¿CÓMO SE PUEDE PREVENIR LA VIOLENCIA
EN LA PAREJA?
FORMACIÓN DE PROFESIONALES F
Jorge Corsi,
En Echeburua, E. (1999) “Manual de Violencia Familiar”. Madrid,
Siglo XXI de Editores.
Epílogo.
FUNDACIÓN MUJERES
DOCUMENTACIÓN DE APOYO
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JORGE CORSI.
¿CÓMO SE PUEDE PREVENIR LA
VIOLENCIA EN LA PAREJA?
1. INTRODUCCIÓN 2
2. CONCEPTO DE PREVENCIÓN 5
3. PREVENCIÓN Y VIOLENCIA DOMÉSTICA 8
4. PROBLEMAS PLANTEADOS 11
Legislación sobre violencia doméstica
El funcionamiento de los sistemas policial y judicial.
La respuesta del sistema de salud frente a la violencia doméstica
Modos de tratamiento para las víctimas y los agresores.
Capacitación y reconversión de recursos humanos.
Necesidad de una política global.
5. CONCLUSIONES 18
6. BIBLIOGRAFÍA 19
INDICE
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VIOLENCIA EN LA PAREJA?
Cuando nos referimos a la Violencia en la Pareja, estamos aludiendo a todas las
formas de ABUSO que tienen lugar en las relaciones entre quienes sostienen o han
sostenido un vínculo afectivo relativamente estable.
Se denomina RELACIÓN DE ABUSO a aquella forma de interacción que, enmarcada en
un contexto de desequilibrio de poder, incluye conductas de una de las partes que,
por ACCIÓN o por OMISIÓN, ocasionan DAÑO FÍSICO Y/O PSICOLÓGICO a otro miembro de la
relación.
La investigación epidemiológica acerca del problema de la violencia doméstica ha
demostrado que existen dos variables que resultan decisivas a la hora de establecer
la distribución del poder y, por lo tanto, determinar la dirección que adopta la
conducta violenta y quienes son las víctimas más frecuentes a las que se les
ocasiona el daño. Las dos variables citadas son GÉNERO y EDAD. Por lo tanto, los
grupos de riesgo para la violencia en contextos privados
son las mujeres y los niños, definidos culturalmente
como los sectores con menos poder.
Dado que las mujeres son la población en riesgo, en la
literatura internacional se suele utilizar el término
VIOLENCIA DOMÉSTICA como equivalente a VIOLENCIA HACIA LA
MUJER EN EL CONTEXTO DOMÉSTICO.
La utilización de las distintas formas de violencia intrafamiliar, esto es: abuso físico,
emocional o sexual, supone el empleo de la fuerza para controlar la relación, y
habitualmente se ejerce desde los más fuertes hacia los má s débiles. Es por eso que
la violencia es entendida COMO UN EMERGENTE DE LAS RELACIONES DE PODER DENTRO DE UNA
FAMILIA.
INTRODUCCIÓN. DEFINICIONES PRELIMINARES
La utilización de las
distintas formas de
violencia intrafamiliar
supone el empleo de la
fuerza para controlar la
relación, y
habitualmente se ejerce
desde los más fuertes
hacia los más débiles.
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Los estudios realizados con familias que presentan problemas de violencia muestran
un predominio de estructuras familiares de corte autoritario, en las que la
distribución del poder sigue los parámetros dictados por los estereotipos culturales.
Habitualmente, este estilo verticalista no es percibido por una mirada externa, ya
que la imagen social de la familia puede ser sustancialmente distinta de la imagen
privada. Esta disociación entre lo público y lo privado, para ser mantenida, necesita
a veces de cierto grado de aislamiento social, que permite sustraer el fenómeno de
la violencia de la mirada de los otros.
