra persona), el afecto o cariño (los hombres tienden a inhibirlo por la educación recibida), o directamente en el terreno sexual reaprender a no tener en cuenta el tiempo, prolongar desde el beso a los juegos preliminares, introducir variedad (vendarse los ojos, atarse, hacerse un masaje, usar un juguete sexual, masturbarse juntos,…), nuevas formas de acercamiento (o formas amables de rehusar cuando en el pasado se ha tendido demasiado a contentar a la pareja), preguntar a la pareja qué le apetece y de qué forma, compartir las fantasías sexuales, atender debidamente el clítoris en la mujer, explorar en el hombre zonas erógenas insospechadas hasta por él mismo, etc.
Una cuarta línea de actuación la constituye la psicoterapia, ya sea de pareja o individual. La terapia de pareja es aconsejable cuando se localiza como causa la propia dinámica del vínculo con la pareja, con serias dificultades en la comunicación, alteración de la intimidad, o con luchas de poder, rencores o reproches incontrolados. La terapia individual será apropiada cuando se identifique o sospeche un trauma o abuso sexual, un trastorno de la autoimagen corporal, temor a envejecer o rechazo radical de la intimidad.
Hay que cultivar la intimidad. O… por qué no negociar.
Es tan importante que merece un capitulito aparte. Ya hemos dicho que puede ser necesario reaprender a dedicar más tiempo a la pareja y a la relación en sí. Pero importa mucho la calidad de ese tiempo. Antes que la intimidad sexual, es necesaria la intimidad en el resto de esferas de la relación, y es que además ésta será una auténtica antesala del deseo sexual espontáneo e intenso. Esta intimidad comporta valores o sensaciones como comodidad, seguridad, calidez, contacto físico, confianza y complicidad, que incluyen la sensación de 'poderse abandonar' en la otra persona, de abrirse o exponerse completamente a ella, es decir ceder el control de la propia vulnerabilidad, y que resultan pues fundamentales para el bienestar emocional mútuo y de cada uno. De hecho estos valores están muy cerca de lo que se consideraría amor verdadero.
Por supuesto, la intimidad no es necesaria para la aparición del deseo, ni para tener sexo con otra persona; incluso puede usarse el sexo como un medio para evitar la intimidad. Pero aquí se promueve el desarrollo de la intimidad emocional, porque es beneficiosa para hacer resurgir el deseo sexual inhibido, porque, como se acaba de decir, favorece que la persona se deshaga de inhibiciones o autocontroles sobre su propia emotividad, su expresividad, y su cuerpo.
Cuando se ha deteriorado la intimidad emocional con la pareja, puede utilizarse el recurso del pacto o negociación. Esto significa que cualquiera de los aspectos a cambiar puede recibir un primer impulso si se habla y se pacta con la pareja En cierto modo esto implicará que la estamos avisando de nuestra iniciativa, y que esperamos que se implicará y cooperará de forma constructiva. Puede pactarse, por ejemplo semanalmente, el tiempo y las situaciones en que se pueda coincidir, ya sea para hablar, salir, delegar en terceras personas el cuidado de los hijos, compartir una actividad física relajante, una actividad cultural o lo que sea, pero nada de índole sexual puede ser ahí planificado, es más, sería recomendable evitar por un tiempo expectativas inmediatas de buen sexo, así como la penetración coital. Esto puede permitir que reaparezca el cariño por el cariño, que en el pasado quizá se ha pervertido al confundirse errónea y sistemáticamente con un preliminar de la actividad sexual.
Si estos intentos, incluso los que incluyen algún tipo de pactos, no acaban de funcionar y se sospechan razones extrañas o persisten actitudes de evitación, puede existir por parte de alguien un temor al despliegue de esa misma intimidad. Otros temores estarán sin duda asociados, y pueden ser de diversa índole: temor a que se rompa un 'status quo' -que puede ser ya pura inercia o frágil equilibrio- y por tanto a que se rompa la relación, a que afloren inseguridades o carencias importantes -que se han podido estar tapando desde el inicio de la relación-, a que se pierda un poder ilusorio sobre el otro, a provocar un embarazo indeseado, a hacer daño, a no demostar suficiente habilidad como amante, a la no aceptación de la propia imagen corporal, etc. Ante la sospecha de tales resistencias, o si no consigue la suficiente confianza o buena disposición, no habrá que dudar en solicitar la orientación de un/a psicoterapeuta, de pareja o individual.**PAG**
¿De verdad la mujer tiene menos deseo?
Hasta ahora, los datos ilustran que el trastorno de deseo inhibido afecta un poco más a las mujeres. Ya hemos mencionado que esto puede tener sus razones, tanto psico-culturales como fisiológicas. Pero respecto a la mujer en sí, en general y dejando de lado el grado de afectación por el trastorno, ¿es cierto que el deseo sexual que experimenta a lo largo de su vida es inferior al del hombre? Pues bien, esto es una falsa idea que no hace más que distorsionar el problema, el creer que la mujer pueda tener en general un bajo nivel de deseo sexual en comparación con el del hombre. El descubrimiento científico de que la hormona testosterona estaba muy implicada en la aparición del deseo, y la falsa creencia de que esta hormona era genuinamente masculina, ha reforzado por un tiempo el tópico. Pero el hecho es que ni la libido ni la testosterona establecen grandes diferencias entre géneros.
Es difícil precisar cuál de ambos géneros experimenta realmente mayor tensión sexual, y hasta qué punto no lo distorsiona la educación recibida, pero lo que sí queda claro, tras una serie de estudios científicos, es que en general la mujer desarrolla también deseos sexuales autónomos (sin mediación del hombre), espontáneos y frecuentes, y que aumentan a lo largo de su vida. Hay estudios que afirman que dos de cada tres mujeres, mayores de cuarenta años, reconocen experimentar con frecuencia excitación sexual espontánea sin mediar requerimientos masculinos; que en algo más de la mitad de esas mujeres, tales deseos sexuales espontáneos son diarios o casi diarios; y que una de cada cinco los experimenta varias veces en el mismo día. Este potencial sexual parece mantenerse igual a lo largo de la vida de al menos un tercio de las mujeres, y se va incrementando en casi la mitad de ellas. Es decir que casi cuatro de cada cinco mujeres mantienen, o incrementan, sus niveles de tensión sexual espontáneos a lo largo de toda su vida. También se sabe que algo más de la mitad, admiten tener ganas espontáneas de mantener relaciones sexuales a diario o casi a diario -las lleven a cabo o no-. Otro 40% admite desearlo entre una y tres veces a la semana. Finalmente, hay estudios que apuntan a que el deseo de la mujer adulta gana en intensidad al del hombre adulto. Hay razones para sospechar que estos datos están por debajo de la realidad, dada la vergüenza a admitir hechos como estos por parte de algunas mujeres. Pero por la dirección en la que apuntan, puede asegurarse que los deseos sexuales son algo frecuente y normal en la mayoría de ellas.
La creencia o saber popular les otorga a los hombres cierta ventaja: se dice que tienen más pensamientos eróticos durante el día, a menudo por pequeños desencadenantes visuales, mientras que el pensamiento de las mujeres estaría más ocupado en diversos quehaceres (compras, actividades domésticas, planificación del trabajo) o afectividades (cuidado de los niños, mantenimiento del círculo de amistades, atenciones y tiempo con la pareja, etc.). Pero estos datos están aún por comprobar. En todo caso esta supuesta diferencia no sería tanto biológica como cultural: todavía hay mucha desigualdad de género e hipocresía moral, se siguen asignando roles sexuales distintos a mujeres y a hombres, y aún no se asume la sexualidad y la genitalidad como algo totalmente natural, espontáneo y placentero. No es por tanto una cuestión que afecte sólo a mujeres: está aumentando en los consultorios la referencia a problemas relacionados con la inapetencia masculina y la falta de información de muchos hombres acerca de la sexualidad femenina, aumentando también las quejas femeninas acerca de la desgana sexual de sus parejas masculinas. Quizá el aumento de la iniciativa de las mujeres en las relaciones sexuales, dada la expansión de la emancipación femenina, lo está haciendo aflorar.
Parcheando… Algunos intentos de remedios inmediatos.
La Medicina está buscando soluciones efectivas a este problema. Las terapias hormonales, principalmente a base de testosterona -para ambos sexos-, por ejemplo en forma de parche, pueden funcionar pero sólo en las pocas ocasiones en que hay un déficit de esta sustancia en el organismo, y su uso prolongado conlleva efectos secundarios aún no contrarrestados, como exceso de vello facial, irritación en la zona de aplicación, o agresividad.
Respecto a la popular Viagra (sildenafilo), es sabido que este medicamento no ayuda a experimentar deseo sexual, sino que funciona justo al revés, es necesario que el deseo exista, y lo que hace entonces es potenciar las fases posteriores de excitación y orgasmo, favoreciendo la congestión sanguínea.
Ya hemos mencionado la susceptibilidad del trastorno de deseo inhibido a los experimentos con placebo. Por este motivo no está del todo clara la eficacia de medicaciones como el antidepresivo clorhidrato de Bupropion, al que se atribuye un relativo éxito en el tratamiento del trastorno en mujeres, debido a que actúa sobre ciertos neurotransmisores cerebrales como la norepinefrina y la dopamina, y que parece haber dado cierto resultado tratando el trastorno en mujeres.
Todos los demás intentos por hallar o elaborar una sustancia que potencie el deseo sexual, son dudosos, constituyen probables efectos placebo, y no han sido todavía debidamente investigados. Es el caso de un sexólogo israelí, que afirma haber descubierto una mezcla de sustancias naturales que incrementan el deseo sexual media hora después de consumirse, mezcla a la que denomia 'Shiagra'. O el de una doctora que trabaja con la Feniletilamina, incorporándola en altas dosis dentro de barras de chocolate, afirmando al parecer que esa sustancia ayudaría a desencadenar el orgasmo.
Qué es eso el deseo sexual. Un enfoque culturalista.
El deseo sexual consciente es un mecanismo psicobiológico que precede a la excitación sexual, de tal modo que ambos nos impulsan a tener relaciones sexuales con otra u otras personas, relaciones que han sido diseñadas por la evolución para reproducirnos y perpetuar la especie. Deseo y excitación son procesos fisiológicamente independientes, que no tienen por qué ir siempre concadenados, pero sí en el caso de nuestra definición. Precisamente como fenómeno fisiológico, no ha sido tan estudiado como la excitación, pero se puede decir que está muy determinado por la hormona testosterona, presente en ambos sexos, así como por factores cerebrales-cognitivos y ambientales.
Tiene mucho que ver con la libido de la Teoría Psicoanalítica, también llamada energía, pulsión o impulso sexual, pero no está claro que sea un verdadero instinto biológico de primer orden, pues no es indispensable para la supervivencia de un individuo, aunque pudiera serlo para la de una sociedad. Como se ha demostrado en los tristes escenarios de un campo de concentración, los instintos del hambre, la sed o el sueño prevalecían en ese contexto de extrema depauperación, habiendo desaparecido completamente la pulsión sexual; quizá esto explica la sensación de que, ante ciertas causas de suficiente peso, al disminuir el deseo éste parece quedar relegado a un segundo plano, como algo prescindible para el individuo. En cualquier caso, al menos en condiciones de un entorno social normalizado, en lo psicosocial, constituye un recurso o mecanismo que no sólo vincula personas, sino que canaliza conflictos y necesidades emocionales, somáticas, creativas, reduce tensiones en y entre personas y, por tanto, ayuda a establecer vínculos afectivos dentro de un grupo o comunidad.
Dado que desde hace unas décadas tenemos los medios para planificar eficazmente la fecundación, se ha ido potenciando la vertiente cultural de la sexualidad, de modo que ésta puede vivirse cada vez más como un medio para la desinhibición ante el estrés y las presiones sociales cotidianas, la experimentación del placer ligado a la creatividad y al juego, la reafirmación de la personalidad y la preservación de la necesaria intimidad. En ciertas sociedades este uso cultural está tan desarrollado -al menos de un modo potencial-, que el deseo sexual es cada vez menos un fenómeno biológico y, más allá de un recurso personal, cada vez más una percepción mental moldeada por el entorno social en que se ha producido ese desarrollo. Esto es así porque existe, a su vez y de forma paradójica, en la mayoría de individuos de tales sociedades el deseo común de desarrollar sus personalidades individuales, de singularizarse, de alejarse de la obediencia a la mecánica simple de los instintos primitivos, de encajar y beneficiarse, en fin, de la prometida sociedad del bienestar. Y la paradoja se concreta de este modo: el deseo sexual se supone un medio para el desarrollo de la persona, pero depende a la vez de la forma en que la colectividad lo conceptualiza. No es, pues, de hecho una cuestión que empieza y acaba en la subjetividad del individuo, sino que se adapta a una percepción colectiva. Y por tanto, como adaptación a una idea común, no es sólo objeto o vehículo de vinculación y liberación, sino de confusión, ansiedad, conflicto y disfunción, cuando la persona siente que no encaja en ese ideal.
El caso de la mujer.
Es el claro ejemplo de cómo la cultura moldea la vivencia individual de una experiencia en principio tan íntima como el deseo sexual. En muchas sociedades o culturas, la educación o el entorno familiar tienen un poder importante para definir y delimitar el deseo en la mujer: así, por ejemplo, dependiendo de cómo logre expresar ese deseo, o de en qué culmine, una adolescente o mujer puede describirse o bien como que 'está enamorada', o bien como que 'está fuera de control'. Si se acaba casando y tiene hijos, el entorno dictaminará que ella estaba enamorada -aquí podría abordarse otro tema interesante, el de si el sexo puede llevar al descontrol propio, especialmente en las/los adolescentes, y si esto es peligroso-. Si ella tiene sexo ocasional, varias parejas, parejas mujeres o no se casa, se la juzgará como que estaba fuera de control, percibiéndose su energía sexual como inadecada, como un signo de subversión. Presiones de este tipo persisten en la actualidad, y fuerza a muchas mujeres a negar y reprimir su deseo, identidad y orientación sexuales para seguir siendo socialmente aceptadas, de modo que desde muy temprano, en su época de desarrollo físico, se les impide reconocer la verdadera naturaleza de sus sensaciones, lo que entre otras cosas les oculta una salida constructiva a su energía sexual como es la masturbación. Se les muestra como inadecuada toda motivación de búsqueda de intimidad física, curiosidad, diversión o seguridad, y se las orienta hacia la búsqueda de un ideal de amor, por otro lado ambiguo o no bien definido. Del mismo modo, lleva a muchos hombres a rechazar aquellas mujeres que han mostrado una línea de deseo sexual demasiado 'liberada'. Es decir, que el deseo sexual femenino está controlado y expresado en 'momentos apropiados' y de 'manera apropiada'.
Al hilo de la anterior argumentación culturalista, en la que hablábamos de la necesidad de garantizar la supervivencia y cohesión de la sociedad, el control del deseo sexual femenino, igual que con otras facetas de la mujer, cumple aquí un papel bien ajustado por el sistema social: garantizar una maternidad, con sus fases de fecundación, embarazo, crianza y educación, lo más responsable y asexual posible. Pues es la mujer, y no el hombre, quien posee el potencial para gestar, crear y criar a los nuevos miembros de la sociedad. Esto reafirma en muchas culturas la pervivencia de una doble moral. También en Occidente donde, aunque se espera que la mujer se desarrolle como persona, incluso reconociéndole sus derechos y capacidades sexuales y orgásmicas, sin embargo se sigue potenciando su imagen virginal. Muchos hombres, por ejemplo, todavía tienen grandes reparos en presentar a su madre una novia reconocida como sexual, porque esa madre es para ellos el modelo de mujer asexual, y porque esa novia es la potencial madre de sus hijos. Muchas mujeres jóvenes aprenden del mismo modelo de madre asexual.**PAG**
El enfoque fisiológico. Cuánto deseo sexual consumimos.
En la fisiología del deseo sexual vemos que constituye un proceso complejo, en el que intervienen básicamente tres componentes: el cerebro, como motor; ciertas hormonas, en especial la testosterona; y los intereses, motivaciones o desencadenantes cognitivos de cada persona.
