21 sept 2008

RELACIONES DE GENERO EN LA PROSTITUCION

Relaciones de género en la prostitución. Construcción social de nuevas subjetividades. Investigación de la F. de Trabajo Social U.N. de E. Rios. 1a. parte.


Investigación que indaga los procesos de interacción entre mujeres en situación de prostitución, y clientes. La investigación en profundidad a través de entrevistas e historias de vida, amoliar la mirada acerca de un fenómeno naturalizado y sin cuestiona





LEVANDO ANCLAS: NUESTROS MUELLES DE EMBARQUE






Creatividad conceptual y resignificación de desavenencias




Puestas en situación de trazar retrospectivas en esta investigación, el esfuerzo se inclina a cruzar recurrencias con figuras metafóricas.




Si esto aparece entramado en diferentes producciones de equipo efectuadas durante nuestro trabajo investigativo, lejos está de delatar una pura veleidad estética.




Nos habla en cambio de voluntades adscriptas a lo que Braidotti denomina “formas de creatividad conceptual” (Braidotti, 2000: 79).




Ellas entran en disputa con el carácter preformativo de ciertos lineamientos “rígidos, tediosos y rutinarios del lenguaje académico” (Braidotti, 2000: 79) de los que deviene -demasiado a menudo- la captura de los conceptos en planos nebulosos e inteligibles.


A modo de entidades fundamentalmente abstractas, trascendentales y a- históricas, que no logran reconciliarse con los avatares de nuestra existencia.


De la obra de autores como Deleuze- Guattari (1988), es posible inferir además una importante premisa: los conceptos no se sitúan sólo en el plano del pensamiento, sino también en el de los afectos.


Se encarnan en nuestros cuerpos, nos afectan y afectan al mundo. Lo que implica resignificar las “desavenencias” en el divorcio cabeza/ cuerpo impuesto por la tradición del pensamiento occidental.


Para muchas/os tal vez esto remita a una especie de acto impío que corroe cimientos en la construcción del conocimiento científico.


Para otras / os (entre quienes nos contamos) se constituye por el contrario- y por sus efectos potenciales- en un imperativo teorético/ político. Imperativo que ha cobrado especial relevancia en este proceso investigativo, habida cuenta del manto controversial que envuelve la situación de prostitución y más particularmente, la figura de las mujeres que la ejercen.


Sobre la base de lo expuesto, es conveniente añadir que en cada párrafo de este estudio balbucea una polifonía de voces y que en todos se filtra lo intempestivo de la vida.


De navegaciones y cartografías


Si hemos de re- encontrarnos con las primeras líneas emprendidas y con las vastas implicancias de un trabajo que ha excedido los dos años de duración, quizás resulte propicia la imagen de una travesía, de una azarosa navegación.


Decidimos embarcamos tras las pistas de un problema: en una sociedad donde los códigos morales han sido flexibilizados y supuestamente tendería a desdibujarse la doble m ual, no sólo llama la atención la permanencia de la prostitución, sino su crecimiento y diversificación.


En los últimos años ella ha adquirido mayor visibilidad pública: la oferta y la demanda se disemina entre calles, hoteles, agenda empresarial, red virtual, turismo” amoroso” de la prensa.


Adquiere relevancia en los medios de comunicación gráficos o audiovisuales. No es patrimonio exclusivo de sectores empobrecidos, sino que se extiende a otros sectores sociales y es ejercida tanto por mujeres como por varones.


Entre las primeras y los segundos, hay quienes reclaman ser consideradas / os Trabajadoras / res uales promoviendo diferentes formas de defensa de sus derechos a través de organizaciones gremiales que integran y participan de los movimientos sociales.


La precisión de nuestra lupa sobre la prostitución callejera ejercida por mujeres mayores de veintiún años, estuvo guiada por una sospecha: las condiciones de vulnerabilidad y discriminación que- aún en el marco antes descrito - puede comportar la serie mujer/ pobre/ prostituta.


Entre los pertrechos de nuestras mochilas, contaba la firmeza de una decisión por todas compartida: no calcar mapas previos.


Fundamentalmente los legados por aquellas incursiones disciplinares en el territorio de la prostitución que han exaltado con rojo un rumbo unívoco: la figura de las mujeres que la ejercen.


Construidas desde sentidos que oscilan entre la peligrosidad y el contagio hasta la redención y rescate de las víctimas, quedan atrapadas en los círculos concéntricos de lo unívoco.


En el trabajo de fijar coordenadas debe contemplarse sin embargo una multiplicidad de líneas y por tanto, adquieren significación algunas obliteraciones efectuadas.


En principio, las voces de las propias involucradas. En términos generales ellas han sido habladas, pero “ ser hablado implica un ser que habla, no menos que alguien que es atravesado por las voces de los otros” (Mizraje, 1999:15).