Con sugestiva frecuencia, los antecedentes que emergen de la historia personal de
quienes están involucrados en relaciones violentas, muestran un alto porcentaje de
contextos violentos en las familias de origen. Los hombres violentos en su hogar
suelen haber sido niños maltratados o, al menos,
testigos de la violencia de su padre hacia su madre. Las
mujeres maltratadas también tienen historias de
maltrato en la infancia. La violencia en la familia de
origen ha servido de modelo de resolución de conflictos
interpersonales y ha ejercido el efecto de
“normalización” de la violencia: la recurrencia de tales
conductas, percibida a lo largo de la vida, las ha convertido en algo corriente, a tal
punto que muchas mujeres no son concientes del maltrato que sufren, y muchos
hombres no comprenden cuando se les señala que sus conductas ocasionan daño.
Los modelos violentos en la familia de origen tienen un efecto “cruzado” cuando
consideramos la variable género. Los varones se identifican con el agresor,
incorporando activamente en su conducta lo que alguna vez sufrieron pasivamente.
Las mujeres, en cambio, llevan a cabo un verdadero “aprendizaje de la indefensión”,
que las ubica más frecuentemente en el lugar de quien es víctima del maltrato en
las sucesivas estructuras familiares.(Corsi, 1994)
Lo que antecede es una apretada síntesis que intenta describir el fenómeno de la
violencia en la pareja, pero al mismo tiempo representa una guía para la
comprensión de los principales FACTORES DE RIESGO para esta problemática, a saber:
La violencia en la familia
de origen ha servido de
modelo de resolución de
conflictos
interpersonales y ha
ejercido el efecto de
“normalización” de la
violencia.
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?? Estructura familiar autoritaria y verticalista
?? Aprendizaje de roles de género estereotipados
?? Modelos de resolución violenta de conflictos en la familia de origen
?? Ausencia de modelos sociales que actúen como reforzadores negativos de
la violencia
?? Pautas culturales legitimadoras de la violencia
?? Respuestas institucionales y comunitarias inadecuadas para los casos
identificados
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El concepto de prevención proviene originalmente del movimiento de higiene
mental, a principios del siglo XX, pero cobra relevancia a partir de los trabajos de
Gerald Caplan en el área de salud mental comunitaria. En 1964 Caplan es el primero
que propone una definición más sistemática de la prevención, agrupando los
esfuerzos preventivos en tres categorías ya clásicas:
a. La prevención primaria es una tentativa de reducir la tasa de incidencia de
un determinado problema en la población, atacando las causas identificadas
del mismo, antes que éste pueda llegar a producirse. El objetivo es reducir la
probabilidad de aparición del problema. Los esfuerzos, por lo tanto, se
dirigen tanto a transformar el entorno de riesgo como a reforzar la habilidad
del individuo para afrontarlo.
b. La prevención secundaria es un intento de reducir la tasa de prevalencia
(es decir, el número de casos existentes) de un determinado problema. Los
esfuerzos se dirigen a asegurar una identificación precoz del problema y una
intervención rápida y eficaz.
c. La prevención terciaria tiene como objetivo reducir los efectos o las
secuelas de un determinado problema, tratando de evitar las recidivas. Los
esfuerzos se dirigen a proveer programas de recuperación y rehabilitación
para quienes han sido afectados por el problema.
Cowen (1982) plantea tres exigencias estructurales para que podamos hablar de
prevención primaria:
1. El programa debe dirigirse a un grupo o comunidad, y no a individuos.
2. El programa debe intervenir antes de que emerja el problema y estar
dirigido a la población en riesgo o vulnerable.
EL CONCEPTO DE PREVENCIÓN
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3. El programa debe apoyarse en sólidos conocimientos emergentes de la
investigación del problema de que se trate.
Desde una concepción basada inicialmente en el modelo biomédico, centrado en los
factores individuales, se ha ido avanzando en la dirección de la construcción de
modelos teóricos que sustentan el concepto de prevención en una mirada
proveniente de los desarrollos de la Psicología Comunitaria (ver Sánchez Vidal,
1988) y de los conceptos de Promoción de la Salud y de Educación para la Salud
(ver Costa y López, 1986, 1996).