Centrándonos en el primero de ellos, descubrimos que los centros cerebrales que lo desencadenan son los mismos que se activan al consumir cualquier droga. Se deduce por tanto que, al menos fisiológicamente, el grado de deseo sexual depende de su "consumo", es decir a más relaciones sexuales satisfactorias, incluida la masturbación, mayor deseo. Vemos también que el deseo actúa antes que la excitación, y que se desencadena al querer algo, soñarlo, iniciarlo, recibirlo o pensarlo; por tanto, cuantos más momentos del día dedicados a fantasías o ensoñaciones eróticas -los factores cognitivos-, o cuanto más interactuemos con la pareja a nivel sensual, táctil o afectivo, mayor será la predisposición cerebral para el despliegue del deseo y la práctica sexual. De forma inversa, cuando la interacción personal es difícil, o no se está en contacto con los propios sueños o fantasías, ni se muestra iniciativa erótica, o la forma de pensar es obsesiva, el fantasma de su disminución asoma.
El segundo componente implicado en la génesis del deseo sexual es la hormona testosterona, la cual pertenece al grupo de los andrógenos. La producen los testículos, ovarios y glándulas suprarrenales. Está presente en ambos sexos, pero el cuerpo de la mujer es significativamente más sensible a pequeños cambios en su nivel. Otro grupo de hormonas, los estrógenos, ejercen un contrarresto sobre el efecto de los andrógenos, de forma que, sobre todo en la mujer, cuando los niveles de estrógenos disminuyen -por ejemplo después de la ovulación, pero también en la menopausia-, se puede experimentar un incremento del deseo sexual. Sin embargo, esta mayor sensibilidad a la fluctuación de la testosterona constituye un argumento fisiológico que, sumado al psicológico-cultural, explicaría la preponderancia del trastorno de deseo sexual inhibido en las mujeres.
Hasta que aparece el problema…
Que recibe el nombre de disminución o pérdida del deseo sexual, o trastorno del deseo sexual hipoactivo, o del deseo sexual inhibido. Es el problema más referido en las consultas de terapia sexual, y uno de los principales motivos de separación conyugal. Se cree que afecta al 15% de hombres y al 35% de mujeres. A veces se lo ha denominado ausencia de deseo, pero esto no es lo mismo que pérdida. Ausencia significa que no se tiene o no se ha tenido nunca deseo sexual; es el caso de algunas personas, sobre todo mujeres, cuyos cuerpos no producen suficiente testosterona, lo que puede sucederles desde siempre -por un problema en ovarios, glándula pituitaria o tiroides-, de forma permanente tras haberse sometido a una intervención quirúrgica importante en su aparato reproductor, o bien de forma natural en alguna etapa de su vida. Pérdida implica que se ha experimentado deseo, pero que algo ha cambiado para provocar esta disminución, ya sea progresiva o brusca. Tampoco es cierto que, aunque a la persona se lo parezca, exista ahí siempre un verdadero trastorno de pérdida del deseo: es habitual que una persona se compare con sus amistades y llegue a considerarse inadecuada por percibirse menos sexual o con menos deseos sexuales, cuando si se detiene a analizarlo -en base a sus propios niveles de satisfacción o de felicidad personales- en realidad no le ocurre nada malo en este ámbito.
No es difícil hallar definiciones del fenómeno en sí, por desgracia nunca muy completas dado el estado actual de la investigación, pero en general coinciden en describir una serie de síntomas persistentes o recurrentes, como escasa motivación hacia actividades eróticas, poca capacidad para excitarse en situaciones sexuales, o el evitar directamente tales situaciones -aunque a veces la persona afectada se obliga a mantener sexo sólo para complacer a la pareja-; todas las definiciones coinciden en que esta hipoactividad genera insatisfacción e infelicidad en la vida de las personas afectadas. Hay casos extremos, en que se evita en general todo contacto erótico y genital con cualquier persona del sexo opuesto, y no hay hábito masturbatorio ni fantasías sexuales; la psiquiatría tiene un nombre para esto (y lo tiene para un montón de fenómenos más), que es trastorno de aversión sexual.
Pese a que se han definido causas más concretas, que se verán más adelante, lo expuesto en los primeros párrafos viene a ser una especie de gran causalidad, un marco cultural que engloba inevitablemente a la mayoría de causas particulares. Por lo que podemos aún resumir el trastorno en tales términos: muchas personas ya no funcionan tanto por el deseo sexual en sí, sino por el deseo del deseo sexual, por el intento de adaptarse a ese ideal social -ésta sería pues la motivación que prevalece-, por el 'se supone que'. Y esta percepción condicionada explica conductas, actitudes y despropósitos como los siguientes:
· Que una persona llegue a creer que su deseo sexual no es normal, no en referencia a la realidad de su vida relacional, sino porque le parece que sus amistades lo experimentan con mayor intensidad o satisfacción.
· Que lo que desean hombres y mujeres a menudo sea tan diferente, difícil de conciliar y conduzca a frustraciones, sobre todo porque esperan experimentarlo de un modo concreto, o en el mismo momento, por ejemplo ellos más sexo oral o coital, y ellas más juego previo o estímulo clitorial.
· Que todavía muchas mujeres, incluso con un nivel laboral y sociocultural alto, tengan una orientación de placer pasivo, desconozcan las respuestas eróticas de su propio cuerpo y su clítoris, o se incomoden con la masturbación, y esperen que el hombre las excite ('se supone que él ya sabrá').
· Que se den muchas relaciones de pareja insanas -con sus luchas de poder, sensaciones de no ser respetado ni escuchado por el cónyuge, y más tarde rencores e ira- porque, en sus inicios, la manera de ver a la otra persona se regía no por el entendimiento mútuo sino por el deseo sexual, guiado éste a su vez por la idealización. Al descender el interés sexual, esta falta de deseo es utilizada frecuentemente por la persona que se siente menos poderosa, como arma para intentar imponerse sobre la otra. Es un error, pues el sexo no es lo único que permite construir lo que ahí falta, que es intimidad emocional.
· Que el efecto placebo (autosugestión) funcione en problemas de deseo sexual. Un experimento monitoreó a mujeres que se quejaban de falta de deseo y de excitación, haciéndoles ver un film erótico, tras lo cual se les mintió asegurándoles que durante el visionado se había registrado un aumento del flujo sanguíneo en sus vaginas. Pruebas posteriores revelaron que su flujo sanguíneo se igualó al de mujeres sin estos problemas, y que su respuesta sexual mejoró.**PAG**
Pero ¿se puede perder realmente el deseo?
La pérdida o disminución del deseo se caracteriza porque se concreta casi siempre en un desinterés sexual hacia el otro miembro de la pareja. Lo interesante aquí es que quien sufre el trastorno a menudo sigue teniendo pulsiones sexuales, e incluso capacidad orgásmica, expresables por ejemplo en fantasías/ensoñaciones sexuales o incluso masturbación. Los casos extremos de rechazo a cualquier acercamiento sexual, sin fantasías sexuales ni masturbación, no desmienten este enunciado: la mayoría se explican porque la persona afectada entra en un particular proceso inconsciente de autocondicionamiento, en el que prefiere en cierto modo inhibirse aún más y convertirse en un ser casi asexual y asexuado, que tener que afrontar sentimientos de culpabilidad o tener que complacer sexualmente a la pareja.
El trastorno, pues, no entraña casi nunca una verdadera pérdida de libido o impulso sexual, por más que la persona llegue a aparentarlo tras el mencionado proceso de autocondicionamiento, nada raro por cierto. Es decir, pérdida de deseo no equivale a ausencia total de deseo. Dado que la pulsión sexual autónoma permanece siempre intacta -a menudo la capacidad y frecuencia masturbatoria y orgásmica es la misma que en parejas sexualmente satisfechas-, en la mayoría de casos el problema se ciñe exclusivamente a la interacción sexual con la pareja.
Se ha comparado a mujeres casadas que sufrían de deseo sexual hipoactivo, con mujeres casadas que tenían una vida sexual satisfactoria, y se vio que si bien las primeras fantaseaban menos durante el juego previo, la masturbación, el coito o las ensoñaciones diurnas, y tenían menos orgasmos en la cópula, en cambio se masturbaban con la misma frecuencia y obtenían orgasmos mediante automanipulación con la misma facilidad. Es decir, que las mujeres con un supuesto bajo deseo sexual, en promedio se masturbaban y eran orgásmicas durante las actividades autoeróticas tanto como cualquier otra, lo cual era un dato muy importante, dado que la masturbación es un fiel indicador de los niveles de tensión sexual autónomos de la mujer (aquellos en los que no interviene el varón). Que esta tensión se mantenga al mismo ritmo de frecuencia y logro orgásmico en ambos tipos de mujeres, significa que no existe de hecho una disminución del interés sexual en general, sino del interés por relacionarse sexualmente con la pareja. Es un error, por tanto, señalar a la persona afectada juzgándola como poco voluptuosa o poco sexual.
Primeras causas y primeras líneas de actuación.
De entrada resulta difícil catalogarlas, pues algunas consecuencias de las primeras causas se convierten a su vez en nuevos factores que agudizan el trastorno. Pese a ello intentaremos definir tres grandes grupos: las causas claramente orgánicas, las causas psicológico-personales-circunstanciales, y las causas conyugales, de hecho tratables también en el ámbito psicológico.
Causas orgánicas o físicas.
Las causas físicas no son las mayoritarias. Está claro que una primera línea de actuación pasa por el recurso a la Medicina, como un chequeo de salud general o específica. Diversas enfermedades (diabetes, infarto, hipertensión, hipercolesterolemia, depresión, artritis, osteoporosis, infección vaginal, etc.), pero también trastornos como la falta de sueño, o un cansancio crónico o reiterado, pueden estar detrás, por lo que hay que aprender a respetar las otras necesidades básicas aparte del sexo, rompiendo cuando haga falta las rutinas que se hayan instalado (como hacer el amor por la noche al acostarse, cuando el cansancio asoma). Hay que investigar una posible depresión, la cual inevitablemente disminuye o inhibe del todo los niveles de deseo. O un problema de delgadez extrema/obesidad, o bien de anorexia/bulimia, este último con un posible trastorno psicológico asociado. Es frecuente la asociación con un problema de consumo de drogas, como el alcoholismo o ciertos psicofármacos, muchas drogas llegan a interferir de hecho en cualquier parte de la respuesta sexual humana deseo-excitación-orgasmo. Ciertos anticonceptivos hormonales, en raras ocasiones, pueden provocar este efecto secundario. Es también frecuente un perfil hormonal desajustado, especialmente referido a los andrógenos: la testosterona es necesaria para mantener el deseo, tanto en el hombre como en la mujer. También están los cambios hormonales que se sufren antes de la menstruación (síndrome premenstrual), o durante la lactancia materna, o durante el climaterio, periodo que empieza con la última menstruación (conocido como menopausia) y que se acompaña de un descenso de estrógenos; esto puede provocar no tanto una mengua del deseo como una menor lubricación vaginal, y como consecuencia molestias o dolor durante el coito, que llevan a evitar el sexo e inhibir el deseo. Cada tipo de problema requerirá la oportuna línea de terapia o medicación.
Causas personales-circunstanciales.
Aquí hay que hacer un inciso: el estrés y la ansiedad -que también pudieran considerarse causas de orden físico- son probablemente los mayores desencadenantes de inapetencia sexual y los grandes enemigos del proceso deseo-excitación-consumación sexuales. Quizá en personas muy jóvenes, en cierto modo habituadas -o impulsadas por la efervescencia de sus cambios hormonales- a un estilo de vida y de sexo precipitados o frenéticos, no les afecte tanto, pero un sexo de calidad necesita relajación, tanto de la psique como del cuerpo, por más que esto pueda parecer paradójico o contradictorio si pensamos en una fase como la de la excitación.
Este tipo de causas pueden originar a su vez problemas conyugales, por lo que habrá que aislarlas de éstos e identificarlas. Puede ser un problema económico, laboral, personal, familiar, etc., o la dedicación a los hijos o a un familiar, que absorbe todas las energías y deja muy pocas para la intimidad. Aquí hallamos también causas como una diferencia de edad importante, por ejemplo un hombre mayor que la mujer que evita el coito por el temor a una caída de su respuesta y rendimiento sexuales. O una inseguridad por desconocimiento del propio cuerpo y del autoerotismo, o de la sexualidad del otro género, a su vez debido quizá a una educación represiva o inadecuada en el pasado (entorno familiar disfuncional). O bien hallamos miedos, prejuicios, actitudes, emociones o habilidades inadecuados ante la propia vivencia de lo sexual. O problemas como la anorgasmia (ausencia de orgasmo en la mujer) o el vaginismo, o ciertos casos de disfunción eréctil y de eyaculación precoz, aparentemente causas orgánicas, pero que pueden tener un trasfondo psicológico y, por tanto, hay que tratar también aparte. O bien la influencia larvada de un acontecimiento traumático sexual (abuso) o emocional (abandono, etc.), que puede provenir de la infancia o adolescencia, o ser más reciente, como un desengaño amoroso o una violación. Estas causas pueden aparecer tanto con la pareja estable como con terceras personas o nuevas parejas, y no sólo hay que buscar la forma en que afecte menos a la convivencia con la pareja, sino interesarse por el problema que afecta a esa persona, ponerse en su lugar y ayudarle a solucionarlo, si es necesario pidiendo ayuda externa.**PAG**
Causas conyugales.
En éstas, el problema se centra en la forma de relacionarse o interactuar con el cónyuge; por tanto no necesariamente hacia terceras personas que de repente pudiesen aparecer como objetos sexuales, de hecho en una situación así se puede llegar a desarrollar un deseo sexual exagerado.
Ya se ha dicho que este tipo de causas pueden provenir de otros factores primarios y haberse convertido posteriormente en nueva causa, que retroalimenta el problema: por ejemplo, una descoincidencia reiterada de momentos, lugares o situaciones. Aquí se observan en general actitudes de evitación o retraimiento para con la pareja sentimental: en la mujer especialmente -su sexualidad es más emocional o, digámoslo, algo menos simple que la del hombre-, si tanto el sexo como la intimidad con la pareja han dejado de ser satisfactorios, el deseo sexual tiende a desaparecer antes que en el hombre, lo que entraña una especie de defensa corporal instintiva, que se ha interpretado como un impedir la posibilidad de embarazarse de esa otra persona, y simboliza la pérdida de la confianza. Hallamos, pues, explicaciones que corresponden a elementos muy básicos en una relación sentimental: mala comunicación, caracteres incompatibles, falta de confianza, resentimiento, abuso sexual o emocional, poca habilidad sexual del cónyuge, etc. Las actitudes de resentimiento suelen también aparecer, agravando el problema: la misma falta de deseo puede entonces ser esgrimida como arma en la lucha de poder, especialmente por parte de quien se siente menos poderoso, normalmente la mujer.
Como en la anterior categoría de causas, aquí también hay que interesarse por el problema que afecta a la pareja, ponerse en su lugar y ayudarle a solucionarlo. No tomarse las cosas personalmente, no etiquetar nunca a la otra persona, no sospechar cosas infundadas, ser más tolerantes, menos exigentes, 'bajarse' un poco del propio ego y no permitir que todo gire en torno al 'yo' y al 'mí'.
Más sobre las causas conyugales.
La forma de concebir la relación de pareja. Casos de falso problema.
Conflictos matrimoniales o de pareja, luchas de poder en su seno, ira reprimida, confianza traicionada, estrés o ansiedad, rutina o aburrimiento son causas -o efectos- que convergen a menudo en la relación conyugal. Con lo que podría casi afirmarse que ésta misma, con sus dinámicas propias, es de hecho una causa inherente de disminución de deseo.
Y a veces la relación misma, como si fuese una entidad propia, ejerce sobre sus miembros una presión injusta, que lleva a crear un falso problema: todas las personas atraviesan etapas de ciclos hormonales fluctuantes, o variaciones en su estado de salud o condición física, que llevan a experimentar menos deseo sexual de forma natural, lo que no debería constituir problema alguno; muchas mujeres, por ejemplo, tienen menos deseo en ciertas etapas de su ciclo ovulatorio. Pero puede ocurrirles tanto a hombres como mujeres durante una época de sus vidas. Es normal y natural, pues, que en una relación de pareja prolongada existan periodos o ciclos de poca sincronía sexual, sobre todo cuanto más tiempo están ambos juntos; puede ser bueno aprender a reconocerlos cuando aparecen, y no darles más peso del que tienen, como fenómeno seguramente pasajero.