En otro plano advertimos una constante: la omisión discursiva de la figura del cliente en la relación de prostitución. Omisión no casual y sí “parte del poder de exclusión del discurso, que de esta manera borra las huellas de la producción de una práctica social, dejando como únicas responsables a las mujeres y eximiendo de responsabilidad a los hombres” ( A1: 21).


A nuestro criterio, una perspectiva de interpretación relacional no podía escindir entonces la figura y la voz del cliente de la práctica social a ser investigada.


En orden a contemplar otras rutas de navegación en torno a la construcción social de subjetividades y a sus inscripciones en la relación de prostitución, debimos adiestrarnos en una ardua tarea: trazar nuevas cartografías.


Dibujamos algunas líneas norte- a modo de supuestos anticipatorios de sentido- para sustentar la orientación de nuestra brújula y en este despunte inicial, no nos fueron ajenos los valiosos aportes efectuados por los Estudios de Género.


Si bien ellos han sido fundantes en el análisis de la subjetividad de las mujeres, incluyen -a partir de la década del 80 - una corriente que promueve otras producciones de sentido: las relaciones de género entre varones y mujeres (I A2).


El concepto alude a las subjetividades en tanto construcciones sociales e históricas- no naturales- describiendo modos de desear, pensar, sentir y actuar inscriptos de manera diferencial en ambos géneros.


Así, “la significación diversa que adquiere lo masculino y lo femenino- ada por factores históricos, ideológicos, políticos, religiosos, económicos y culturales- produce subjetividades subyugadas en una trama compleja de discursividad, creencias, mitos, valores, expectativas sociales y personales"”( A1: 3).


La categoría de las relaciones de género, constituye una herramienta de análisis que permite incursionar en aspectos de la realidad que de otra manera quedarían in visibilizados.


Se instituye entonces como una posible llave heurística para abrir algunos cerrojos de lo interdicto en el terreno de la prostitución, atendiendo particularmente a que ha sido construido como el espacio social, cultural y político de la sexualidad prohibida, explícita y centralmente erótica. De la ualidad estéril y no fundante de futuro. ( A2).


Si hablamos de inscripciones diferenciadas entre ambos géneros y las contextualizamos en el soporte relacional del vínculo prostituta / cliente - cruzado transversalmente por la variable de la ualidad- es imposible eludir la dimensión inherente al poder.


En la línea argumentativa de Burín y Meler (2000) se sostiene que más allá de las matrices teóricas, las relaciones de mujeres y varones pueden ser consideradas como relaciones sociales y a partir de ello, analizadas desde la dimensión de las relaciones de poder.


Por lo tanto, el deseo que los une o los separa no responde de modo inmediato a la diferencia ual anatómica, o a las urgencias de un instinto, sino que es parte de vínculos complejos donde se articulan la ualidad, auto conservación y la hostilidad, bajo la forma del dominio y la subordinación.


Tanto el sentimiento subjetivo de masculinidad o femeneidad como el deseo erótico, cualquiera sea su objeto, se construyen a través de un devenir histórico que es a la vez, individual y colectivo. (Burín y Meler, 2000).


Por su parte ya Foucault (1995) se ocupaba en señalar, que no debe describirse a la ualidad como impulso extraño a un poder que se encarnizaría por su lado en someterla y que fracasaría a menudo en su intento de rla por completo. Más bien ella aparece como un punto de pasaje para las relaciones de poder.


Para Foucault la ualidad no es el elemento más sordo en las relaciones de poder, sino uno de los que están dotados de la mayor instrumentalidad: utilizable para una cantidad de maniobras y punto de apoyo o bisagra para las más variadas estrategias.


Tal como ya se señalara, en el planteo del problema de esta investigación se alude a flexibilización de los códigos morales y de la doble moral, con una correlación significativa de la permanencia, crecimiento y diversificación de la prostitución.


Pero los aportes de Pheterson (en Juliano, 2002) nos obligan a contemplar ciertos recaudos, fundamentalmente cuando la autora señala que la prostitución es un prisma a través del cual se obtiene una mirada diferente del funcionamiento de la cultura: pone al descubierto sus contradicciones, sus temores y sus tabúes.


Que una correlación se estime como significativa, no implica que sea directa: a un marco de mayor flexibilización no corresponde forzosamente una sutura hegemónica y proporcional de contradicciones, temores o tabúes en lo que a ualidad refiere.


Así, estos recaudos epistemológicos debían ser tomados fundamentalmente en relación a los sesgos de una lógica de pensamiento binario- propia de la cultura occidental- que construye sentidos en términos dicotómicos y que permea por tanto nuestra propia subjetividad en tanto investigadoras.


