La recusación del goce fálico
(Un modelo vectorial)
Juan Dobon y Gustavo Hurtado
En el transcurso de nuestra investigación, nos vimos llevados a dar cuenta de lo que acontece cuando un sujeto es tomado en la pendiente del consumo a la adicción. Para ello concebimos un modelo vectorial de la toma adictiva. Hemos utilizado para su escritura lógica los matemas de Lacan que acompañan a las fórmulas de la sexuación del Seminario 20[1] de 1972. Es un modelo que didácticamente secuenciamos en tres tiempos.
1.- Primer tiempo: la recusación del falo y el Goce Cínico
En concordancia con los desarrollos acerca del goce cínico y de la ruptura del matrimonio con el falo planteados por los colegas de Toxicomanía y Alcoholismo, creemos que puede pensarse para cierto tipo de adicciones la posición del sujeto realizando un goce distinto al del fálico (ya se trate de Otro goce o bien una economía hecha a su medida). Desde esta nueva posición el sujeto genera la ilusión de sostenerse en un mundo segregado; ilusión transitoria de un “mundo feliz”. De esta manera este tipo de pacientes pretende producir un goce a la medida de su cuerpo donde, transitoria o definitivamente, cuestiona de hecho el fuera del cuerpo del goce fálico.
Se lee en este punto una doble segregación: segregación del Otro[2], es decir, ya no goza como todos, y segregación al Otro. En este último caso se trata de una segregación a los lazos de discurso que le proponen que goce “como todos”, como “cualquier otro”.
Planteamos aquí que sin saberlo este tipo de adictos configura un nuevo régimen de goce. Muchas veces en su discurso esto toma la pendiente moralista-moralizante de que sólo acceden a este régimen quienes comparten su manera y su compulsión de gozar.
Por otro lado, la ciencia positiva sustancializa el par adicto-droga otorgándole un sentido a las conductas observables del paciente con relación a las propiedades farmacológicas de la sustancia en cuestión.
De esta manera se funda un nuevo discurso: el discurso tóxico. Tóxico en su contenido, en su objeto y por sus consecuencias, ya que no hace más que reforzar la discriminación al desconocer por estructura la lógica de la segregación en juego.
La desconfianza de los autodenominados adictos en el saber del analista o de los discursos “psi” revela otro hecho de la estructura: la recusación del goce fálico y la estabilización que este produce con relación al saber inconsciente. La palabra pierde su valor de cambio y se transforma en artefacto, en puro artificio.
Esta desconfianza se anuda íntimamente con la posición cínica. Posición que, tal como la define Eric Laurent en Tres Observaciones sobre la toxicomanía, puede ser escrita matemáticamente como F0. Los colegas de Toxicomanía y Alcoholismo[3] (TyA) retoman a Laurent en este punto y amplían sus desarrollos.
La escritura de F0 la propone Lacan con relación a las psicosis, como un efecto en lo imaginario del “llamado vano hecho en lo simbólico a la Metáfora Paterna”. Esto es, Lacan habla de la ausencia de la regulación fálica del goce como consecuencia de la forclusión del Nombre del Padre, a partir de la que emerge un goce que retorna sobre el cuerpo del sujeto vivido como goce del Otro. Forclusión que escribe como P0 y pone en relación con el F0 .
Hasta aquí en coincidencia con esos trabajos, y en especial cuando se señala que es en la clínica donde se verifica la distancia existente entre este goce puesto en juego en las psicosis y el que entra en juego en cierto tipo de toxicomanías, ya que en éstas el goce no es vivido como del Otro.
Sin embargo apreciamos que no se trata tan sólo de una ruptura con el goce fálico, sino más bien de una operación que, abrevando en el discurso del derecho, preferimos denominar recusación del falo. Dado que creemos que no invalida una función sino que la declara no competente en una causa. En ciertas formas de presentación del heterogéneo grupo de las Patologías del Consumo la recusación del falo no implica necesariamente un fuera de falo total, sino que estos sujetos la restringen a las consecuencias de su vínculo con la sustancia. En estos casos no sólo está presente el significante del Nombre del Padre, sino que, incluso, esta recusación no debiera pensarse como definitiva o estructural. Dejando por fuera aquellos casos donde se ven asociados adicción y psicosis. No se trata pues de una ausencia de la regulación del goce fálico determinada por la forclusión del Nombre del Padre, sino de una operación de sustracción de la esfera de la significación y del goce fálico. En última instancia, lo que queda recusado es el discurso analítico.
Es por ello que preferimos escribir esta operación, la recusación del falo, para diferenciarla de la escritura de la ausencia de regulación del goce fálico en las psicosis, como F(0).
Escritura de una nueva modalidad de goce, en este caso, hecho a la medida del sujeto, que respeta los matemas que produce Lacan para acompañar las fórmulas de la sexuación presentadas en su Seminario 20 de 1972.