Hay un segundo caso de falso problema. Quizá no es tan natural, pero es también habitual que una pareja se lamente de escaso deseo sexual, cuando tras un detenido análisis se descubre que jamás en el pasado habían tenido un nivel de pasión o química sexual demasiado alto, lo que a menudo parece haberse olvidado: otros valores pueden haberse puesto como base de la relación, ya sea la generosidad, la estabilidad, la amistad, etc.
Sea por este tipo de razones o por otras, por desgracia es muy común la aparición del trastorno, generador de mucha ansiedad, y expresado como que uno/a siente que tiene más deseo que su cónyuge; indagando un poco, a veces se descubre que un cónyuge siente que su pareja nunca quiere tener relaciones sexuales, mientras que el otro expresa que es la otra persona la que quiere tenerlas constantemente. Unas veces las causas de este distanciamiento no son primordialmente de índole sexual, sino más bien emocional o convivencial, y habrá que indagar pues en estas líneas, si es preciso mediante la ayuda de una terapia de pareja para desentrañar posibles temores, actitudes hostiles, proyecciones de carencias propias, o resolver conflictos o dinámicas viciadas.
Los motivos propiamente sexuales.
Aunque en ocasiones las verdaderas causas sí parecen tener que ver con el sexo. Básicamente son de dos tipos.
En primer lugar, la existencia de ritmos o frecuencias diferentes: una persona puede tener bastante con una o dos veces por semana, mientras que su pareja necesita al menos cuatro o cinco. Sucede igual con instintos o necesidades muy básicos, como la comida, el sueño o la actividad física. Parecen pues tener esta causa, pero… de hecho tampoco siempre: a veces quien muestra más ganas de sexo, aquí normalmente la mujer, en realidad lo que está haciendo, forzándose a sí misma a mostrarse más sensual y seductora, es llamar la atención al cónyuge, quien quizá no pone su energía emocional y sexual en la pareja por causas de estrés laboral o similares.
En segundo lugar, el hecho de que las prácticas sexuales preferidas por hombres y mujeres pueden ser bastante distintas, lo que suele provocar conflictos y frustraciones -que no encuentran una buena forma de expresión-, o bien conducir a un sexo demasiado centrado en el coito vaginal. Esto lleva a muchas mujeres a inhibir su deseo sexual, porque no obtienen el orgasmo por esta vía, o porque además echan de menos la mayor presencia de juegos eróticos previos: a éstas y a sus parejas hay que recordarles que la penetración no es la forma mejor o más fácil de obtenerlo, para la mayoría de las mujeres. Hay que comprender esta diferencia en las preferencias y, de algún modo, negociar o alternar la dedicación a la satisfacción de unas u otras; asimismo hay que desmontar el absurdo mito de creer que se deben desear siempre las mismas cosas, o incluso que se debe obtener la misma satisfacción y en el mismo momento. También puede hacer falta dedicarse a jugar más con los cuerpos, con la sensualidad y la imaginación. O puede ser muy necesario volver a experimentar la facilidad o fluidez en la forma de proporcionarse orgasmos propios. O introducir la masturbación y la exploración/estímulo del clítoris -por qué no, con la ayuda de un vibrador-. O usar un método anticonceptivo efectivo y cómodo -la preocupación por un embarazo indeseado influye en el rechazo de la práctica coital-. Todo ello puede ser de ayuda, y llevar a ganar autoconfianza e iniciativa.**PAG**
Líneas de soluciones.
Ya se han apuntado algunas, vamos ahora a agruparlas en unas líneas generales. Cuando se llega a niveles altos de desencuentro, probablemente muy angustiante y generador de malentendidos y autoinfravaloraciones, los expertos en Sexología aconsejan que, como primera medida, quien tiene más deseo intente siempre adaptarse al ritmo de quien parece tener menos. ¿Por qué? Pues en aras de la continuidad de esa relación, pero también porque quien recibe más presión es quien tiene menos deseo -por más que quien experimenta más pueda sentirse muy angustiado-.
La segunda medida será hacer un esfuerzo por comunicarse, hablar del problema lo más abiertamente posible, y para ello será de gran ayuda iniciar estos diálogos fuera del ámbito doméstico, haciendo un continuado esfuerzo por usar un estilo impersonal, abstracto, sin señalar ni mencionar nunca al cónyuge. Si este diálogo falla, hay que plantearse claramente el recurso a un terapeuta sexual o de pareja.
Finalmente, como tercera medida, puede ponerse empeño en mejorar o reaprender alguno de estos puntos: compartir equitativa y lúdicamente algunas actividades, cambiar hábitos relacionados con horarios y espacios (no hacerlo siempre por la noche al acostarse), acostumbrarse a hablar sobre sexo, expresar adecuadamente las propias emociones, como la ira (vehicularla de modo constructivo y nunca sobre la otra persona), el afecto o cariño (los hombres tienden a inhibirlo por la educación recibida), o directamente en el terreno sexual reaprender a no tener en cuenta el tiempo, prolongar desde el beso a los juegos preliminares, introducir variedad (vendarse los ojos, atarse, hacerse un masaje, usar un juguete sexual, masturbarse juntos,…), nuevas formas de acercamiento (o formas amables de rehusar cuando en el pasado se ha tendido demasiado a contentar a la pareja), preguntar a la pareja qué le apetece y de qué forma, compartir las fantasías sexuales, atender debidamente el clítoris en la mujer, explorar en el hombre zonas erógenas insospechadas hasta por él mismo, etc.
Una cuarta línea de actuación la constituye la psicoterapia, ya sea de pareja o individual. La terapia de pareja es aconsejable cuando se localiza como causa la propia dinámica del vínculo con la pareja, con serias dificultades en la comunicación, alteración de la intimidad, o con luchas de poder, rencores o reproches incontrolados. La terapia individual será apropiada cuando se identifique o sospeche un trauma o abuso sexual, un trastorno de la autoimagen corporal, temor a envejecer o rechazo radical de la intimidad.
Hay que cultivar la intimidad. O… por qué no negociar.
Es tan importante que merece un capitulito aparte. Ya hemos dicho que puede ser necesario reaprender a dedicar más tiempo a la pareja y a la relación en sí. Pero importa mucho la calidad de ese tiempo. Antes que la intimidad sexual, es necesaria la intimidad en el resto de esferas de la relación, y es que además ésta será una auténtica antesala del deseo sexual espontáneo e intenso. Esta intimidad comporta valores o sensaciones como comodidad, seguridad, calidez, contacto físico, confianza y complicidad, que incluyen la sensación de 'poderse abandonar' en la otra persona, de abrirse o exponerse completamente a ella, es decir ceder el control de la propia vulnerabilidad, y que resultan pues fundamentales para el bienestar emocional mútuo y de cada uno. De hecho estos valores están muy cerca de lo que se consideraría amor verdadero.
Por supuesto, la intimidad no es necesaria para la aparición del deseo, ni para tener sexo con otra persona; incluso puede usarse el sexo como un medio para evitar la intimidad. Pero aquí se promueve el desarrollo de la intimidad emocional, porque es beneficiosa para hacer resurgir el deseo sexual inhibido, porque, como se acaba de decir, favorece que la persona se deshaga de inhibiciones o autocontroles sobre su propia emotividad, su expresividad, y su cuerpo.
Cuando se ha deteriorado la intimidad emocional con la pareja, puede utilizarse el recurso del pacto o negociación. Esto significa que cualquiera de los aspectos a cambiar puede recibir un primer impulso si se habla y se pacta con la pareja En cierto modo esto implicará que la estamos avisando de nuestra iniciativa, y que esperamos que se implicará y cooperará de forma constructiva. Puede pactarse, por ejemplo semanalmente, el tiempo y las situaciones en que se pueda coincidir, ya sea para hablar, salir, delegar en terceras personas el cuidado de los hijos, compartir una actividad física relajante, una actividad cultural o lo que sea, pero nada de índole sexual puede ser ahí planificado, es más, sería recomendable evitar por un tiempo expectativas inmediatas de buen sexo, así como la penetración coital. Esto puede permitir que reaparezca el cariño por el cariño, que en el pasado quizá se ha pervertido al confundirse errónea y sistemáticamente con un preliminar de la actividad sexual.
Si estos intentos, incluso los que incluyen algún tipo de pactos, no acaban de funcionar y se sospechan razones extrañas o persisten actitudes de evitación, puede existir por parte de alguien un temor al despliegue de esa misma intimidad. Otros temores estarán sin duda asociados, y pueden ser de diversa índole: temor a que se rompa un 'status quo' -que puede ser ya pura inercia o frágil equilibrio- y por tanto a que se rompa la relación, a que afloren inseguridades o carencias importantes -que se han podido estar tapando desde el inicio de la relación-, a que se pierda un poder ilusorio sobre el otro, a provocar un embarazo indeseado, a hacer daño, a no demostar suficiente habilidad como amante, a la no aceptación de la propia imagen corporal, etc. Ante la sospecha de tales resistencias, o si no consigue la suficiente confianza o buena disposición, no habrá que dudar en solicitar la orientación de un/a psicoterapeuta, de pareja o individual.**PAG**
¿De verdad la mujer tiene menos deseo?
Hasta ahora, los datos ilustran que el trastorno de deseo inhibido afecta un poco más a las mujeres. Ya hemos mencionado que esto puede tener sus razones, tanto psico-culturales como fisiológicas. Pero respecto a la mujer en sí, en general y dejando de lado el grado de afectación por el trastorno, ¿es cierto que el deseo sexual que experimenta a lo largo de su vida es inferior al del hombre? Pues bien, esto es una falsa idea que no hace más que distorsionar el problema, el creer que la mujer pueda tener en general un bajo nivel de deseo sexual en comparación con el del hombre. El descubrimiento científico de que la hormona testosterona estaba muy implicada en la aparición del deseo, y la falsa creencia de que esta hormona era genuinamente masculina, ha reforzado por un tiempo el tópico. Pero el hecho es que ni la libido ni la testosterona establecen grandes diferencias entre géneros.
Es difícil precisar cuál de ambos géneros experimenta realmente mayor tensión sexual, y hasta qué punto no lo distorsiona la educación recibida, pero lo que sí queda claro, tras una serie de estudios científicos, es que en general la mujer desarrolla también deseos sexuales autónomos (sin mediación del hombre), espontáneos y frecuentes, y que aumentan a lo largo de su vida. Hay estudios que afirman que dos de cada tres mujeres, mayores de cuarenta años, reconocen experimentar con frecuencia excitación sexual espontánea sin mediar requerimientos masculinos; que en algo más de la mitad de esas mujeres, tales deseos sexuales espontáneos son diarios o casi diarios; y que una de cada cinco los experimenta varias veces en el mismo día. Este potencial sexual parece mantenerse igual a lo largo de la vida de al menos un tercio de las mujeres, y se va incrementando en casi la mitad de ellas. Es decir que casi cuatro de cada cinco mujeres mantienen, o incrementan, sus niveles de tensión sexual espontáneos a lo largo de toda su vida. También se sabe que algo más de la mitad, admiten tener ganas espontáneas de mantener relaciones sexuales a diario o casi a diario -las lleven a cabo o no-. Otro 40% admite desearlo entre una y tres veces a la semana. Finalmente, hay estudios que apuntan a que el deseo de la mujer adulta gana en intensidad al del hombre adulto. Hay razones para sospechar que estos datos están por debajo de la realidad, dada la vergüenza a admitir hechos como estos por parte de algunas mujeres. Pero por la dirección en la que apuntan, puede asegurarse que los deseos sexuales son algo frecuente y normal en la mayoría de ellas.
La creencia o saber popular les otorga a los hombres cierta ventaja: se dice que tienen más pensamientos eróticos durante el día, a menudo por pequeños desencadenantes visuales, mientras que el pensamiento de las mujeres estaría más ocupado en diversos quehaceres (compras, actividades domésticas, planificación del trabajo) o afectividades (cuidado de los niños, mantenimiento del círculo de amistades, atenciones y tiempo con la pareja, etc.). Pero estos datos están aún por comprobar. En todo caso esta supuesta diferencia no sería tanto biológica como cultural: todavía hay mucha desigualdad de género e hipocresía moral, se siguen asignando roles sexuales distintos a mujeres y a hombres, y aún no se asume la sexualidad y la genitalidad como algo totalmente natural, espontáneo y placentero. No es por tanto una cuestión que afecte sólo a mujeres: está aumentando en los consultorios la referencia a problemas relacionados con la inapetencia masculina y la falta de información de muchos hombres acerca de la sexualidad femenina, aumentando también las quejas femeninas acerca de la desgana sexual de sus parejas masculinas. Quizá el aumento de la iniciativa de las mujeres en las relaciones sexuales, dada la expansión de la emancipación femenina, lo está haciendo aflorar.
Parcheando… Algunos intentos de remedios inmediatos.
La Medicina está buscando soluciones efectivas a este problema. Las terapias hormonales, principalmente a base de testosterona -para ambos sexos-, por ejemplo en forma de parche, pueden funcionar pero sólo en las pocas ocasiones en que hay un déficit de esta sustancia en el organismo, y su uso prolongado conlleva efectos secundarios aún no contrarrestados, como exceso de vello facial, irritación en la zona de aplicación, o agresividad.
Respecto a la popular Viagra (sildenafilo), es sabido que este medicamento no ayuda a experimentar deseo sexual, sino que funciona justo al revés, es necesario que el deseo exista, y lo que hace entonces es potenciar las fases posteriores de excitación y orgasmo, favoreciendo la congestión sanguínea.
Ya hemos mencionado la susceptibilidad del trastorno de deseo inhibido a los experimentos con placebo. Por este motivo no está del todo clara la eficacia de medicaciones como el antidepresivo clorhidrato de Bupropion, al que se atribuye un relativo éxito en el tratamiento del trastorno en mujeres, debido a que actúa sobre ciertos neurotransmisores cerebrales como la norepinefrina y la dopamina, y que parece haber dado cierto resultado tratando el trastorno en mujeres.
Todos los demás intentos por hallar o elaborar una sustancia que potencie el deseo sexual, son dudosos, constituyen probables efectos placebo, y no han sido todavía debidamente investigados. Es el caso de un sexólogo israelí, que afirma haber descubierto una mezcla de sustancias naturales que incrementan el deseo sexual media hora después de consumirse, mezcla a la que denomia 'Shiagra'. O el de una doctora que trabaja con la Feniletilamina, incorporándola en altas dosis dentro de barras de chocolate, afirmando al parecer que esa sustancia ayudaría a desencadenar el orgasmo.
5 abr 2008
EMBARAZO ADOLESCENTE
LA INMUNIDAD PERDIDA
EL EMBARAZO ADOLESCENTE
Esther Díaz
Imago Agenda, Nº116, Buenos Aires, verano 2007-2008
El cuerpo no es una identidad dada de una vez y para siempre. Existe obviamente una base biológica que, a grandes rasgos, parece constante a través del tiempo. Fisiológica y anatómicamente se repiten funciones y formas que permiten identificar el cuerpo de los representantes de la especie humana y, a la vez, diferenciarlos del resto de las especies vivas. Aunque actualmente se registra un plus de transformación en el proceso evolutivo, ya que no sólo se producen interacciones con otras especies y el medio, sino también con un mundo artificial y tecnológico. A tal punto que se podría decir que se asiste a una verdadera interrupción de la evolución por medio de la selección natural y se asiste a un estadio de modificaciones a partir de intervenciones técnicas intrusivas, tales como chips corporales, implantes dentales, marcapasos, cinturones gástricos, botox, fármacos, transplantes, vientres alquilados, embarazos de ingeniería, lipoesculturas, abortos químicos y erecciones de droguería, entre otras metamorfosis inducidas.
Pero si nuestra base biológica es capaz de soportar la invasión tecnológica y transmutarse a partir de ella, es porque el ser vivo se constituye interactuando con la otredad. Diferentes tipos de intervenciones inciden en las transformaciones de lo humano. Por una parte, las técnicas que invaden el cuerpo “desde adentro” -aunque su inclusión se produzca desde afuera- como las citadas anteriormente y, por otra, las que permanecen en el exterior cumpliendo la función de extensión o modificación del cuerpo. Computadoras, filmadoras, miembros artificiales, automóviles, aviones y teléfonos son algunas de las “prótesis” que extienden nuestras potencialidades sensitivas, motrices y mentales.