La promoción de la salud pretende instaurar en la historia personal de la gente, de
las organizaciones y de las comunidades comportamientos que favorezcan la salud,
para lo cual es necesario introducir cambios en los contextos y en los
comportamientos de riesgo (Costa y López, 1986).
Desde una perspectiva ecológica, se trata de intervenir sobre los entornos de
riesgo, es decir, aquellos factores económicos, culturales, socio-ambientales,
institucionales, grupales, familiares (comprendidos como interdependientes) que
aumentan o disminuyen el potencial de salud para los individuos. Los aportes de la
Psicología Comunitaria han permitido el diseño de modelos como el de Competencia
(Albee, 1980; Costa y López, 1986) orientado a promover la competencia individual,
por una parte, y a desarrollar comunidades y organizaciones competentes, por la
otra.. Según el Modelo de Competencia, son tres los objetivos de las intervenciones
preventivas (Costa y López, 1986):
1. Optimizar las destrezas, habilidades y recursos personales de la
población (especialmente en los sectores definidos como vulnerables)
2. Optimizar las redes y sistemas de apoyo natural (garantizar una
adecuada planificación e los servicios, en función de las necesidades de
la comunidad), y
3. Optimizar el sistema de apoyo profesional (reconversión de los recursos
humanos)
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El modelo parte del supuesto que el problema se produce cuando un individuo no
cuenta con las habilidades personales ni el apoyo social suficiente para hacer frente
a las situaciones estresantes que se producen por razones evolutivas o accidentales.
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En un intento por establecer los nexos entre los conceptos discutidos en los dos
apartados anteriores, podríamos decir que dado que la identificación de causas
asociadas con el problema de la violencia doméstica indica que el uso de la violencia
para la resolución de conflictos intrafamiliares está vinculado con el aprendizaje a
partir de modelos familiares, grupales, institucionales y culturales, un programa de
PREVENCIÓN PRIMARIA podría ser definido como:
Un proceso que informa, motiva y ayuda a la población a adoptar y
mantener formas no violentas de resolución de conflictos familiares,
proporciona modelos de funcionamiento familiar más democráticos y
propugna los cambios en los contextos de riesgo necesarios para
facilitar esos objetivos, dirigiendo la formación profesional y la
investigación en esa misma dirección.
Desde el modelo de “educación para la salud”, podríamos hablar de una verdadera
educación para la no-violencia dirigida a las nuevas
generaciones, como alternativa a la “pedagogía negra”
(A.Miller, 1985) imperante en nuestra cultura. Asimismo,
teniendo en cuenta que la variable género ha sido
identificada como un factor relevante en el problema de
la violencia doméstica, resultaría esencial el diseño de un
modelo educativo no sexista, que permita flexibilizar los
estereotipos culturales relativos al género y que, a la
vez, incluya en el currículum de la educación formal el aprendizaje de métodos no
violentos para la resolución de conflictos interpersonales. La intervención preventiva
PREVENCIÓN Y VIOLENCIA DOMÉSTICA
Teniendo en cuenta que
la variable género ha
sido identificada como
un factor relevante en el
problema de la violencia
doméstica, resulta
esencial el diseño de un
modelo educativo no
sexista.
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Las acciones
puestas en marcha
desde la prevención
terciaria deben
emprenderse
simultáneamente en
varios niveles y se
hallan mutuamente
interrelacionadas.
sobre contextos de riesgo implica el entrenamiento de los futuros padres y madres
en métodos disciplinarios no violentos, como un modo de proporcionar a las nuevas
generaciones modelos alternativos de ejercicio del poder intrafamiliar.
Identificados los factores de riesgo a partir de la investigación del problema de la
violencia doméstica, tanto en los contextos como en los individuos, un programa de
PREVENCIÓN SECUNDARI A tiende a elaborar estrategias de intervención que, dirigidas a
la población más vulnerable, le proporcione
recursos para la identificación temprana del
problema y un apoyo social eficiente y accesible.
