VIGILAR Y CASTIGAR[1]
Nada es más material, más corporal que el ejercicio de poder
Como sabéis voy a comentar las ideas principales de la obra Vigilar y castigar de Michael Foucault, también me he remitido a Microfísica del poder con la intención de resaltar la postura política de este autor e intentar romper con la ambigüedad en torno a esta -creada sobre todo por supuestas citas del autor sacadas de contexto para adornar un argumento cualquiera-. El esquema que voy a seguir consiste en una breve introducción a la obra de Foucault, para después contextualizar Vigilar y castigar y detenernos en los cambios que emergen en los siglos XVIII y XIX; este periodo es clave para analizar la actual sociedad disciplinaria, ya que se produce una crisis de la economía de los castigos y una reorganización del sistema punitivo (como veremos aparece el pueblo soberano frente al soberano, la disciplina frente al suplicio, poder positivo-constructor frente al negativo-represor... y se generaliza la prisión como forma de castigo) en el que se basa la sociedad actual.
Foucault nos muestra en sus obras que nada es más material, más corporal que el ejercicio de poder. Estudia la materialidad del poder desde sus extremidades; no trata de analizar las formas regladas y legitimadas del poder en su centro, sino de agarrarlo en su capilaridad, en sus instituciones más regionales donde no adopta la forma de grandes principios jurídicos sino de multiplicidad de tácticas que parecen neutras o sin importancia (el examen, la revisión médica, los test...) ‘Se trata en cierto modo de una microfísica del poder que los aparatos y las instituciones ponen en juego, pero cuyo campo de validez se sitúa en cierto modo entre esos grandes funcionamientos y los propios cuerpos con su materialidad y sus fuerzas.’ En Vigilar y castigar muestra como estos mecanismos microfísicos de poder, que los aparatos y las instituciones ponen en juego, se materializan en el cuerpo (tecnología política del cuerpo) Lo que busco, dice Foucault, es intentar demostrar cómo las relaciones de poder pueden penetrar materialmente en el espesor mismo de los cuerpos.
‘Hay que admitir en suma que este poder se ejerce más que se posee, que no es el “privilegio” adquirido o conservado de la clase dominante, sino el efecto de conjunto de sus posiciones estratégicas, efecto que manifiesta y a veces acompaña la posición de aquellos que son dominados. Este poder, por otra parte, no se aplica pura y simplemente como una obligación o una prohibición, a quienes “no lo tienen”; los invade, pasa por ellos y a través de ellos; se apoya sobre ellos, del mismo modo que ellos mismos, en su lucha contra él, se apoyan a su vez en las presas que ejerce sobre ellos.(...) El derrumbamiento de esos “micropoderes” no obedece, pues, a la ley del todo o nada; no se obtiene de una vez para siempre por un nuevo control de los aparatos ni por un nuevo funcionamiento o una destrucción de las instituciones; en cambio, ninguno de sus episodios localizados puede inscribirse en la historia como no sea por los efectos que induce sobre toda la red en la que está prendido’[2].
Los métodos de análisis que utiliza Foucault son la arqueología y la genealogía[3]. La genealogía, opuesta a las teorías totalitarias globales, se caracteriza por:
-Un saber minucioso, meticuloso que se adquiere mediante el rastreo de grandes cantidades de información... Trabaja con el material no noble frente a una historia de las cumbres (reyes, batallas espectaculares...)
-Se opone a la búsqueda del origen (Ursprung) metahistórico, sin fechas, que utiliza conceptos inamovibles[4]
-No parte de la idea de evolución continua, sino que trabaja con discontinuidades (en momentos concretos y por múltiples causas emerge algo)
Se produce, dice Foucault, un acoplamiento de los conocimientos eruditos y de las memorias locales que permite la constitución de un saber histórico de la lucha y la utilización de ese saber en las tácticas actuales. Se trata de una insurrección de los saberes sometidos, de hacer entrar en juego los saberes locales, discontinuos, descalificados, no legitimados... contra la instancia teórica unitaria que pretende filtrarlos, jerarquizarlos, ordenarlos en nombre del conocimiento Verdadero y de los derechos de una ciencia que está detentada por unos pocos.
Las genealogías no son retornos positivistas a una forma de ciencia más meticulosa o más exacta; las genealogías son precisamente anticiencias. Una búsqueda de la ‘insurrección de los saberes’ no tanto contra los contenidos, los métodos o los conceptos de una ciencia, sino y sobre todo contra los efectos de un saber centralizador que ha sido legado a las instituciones y al funcionamiento de un discurso científico organizado en el seno de una sociedad como la nuestra. La genealogía no funda, remueve lo que se percibía inmóvil, fragmenta lo que se pensaba unido, muestra la heterogeneidad.