Si bien no solo con técnicas se construyen identidades, también los discursos, las imágenes y las prácticas sociales generan imaginarios colectivos. Su adhesión alivia las diferencias que suelen ser portadoras de discriminación. Los más jóvenes atisban las conductas de aquellos con los que aspiran a identificarse y van adquiriendo no sólo costumbres, sino también disposiciones anatómicas similares. Aunque quien no logra el estereotipo suele quedar insatisfecho y quien parece lograrlo no lo disfruta. La obesidad y la anorexia son dolorosas metáforas epocales.
La intervención en la vida de las poblaciones forma parte de políticas de Estado que se fueron instaurando con el ascenso al poder de la burguesía. Esta clase social se plegó a un dispositivo de salud y excelencia sexual en vistas a garantizarse una descendencia fecunda y, más tarde, extendió ese dominio al control de la vida de los gobernados, con la finalidad de conseguir mano de obra domesticada para las incipientes líneas de montaje. Pero con anterioridad a ese marasmo biopolítico, también los cuerpos se construían, las edades humanas se delimitaban, y las subjetividades se edificaban socialmente.
Por ejemplo, hasta la modernidad tardía los niños eran considerados una especie de adultos en miniatura. Desde el nacimiento hasta su entrada en la mayoría de edad no constituían una entidad político-cultural demasiado importante en sí misma. La política, la ciencia, el derecho, la arquitectura, la religión, la pedagogía, el mercado, los medios masivos y el entretenimiento fueron creando entrecruzamientos simbólicos de los que surgió una sensibilidad especial respecto de los niños. Antes de la modernidad se mataban niños –sobre todo niñas- con mayor impunidad que ahora. Había cierta desaprensión impensable en el imaginario actual. Una prueba del “desapego” hacia lo hijos pequeños es que los lactantes de los adinerados, en el siglo XVIII, solían ser entregados a un ama de leche para que los criara. Esos niños no se reencontraban con sus progenitores hasta el destete, que por entonces era tardío. No existían disciplinas cognoscitivas orientadas específicamente al niño y menos aun al adolescente. Ni siquiera se los diferenciaba por la vestimenta, hasta la modernidad madura se vestía a los niños y a los muy jóvenes siguiendo la moda de los mayores (obviamente adecuando las dimensiones). La noción de niñez se fue construyendo. Fue desapareciendo la idea de “adulto en pequeño”. Actualmente el niño es considerado una persona que tiene más derechos que obligaciones. Desde el punto de vista legal deja de ser niño recién cuando sus derechos se igualan con sus obligaciones. Se considera –o se proclama- que merece un trato preferencial y diferencial en todos los órdenes de la existencia. Este concepto de niñez se consolidó a mediados del siglo XX. Momento histórico en el que estaba tomando consistencia otra categoría sociocultural: la adolescencia.
En el dispositivo de niñez, se desplegaron prácticas y discursos que crearon imaginario respecto de una etapa de la vida que comenzó a adquirir una importancia inédita. Los diseños de las casas se atrevieron a la novedad de disponer habitaciones privadas para los niños. Se sistematizó la pedagogía. La justicia desarrolló recaudos en función de este nuevo concepto legal. La niñez devino preocupación estatal. Se prohibió el trabajo infantil y se impuso la escolarización. Se creó la pediatría como rama independiente de la medicina. Personajes importantes de la Iglesia -como Don Bosco- construyeron fuertes instituciones en función de la niñez. Otro tanto hicieron múltiples organizaciones laicas y, desde el naciente psicoanálisis, se les dio estatus sexual a esos pequeños humanos que la historia había registrado como asexuados.
Por otra parte, se promulgaron derechos de la niñez de vigencia internacional. El mercado a su vez tomó nota del potencial económico escondido en el consumo infantil. Los medios masivos, la industria y el comercio produjeron ofertas que van desde los dibujos animados hasta “ciudades” al servicio de la niñez, como Disney World, pasando por marcas registradas para infantes, ropa divertida, cosmética infantil, decoraciones coloridas, hospitales pediátricos, guarderías, jardines de infantes, negocios especializados y farmacología para niños. Todo en función de alguien que no había sido considerado objeto privilegiado de atención comunitaria, hasta que el exhaustivo control moderno consideró que para formar ciudadanos competentes (y obedientes) había que comenzar temprano.
El emprendimiento montado en torno de la niñez, como todo dispositivo social, produjo efectos buscados por quienes lo pusieron en marcha, pero también acontecimientos inesperados. Se logran seres supuestamente previsibles, pero también se estimula el deseo y la ansiedad, así como nuevas conductas y anatomías. Se alcanza un mayor bienestar para la niñez en ciertas clases sociales, si bien no se detiene la pauperización y la mortandad infantil en otras, se consume diversión para los niños privilegiados, pero hay explotación laboral entre los carenciados, y existen abusos sexuales indiscriminados.
Por su parte, quienes impulsaron el dispositivo de la adolescencia también quisieron delimitarla como edad humana. Entre lo romanos se denominaba “adolescentes” a los varones de alrededor de treinta años, es decir en tránsito a la madurez. Pero no existía, como en nuestro tiempo, una conflictiva propia de ese período de la vida, ni se tenía en cuenta la condición femenina. Hubo que esperar hasta la modernidad tardía para asistir al invento social de una adolescencia mucho más temprana que la latina.
De manera similar a lo que ocurrió con la categoría de niñez –aunque unos decenios después- se pusieron en marcha múltiples procesos de construcción de una franja etaria con connotaciones propias que abarca aproximadamente desde los doce hasta los diecinueve años (con tendencia a extenderse algo más en el tiempo). En la época de la revolución industrial se habían montado maquinarias discursivas y modelos de administración para prevenir el “mal de la masturbación” entre los hoy denominados “adolescentes”. Pues como la droga en nuestro tiempo, se consideraba que el autoerotismo era una predisposición perniciosa propia de esa época de la vida. Y prácticamente no quedaron sectores sociales, económicos, religiosos, ni políticos que no tuvieran algo que decir o que ofrecer para prevenir el placer solitario. La medicina, la psicología y la pedagogía, entre otras disciplinas, desarrollaron líneas de investigación específicas sin darse cuenta de que estaban aportando a la constitución de una nueva figura histórica.
En cuanto a la actitud ante el embarazo adolescente, los estándares varían en los diferentes estamentos sociales. Una chica de clase baja abriga pocas expectativas de proyectos de vida que no estén directamente relacionados con su posibilidad biológica de fecundar. En cierto modo su circunstancia la “lleva” a ser madre. Por lo general su madre también ha concebido muy joven y nadie, ni siquiera ella, espera un futuro demasiado diferente al de su progenitora. Quedar embarazada entonces es adquirir un estado que -superado el primer momento de rechazo y reproches- la posiciona en un lugar de cierto respeto y consideración. La adolescente pobre con un hijo en su vientre adquiere un cuestionable “poder” del que nunca había gozado. Tiene algo propio, demuestra que es capaz de producir (nada menos que vida) y se enfrenta a cierta responsabilidad.
En cambio, una chica de clase media (o alta) cuenta con un proyecto de vida múltiple e indeterminado. Esa adolescente no está reducida a priori a la maternidad temprana. De ella se espera que estudie, que se realice profesional y laboralmente, que viaje, que se divierta, que se independice económicamente y, eventualmente, que con el tiempo forme una familia. Pero resulta que en esos sectores sociales también las adolescentes se quedan embarazadas. Y lo que representa una especie de discutible rédito (o fatalidad) entre las clases populares, se convierte en inconveniente serio en las más altas. Pero la abundancia de recursos coadyuva para que todo sea más llevadero. Sus progenitores suelen asumir el rol de “abuelos-padres”, las adolescentes embarazadas, en general, sigue estudiando y, aunque su vida se altera respeto del proyecto originario pensado por ellas y para ellas, la maternidad se reparte con otras personas, esto último también se da en las clases bajas.
De todos modos teniendo en cuenta los parámetros actuales parecería que, en los dos casos, continúan siendo adolescentes; unas porque gozan de cierta holgura económica que, a pesar del embarazo, le permite adherir a un estilo de vida acorde con el que siguen sus congéneres; otras porque la pobreza no las exime de su inmersión en un mundo mediatizado que las inunda con imágenes y discurso de cómo se debe vivir cuando se es extremadamente joven. Además, el modelo del cuerpo adolescente está preformateado por las marcas de ropa, los desfiles de moda, la propaganda y los medios en general. Esas imágenes hoy llegan a todas partes independientemente del estrato social al que se pertenezca y, por supuesto, influyen en los modos de sujeción. En esos paradigmas de identidad no se prevé que sus cuerpos sean inflamados con la introducción de otro cuerpo del que tendrán que dar cuenta durante su gestación y después del nacimiento. En la Argentina nacen cien mil bebés por año de madres adolescentes. Unos tres mil son de menores de quince años.
Ahora bien, una de las condiciones de posibilidad de la vida comunitaria es el despliegue de mecanismos de resistencia a lo extraño, a lo otro, a cualquier tipo de invasión. La vida en comunidad requiere ponerse a salvo de las “contaminaciones” producidas por el intercambio constante con el afuera. Esa función la cumple el sistema inmunitario que acciona según instancias que al proteger modifican y al cuidar rechazan lo extraño. Pero el organismo puede llegar a asimilar la otredad. El ejemplo más extraordinario de semejante fenómeno lo constituye justamente la gravidez.
¿Cómo se puede producir un embarazo?, ¿cómo el feto –al que se podría considerar como lo otro sobre la base de los criterios inmunológicos normales- puede ser tolerado por los anticuerpos de la madre?, ¿cuál es el mecanismo de protección que, salvo casos infrecuentes, permite o favorece el desarrollo del embrión en detrimento del principio de rechazo natural de cualquier “transplante”?
El interrogante es válido para cualquier mujer encinta independientemente de su edad. Pero como la inmunidad no es sólo biológica sino también social, el imaginario (operando como sistema inmunológico) recusa el hecho de que un cuerpo al que todavía se considera inmaduro -como el de una adolescente- incube y soporte la carga de otra vida dentro de su vida. La conformación actual de nuestras sociedades ha producido una difracción entre el orden biológico y el social. Pues según la biología una adolescente tiene las posibilidades orgánicas necesarias para embarazarse, pero según el actual imaginario colectivo aún se encuentra en condiciones de seguir siendo hija, antes que madre. No puede dejar de vivirse como un destiempo el que la irrupción de un embarazo golpee en el ciclo vital de una casi niña. En el conurbano bonaerense uno de cuatro bebés que nacen son hijos de madres adolescentes.
La pediatría, que es un invento reciente, considera que una quinceañera está todavía bajo su tutela. Aunque en la actualidad se la disputan los especialistas en adolescencia (cuya disciplina es aún más reciente). Siempre y cuando no haya preñez, en cuyo caso se debatirá si la atiende un ginecólogo experto en el aparato reproductor de niñas, de adolescentes o de adultas. En función de lo dicho se imponen interrogantes que seguramente asediará a más de una muy joven embarazada, independientemente de su condición social.
La embarazada de corta edad no tiene modelos simbólicos claros de identificación (en un mundo que exige definirse); las consideraciones médicas la confunden, los sermones moralizantes la abruman, el sexo la reclama, los ositos de peluche la distraen, pero nada la inmuniza contra la indefinición respecto de ella misma, de las transformaciones de su cuerpo y del crecimiento de ese otro cuerpo desconocido que lleva en su vientre. Si a esto se le suman las demás consecuencias del embarazo, se puede concluir que no es menor la carga que debe sobrellevar. Que asuma o no su rol de madre es otra historia. El cuerpo de una adolescente está listo para parir, pero difícilmente su disposición existencial esté lista para asumir la maternidad. Esta variable no debería dejar de ser considerada a la hora de instrumentar planes biopolíticos orientados a las niñas, en su tránsito a la plenitud como mujer.
EL EMBARAZO ADOLESCENTE
Esther Díaz
Imago Agenda, Nº116, Buenos Aires, verano 2007-2008
El cuerpo no es una identidad dada de una vez y para siempre. Existe obviamente una base biológica que, a grandes rasgos, parece constante a través del tiempo. Fisiológica y anatómicamente se repiten funciones y formas que permiten identificar el cuerpo de los representantes de la especie humana y, a la vez, diferenciarlos del resto de las especies vivas. Aunque actualmente se registra un plus de transformación en el proceso evolutivo, ya que no sólo se producen interacciones con otras especies y el medio, sino también con un mundo artificial y tecnológico. A tal punto que se podría decir que se asiste a una verdadera interrupción de la evolución por medio de la selección natural y se asiste a un estadio de modificaciones a partir de intervenciones técnicas intrusivas, tales como chips corporales, implantes dentales, marcapasos, cinturones gástricos, botox, fármacos, transplantes, vientres alquilados, embarazos de ingeniería, lipoesculturas, abortos químicos y erecciones de droguería, entre otras metamorfosis inducidas.
Pero si nuestra base biológica es capaz de soportar la invasión tecnológica y transmutarse a partir de ella, es porque el ser vivo se constituye interactuando con la otredad. Diferentes tipos de intervenciones inciden en las transformaciones de lo humano. Por una parte, las técnicas que invaden el cuerpo “desde adentro” -aunque su inclusión se produzca desde afuera- como las citadas anteriormente y, por otra, las que permanecen en el exterior cumpliendo la función de extensión o modificación del cuerpo. Computadoras, filmadoras, miembros artificiales, automóviles, aviones y teléfonos son algunas de las “prótesis” que extienden nuestras potencialidades sensitivas, motrices y mentales.
Si bien no solo con técnicas se construyen identidades, también los discursos, las imágenes y las prácticas sociales generan imaginarios colectivos. Su adhesión alivia las diferencias que suelen ser portadoras de discriminación. Los más jóvenes atisban las conductas de aquellos con los que aspiran a identificarse y van adquiriendo no sólo costumbres, sino también disposiciones anatómicas similares. Aunque quien no logra el estereotipo suele quedar insatisfecho y quien parece lograrlo no lo disfruta. La obesidad y la anorexia son dolorosas metáforas epocales.
La intervención en la vida de las poblaciones forma parte de políticas de Estado que se fueron instaurando con el ascenso al poder de la burguesía. Esta clase social se plegó a un dispositivo de salud y excelencia sexual en vistas a garantizarse una descendencia fecunda y, más tarde, extendió ese dominio al control de la vida de los gobernados, con la finalidad de conseguir mano de obra domesticada para las incipientes líneas de montaje. Pero con anterioridad a ese marasmo biopolítico, también los cuerpos se construían, las edades humanas se delimitaban, y las subjetividades se edificaban socialmente.
Por ejemplo, hasta la modernidad tardía los niños eran considerados una especie de adultos en miniatura. Desde el nacimiento hasta su entrada en la mayoría de edad no constituían una entidad político-cultural demasiado importante en sí misma. La política, la ciencia, el derecho, la arquitectura, la religión, la pedagogía, el mercado, los medios masivos y el entretenimiento fueron creando entrecruzamientos simbólicos de los que surgió una sensibilidad especial respecto de los niños. Antes de la modernidad se mataban niños –sobre todo niñas- con mayor impunidad que ahora. Había cierta desaprensión impensable en el imaginario actual. Una prueba del “desapego” hacia lo hijos pequeños es que los lactantes de los adinerados, en el siglo XVIII, solían ser entregados a un ama de leche para que los criara. Esos niños no se reencontraban con sus progenitores hasta el destete, que por entonces era tardío. No existían disciplinas cognoscitivas orientadas específicamente al niño y menos aun al adolescente. Ni siquiera se los diferenciaba por la vestimenta, hasta la modernidad madura se vestía a los niños y a los muy jóvenes siguiendo la moda de los mayores (obviamente adecuando las dimensiones). La noción de niñez se fue construyendo. Fue desapareciendo la idea de “adulto en pequeño”. Actualmente el niño es considerado una persona que tiene más derechos que obligaciones. Desde el punto de vista legal deja de ser niño recién cuando sus derechos se igualan con sus obligaciones. Se considera –o se proclama- que merece un trato preferencial y diferencial en todos los órdenes de la existencia. Este concepto de niñez se consolidó a mediados del siglo XX. Momento histórico en el que estaba tomando consistencia otra categoría sociocultural: la adolescencia.