De modo que, no podíamos dejar de estar atentas a que el problema de esta investigación no quedase capturado tras soportes lógicos que operen en términos lineales causa- efecto, blanco- negro, lo uno o lo otro.


En este sentido, era preciso no pasar por alto que entre lo blanco y lo negro hay infinitos matices y que es justamente en ese “entre” donde se juega el plano de la cultura. (Méndez, 2003).


Al mismo tiempo, hablar de subjetividad supone en principio no concebirla como una especie de interioridad opuesta a un mundo pensado como exterioridad, sino que remite a un troquelado en el que no puede escindirse lo que está adentro de lo que está afuera.


El concepto de construcción suscribe la idea de movimiento, pero él se traduce en múltiples inscripciones entre lo viejo y lo nuevo en los pliegues de nuestra subjetividad. Y es así como ésta se constituye: en “cómo se nos va plegando el afuera y cómo pegamos y despegamos permanentemente” (Méndez, 2003: 3).


De manera que, entre un marco de mayor flexibilización de códigos morales y uales y la permanencia, crecimiento y diversificación de la prostitución se insinuaba la gama de los grises. Ella envolvía en una escena de claroscuros a esta práctica social y a las subjetividades femeninas y masculinas allí involucradas.


Hacer referencia a subjetividades femeninas y masculinas involucradas desde el sustento de una perspectiva de género, formaba además parte de un diagrama en el que la figura de la mujer que ejerce la prostitución y la del cliente parecían en sí mismas insuficientes.


Los aportes de Juliano (1999) nos otorgaron una nueva pista. Desorientadas en un laberinto de trazos, pudimos reparar así en un vértice tangencial: nuestra propia figura. O sea, la contrafigura femenina que no ejerce la prostitución.


La prostitución ha sido definida históricamente en base a una concepción determinada de mujer y del lugar social que le corresponde. La figura femenina que la ejerce, era considerada necesaria para el reaseguro de la institución matrimonial, pero al mismo tiempo era estigmatizada por constituir el o que las esposas no podían de ninguna manera seguir ( A 1).





En palabras de Dolores Juliano: “ ... no puede entenderse la construcción social de los roles uales sin tener en cuenta sus polos estigmatizados y sus funciones disuasorias. Junto con los aparatos ideológicos de control formal estudiados por Foucault(escuela, cárcel, sistema sanitario) e interactuando con ellos, existe un sistema informal que a través de valorizaciones y estigmatizaciones, coloca a cada persona en un lugar de la jerarquía social y transforma la transgresión en desvalorización, neutralizando así los efectos críticos y transformadores que la transgresión puede implicar” (Juliano, 1999: 11).





Al problematizar los sentidos estigmatizantes que cruzan aún la prostitución, Juliano sostiene que ellos no tendrían que ver con el intercambio económico que es altamente valorado en nuestra sociedad, ni con el centramiento en la ualidad, dado que vivimos un momento en el que se preconiza la libertad ual y se valora su ejercicio para ambos s( A 1).





A su criterio, la sanción a la prostitución se vincula a la existencia de dos polos o os sociales de mujer: uno positivo, el de “madres posas” (Lagare, 1993) y otro negativo, el de las prostitutas. Este último serviría como elemento de control de las primeras, que deben atenerse rígidamente a las normas de conducta asignadas para no ser “confundidas con” o “tratadas como” si lo fueran ( A 1).





Pero si bien los aportes de Juliano constituían una veta fructífera para el trazado de nuestras cartografías, no podía obviarse que ellos se inscribían en el marco de la realidad española, más específicamente, de la ciudad de Barcelona.





Esto ocurría asimismo con el estudio de Lagare(1993) retomado por Juliano, en el que construye conceptos tales como el de “madres posa” o el de “dependencia vital” constitutiva de la subjetividad femenina, llevado a cabo en Méjico.





O con los insumos de otras investigaciones previas sobre prostitución desde una perspectiva de género consultadas, tales como la de Nencel (2000) en Perú o la de Medeiros(2000) también en Barcelona.





Más proclives a posicionarnos desde una perspectiva epistemológica que subraya la construcción de saberes situados antes que la afiliación al carácter universalista y trascendental de los conceptos, convenimos otro recaudo.





En nuestra ruta de navegación debía preservarse entonces, la tensión permanente entre la particularidad y la universalidad en lo que al territorio de la prostitución y a subjetividades involucradas refiere.





Las líneas hasta aquí cruzadas en borradores heliográficos, parecían desafiarnos desde un paisaje constituido por una diversidad de planos.





Inquietas pero empecinadas, alcanzamos a formular los interrogantes que han dado lugar a esta investigación:














En relación a la percepción social y de los clientes:





- En un contexto de una m ual más permisiva¿ qué nuevas significaciones le otorgan a la prostitución tanto las prostitutas como los clientes?