Esta escritura, lejos de ser una abstracción matemática, nos enseña que la posición del sujeto con relación a la causa de su deseo se encuentra regulada por el significante falo en su doble función. Es decir, tanto como el significante soporte del sujeto (soporte a su vez del medio sentido de la palabra) y como significante del goce. Significante fálico que, a su vez, modula la distancia entre la causa (a) y el puro imaginario (La tachado), escritura lacaniana de la imagen del cuerpo. La relación entre el sujeto y la causa (a) es fantasma. Fantasma que es el soporte de lo que para Freud es el Principio de Realidad.
En el lado mujer escribimos el lugar radicalmente otro en su fundamento. El La tachado es el topos donde los seres que asumen el estatuto de La mujer gozan de un cuerpo, sólo que de ese goce nada puede decirse.
En ciertas presentaciones de las adicciones vemos cómo la relación del sujeto con la causa, el fantasma, se ve distorsionada frente a la recusación del goce fálico.
Creemos que resulta arriesgado sostener que los adictos no tienen fantasma. Mas bien, pensamos que habría que apreciar cómo el sentido y soporte de su realidad psíquica puede verse modificado por la ruptura de este vector F ----- La tachado.
Lo que a nivel del grafo del deseo aparece como una vinculación unidireccional entre el deseo y el fantasma, se representa a la altura del Seminario 20 como una cuestión bastante mas compleja. Aparecen dos vías de acceso a la representación de la relación del sujeto con el deseo del otro. Una, la ya recorrida del fantasma; y otra, la relación entre el La tachado con el significante de la falta, por un lado, y con el falo (F), por el otro. Esta última regula la relación del Otro Goce con la función fálica. La recusación del falo afecta este vector y determina modificaciones en las relaciones y distancias entre la causa del deseo y el topos del La tachado, apareciendo lo que denominamos el pegoteo entre a y La.
2.- Segundo tiempo: Lo perpetuo o el pegoteo entre a y La tachado.
Es dado observar en la clínica de cierto tipo de adicciones una temporalidad suspendida, congelada. Forma atemporal del sufrimiento que remeda el tiempo de la reclusión carcelaria o manicomial. Toma al sujeto en la ruptura con las coordenadas de su realidad simbólico-imaginaria. Reversión del plus de gozar sobre el sujeto. Bajo este tiempo perpetuo apreciamos cómo también se ve comprometida su espacialidad. En estos casos, la realidad fantasmática y su ser se encuentran cooptados por un goce diferente al de la común medida (F). Esta economía de un cuerpo que goza en un sin-tiempo, que se “feminiza” y se debate en sensaciones sin retorno no es más que el efecto de pegoteo entre un sujeto tomado en posición de objeto (la causa de su deseo) y eso de lo que nada puede decirse, que es de qué goza el cuerpo del Otro, por estar irrevocablemente enajenado de su propio cuerpo.
Este pegoteo entre el a y el La tachado está reforzado y sostenido por otro tipo de objeto, que no es el objeto causa del deseo, el objeto a. El tóxico es un falso objeto de la demanda pulsional. Falso no por carecer de efectos, sino en la vía de lo que antes señalábamos al hablar de la necesidad (perdida para el hablante) y la inexistencia de un objeto natural para la satisfacción de una demanda. Esta vacilación no es específica de la toma adictiva. La observamos, por ejemplo, cuando el amante homologa y sustancializa el cuerpo de su partenaire, confundiendo el cuerpo de la amada con la causa que porta. Vana ilusión neurótica de hacer existir La mujer. Como puede apreciarse en la figura, la recusación (con el goce fálico) y el pegoteo (entre a y La tachado) en este segundo tiempo se ve reforzada por la presencia de un falso objeto.
Resulta interesante ver cómo Lacan sitúa del lado del no todo[4] estas tres inconsistencias (inconsistencia de lo simbólico: significante de la falta en el Otro; inconsistencia de lo imaginario: La tachada, e inconsistencia de lo real: objeto a, a las que ya hicimos referencia en Histeria y Cuerpo[5].
Lo que a nivel del grafo aparece como una vinculación unidireccional entre el deseo y el fantasma, se representa a la altura del Seminario 20 como una cuestión bastante más compleja, aparecen dos vías de acceso a la representación de la relación del sujeto con deseo del otro, una la ya recorrida del fantasma, y dos la relación entre el La tachado con el significante de la falta, por un lado, y con el falo, por el otro. Esta última regula la relación del Otro Goce con la función fálica y el goce del que de aquí se desprende la ruptura, la suspensión o el exceso de esta relación con el falo, determina modificaciones en las relaciones y distancias entre la causa del deseo y el lugar del La tachado.
La posición cínica se modula de esta manera hacia una feminización que no debemos confundir con el empuje a la mujer del que habla Lacan con relación a la psicosis paranoica. Feminización que se manifiesta en dos direcciones posibles: la autentificación de un goce con Dios en la vía de los místicos, los desasidos del humor y de los mágicos; todos ellos miembros de la legión de las formas extremas de la frustración de amor. La segunda vía nos conduce directamente a aquellos sujetos tomados en la posición de una frustración de goce.
3.- Tercer tiempo: los esclavizados ... y la frustración de goce.