En el dispositivo de niñez, se desplegaron prácticas y discursos que crearon imaginario respecto de una etapa de la vida que comenzó a adquirir una importancia inédita. Los diseños de las casas se atrevieron a la novedad de disponer habitaciones privadas para los niños. Se sistematizó la pedagogía. La justicia desarrolló recaudos en función de este nuevo concepto legal. La niñez devino preocupación estatal. Se prohibió el trabajo infantil y se impuso la escolarización. Se creó la pediatría como rama independiente de la medicina. Personajes importantes de la Iglesia -como Don Bosco- construyeron fuertes instituciones en función de la niñez. Otro tanto hicieron múltiples organizaciones laicas y, desde el naciente psicoanálisis, se les dio estatus sexual a esos pequeños humanos que la historia había registrado como asexuados.
Por otra parte, se promulgaron derechos de la niñez de vigencia internacional. El mercado a su vez tomó nota del potencial económico escondido en el consumo infantil. Los medios masivos, la industria y el comercio produjeron ofertas que van desde los dibujos animados hasta “ciudades” al servicio de la niñez, como Disney World, pasando por marcas registradas para infantes, ropa divertida, cosmética infantil, decoraciones coloridas, hospitales pediátricos, guarderías, jardines de infantes, negocios especializados y farmacología para niños. Todo en función de alguien que no había sido considerado objeto privilegiado de atención comunitaria, hasta que el exhaustivo control moderno consideró que para formar ciudadanos competentes (y obedientes) había que comenzar temprano.
El emprendimiento montado en torno de la niñez, como todo dispositivo social, produjo efectos buscados por quienes lo pusieron en marcha, pero también acontecimientos inesperados. Se logran seres supuestamente previsibles, pero también se estimula el deseo y la ansiedad, así como nuevas conductas y anatomías. Se alcanza un mayor bienestar para la niñez en ciertas clases sociales, si bien no se detiene la pauperización y la mortandad infantil en otras, se consume diversión para los niños privilegiados, pero hay explotación laboral entre los carenciados, y existen abusos sexuales indiscriminados.
Por su parte, quienes impulsaron el dispositivo de la adolescencia también quisieron delimitarla como edad humana. Entre lo romanos se denominaba “adolescentes” a los varones de alrededor de treinta años, es decir en tránsito a la madurez. Pero no existía, como en nuestro tiempo, una conflictiva propia de ese período de la vida, ni se tenía en cuenta la condición femenina. Hubo que esperar hasta la modernidad tardía para asistir al invento social de una adolescencia mucho más temprana que la latina.
De manera similar a lo que ocurrió con la categoría de niñez –aunque unos decenios después- se pusieron en marcha múltiples procesos de construcción de una franja etaria con connotaciones propias que abarca aproximadamente desde los doce hasta los diecinueve años (con tendencia a extenderse algo más en el tiempo). En la época de la revolución industrial se habían montado maquinarias discursivas y modelos de administración para prevenir el “mal de la masturbación” entre los hoy denominados “adolescentes”. Pues como la droga en nuestro tiempo, se consideraba que el autoerotismo era una predisposición perniciosa propia de esa época de la vida. Y prácticamente no quedaron sectores sociales, económicos, religiosos, ni políticos que no tuvieran algo que decir o que ofrecer para prevenir el placer solitario. La medicina, la psicología y la pedagogía, entre otras disciplinas, desarrollaron líneas de investigación específicas sin darse cuenta de que estaban aportando a la constitución de una nueva figura histórica.
En cuanto a la actitud ante el embarazo adolescente, los estándares varían en los diferentes estamentos sociales. Una chica de clase baja abriga pocas expectativas de proyectos de vida que no estén directamente relacionados con su posibilidad biológica de fecundar. En cierto modo su circunstancia la “lleva” a ser madre. Por lo general su madre también ha concebido muy joven y nadie, ni siquiera ella, espera un futuro demasiado diferente al de su progenitora. Quedar embarazada entonces es adquirir un estado que -superado el primer momento de rechazo y reproches- la posiciona en un lugar de cierto respeto y consideración. La adolescente pobre con un hijo en su vientre adquiere un cuestionable “poder” del que nunca había gozado. Tiene algo propio, demuestra que es capaz de producir (nada menos que vida) y se enfrenta a cierta responsabilidad.
En cambio, una chica de clase media (o alta) cuenta con un proyecto de vida múltiple e indeterminado. Esa adolescente no está reducida a priori a la maternidad temprana. De ella se espera que estudie, que se realice profesional y laboralmente, que viaje, que se divierta, que se independice económicamente y, eventualmente, que con el tiempo forme una familia. Pero resulta que en esos sectores sociales también las adolescentes se quedan embarazadas. Y lo que representa una especie de discutible rédito (o fatalidad) entre las clases populares, se convierte en inconveniente serio en las más altas. Pero la abundancia de recursos coadyuva para que todo sea más llevadero. Sus progenitores suelen asumir el rol de “abuelos-padres”, las adolescentes embarazadas, en general, sigue estudiando y, aunque su vida se altera respeto del proyecto originario pensado por ellas y para ellas, la maternidad se reparte con otras personas, esto último también se da en las clases bajas.
De todos modos teniendo en cuenta los parámetros actuales parecería que, en los dos casos, continúan siendo adolescentes; unas porque gozan de cierta holgura económica que, a pesar del embarazo, le permite adherir a un estilo de vida acorde con el que siguen sus congéneres; otras porque la pobreza no las exime de su inmersión en un mundo mediatizado que las inunda con imágenes y discurso de cómo se debe vivir cuando se es extremadamente joven. Además, el modelo del cuerpo adolescente está preformateado por las marcas de ropa, los desfiles de moda, la propaganda y los medios en general. Esas imágenes hoy llegan a todas partes independientemente del estrato social al que se pertenezca y, por supuesto, influyen en los modos de sujeción. En esos paradigmas de identidad no se prevé que sus cuerpos sean inflamados con la introducción de otro cuerpo del que tendrán que dar cuenta durante su gestación y después del nacimiento. En la Argentina nacen cien mil bebés por año de madres adolescentes. Unos tres mil son de menores de quince años.
Ahora bien, una de las condiciones de posibilidad de la vida comunitaria es el despliegue de mecanismos de resistencia a lo extraño, a lo otro, a cualquier tipo de invasión. La vida en comunidad requiere ponerse a salvo de las “contaminaciones” producidas por el intercambio constante con el afuera. Esa función la cumple el sistema inmunitario que acciona según instancias que al proteger modifican y al cuidar rechazan lo extraño. Pero el organismo puede llegar a asimilar la otredad. El ejemplo más extraordinario de semejante fenómeno lo constituye justamente la gravidez.
¿Cómo se puede producir un embarazo?, ¿cómo el feto –al que se podría considerar como lo otro sobre la base de los criterios inmunológicos normales- puede ser tolerado por los anticuerpos de la madre?, ¿cuál es el mecanismo de protección que, salvo casos infrecuentes, permite o favorece el desarrollo del embrión en detrimento del principio de rechazo natural de cualquier “transplante”?
El interrogante es válido para cualquier mujer encinta independientemente de su edad. Pero como la inmunidad no es sólo biológica sino también social, el imaginario (operando como sistema inmunológico) recusa el hecho de que un cuerpo al que todavía se considera inmaduro -como el de una adolescente- incube y soporte la carga de otra vida dentro de su vida. La conformación actual de nuestras sociedades ha producido una difracción entre el orden biológico y el social. Pues según la biología una adolescente tiene las posibilidades orgánicas necesarias para embarazarse, pero según el actual imaginario colectivo aún se encuentra en condiciones de seguir siendo hija, antes que madre. No puede dejar de vivirse como un destiempo el que la irrupción de un embarazo golpee en el ciclo vital de una casi niña. En el conurbano bonaerense uno de cuatro bebés que nacen son hijos de madres adolescentes.
La pediatría, que es un invento reciente, considera que una quinceañera está todavía bajo su tutela. Aunque en la actualidad se la disputan los especialistas en adolescencia (cuya disciplina es aún más reciente). Siempre y cuando no haya preñez, en cuyo caso se debatirá si la atiende un ginecólogo experto en el aparato reproductor de niñas, de adolescentes o de adultas. En función de lo dicho se imponen interrogantes que seguramente asediará a más de una muy joven embarazada, independientemente de su condición social.
La embarazada de corta edad no tiene modelos simbólicos claros de identificación (en un mundo que exige definirse); las consideraciones médicas la confunden, los sermones moralizantes la abruman, el sexo la reclama, los ositos de peluche la distraen, pero nada la inmuniza contra la indefinición respecto de ella misma, de las transformaciones de su cuerpo y del crecimiento de ese otro cuerpo desconocido que lleva en su vientre. Si a esto se le suman las demás consecuencias del embarazo, se puede concluir que no es menor la carga que debe sobrellevar. Que asuma o no su rol de madre es otra historia. El cuerpo de una adolescente está listo para parir, pero difícilmente su disposición existencial esté lista para asumir la maternidad. Esta variable no debería dejar de ser considerada a la hora de instrumentar planes biopolíticos orientados a las niñas, en su tránsito a la plenitud como mujer.
3 abr 2008
ASPECTOS COGNITIVOS EN LA REHABILITACION EN PSICOSIS
ASPECTOS COGNITIVOS EN LA REHABILITACIÓN DE PACIENTES CON PSICOSIS CRÓNICA
Bárcena Calvo, Carmen
Especialista en Enfermería en Salud Mental. Lic. en Antropología social y cultural. Prof. Titular interina de la Escuela Universitaria de Ciencias de la Salud. León.
Palabras clave: cognición (atención, concentración y memoria), rehabilitación, cronicidad.
Resumen:
Cuando hablamos de pacientes crónicos, hablamos del sufrimiento de una enfermedad mental severa de larga duración. En el campo de la Psiquiatría, la palabra cronicidad tiene unas claras connotaciones negativas que marcan indeleblemente al paciente que la padece, sin tener en cuenta, en ocasiones, el nivel o grado variable de discapacidad y disfunción social.
Sin embargo, no es menos cierto que cuando vamos a trabajar la rehabilitación de habilidades en estos pacientes, nos encontramos con dificultades (en mayor o menor medida) de cognición, atención, memoria y concentración, que, aun no sufriendo sintomatología positiva, como ideas delirantes, alucinaciones, y desrealización, por ejemplo, nos limitan la aplicación eficaz de los cuidados y técnicas de Enfermería.
En este trabajo quisiera hacer una reflexión sobre ello, aprovechando mi experiencia de trabajo en rehabilitación, fijándome en aquello que puede ayudar al paciente y a la enfermera para obtener mejores resultados en dicha rehabilitación.
INTRODUCCIÓN
Las personas que sufren de enfermedades mentales crónicas como es la esquizofrenia u otras psicosis, presentan un abanico muy amplio de problemas, no sólo psicopatológicos sino también, en los aspectos de funcionamiento psicosocial, y en consecuencia en la integración en el medio social donde conviven.
Por ello, para estos pacientes, y dependiendo de sus características, se contempla en la red Psiquiátrica, y teniendo en cuenta la atención integral, llevar a cabo los programas de rehabilitación que les permitan mejorar su calidad de vida. Por tanto, me parece importante definir este término dentro de la Salud Mental.
La rehabilitación se basa en un principio de autonomía e independencia. Las personas con enfermedad mental suelen presentar inhabilidades en diversas áreas de funcionamiento personal y social, y ello suele tener como consecuencias la dependencia de la familia, el aislamiento social y la inactividad laboral.
La rehabilitación se centra en la recuperación de estas habilidades que hacen que la persona sea lo más autónoma y competente posible.
La rehabilitación, por tanto, tiene como fin último ayudar a las personas a que recuperen el mayor nivel de funcionamiento autónomo posible en cada caso, es decir, que las personas con enfermedad mental puedan llevar una vida lo más parecida posible a cualquier otra persona sana.
Para conseguir esto, la rehabilitación psicosocial dispone de una serie de programas que enseñan a las personas todo lo necesario para vivir en esta sociedad: desde cómo freír un huevo hasta cómo hacer amigos, cómo coger un autobús, reconocer su medicación, hacer la compra, controlar la ansiedad, etc.
Además de enseñar y habilitar al usuario, la rehabilitación presta apoyo y soporte a estas personas facilitándoles desde la progresiva integración en el mundo laboral, talleres protegidos, etc., así como el aprovechamiento de los distintos recursos sociales que pueden facilitar esa integración de la que hablábamos.
Un aspecto importante de la rehabilitación psicosocial, es que los programas de trabajo se adapten a lo que cada persona necesita. No todos los individuos con enfermedad mental tienen las mismas dificultades ni habilidades para poder funcionar en la comunidad. Es por esto por lo que la rehabilitación debe, en primer lugar, evaluar o conocer lo que necesita cada persona, para después diseñar su plan de rehabilitación particular.
Por tanto, me parece previo al trabajo del manejo de habilidades, el restablecer, en la medida de lo posible, para su posterior aprendizaje, los aspectos de la ATENCION, CONCENTRACIÓN Y MEMORIA.
Durante mucho tiempo se consideró que los trastornos cognitivos de la esquizofrenia eran un problema secundario en el desarrollo de la enfermedad y, por este motivo, no se consideró primordial dar un tratamiento específico1.
En las últimas décadas se ha observado un interés creciente, por parte de muchos autores, en elaborar teorías neuropsicológicas que expliquen los déficits cognitivos de la esquizofrenia2.
A estos trastornos cognitivos debemos añadir los efectos secundarios, o no deseados, de la medicación antipsicótica que reciben estos pacientes, que favorecen, al menos durante el tiempo de adaptación, la disminución de la atención, concentración percepción , memoria etc.
La atención es un elemento básico en los procesos cognitivos del individuo. Es decir, difícilmente se podrá realizar cualquier acto si estuviese ausente.
Según indica García (1997)3
“La atención es un mecanismo implicado directamente en la activación y el funcionamiento de los procesos y/u operaciones de selección, distribución y mantenimiento de la actividad psicológica”.
Esto es, que si no se puede fijar la atención, no activaremos las otras funciones psíquicas como la concentración, etc., base para un aprendizaje.
La concentración está relacionada con el fenómeno de la “percepción’: proceso psicofisiológico por el cual se toma conciencia de nuestra realidad. La concentración requiere de la atención, siendo la capacidad para aprender voluntariamente los estímulos fundamentales que caracterizan una tarea en un tiempo dado.
Nos concentramos en el estudio u otra actividad cuando la atención se mantenga insistentemente sobre dicha actividad o estudio, pero ésta, se verá favorecida si tenemos en cuenta una serie de elementos que más adelante enunciaremos.
La Memoria es la capacidad de adquirir, retener y utilizar secundariamente una experiencia (Vallejo Ruiloba)4.
Las personas adultas hacen mejor el aprendizaje desde su experiencia personal, que desde un nivel exclusivamente cognitivo.
De los muchos aspectos y tipos de memoria, me parece fundamental tener en cuenta que la memoria forma parte del conjunto de la vida psíquica y biográfica del individuo, a la cual influirá y la cual será influida por ella.
Expuestos estos términos de forma muy simple, ya que partimos del conocimiento de los mismos, debemos indicar que, precisamente el personal de Enfermería es el que, en el trabajo diario, puede valorar con bastante exactitud, cómo se encuentra el paciente en estos tres campos, así como establecer unos programas previos de recuperación de los mismos, antes de iniciar al paciente en otros programas.
Para ello me parecen una herramienta de máxima utilidad los Patrones de Salud de Marjory Gordon y, concretamente, la adaptación realizada por Fornés5 y 6 en Salud Mental, y de forma más especifica el Patrón Cognitivo-Perceptivo, donde se recoge el funcionamiento y adecuación tanto de los órganos de los sentidos, como de las capacidades sensoperceptivas y cognitivas. También describe habilidades cognitivas como el juicio y la toma de decisiones.
Los parámetros de registro y codificación del patrón cognitivo-perceptivo son los siguientes:
Nivel de conciencia y actitud respecto al entorno.
Atención y orientación (espacio-tiempo-persona).
Alteraciones perceptivas.