La arqueología sería el método propio de los análisis de las discursividades locales y la genealogía la táctica que a partir de estas discursividades locales así descritas, pone en movimiento los saberes que no emergían, liberados del sometimiento.
En Vigilar y castigar aparece el poder como construcción positiva a través de múltiples tácticas a diferencia de las primeras obras en las que aparece una concepción puramente negativa (funcionamiento sólo por represión) que terminó por parecerle insuficiente. El cambio se produjo en el transcurso experiencias concretas a partir de los años 71-72 en relación con las prisiones, entonces sustituye el esquema jurídico y negativo por otro técnico (compuesto de múltiples tácticas) que lo elabora en Vigilar y castigar (publicada en 1975) y lo utiliza después en Historia de la sexualidad.
Antes de empezar con la obra en cuestión, considero interesante destacar que Foucault comenta en Microfísica del poder que las acciones puntuales y locales pueden llegar bastante lejos y pone como ejemplo la acción del GIP (grupo de información sobre las prisiones) en las que él participó activamente. Las intervenciones que realizan no parten del humanismo, no se proponían como objetivo último que las visitas a los prisioneros llegaran a ser de treinta minutos o que las celdas estuviesen provistas de retretes, sino llegar a que se pusiese en cuestión la división social y moral entre inocentes y culpables. Con la prisión se mantiene el terror del criminal, se agita la amenaza de lo monstruoso para reforzar la ideología del bien y del mal.
Señala las diferencias entre una práctica humanista y la que se desarrolla en el GIP:
Sobre el sistema penitenciario el humanista diría: Los culpables son culpables, los inocentes, inocentes. De todas formas un condenado es un hombre como los otros y la sociedad debe respetar lo que hay en él de humano: ¡en consecuencia, retretes!. Nuestra acción, por el contrario, no busca el alma o el hombre más allá del condenado sino que busca borrar esta profunda frontera entre la inocencia y la culpabilidad. (...)
Queremos cambiar la institución hasta el punto en que culmina y se encarna en una ideología simple y fundamental como las nociones de bien, de mal, de inocencia y de culpabilidad.(...)
Para simplificar, el humanismo consiste en querer cambiar el sistema ideológico sin tocar la institución; el reformismo en cambiar la institución sin tocar el sistema ideológico. La acción revolucionaria se define por el contrario como una conmoción simultánea de la conciencia y de la institución; lo que supone que ataca las relaciones de poder allí donde son el instrumento, la armazón, la armadura.
La obra Vigilar y castigar se nos presenta como una genealogía del actual complejo científico-judicial de los métodos punitivos, arrancando del corte epistemológico de los nuevos sistemas penales de los siglos XVIII-XIX, pero la obra desborda los límites de una genealogía penal, más bien es una genealogía de la moral moderna a partir de una historia política de los cuerpos[5]. Introduce en esta obra un elemento muy interesante: las relaciones poder-saber (el poder crea saber y este da lugar a relaciones de poder y las legitima), mostrando así el origen disciplinario de las ciencias humanas y estudiando su configuración a partir de la reestructuración del sistema penal. Se analiza aquí el cómo del poder, captando sus mecanismos desde dos puntos de relación, dos límites: las reglas del derecho -que delimitan formalmente el poder- y los efectos de verdad que este poder produce, transmite y que a su vez reproduce. Nos encontramos así con el triángulo: poder, derecho y verdad-saber.
Foucault aclara la pretensión de que su obra ‘debe servir de fondo histórico a diversos estudios sobre el poder de normalización y la formación del saber en la sociedad moderna’. En cuanto al método de investigación, no se limita al estudio de las formas sociales desde un punto de vista general, así se corre el riesgo por ejemplo de considerar los procesos de individualización de las penas como un inicio de la suavización punitiva en las mismas cuando, como veremos, es un efecto de la nueva táctica de poder y los nuevos mecanismos penales para que sean más eficaces y económicos. Para realizar su trabajo se centra en el modelo francés y hace uso de las siguientes reglas de estudio:
1- No centrar el estudio de los mecanismos punitivos en sus únicos efectos represivos, en su único aspecto de sanción, sino reincorporarlos a toda una serie de efectos positivos que pueden inducir, incluso si son marginales a primera vista. Considerar, por consiguiente, el castigo como una función social compleja.
2-Analizar los métodos punitivos no como simples consecuencias de reglas de derecho o como indicadores de estructuras sociales, sino como técnicas específicas del campo general de los demás procedimientos de poder. Adoptar en cuanto a los castigos la perspectiva de táctica política.
3- No separar para el estudio la historia del derecho penal y la de las ciencias
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