La clínica nos enseña aquí que rotos los lazos con el Otro, perdidos el valor y las consecuencias de los actos, quienes se encuentran en este punto en el que la palabra ha extraviado además su dimensión de efectividad, se topan con una última barrera: la necesidad de la presencia de un Otro real. Los signos de su presencia o de su ausencia sumergen al así tomado en un circuito de demandas (pulsionales) arbitrario y caprichoso, absolutamente desregulado y desasido de la función estabilizadora que otorga el fantasma.
Como vemos, no se trata de grados o pasajes[6], sino de cortes en la vida del sujeto. Aquí la pendiente del modelo vectorial arroja al sujeto tomado por el falso objeto droga (en el sentido de la perdida por estructura del objeto de la necesidad), ilusoria y efectivamente transformado en un objeto “necesario”. Llegado a este punto la ruptura con el otro es sostenida en una posición de aislamiento. Rota la barrera del placer, el dolor y las “sensaciones” se apoderan del viviente, transformando su cuerpo en una pantalla donde se proyectan dichos pasajes de forma anárquica. Ruptura con el saber que deja margen únicamente para una verdad: “Yo (la Verdad) siento“.
Lo mortífero de esta relación ahuyenta todo intento humanista. Conocido es el mote (falso nombre) de “psicópatas” o “actuadores” con que se caracteriza a estos sujetos. Quienes así los denominan se apresuran a nuestro juicio a leer la provocación y el desafío que verdaderamente ponen en juego quienes llegan a este punto. La verdad que vanamente intentan encontrar es el valor de una palabra “que sirva”, un acto que sea “verdadero”. Esta mortificante experiencia se reedita cada vez que los dispositivos tradicionales fracasan al abordarlos a través de la palabra. No hacen más que hacer consistir un Otro (psi) a la medida de su rechazo.
El repetido fracaso de los dispositivos fundados en la ética de la palabra no debe hacernos retroceder en nuestro intento de establecer y reinstaurar una lógica de la cura en estos casos.
Cura que no puede pretenderse tal si no resitúa las coordenadas del saber (sobre su dolor), de una verdad que el significante no sutura; vía ésta que de evitarse sólo llama a un nuevo rechazo.
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[1] .- Lacan, Jacques; "Seminario Libro 20: Aun", Ed. Paidós, 1989.
[2] .- Tarrab, Mauricio; La segregación del Otro. En “Sujeto, Goce y Modernidad III: De la monotonía a la diversidad”. Toxicomanía y Alcoholismo. Atuel-TyA, Buenos Aires, 1995, pág. 43 y ss
[3] .- TYA forma parte de la red internacional de grupos del Campo Freudiano integrados por Argentina, Bélgica, Brasil, España, Francia, Italia. La red TYA investiga las incidencias de la clínica psicoanalítica en aquellos sujetos que se definen en relación al consumo de tóxicos. Se constituye como grupo a partir de la iniciativa de Jacques-Alain Miller en 1992, en el marco de la creación de la Escuela de la Orientación Lacaniana en Buenos Aires. TYA cuenta con dos publicaciones: la colección de los libros Sujeto, goce y modernidad y la revista Pharmakon.
[4] .- Imposibilidad de lo simbólico, el significante de la falta en el A, agujero de lo Real: el objeto a, y este lugar de la mujer que no existe (el La) lugar imposible para ambos sexos. Se trata de un nombre lógico; es el lugar de lo que no puede decirse del goce del otro que está perdido por estructura. No debemos confundir la causa del deseo del otro con el goce del otro. Al decir que la mujer no existe decimos que:
· no es universalizable (no se esta negando con esto a la función fálica en el campo de lo femenino, sino al universal femenino como lógica)
· así escribe Lacan la privación: a la mujer en lo real nada le falta, es decir su no castración. Pero la inexistencia de la excepción es lo que hace que falte el limite que cierra el conjunto del universo de discurso. La mujer tachada es un conjunto abierto.
· que no todo en ella está sujeto a la lógica de la función fálica .
Quedando de esta manera asentados al menos dos goces: en primer lugar, el fálico y, en segundo término, el Otro Goce, siendo para el hombre justamente éste el obstáculo para acceder al goce del cuerpo de la mujer por otra vía que no sea la fálica. En cuanto a las mujeres su relación con este Otro Goce no deja de ser una confrontación con el propio saber, ya que la mujer no puede decir algo de él “pero si puede decir lo que de él sabe”. La angustia, que linda allí con el deseo, nos recuerda el punto límite del cuerpo como soporte de la causa última del deseo. Allí el cuerpo desnuda su carácter de viviente mientras que lo inconmensurable y singular de ese Otro Goce reverbera en sus bordes, la piel y se abisma en sus agujeros.
[5] .- DOBON, Juan; HURTADO, Gustavo; ALLEGRO, Fabián y otros; Histeria y Cuerpo: Seminario Abierto de Psicoanálisis, EdAMA, Buenos Aires, 1995.
[6] .- Mucho menos de apelar a los continuos de riesgo o de consumo tan caros a los discursos sanitario, legal, preventivo y, en especial, al neo-conductismo.
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