Memoria e inteligencia. Pensamiento y lenguaje. Expresión del lenguaje.
ASPECTOS QUE FAVORECE EL TRABAJO EN LA ATENCIÓN, CONCENTRACIÓN Y MEMORIA.
Desde mi experiencia, puedo decir que el mejor punto de partida para trabajar estos aspectos son:
la cotidianidad de la vida del paciente,
la motivación de éste, partiendo de la base que la persona es un ser individual y único.
el refuerzo.
Sin olvidar que cada paciente, parte de premisas distintas por la evolución de su enfermedad, su carrera psiquiátrica y su propia biografía.
Teniendo en cuenta estos factores, seremos capaces de encontrar esos ejercicios individualizados que estimularán al paciente a trabajar sobre estos aspectos cognitivos.
En ocasiones tendremos que negociar, (cuando el paciente no encuentre, aparentemente, motivación alguna para trabajar dichos ejercicios) e incluso es posible que aparezcan los “beneficios secundarios de sufrir la enfermedad” y éstos, no le permitan de manera consciente o inconsciente tomar el impulso necesario para participar en su restablecimiento cognitivo, teniendo que pactar las actividades hasta que exista suficiente motivación por parte del paciente.
Es más fácil recordar a un ser querido que a un desconocido; es más fácil retener una buena jugada de fútbol, que una conversación forzada; es más fácil concentrarse en un recuerdo bonito y verbalizarlo, buscando todos sus matices, que hablar de un futuro en ese momento inexistente; parece más integrador cómo vivencia la medicación el usuario y qué efectos tiene sobre él, que leerle el prospecto de la misma.
La vida diaria del paciente y de la familia (e incluso la actividad diaria de los profesionales) pueden ser las mejores aliadas para comenzar un trabajo de restablecimiento o recuperación de estos déficits. Pueden ayudarnos en muchas tareas que requieran de su concentración, atención o memoria.
Una vez restablecidas mínimamente estas áreas cognitivas, abordaremos los programas específicos, como, por ejemplo:
asociación de imágenes,
encadenar palabras,
auto-observación, etc.
Dichos ejercicios, de atención, concentración y memoria siempre deben estar ajustados a las limitaciones del paciente e irán aumentando progresivamente en dificultad, para no dañar la autoestima ni generar desmotivación.
Paralelamente se realizarán unos gráficos donde se registre la evolución individual del paciente en los tres campos expuestos. Observaremos fácilmente los progresos del paciente y las modificaciones que deberemos hacer en esta recuperación cognitiva.
Una de las premisas fundamentales del éxito, es que la actividad o ejercicio que se practique esté en mayor sintonía con el paciente, con lo que le rodea, con sus necesidades y su vida.
Otro de los aspectos a tener en cuenta para favorecer el área cognitiva es trabajar los patrones del sueño y descanso, de actividad y ejercicio y el patrón nutricional.
Todos sabemos que una buena oxigenación y ejercicio favorece el riego cerebral, y que el sueño es el reparador diario de nuestras neuronas, así como la alimentación (en esta última quisiera recordar que tanto el fósforo como el magnesio y la lecitina, son tres elementos que favorecen un mejor desarrollo mental.)
La lecitina de soja, tan saludable para la memoria, es un producto natural y fácil de añadir a la dieta diaria. Las verduras y frutas como antioxidantes son básicos en estas dietas. Los frutos secos y el chocolate, recargan la energía de forma inmediata.
No debiéramos dejar a nuestro organismo más de cuatro horas sin alimento, ya que está demostrado que este hecho baja claramente el rendimiento cerebral, afecta al ánimo y estimula la ansiedad.
La levadura de cerveza contiene tiamina, y junto al calcio y las vitaminas B y B1 ayudarán a la memoria y concentración. Conociendo de la importancia de la alimentación, pienso que Enfermería deberá elaborar dietas adecuadas para nuestros pacientes en general y más en aquellos que sufren déficit cognitivo.
CONCLUSIONES
Sabiendo que los patrones cognitivos en los individuos son distintos, especialmente en las personas que sufren de enfermedad mental severa o crónica, y teniendo en cuenta que en el proceso de cumplimiento de programas de habilidades sociales estos aspectos cognitivos mejoran sustancialmente, podemos concluir:
Primero, que el primer paso a dar para su rehabilitación es tener un perfecto conocimiento de sus discapacidades cognitivas, ya que éste es fundamental para su aprendizaje en sucesivos programas.
Segundo, que este aprendizaje se puede y debe hacer desde la vida diaria del paciente y contando con sus motivaciones para el restablecimiento.
Tercero, que tener en cuenta todos los aspectos de su salud y fundamentalmente los patrones de sueño y reposo, actividad y alimentación, pueden favorecer mucho los avances del paciente en este campo.
Cuarto, que si hay una recuperación, por muy pequeña que sea de estos déficits, nos encontraremos que el resto de los programas de rehabilitación, como es el aprendizaje del manejo de su medicación, de su enfermedad, habilidades para vivir independientemente, etc., van a ser mucho más fáciles de trabajar para el paciente y para los profesionales, y desde luego, bajo mi punto de vista, con mejores resultados y menos abandonos en su rehabilitación.
BIBLIOGRAFÍA
1, 2, 3. LA ATENCIÓN http://www.intras.es/htm/id/gradior/atención.pdf
Vallejo Ruiloba, J. Introducción a la psicopatología y la psiquiatría. Ed 3ª Madrid:Masson-Salvat, 1991; 143-144.
Fornés, J. Los registros de Enfermería en las nuevas técnicas de Salud Mental. Rol de Enfermería,223:56-63
Fornés Vives, J., Carballal Balsa. Mª Consuelo. Enfermería de Salud Mental y Psiquiátrica. ”Guía práctica de valoración y estrategias de intervención”. Panamericana, Madrid 2001. 74-79.
ISSN 1695-6141
© COPYRIGHT Servicio de Publicaciones - Universidad de Murcia
Bárcena Calvo, Carmen
Especialista en Enfermería en Salud Mental. Lic. en Antropología social y cultural. Prof. Titular interina de la Escuela Universitaria de Ciencias de la Salud. León.
Palabras clave: cognición (atención, concentración y memoria), rehabilitación, cronicidad.
Resumen:
Cuando hablamos de pacientes crónicos, hablamos del sufrimiento de una enfermedad mental severa de larga duración. En el campo de la Psiquiatría, la palabra cronicidad tiene unas claras connotaciones negativas que marcan indeleblemente al paciente que la padece, sin tener en cuenta, en ocasiones, el nivel o grado variable de discapacidad y disfunción social.
Sin embargo, no es menos cierto que cuando vamos a trabajar la rehabilitación de habilidades en estos pacientes, nos encontramos con dificultades (en mayor o menor medida) de cognición, atención, memoria y concentración, que, aun no sufriendo sintomatología positiva, como ideas delirantes, alucinaciones, y desrealización, por ejemplo, nos limitan la aplicación eficaz de los cuidados y técnicas de Enfermería.
En este trabajo quisiera hacer una reflexión sobre ello, aprovechando mi experiencia de trabajo en rehabilitación, fijándome en aquello que puede ayudar al paciente y a la enfermera para obtener mejores resultados en dicha rehabilitación.
INTRODUCCIÓN
Las personas que sufren de enfermedades mentales crónicas como es la esquizofrenia u otras psicosis, presentan un abanico muy amplio de problemas, no sólo psicopatológicos sino también, en los aspectos de funcionamiento psicosocial, y en consecuencia en la integración en el medio social donde conviven.
Por ello, para estos pacientes, y dependiendo de sus características, se contempla en la red Psiquiátrica, y teniendo en cuenta la atención integral, llevar a cabo los programas de rehabilitación que les permitan mejorar su calidad de vida. Por tanto, me parece importante definir este término dentro de la Salud Mental.
La rehabilitación se basa en un principio de autonomía e independencia. Las personas con enfermedad mental suelen presentar inhabilidades en diversas áreas de funcionamiento personal y social, y ello suele tener como consecuencias la dependencia de la familia, el aislamiento social y la inactividad laboral.
La rehabilitación se centra en la recuperación de estas habilidades que hacen que la persona sea lo más autónoma y competente posible.
La rehabilitación, por tanto, tiene como fin último ayudar a las personas a que recuperen el mayor nivel de funcionamiento autónomo posible en cada caso, es decir, que las personas con enfermedad mental puedan llevar una vida lo más parecida posible a cualquier otra persona sana.
Para conseguir esto, la rehabilitación psicosocial dispone de una serie de programas que enseñan a las personas todo lo necesario para vivir en esta sociedad: desde cómo freír un huevo hasta cómo hacer amigos, cómo coger un autobús, reconocer su medicación, hacer la compra, controlar la ansiedad, etc.
Además de enseñar y habilitar al usuario, la rehabilitación presta apoyo y soporte a estas personas facilitándoles desde la progresiva integración en el mundo laboral, talleres protegidos, etc., así como el aprovechamiento de los distintos recursos sociales que pueden facilitar esa integración de la que hablábamos.
Un aspecto importante de la rehabilitación psicosocial, es que los programas de trabajo se adapten a lo que cada persona necesita. No todos los individuos con enfermedad mental tienen las mismas dificultades ni habilidades para poder funcionar en la comunidad. Es por esto por lo que la rehabilitación debe, en primer lugar, evaluar o conocer lo que necesita cada persona, para después diseñar su plan de rehabilitación particular.
Por tanto, me parece previo al trabajo del manejo de habilidades, el restablecer, en la medida de lo posible, para su posterior aprendizaje, los aspectos de la ATENCION, CONCENTRACIÓN Y MEMORIA.
Durante mucho tiempo se consideró que los trastornos cognitivos de la esquizofrenia eran un problema secundario en el desarrollo de la enfermedad y, por este motivo, no se consideró primordial dar un tratamiento específico1.
En las últimas décadas se ha observado un interés creciente, por parte de muchos autores, en elaborar teorías neuropsicológicas que expliquen los déficits cognitivos de la esquizofrenia2.
A estos trastornos cognitivos debemos añadir los efectos secundarios, o no deseados, de la medicación antipsicótica que reciben estos pacientes, que favorecen, al menos durante el tiempo de adaptación, la disminución de la atención, concentración percepción , memoria etc.
La atención es un elemento básico en los procesos cognitivos del individuo. Es decir, difícilmente se podrá realizar cualquier acto si estuviese ausente.
Según indica García (1997)3
“La atención es un mecanismo implicado directamente en la activación y el funcionamiento de los procesos y/u operaciones de selección, distribución y mantenimiento de la actividad psicológica”.
Esto es, que si no se puede fijar la atención, no activaremos las otras funciones psíquicas como la concentración, etc., base para un aprendizaje.
La concentración está relacionada con el fenómeno de la “percepción’: proceso psicofisiológico por el cual se toma conciencia de nuestra realidad. La concentración requiere de la atención, siendo la capacidad para aprender voluntariamente los estímulos fundamentales que caracterizan una tarea en un tiempo dado.
Nos concentramos en el estudio u otra actividad cuando la atención se mantenga insistentemente sobre dicha actividad o estudio, pero ésta, se verá favorecida si tenemos en cuenta una serie de elementos que más adelante enunciaremos.
La Memoria es la capacidad de adquirir, retener y utilizar secundariamente una experiencia (Vallejo Ruiloba)4.
Las personas adultas hacen mejor el aprendizaje desde su experiencia personal, que desde un nivel exclusivamente cognitivo.
De los muchos aspectos y tipos de memoria, me parece fundamental tener en cuenta que la memoria forma parte del conjunto de la vida psíquica y biográfica del individuo, a la cual influirá y la cual será influida por ella.
Expuestos estos términos de forma muy simple, ya que partimos del conocimiento de los mismos, debemos indicar que, precisamente el personal de Enfermería es el que, en el trabajo diario, puede valorar con bastante exactitud, cómo se encuentra el paciente en estos tres campos, así como establecer unos programas previos de recuperación de los mismos, antes de iniciar al paciente en otros programas.
Para ello me parecen una herramienta de máxima utilidad los Patrones de Salud de Marjory Gordon y, concretamente, la adaptación realizada por Fornés5 y 6 en Salud Mental, y de forma más especifica el Patrón Cognitivo-Perceptivo, donde se recoge el funcionamiento y adecuación tanto de los órganos de los sentidos, como de las capacidades sensoperceptivas y cognitivas. También describe habilidades cognitivas como el juicio y la toma de decisiones.
Los parámetros de registro y codificación del patrón cognitivo-perceptivo son los siguientes:
Nivel de conciencia y actitud respecto al entorno.
Atención y orientación (espacio-tiempo-persona).
Alteraciones perceptivas.
Memoria e inteligencia. Pensamiento y lenguaje. Expresión del lenguaje.
ASPECTOS QUE FAVORECE EL TRABAJO EN LA ATENCIÓN, CONCENTRACIÓN Y MEMORIA.
Desde mi experiencia, puedo decir que el mejor punto de partida para trabajar estos aspectos son:
la cotidianidad de la vida del paciente,
la motivación de éste, partiendo de la base que la persona es un ser individual y único.
el refuerzo.
Sin olvidar que cada paciente, parte de premisas distintas por la evolución de su enfermedad, su carrera psiquiátrica y su propia biografía.
Teniendo en cuenta estos factores, seremos capaces de encontrar esos ejercicios individualizados que estimularán al paciente a trabajar sobre estos aspectos cognitivos.
En ocasiones tendremos que negociar, (cuando el paciente no encuentre, aparentemente, motivación alguna para trabajar dichos ejercicios) e incluso es posible que aparezcan los “beneficios secundarios de sufrir la enfermedad” y éstos, no le permitan de manera consciente o inconsciente tomar el impulso necesario para participar en su restablecimiento cognitivo, teniendo que pactar las actividades hasta que exista suficiente motivación por parte del paciente.
Es más fácil recordar a un ser querido que a un desconocido; es más fácil retener una buena jugada de fútbol, que una conversación forzada; es más fácil concentrarse en un recuerdo bonito y verbalizarlo, buscando todos sus matices, que hablar de un futuro en ese momento inexistente; parece más integrador cómo vivencia la medicación el usuario y qué efectos tiene sobre él, que leerle el prospecto de la misma.
La vida diaria del paciente y de la familia (e incluso la actividad diaria de los profesionales) pueden ser las mejores aliadas para comenzar un trabajo de restablecimiento o recuperación de estos déficits. Pueden ayudarnos en muchas tareas que requieran de su concentración, atención o memoria.
Una vez restablecidas mínimamente estas áreas cognitivas, abordaremos los programas específicos, como, por ejemplo:
asociación de imágenes,
encadenar palabras,
auto-observación, etc.
Dichos ejercicios, de atención, concentración y memoria siempre deben estar ajustados a las limitaciones del paciente e irán aumentando progresivamente en dificultad, para no dañar la autoestima ni generar desmotivación.
Paralelamente se realizarán unos gráficos donde se registre la evolución individual del paciente en los tres campos expuestos. Observaremos fácilmente los progresos del paciente y las modificaciones que deberemos hacer en esta recuperación cognitiva.
Una de las premisas fundamentales del éxito, es que la actividad o ejercicio que se practique esté en mayor sintonía con el paciente, con lo que le rodea, con sus necesidades y su vida.
Otro de los aspectos a tener en cuenta para favorecer el área cognitiva es trabajar los patrones del sueño y descanso, de actividad y ejercicio y el patrón nutricional.
Todos sabemos que una buena oxigenación y ejercicio favorece el riego cerebral, y que el sueño es el reparador diario de nuestras neuronas, así como la alimentación (en esta última quisiera recordar que tanto el fósforo como el magnesio y la lecitina, son tres elementos que favorecen un mejor desarrollo mental.)
La lecitina de soja, tan saludable para la memoria, es un producto natural y fácil de añadir a la dieta diaria. Las verduras y frutas como antioxidantes son básicos en estas dietas. Los frutos secos y el chocolate, recargan la energía de forma inmediata.
No debiéramos dejar a nuestro organismo más de cuatro horas sin alimento, ya que está demostrado que este hecho baja claramente el rendimiento cerebral, afecta al ánimo y estimula la ansiedad.
La levadura de cerveza contiene tiamina, y junto al calcio y las vitaminas B y B1 ayudarán a la memoria y concentración. Conociendo de la importancia de la alimentación, pienso que Enfermería deberá elaborar dietas adecuadas para nuestros pacientes en general y más en aquellos que sufren déficit cognitivo.