Incluye la reconversión de los recursos profesionales
y los agentes comunitarios (educadores,
profesionales de la salud, religiosos, policía, agentes
judiciales) para que comprendan adecuadamente
el problema e instrumenten respuestas no
victimizadoras. La capacitación permanente sobre el problema de la violencia
doméstica, al mismo tiempo, facilita la detección precoz del problema en sus fases
iniciales por parte de las organizaciones comunitarias (escuela, hospital, iglesia,
policía, instituciones recreativas, etc.). En este plano, es importante subrayar que
esta tarea se enfrenta con obstáculos derivados de la resistencia al cambio de los
sectores profesionales y de las instituciones, que suelen dificultar la concreción de
los objetivos propuestos.
Finalmente, la PREVENCIÓN TERCIARIA consiste en asegurar los recursos asistenciales
para una adecuada respuesta médica, psicológica, social y
legal a la población afectada por el problema. Incluye
medidas de protección a las víctimas y programas
especializados en la atención de víctimas y agresores.
Como se verá, las acciones deben emprenderse
simultáneamente en varios niveles y se hallan mutuamente
interrelacionadas, lo cual implica un compromiso
multidisciplinario e interinstitucional. Una de las dificultades
comúnmente señaladas en las comunidades en las que se desarrollan programas de
La prevención
secundaria tiende a
elaborar estrategias de
intervención que
proporcionen recursos
para la identificación
temprana del problema y
un apoyo social
eficiente y accesible.
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prevención de la violencia doméstica, es la desconexión entre los distintos recursos
comunitarios, tanto por razones conceptuales, operativas, ideológicas o
simplemente personalistas. Esta falta de integración de los recursos redunda
siempre en perjuicio de las personas afectadas por el problema, generándose el
fenómeno de la victimización secundaria.
El Consejo de Europa, ya en su informe de 1987 resaltaba “…la necesidad de una
coordinación de las acciones llevadas a cabo por los especialistas y organismos
interesados. También en este punto la investigación ha confirmado que es necesario
mejorar con toda urgencia la coordinación y cooperación entre los numerosos
servicios que se ocupan de estos problemas. Si esto falta, las distintas medidas de
ayuda se contraponen unas a otras y las familias padecen las consecuencias.”
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Después de haber recorrido de modo sucinto los elementos que, en diferentes
contextos, permiten acercarnos a la comprensión del fenómeno de la violencia hacia
la mujer en el ámbito doméstico, es necesario señalar algunos problemas cruciales
que necesitan ser considerados a la hora de pensar respuestas preventivas a este
grave problema social. Sin la pretensión de enumerarlos en su totalidad ni de agotar
la discusión en torno a cada uno de ellos, nos limitaremos a plantearlos, dejando
abierta la cuestión como un posible disparador para la elaboración de propuestas.
1. La cuestión de la legislación sobre Violencia Doméstica.
Dado que la mayoría de las víctimas de la violencia intrafamiliar son las mujeres y
los niños, una adecuada respuesta legislativa al problema debería articularse con
instrumentos internacionales tales como la Declaración de los Derechos Humanos
(1948), la Declaración de los Derechos del Niño (1959), la Convención para la
Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (1979) y los Principios Básicos de
Justicia para las Victimas del Crimen y del Abuso de Poder
(1985).
Diversos países han llevado adelante reformas legislativas
para atender el problema específico planteado por la
Violencia Doméstica, y algunos de ellos han promulgado
Leyes sobre Violencia Doméstica, de diferente alcance.
La principal discusión en torno a las reformas legislativas se basa en si la figura de
la violencia intrafamiliar debe ser penalizada o no. En un manual publicado por las
Naciones Unidas (1993) se señala la existencia de argumentos en favor o en contra
PROBLEMAS PLANTEADOS EN RELACIÓN CON LA PREVENCIÓN DE LA
VIOLENCIA DOMÉSTICA.