CONCLUSIONES
Sabiendo que los patrones cognitivos en los individuos son distintos, especialmente en las personas que sufren de enfermedad mental severa o crónica, y teniendo en cuenta que en el proceso de cumplimiento de programas de habilidades sociales estos aspectos cognitivos mejoran sustancialmente, podemos concluir:
Primero, que el primer paso a dar para su rehabilitación es tener un perfecto conocimiento de sus discapacidades cognitivas, ya que éste es fundamental para su aprendizaje en sucesivos programas.
Segundo, que este aprendizaje se puede y debe hacer desde la vida diaria del paciente y contando con sus motivaciones para el restablecimiento.
Tercero, que tener en cuenta todos los aspectos de su salud y fundamentalmente los patrones de sueño y reposo, actividad y alimentación, pueden favorecer mucho los avances del paciente en este campo.
Cuarto, que si hay una recuperación, por muy pequeña que sea de estos déficits, nos encontraremos que el resto de los programas de rehabilitación, como es el aprendizaje del manejo de su medicación, de su enfermedad, habilidades para vivir independientemente, etc., van a ser mucho más fáciles de trabajar para el paciente y para los profesionales, y desde luego, bajo mi punto de vista, con mejores resultados y menos abandonos en su rehabilitación.
BIBLIOGRAFÍA
1, 2, 3. LA ATENCIÓN http://www.intras.es/htm/id/gradior/atención.pdf
Vallejo Ruiloba, J. Introducción a la psicopatología y la psiquiatría. Ed 3ª Madrid:Masson-Salvat, 1991; 143-144.
Fornés, J. Los registros de Enfermería en las nuevas técnicas de Salud Mental. Rol de Enfermería,223:56-63
Fornés Vives, J., Carballal Balsa. Mª Consuelo. Enfermería de Salud Mental y Psiquiátrica. ”Guía práctica de valoración y estrategias de intervención”. Panamericana, Madrid 2001. 74-79.
ISSN 1695-6141
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ACERCA DE SEARLE.
John R. SearleJohn Rogers Searle (nacido el 31 de julio de 1932, Denver, Colorado) es Slusser Professor de Filosofía en la Universidad de California, Berkeley, y es célebre por sus contribuciones a la filosofía del lenguaje, a la filosofía de la mente y de la conciencia, a las características de las realidades sociales frente a las realidades físicas, y al razonamiento práctico. Le fue concedido el premio Jean Nicod en 2000 y es miembro de la Academia Europea de Ciencias y Artes.
Aparte de su actividad académica, el profesor Searle fue también el primer profesor en ejercicio en unirse al Free Speech Movement en la Universidad de Berkeley. Searle estudió en la Universidad de Oxford gracias a una beca Rhodes.
John Searle es muy conocido por el desarrollo de un experimento mental llamado el argumento de la "Sala china". Lo creó para demostrar que el pensamiento humano no se compone de simples procesos computacionales.
Participó en el congreso internacional sobre el diálogo ciencia-fe, celebrado en el Vaticano el año 2000, como parte del Jubileo de los Científicos.[1]
Tabla de contenidos [ocultar]
1 Actos de Habla: Fuerza Ilocucional
2 Intencionalidad
3 Intencionalidad social
4 IA fuerte: La habitación china
5 Filosofía de la Mente: Naturalismo Biológico
6 Construcción de la realidad social
7 Notas
8 Obra editada en español
9 Enlaces externos
10 Lecturas
Actos de Habla: Fuerza Ilocucional [editar]Artículo principal: Acto de habla
Las primeras obras de Searle continuaron los trabajos de sus maestros John Langshaw Austin y P. F. Strawson. Concretamente, en actos de habla Searle desarrolla el análisis de Austin sobre los enunciados de acción o "performativos". Searle se centró en lo que Austin había llamado actos ilocucionarios, actos que se realizan diciendo algo. En estas sentencias (Actos de habla p. 31)
Juan fuma habitualmente.
¿Juan fuma habitualmente?
¡Juan, fuma habitualmente!
Ojalá Juan fumase habitualmente.
cada una tiene el mismo contenido proposicional (Juan fumando), aunque difieren en su fuerza ilocucional, ya que son, respectivamente, una aseveración, una pregunta, una orden y una expresión de deseo.
Searle asume que las fuerzas ilocucionales de una sentencia pueden describirse siguiendo reglas o condiciones especificables. Estas reglas establecen las circunstancias y el propósito de diferentes actos ilocucionarios. Searle utiliza cuatro tipos generales de reglas.
Por lo general una ilocución tendrá cierto contenido proposicional. Por ejemplo, una petición tendrá cierta acción futura en su contenido, mientras que una sentencia puede tener cualquier proposición como contenido. Algunas ilocuciones, como los saludos, no disponen de contenido proposicional.
Son necesarias ciertas condiciones previas para el éxito de cada tipo de ilocución. Por ejemplo, para realizar correctamente una petición es necesario que el oyente pueda realizar la acción solicitada y que el hablante crea que el oyente puede realizar dicha acción. Para que un saludo sea exitoso el oyente y el hablante bien acaban de encontrarse o acaban de haber sido presentados. Searle llama a esto condiciones preparatorias.
Un saludo puede no ser sincero, pero para agradecer realmente algo a alguien, es necesario que el hablante sea sincero, y para realizar una pregunta sincera el hablante ha de querer conocer la respuesta. Searle llama a esto la condición de sinceridad.
Según Searle, cada ilocución puede describirse en términos de lo que está intentando hacer. De esta forma una aseveración pretende que algo realmente es el caso. Una pregunta es un intento de elucidar cierta información. Agradecer pretende ser una expresión de gratitud. Este intento del hablante, o intencionalidad de una sentencia se convirtió en un aspecto principal de la obra posterior de Searle.
A pesar de que muchos lo creen, Searle jamás ha propuesto una definición clara de lo que son realmente los actos ilocucionarios. Los conceptos que sugiere varían sustacialmente a lo largo de los años (cf. Searle 1969, 1979, 1983).
Intencionalidad [editar]Searle posteriormente generalizó esta descripción basada en reglas de la fuerza ilocucionaria como un caso específico de intencionalidad. Searle identifica una propiedad de los fenómenos intencionales llamada la dirección de encaje. Por ejemplo, cuando vemos una flor nuestro estado mental se encaja con el estado del mundo, y la dirección de encaje es mente-a-mundo. Pero si alargamos la mano para coger la flor nuestro objetivo es hacer que el mundo encaje con nuestro estado mental, y en este caso la dirección de encaje es mundo-a-mente.
También desarrolla el término fondo (Background), utilizado aquí de forma bastante técnica, y que ha sido el origen de cierta discusión filosófica. Básicamente es el contexto dentro del cual ocurre el acto intencional. De forma significativa incluye la comprensión del mundo por parte del actor, así como la participación de otros en las actividades intencionales.
Intencionalidad social [editar]Searle crea una fuerte base teórica para el uso de la noción de intencionalidad en un contexto social. La intencionalidad es un término técnico filosófico que significa dotación de contenido (aboutness). La intencionalidad indica que alguien asocia cierto significado a un objeto, tal como una creencia acerca de él, su posesión, su desprecio, etc. Incluye el uso ordinario de pretensión pero lo amplía. En Collective intentions and actions, Searle busca explicar las intenciones colectivas como una forma de intencionalidad. En sus obras anteriores proporciona normativas referentes a la intencionalidad en el lenguaje. Searle desarrolla este tema buscando un conjunto de reglas que sean esenciales para la intencionalidad colectiva.
Searle sostiene este análisis con cinco tesis. Las tres primeras son:
1. El comportamiento intencional colectivo existe, y no es la suma de los comportamientos intencionales individuales.
2. La intencionalidad colectiva no puede reducirse a intencionalidades individuales.
3. Las dos tesis precedentes son consistentes con las siguientes restricciones:.
a. La sociedad se compone exclusivamente de individuos; no existe nada parecido a la conciencia de grupo o al espíritu de grupo.
b. La intencionalidad de grupo o individual es independiente de la falsedad o veracidad de las creencias del individuo.
Para satisfacer estas tesis, Searle desarrolla una notación para la intencionalidad colectiva que enlaza una intención individual con una colectiva, pero mantiene ambas intenciones separadas. En efecto, una intención individual puede tener como expresión una intención colectiva. La creación de una intención colectiva presupone que alguien comprende que otros pueden participar en la intención, de modo que:
4. La intención colectiva presupone un sentimiento de que el otro es un actor social que puede participar en una actividad colectiva.
Juntas, estas tesis conducen a la afirmación de que:
5. La teoría de la intencionalidad junto a la noción de trasfondo puede explicar la intencionalidad colectiva.
IA fuerte: La habitación china [editar]Véase también: Habitación china
El argumento en contra de lo que Searle denomina inteligencia artificial fuerte es parte de una posición más amplia en lo que respecta a la relación mente-cuerpo. La tesis central de la inteligencia artificial fuerte es que los procesos realizados por una computadora son idénticos a los que realiza el cerebro, y por lo tanto se puede deducir que, si el cerebro genera conciencia, también las computadoras deben ser conscientes. Para refutar esta posición, Searle desarrolla el siguiente experimento mental.[2]
Imaginemos que un individuo es colocado en una habitación cerrada al exterior en China. Por una rendija le son entregados papeles con símbolos chinos que desconoce absolutamente pues el individuo no conoce el idioma chino. Con unas instrucciones en inglés (o cualquiera que fuera su lengua madre) se le indica que debe sacar por la misma rendija una respuesta de acuerdo a un manual que se le ha entregado. En dicho manual sólo aparecen símbolos chinos de entrada y los correspondientes símbolos de salida. Así, el individuo puede localizar los símbolos que le son entregados y puede sacar papeles con símbolos diferentes. Los chinos que estén fuera de la habitación pensarán que la habitación conoce el chino pues han recibido respuestas satisfactorias. (Cfr. Test de Turing)
Searle considera que lo mismo ocurre con una computadora. Ésta manipula diferentes códigos sintácticos que nada tienen que ver con la comprensión semántica de los contenidos procesados. Evidentemente, el concepto de Intencionalildad está en el fondo del argumento de la Habitación china de Searle en contra de la inteligencia artificial.
Filosofía de la Mente: Naturalismo Biológico [editar]Véase también: Naturalismo Biológico
Searle considera que el famoso problema mente-cuerpo tiene una solución filosófica sencilla disponible desde hace más o menos un siglo: la conciencia es un fenómeno neurobiológico causado por el cerebro. La solución neurológica es más complicada y debemos esperar a que los neurocientíficos hagan su tarea.
Searle se opone tanto al dualismo como al materialismo, en favor de una posición a la que llama naturalismo biológico. El dualismo comete el error de considerar a la conciencia como una sustancia separada y por encima de lo material. El materialismo comete el error de negar los hechos básicos de la conciencia, inclusiva su existencia misma. Ambos están equivocados desde la raíz cartesiana que les dio origen. Las categorías físico y mental están cargadas con un significado antagónico del cual debemos deshacernos.
El naturalismo biológico considera a la conciencia como un rasgo de nivel superior del sistema nervioso. Searle considera que, de la misma manera en que las moléculas de H2O. tienen un modo de ser de tercera persona pero generan características de nivel superior como la solidez o la liquidez, de modo análogo el cerebro genera un rasgo a nivel del sistema que es la conciencia. La conciencia tiene una ontología (modo de existencia) de primera persona cuya principal característica es ser subjetiva, cualitativa y unificada, a diferencia de objetos no-conscientes cuya ontología es de tercera persona. Esta característica de la conciencia hace imposible reducirla a meros eventos neurobiológicos, a pesar de estar causada por ellos.
Construcción de la realidad social [editar]Searle ha aplicado recientemente su análisis de la intencionalidad a la construcción social. Su interés se centra en la forma en que ciertos aspectos de nuestro mundo se materializan como resultado de la intencionalidad combinada de aquellos que los usan. Por ejemplo, un billete de cinco euros es un billete de cinco euros tan sólo en virtud de la intencionalidad colectiva. Es debido a que alguien piensa que vale cinco euros y que otro también piensa que vale cinco euros que puede realizar su función económica. Esto es así independientemente de que el gobierno respalde el valor de la moneda. Imaginemos un caso en el que intentemos comprarle algo a alguien que no reconoce el valor del billete. A menos que le convenzamos de su valor, lo único que tenemos es un trozo de papel de colores. Por otro lado, un objeto no respaldado por ningún gobierno, tal como un sello antiguo, puede ser un objeto válido en una transacción comercial si ambos participantes están de acuerdo en ello. Tales objetos construidos socialmente impregnan nuestras vidas. El lenguaje que utilizamos, el concepto de propiedad y las relaciones con los otros dependen fundamentalmente de tales intencionalidades implícitas. Searle extiende su análisis de la realidad social a la creación de instituciones como el matrimonio y las universidades. Sostiene que tanto el valor del billete de cinco euros como la institución de la universidad han sido creados por tres principios primitivos: la intencionalidad colectiva, la asignación de función y las reglas constitutivas.
La aproximación de Searle a la construcción social es muy diferente y divergente de aquellos que sugieren que no existe una realidad independiente de la mente y que lo que llamamos realidad es una construcción social. Hacia el final de The Construction of Social Reality Searle presenta un argumento a favor del realismo. Sus argumentos no enfocan la construcción social de la realidad sino la construcción de la realidad social. Sostiene que "toda realidad social posee una estructura lógica consittuida lingüísticamente" en un artículo llamado Social Reality and Linguistic Representation.
____________________________
Notas [editar]↑ Culturas y fe
↑ "Minds, Brains and Programs", The Behavioral and Brain Sciences 3, pp. 417-424. (1980)
Obra editada en español [editar]Searle, John R. (1986), Actos de habla, Ediciones Cátedra. ISBN 978-84-376-0218-9.
Searle, John R. (1997), La construcción de la realidad social, Ediciones Paidós Ibérica. ISBN 978-84-493-0421-7.
Searle, John R. (1992), Intencionalidad, Editorial Tecnos. ISBN 978-84-309-2252-9.
Searle, John R. (1999), Intencionalidad en la filosofía de la mente, Ediciones Altaya. ISBN 978-84-487-1294-5.
Searle, John R. (2004), Lenguaje y ciencias sociales: diálogo entre John Searle y Crea, El Roure Editorial. ISBN 978-84-7976-030-4.
Searle, John R. (2004), Libertad y neurobiología : reflexiones sobre el libre albedrío, el lenguaje y el poder político, Ediciones Paidós Ibérica. ISBN 978-84-493-1666-1.
Searle, John R. (2004), Mente, lenguaje y sociedad: la filosofía en el mundo real, Alianza Editorial. ISBN 978-84-206-8605-9.
Searle, John R. (1985), Mentes, cerebros y ciencia, Ediciones Cátedra. ISBN 978-84-376-0569-2.
Searle, John R. (2000), El misterio de la conciencia, Ediciones Paidós Ibérica. ISBN 978-84-493-0895-6.
Searle, John R. (2000), Razones para actuar: una teoría del libre albedrío, Ediciones Nobel. ISBN 978-84-89770-75-1.
Searle, John R. (1996), El redescubrimiento de la mente, Editorial Crítica. ISBN 978-84-7423-742-9.
Searle, John R. (1977), La revolución de Chomsky en lingüística, Editorial Anagrama. ISBN 978-84-339-0354-9 ; Agotado.
Searle, John R. (1977), ¿Qué es un acto de habla?, Universidad de Valencia. Servicio de Publicaciones. ISBN 978-84-370-0028-2.
Enlaces externos [editar]Página personal de Searle en la Universidad de Berkeley
Conversaciones con Searle. Entrevista en la serie Conversations with History. Disponible en webcast y podcast.
Razones para actuar. Una teoría del libre albedrío
Conciencia y subjetividad. Introducción a la filosofía de la mente de John R. Searle.
Lecturas [editar]Por John Searle:
Consciousness - Annu Rev Neurosci. 2000;23:557-78. Review.