La principal
discusión en torno a
las reformas
legislativas se basa
en si la figura de la
violencia
intrafamiliar debe
ser penalizada o no.
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de la criminalización. Quienes están en contra de penalizar la conducta violenta
hacia la mujer en el contexto doméstico, prefieren las estrategias de mediación,
conciliación y rehabilitación terapéutica. Un sector intermedio enfatiza el rol
protector de la ley y señala la necesidad de reformas legislativas que garanticen la
protección de las víctimas de violencia doméstica. Un tercer grupo de opiniones
enfatiza el hecho de que la violencia doméstica debe ser considerada como un delito
y, por lo tanto, penalizada criminalmente.
En todo caso, cualquiera fuera el criterio que prevalezca, lo que no se pone en duda
es la necesidad de contar con una legislación específica en torno del tema, que
permita orientar la acción de la justicia y que obre a la manera de una mirada social
sobre un problema tradicionalmente considerado privado.
2. El funcionamiento de los sistemas policial y judicial.
Estrechamente vinculado con el problema de la legislación, los modos y
procedimientos en el ámbito policial y judicial deben ser reformulados a la luz de los
actuales conocimientos en torno al problema de la Violencia Doméstica, para
asegurar los derechos de las víctimas y para prevenir la
victimización secundaria durante el proceso legal.
Las respuestas tradicionales de la policía frente al problema
necesitan ser reconsideradas, sobre todo cuando
contribuyen a aumentar la indefensión de la víctima. Para
ello, se ha intentado la constitución de cuerpos especiales
de la policía para el tratamiento de casos de violencia
doméstica, tales como organizaciones gubernamentales y
no gubernamentales dedicadas al apoyo y tratamiento de
las víctimas de violencia doméstica, refugios temporarios, sistema judicial, etc.
Las dificultades que suele enfrentar la Justicia ante los casos de Violencia
Doméstica, también son señaladas por el documento de Naciones Unidas:
La creación de
unidades con
personal
especializado
resulta de utilidad
cuando estos
organismos se
integran a una red
más amplia de
recursos
comunitarios.
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?? El deficiente marco legal existente en la mayoría de los países para
tipificar el problema.
?? Los puntos de vista y creencias prejuiciosas que todavía afectan a jueces,
fiscales y aún a los propios abogados defensores de las victimas.
?? La resistencia mostrada por las víctimas para cooperar en el proceso legal
?? Los serios problemas para aportar pruebas y evidencias
?? La indefensión del sistema judicial para hacer cumplir las sentencias, lo
que las vuelve ineficaces.
?? La competencia inespecífica de los tribunales (es decir, que junto a los
casos de violencia doméstica, los jueces deben abocarse a diversas otras
problemáticas).
Frente a estas dificultades, se han sugerido modificaciones de los procedimientos
judiciales, que incluyen, entre otras, recomendaciones acerca de la creación de
tribunales especializados, con equipos interdisciplinarios (en Canadá, por ejemplo,
existen las denominadas “Court Clinic”), la creación de la figura del “testigo
experto”, el desarrollo de sentencias alternativas (que incluyen, por ejemplo, el
mandato de tratamiento o rehabilitación de los agresores), y el énfasis en asegurar
la seguridad de la víctima, incluyendo intervenciones preventivas que son ajenas a
la mayoría de los procedimientos judiciales actuales.
3. La respuesta del sistema de salud frente a la Violencia Doméstica.
Como ya señalamos, el sector Salud es renuente a considerar al problema de la
Violencia Doméstic a, aunque esta haya sido definida como un problema de Salud
Pública por parte del Primer Seminario Subregional sobre Violencia contra la Mujer,
organizado por la Organización Panamericana de la Salud (1992).
En un interesante estudio de Hilberman y colaboradores (citado por Koss,1989),
120 mujeres que habían pasado por una evaluación psiquiátrica, fueron luego
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interrogadas acerca de la violencia en el hogar. Se pudo comprobar que 60 de ellas
habían sufrido alguna forma de violencia por parte de sus compañeros. Sin
embargo, la existencia de violencia doméstica había sido detectada sólo en 4 casos,
en el curso de la evaluación psiquiátrica previa. Otro estudio examinó las historias
clínicas de un servicio de urgencias de un hospital y estableció que 20 de cada 100
pacientes mujeres eran víctimas de violencia y que la mitad de las heridas por las
cuales habían concurrido al servicio se habían producido en el contexto de la
violencia doméstica. Sin embargo, los médicos solo habían diagnosticado la
violencia en un caso cada 25.
Las características propias del fenómeno de la
Violencia Doméstica generan dos conductas que se
potencian mutuamente: por una parte, la mujer tiende
a ocultar su condición de víctima de violencia, por
motivos que van de la vergüenza al miedo; por la otra,
los médicos y otros profesionales no detectan ni
identifican el factor violencia doméstica en el contexto
de una consulta clínica o psiquiátrica.
La actitud de los profesionales del área Salud que reciben las consultas es decisiva:
cuando consideran (a partir de un conocimiento específico del tema) el problema de
la violencia y el maltrato como posible factor generador de sintomatología, dan el
primer paso para una adecuada respuesta a la mujer que consulta (que suele incluir
la derivación a servicios u organismos especializados). En cambio, si lo desconoce,
lo niega o lo minimiza, está sentando las bases para una segunda victimización a la
cual es sometida la mujer.
Por una parte, la mujer
tiende a ocultar su
condición de víctima de
violencia; por la otra, los
médicos y otros
profesionales no detectan
ni identifican el factor
violencia doméstica en el
contexto de una consulta
clínica o psiquiátrica.
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4. El problema de los modelos de tratamiento para las víctimas y para
los agresores.
A partir de la investigación en torno al problema de la Violencia Doméstica, se ha
puesto reiteradamente en duda el valor de los modelos tradicionales de tratamiento
psicológico, tanto para las mujeres víctimas de violencia, como para quienes la
ejercen. Es por eso que se han desarrollado, en los últimos 20 años, modelos de
abordaje específicos, que incluyen, como componente común, la grupalidad. Los
grupos para mujeres maltratadas (Ferreira, 1992) y los grupos para hombres
violentos (Corsi, 1995) han sido diseñados, metodológicamente, para atender la
especificidad de la problemática.
Esta respuesta se inscribe dentro de una tendencia global que caracteriza a la
indagación actual acerca de los modelos terapéuticos, que se basa en la
consideración de la necesidad de diseñar procedimientos específicos para problemas
específicos (en contraste con una tendencia mantenida hasta no hace mucho
tiempo, consistente en aplicar un mismo modelo terapéutico a problemáticas
disímiles).
5. La capacitación y la reconversión de recursos humanos como
estrategia para prevenir la segunda victimización.
En la misma línea de lo señalado en los puntos anteriores, se torna crucial el
problema de la reconversión de los recursos humanos, a la hora de intentar dar una
respuesta adecuada al problema de la Violencia
Doméstica.
Hasta el momento, la mayoría de los recursos
profesionales eventualmente involucrados en el
tratamiento de algún aspecto del problema
(abogados/as, médicos/as, psicólogos/as,
trabajadores/as sociales, policías, etc.) no suelen contar, en su formación de grado,
Las estrategias varían
desde proponer
formaciones de postgrado
interdisciplinarias, hasta
la organización de
múltiples formas de
capacitación por sectores.
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con elementos conceptuales y metodológicos que les permitan abordar con
especificidad los casos de violencia doméstica. Ello suele derivar en respuestas
erróneas y a menudo victimizadoras, que se pueden traducir en un asesoramiento
inadecuado, un enfoque terapéutico riesgoso o la confección de informes periciales
forenses que perjudican a las víctimas.