La conciencia
'Is the Brain a Digital Computer? Presidential Address to the American Philosophical Association
Speech Acts: An essay in the Philosophy of language, (1969) (Actos de habla, Ed. Cátedra, 2001 -quinta edición-)
The Campus War, (1971)
Expression and Meaning, (1979)
"Minds, Brains and Programs", The Behavioral and Brain Sciences.3, pp. 417-424. (1980)
Intentionality: An essay in the Philosophy of Mind, (1983) (Intencionalidad, Ed. Tecnos, 1992)
Minds, Brains and Science, Harvard University Press, Cambridge, Mass. (1984) (Mentes, cerebros y ciencia, Ed. Cátedra, 2001)
"Collective intentions and actions".(1990) in Intentions in Communication J. M. P. R. Cohen, & M. and E. Pollack. Cambridge, Mass.: . MIT Press: 401-416.
The Rediscovery of the Mind, (1992) (El redescubrimiento de la mente, Ed. Crítica, 1994)
The Construction of Social Reality, (1995) (La construcción de la realidad social, Ed. Paidos, 1997)
Rationality in Action, MIT Press, (2001)
The Rediscovery of the Mind, (1992) ISBN 0-262-69154-X
Mind: A Brief Introduction, (2004)
John Searle ganó en España el Premio Jovellanos de Ensayo con Razones para actuar : una teoría del libre albedrio, ed. Nobel, 2000. La edición se ve enriquecida con un completo glosario de los términos técnicos empleados por SEARLE.
Aparte de su actividad académica, el profesor Searle fue también el primer profesor en ejercicio en unirse al Free Speech Movement en la Universidad de Berkeley. Searle estudió en la Universidad de Oxford gracias a una beca Rhodes.
John Searle es muy conocido por el desarrollo de un experimento mental llamado el argumento de la "Sala china". Lo creó para demostrar que el pensamiento humano no se compone de simples procesos computacionales.
Participó en el congreso internacional sobre el diálogo ciencia-fe, celebrado en el Vaticano el año 2000, como parte del Jubileo de los Científicos.[1]
Tabla de contenidos [ocultar]
1 Actos de Habla: Fuerza Ilocucional
2 Intencionalidad
3 Intencionalidad social
4 IA fuerte: La habitación china
5 Filosofía de la Mente: Naturalismo Biológico
6 Construcción de la realidad social
7 Notas
8 Obra editada en español
9 Enlaces externos
10 Lecturas
Actos de Habla: Fuerza Ilocucional [editar]Artículo principal: Acto de habla
Las primeras obras de Searle continuaron los trabajos de sus maestros John Langshaw Austin y P. F. Strawson. Concretamente, en actos de habla Searle desarrolla el análisis de Austin sobre los enunciados de acción o "performativos". Searle se centró en lo que Austin había llamado actos ilocucionarios, actos que se realizan diciendo algo. En estas sentencias (Actos de habla p. 31)
Juan fuma habitualmente.
¿Juan fuma habitualmente?
¡Juan, fuma habitualmente!
Ojalá Juan fumase habitualmente.
cada una tiene el mismo contenido proposicional (Juan fumando), aunque difieren en su fuerza ilocucional, ya que son, respectivamente, una aseveración, una pregunta, una orden y una expresión de deseo.
Searle asume que las fuerzas ilocucionales de una sentencia pueden describirse siguiendo reglas o condiciones especificables. Estas reglas establecen las circunstancias y el propósito de diferentes actos ilocucionarios. Searle utiliza cuatro tipos generales de reglas.
Por lo general una ilocución tendrá cierto contenido proposicional. Por ejemplo, una petición tendrá cierta acción futura en su contenido, mientras que una sentencia puede tener cualquier proposición como contenido. Algunas ilocuciones, como los saludos, no disponen de contenido proposicional.
Son necesarias ciertas condiciones previas para el éxito de cada tipo de ilocución. Por ejemplo, para realizar correctamente una petición es necesario que el oyente pueda realizar la acción solicitada y que el hablante crea que el oyente puede realizar dicha acción. Para que un saludo sea exitoso el oyente y el hablante bien acaban de encontrarse o acaban de haber sido presentados. Searle llama a esto condiciones preparatorias.
Un saludo puede no ser sincero, pero para agradecer realmente algo a alguien, es necesario que el hablante sea sincero, y para realizar una pregunta sincera el hablante ha de querer conocer la respuesta. Searle llama a esto la condición de sinceridad.
Según Searle, cada ilocución puede describirse en términos de lo que está intentando hacer. De esta forma una aseveración pretende que algo realmente es el caso. Una pregunta es un intento de elucidar cierta información. Agradecer pretende ser una expresión de gratitud. Este intento del hablante, o intencionalidad de una sentencia se convirtió en un aspecto principal de la obra posterior de Searle.
A pesar de que muchos lo creen, Searle jamás ha propuesto una definición clara de lo que son realmente los actos ilocucionarios. Los conceptos que sugiere varían sustacialmente a lo largo de los años (cf. Searle 1969, 1979, 1983).
Intencionalidad [editar]Searle posteriormente generalizó esta descripción basada en reglas de la fuerza ilocucionaria como un caso específico de intencionalidad. Searle identifica una propiedad de los fenómenos intencionales llamada la dirección de encaje. Por ejemplo, cuando vemos una flor nuestro estado mental se encaja con el estado del mundo, y la dirección de encaje es mente-a-mundo. Pero si alargamos la mano para coger la flor nuestro objetivo es hacer que el mundo encaje con nuestro estado mental, y en este caso la dirección de encaje es mundo-a-mente.
También desarrolla el término fondo (Background), utilizado aquí de forma bastante técnica, y que ha sido el origen de cierta discusión filosófica. Básicamente es el contexto dentro del cual ocurre el acto intencional. De forma significativa incluye la comprensión del mundo por parte del actor, así como la participación de otros en las actividades intencionales.
Intencionalidad social [editar]Searle crea una fuerte base teórica para el uso de la noción de intencionalidad en un contexto social. La intencionalidad es un término técnico filosófico que significa dotación de contenido (aboutness). La intencionalidad indica que alguien asocia cierto significado a un objeto, tal como una creencia acerca de él, su posesión, su desprecio, etc. Incluye el uso ordinario de pretensión pero lo amplía. En Collective intentions and actions, Searle busca explicar las intenciones colectivas como una forma de intencionalidad. En sus obras anteriores proporciona normativas referentes a la intencionalidad en el lenguaje. Searle desarrolla este tema buscando un conjunto de reglas que sean esenciales para la intencionalidad colectiva.
Searle sostiene este análisis con cinco tesis. Las tres primeras son:
1. El comportamiento intencional colectivo existe, y no es la suma de los comportamientos intencionales individuales.
2. La intencionalidad colectiva no puede reducirse a intencionalidades individuales.
3. Las dos tesis precedentes son consistentes con las siguientes restricciones:.
a. La sociedad se compone exclusivamente de individuos; no existe nada parecido a la conciencia de grupo o al espíritu de grupo.
b. La intencionalidad de grupo o individual es independiente de la falsedad o veracidad de las creencias del individuo.
Para satisfacer estas tesis, Searle desarrolla una notación para la intencionalidad colectiva que enlaza una intención individual con una colectiva, pero mantiene ambas intenciones separadas. En efecto, una intención individual puede tener como expresión una intención colectiva. La creación de una intención colectiva presupone que alguien comprende que otros pueden participar en la intención, de modo que:
4. La intención colectiva presupone un sentimiento de que el otro es un actor social que puede participar en una actividad colectiva.
Juntas, estas tesis conducen a la afirmación de que:
5. La teoría de la intencionalidad junto a la noción de trasfondo puede explicar la intencionalidad colectiva.
IA fuerte: La habitación china [editar]Véase también: Habitación china
El argumento en contra de lo que Searle denomina inteligencia artificial fuerte es parte de una posición más amplia en lo que respecta a la relación mente-cuerpo. La tesis central de la inteligencia artificial fuerte es que los procesos realizados por una computadora son idénticos a los que realiza el cerebro, y por lo tanto se puede deducir que, si el cerebro genera conciencia, también las computadoras deben ser conscientes. Para refutar esta posición, Searle desarrolla el siguiente experimento mental.[2]
Imaginemos que un individuo es colocado en una habitación cerrada al exterior en China. Por una rendija le son entregados papeles con símbolos chinos que desconoce absolutamente pues el individuo no conoce el idioma chino. Con unas instrucciones en inglés (o cualquiera que fuera su lengua madre) se le indica que debe sacar por la misma rendija una respuesta de acuerdo a un manual que se le ha entregado. En dicho manual sólo aparecen símbolos chinos de entrada y los correspondientes símbolos de salida. Así, el individuo puede localizar los símbolos que le son entregados y puede sacar papeles con símbolos diferentes. Los chinos que estén fuera de la habitación pensarán que la habitación conoce el chino pues han recibido respuestas satisfactorias. (Cfr. Test de Turing)
Searle considera que lo mismo ocurre con una computadora. Ésta manipula diferentes códigos sintácticos que nada tienen que ver con la comprensión semántica de los contenidos procesados. Evidentemente, el concepto de Intencionalildad está en el fondo del argumento de la Habitación china de Searle en contra de la inteligencia artificial.
Filosofía de la Mente: Naturalismo Biológico [editar]Véase también: Naturalismo Biológico
Searle considera que el famoso problema mente-cuerpo tiene una solución filosófica sencilla disponible desde hace más o menos un siglo: la conciencia es un fenómeno neurobiológico causado por el cerebro. La solución neurológica es más complicada y debemos esperar a que los neurocientíficos hagan su tarea.
Searle se opone tanto al dualismo como al materialismo, en favor de una posición a la que llama naturalismo biológico. El dualismo comete el error de considerar a la conciencia como una sustancia separada y por encima de lo material. El materialismo comete el error de negar los hechos básicos de la conciencia, inclusiva su existencia misma. Ambos están equivocados desde la raíz cartesiana que les dio origen. Las categorías físico y mental están cargadas con un significado antagónico del cual debemos deshacernos.
El naturalismo biológico considera a la conciencia como un rasgo de nivel superior del sistema nervioso. Searle considera que, de la misma manera en que las moléculas de H2O. tienen un modo de ser de tercera persona pero generan características de nivel superior como la solidez o la liquidez, de modo análogo el cerebro genera un rasgo a nivel del sistema que es la conciencia. La conciencia tiene una ontología (modo de existencia) de primera persona cuya principal característica es ser subjetiva, cualitativa y unificada, a diferencia de objetos no-conscientes cuya ontología es de tercera persona. Esta característica de la conciencia hace imposible reducirla a meros eventos neurobiológicos, a pesar de estar causada por ellos.
Construcción de la realidad social [editar]Searle ha aplicado recientemente su análisis de la intencionalidad a la construcción social. Su interés se centra en la forma en que ciertos aspectos de nuestro mundo se materializan como resultado de la intencionalidad combinada de aquellos que los usan. Por ejemplo, un billete de cinco euros es un billete de cinco euros tan sólo en virtud de la intencionalidad colectiva. Es debido a que alguien piensa que vale cinco euros y que otro también piensa que vale cinco euros que puede realizar su función económica. Esto es así independientemente de que el gobierno respalde el valor de la moneda. Imaginemos un caso en el que intentemos comprarle algo a alguien que no reconoce el valor del billete. A menos que le convenzamos de su valor, lo único que tenemos es un trozo de papel de colores. Por otro lado, un objeto no respaldado por ningún gobierno, tal como un sello antiguo, puede ser un objeto válido en una transacción comercial si ambos participantes están de acuerdo en ello. Tales objetos construidos socialmente impregnan nuestras vidas. El lenguaje que utilizamos, el concepto de propiedad y las relaciones con los otros dependen fundamentalmente de tales intencionalidades implícitas. Searle extiende su análisis de la realidad social a la creación de instituciones como el matrimonio y las universidades. Sostiene que tanto el valor del billete de cinco euros como la institución de la universidad han sido creados por tres principios primitivos: la intencionalidad colectiva, la asignación de función y las reglas constitutivas.
La aproximación de Searle a la construcción social es muy diferente y divergente de aquellos que sugieren que no existe una realidad independiente de la mente y que lo que llamamos realidad es una construcción social. Hacia el final de The Construction of Social Reality Searle presenta un argumento a favor del realismo. Sus argumentos no enfocan la construcción social de la realidad sino la construcción de la realidad social. Sostiene que "toda realidad social posee una estructura lógica consittuida lingüísticamente" en un artículo llamado Social Reality and Linguistic Representation.
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Notas [editar]↑ Culturas y fe
↑ "Minds, Brains and Programs", The Behavioral and Brain Sciences 3, pp. 417-424. (1980)
Obra editada en español [editar]Searle, John R. (1986), Actos de habla, Ediciones Cátedra. ISBN 978-84-376-0218-9.
Searle, John R. (1997), La construcción de la realidad social, Ediciones Paidós Ibérica. ISBN 978-84-493-0421-7.
Searle, John R. (1992), Intencionalidad, Editorial Tecnos. ISBN 978-84-309-2252-9.
Searle, John R. (1999), Intencionalidad en la filosofía de la mente, Ediciones Altaya. ISBN 978-84-487-1294-5.
Searle, John R. (2004), Lenguaje y ciencias sociales: diálogo entre John Searle y Crea, El Roure Editorial. ISBN 978-84-7976-030-4.
Searle, John R. (2004), Libertad y neurobiología : reflexiones sobre el libre albedrío, el lenguaje y el poder político, Ediciones Paidós Ibérica. ISBN 978-84-493-1666-1.
Searle, John R. (2004), Mente, lenguaje y sociedad: la filosofía en el mundo real, Alianza Editorial. ISBN 978-84-206-8605-9.
Searle, John R. (1985), Mentes, cerebros y ciencia, Ediciones Cátedra. ISBN 978-84-376-0569-2.
Searle, John R. (2000), El misterio de la conciencia, Ediciones Paidós Ibérica. ISBN 978-84-493-0895-6.
Searle, John R. (2000), Razones para actuar: una teoría del libre albedrío, Ediciones Nobel. ISBN 978-84-89770-75-1.
Searle, John R. (1996), El redescubrimiento de la mente, Editorial Crítica. ISBN 978-84-7423-742-9.
Searle, John R. (1977), La revolución de Chomsky en lingüística, Editorial Anagrama. ISBN 978-84-339-0354-9 ; Agotado.
Searle, John R. (1977), ¿Qué es un acto de habla?, Universidad de Valencia. Servicio de Publicaciones. ISBN 978-84-370-0028-2.
Enlaces externos [editar]Página personal de Searle en la Universidad de Berkeley
Conversaciones con Searle. Entrevista en la serie Conversations with History. Disponible en webcast y podcast.
Razones para actuar. Una teoría del libre albedrío
Conciencia y subjetividad. Introducción a la filosofía de la mente de John R. Searle.
Lecturas [editar]Por John Searle:
Consciousness - Annu Rev Neurosci. 2000;23:557-78. Review.
La conciencia
'Is the Brain a Digital Computer? Presidential Address to the American Philosophical Association
Speech Acts: An essay in the Philosophy of language, (1969) (Actos de habla, Ed. Cátedra, 2001 -quinta edición-)
The Campus War, (1971)
Expression and Meaning, (1979)
"Minds, Brains and Programs", The Behavioral and Brain Sciences.3, pp. 417-424. (1980)
Intentionality: An essay in the Philosophy of Mind, (1983) (Intencionalidad, Ed. Tecnos, 1992)
Minds, Brains and Science, Harvard University Press, Cambridge, Mass. (1984) (Mentes, cerebros y ciencia, Ed. Cátedra, 2001)
"Collective intentions and actions".(1990) in Intentions in Communication J. M. P. R. Cohen, & M. and E. Pollack. Cambridge, Mass.: . MIT Press: 401-416.
The Rediscovery of the Mind, (1992) (El redescubrimiento de la mente, Ed. Crítica, 1994)
The Construction of Social Reality, (1995) (La construcción de la realidad social, Ed. Paidos, 1997)
Rationality in Action, MIT Press, (2001)
The Rediscovery of the Mind, (1992) ISBN 0-262-69154-X
Mind: A Brief Introduction, (2004)
John Searle ganó en España el Premio Jovellanos de Ensayo con Razones para actuar : una teoría del libre albedrio, ed. Nobel, 2000. La edición se ve enriquecida con un completo glosario de los términos técnicos empleados por SEARLE.
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