Las estrategias frente a esta dimensión del problema varían desde proponer
formaciones de postgrado interdisciplinarias, hasta la organización de múltiples
formas de capacitación por sectores, que brinden los elementos para una adecuada
comprensión del problema y reduzcan la probabilidad de respuestas
secundariamente victimizadoras.
6. La necesidad de formular una política global sobre el problema de la
Violencia Doméstica.
Finalmente, si echamos una mirada de conjunto a todo lo discutido anteriormente,
surge la evidencia de que el tema de la violencia hacia la mujer en el contexto
doméstico, entendido como un problema social, no puede recibir una adecuada
respuesta si no existe una integración de recursos que esté facilitada por la
formulación de una política global en torno del tema, que contemple
simultáneamente acciones en los niveles legislativo, judicial, policial, de salud, de
educación, de seguridad social, de empleo., etc.
En el marco de una política global como la descrita, resulta posible pensar una serie
de acciones e intervenciones dirigidas a diferentes niveles, que se originan en
objetivos tales como los propuestos (Corsi, 1994):
?? Develar los mitos y estereotipos culturales que sirven de basamento
a la violencia.
?? Concienciar a la comunidad acerca de la violencia familiar entendida
como un problema social.
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?? Proporcionar modelos alternativos de funcionamiento familiar, más
democráticos y menos autoritarios.
?? Alentar la existencia de una legislación adecuada y específica para el
problema de la violencia doméstica.
?? Promover la creación de una red de recursos comunitarios para
proveer apoyo y contención a las víctimas de la violencia.
?? Crear programas de tratamiento y recuperación para víctimas y para
perpetradores de violencia intrafamiliar.
?? Utilizar los medios masivos de comunicación para informar y
desmitificar acerca del problema.
?? Proponer modificaciones en la estructura y en los contenidos del
sistema de educación formal.
?? Crear programas de capacitación para profesionales, educadores y
otros sectores involucrados, para prevenir la victimización
secundaria.
?? Desarrollar programas de prevención dirigidos a niños de distintas
edades, con el fin de que identifiquen las distintas formas de abuso y
se conecten con formas alternativas de resolución de conflictos.
?? Orientar los tratamientos, en el nivel individual, hacia un incremento
de la autoestima, reducción del aislamiento social y configuración de
vínculos más igualitarios y menos posesivos.
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Preguntarse cómo se puede prevenir la violencia en la pareja implica preguntarse
acerca de cual es la etapa en la que nuestras comunidades se encuentran con
relación a la percepción social del problema, el estado actual de la investigación
sobre el tema y la voluntad política que cada Estado tenga para la formulación de
una política global de prevención que abarque los sectores Educación, Salud,
Justicia y Acción Social. Como se verá, se trata de mucho más que una simple
discusión técnica o metodológica acerca de cómo implementar programas de
prevención (que las hay, y muy buenas). Las profundas raíces históricas y culturales
que tiene la violencia hacia la mujer en el contexto doméstico hacen que
preguntarse acerca de su prevención implique cuestionar las bases mismas de la
cultura patriarcal en la que todos nosotros hemos nacido. No obstante, no caigamos
en la impotencia a la que nos reducen los objetivos utópicos, y demos los pasos
posibles en la dirección apuntada, con la conciencia de que ningún sector en forma
aislada podrá llevar adelante esta compleja tarea.
CONCLUSIONES
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?? Caplan, G. (1964) “Principios de Psiquiatría preventiva”. Editorial Paidos,
Buenos Aires.
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?? Corsi, J. (comp.) (1994) “Violencia Familiar. Una mirada interdisciplinaria
sobre un grave problema social”. Ed. Paidós, Buenos Aires.
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REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
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¿CÓMO SE PUEDE PREVENIR LA
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