- ¿Sigue siendo la prostitución el terreno de lo prohibido, la transgresión y la lujuria?





En relación a la percepción que las prostitutas tienen de sí mismas y de las prácticas en la prostitución


- ¿Cómo organizan sus significaciones acerca de lo que es ser mujer?


- ¿Cómo concilian o amalgaman un mandato social acerca de la ualidad para otros y su vida privada y afectiva?


- ¿Puede el ejercicio de la prostitución revertir la “dependencia vital” (Lagarde, 1993) constitutiva de la subjetividad femenina?


- ¿ Confieren las prácticas eróticas desarrolladas en el ejercicio de la prostitución un soporte emocional que las conflictúa o por el contrario, reafirman su identidad en la confirmación de una veta transgresora que las fortalece?


- Si el mandato social es constituirse en objeto erótico para otros ¿ pueden rescatarse como sujetos con derecho al disfrute y la gratificación en el ejercicio de la prostitución o por el contrario, tienen una ualidad escindida?


- ¿ Cómo se desenvuelve la vida cotidiana de una mujer prostituta, cómo organiza su vida familiar y la atención de los hijos en el caso de ser madre?


- ¿ Qué lugar ocupa en su vida la atención de su salud?





Respecto a las relaciones de poder:


- ¿De qué manera las prostitutas construyen su poder en su relación con los clientes?


- ¿El vínculo prostituta- cliente es una relación de subordinación o es posible observar alguna fractura que permite la transgresión?


- ¿Qué otras estrategias de transgresión al o construyen?


- ¿Qué redes de competencias y lealtades existen entre las prostitutas respecto de los clientes?


- ¿Cuáles son los sistemas de control que existen para la prostitución y cómo son percibidos por las prostitutas?


- ¿Es solamente el Estado el que ejerce el control o bien hay otros sistemas más sutiles e implícitos?





De estos interrogantes, se desprendían las siguientes hipótesis:


- Las mujeres generan sus propias interpretaciones del mundo y explícita o implícitamente cuestionan las propuestas ntes.


- Conforman subculturas fragmentadas, heterogéneas y generalmente carentes de objetivos explícitos, con un variable nivel de autoconciencia y con escasas posibilidades de comunicación e intercambio de experiencias.


- Construyen sus propias estrategias para hacer uso de sus cuotas de poder – tanto en su trabajo ual como en su vida privada- prácticas disfrazadas de subordinación o sumisión a las normas.


- En la micro política del vínculo cliente- dinero- prostituta, es posible visualizar la micro política de la institución conyugal y la macro política de las relaciones de explotación y subordinación.


- El contrato erótico- ual entre cliente y prostituta, continúa siendo percibido como un lugar de transgresión deseable.


Atisbando un horizonte que presagiaba posibles tormentas, levamos anclas y emprendimos nuestra travesía.








DE PUERTOS Y ESCENAS

EN EL ENCUENTRO DE LOS CUERPOS




Primera escena:





... Territorio académico, espacio trazado con la textura de lo solemne. Pero algo interrumpe, subvierte, desordena. A modo de un rostro bifronte que se quiebra, acontece el encuentro entre cuerpos femeninos disímiles: el nuestro y el de mujeres que ejercen la prostitución.





Desde planos superpuestos, convergen figuras habituadas a la primacía cotidiana del pensamiento y otras, a la batalla sin treguas del cuerpo.





Es difícil saltar la propia sombra y el intercambio de saludos, es acompañado por el disimulo con que se observan desde sus inscripciones subjetivas.





Modelos contrapuestos de mujer- el de las madres posas y el de las prostitutas- se predisponen sin embargo al diálogo.





El contrapunto inicial de precauciones lentamente se difuma, al tiempo que ambas despliegan un gesto: herir con paciencia los rostros en que unas y otras han quedado capturadas...





Segunda escena:





... Territorio subjetivo masculino y un supuesto que nos acompaña: la negativa de los varones a desplegar el puente de su palabra.





Pero algunos lo desestiman, nos tienden su mano para sortear el límite que nos separa y con ritmo pausado, se desnudan ante nosotras permitiéndonos conocerlos.





Hay quienes muestran sus llagas subjetivas y otros que exponen la musculatura sistemática o casual de sus aventuras.





La mayoría se asemeja a la figura de un hombre en cruz, con el deseo sitiado entre dos figuras femeninas contrapuestas: la prostituta y la madres posa...





Tercera escena:





... Territorio subjetivo femenino. Ambas mujeres, ambas madres. Sentadas frente a frente y ataviadas ya con las prendas de la confianza en este encuentro.





Una investigadora, la otra trabajadora ual como ha elegido llamarse. Una escucha, otra deshilvana las hebras que entretejen su historia de vida.





Esta última abre los cerrojos de su intimidad a la primera y con cada vuelta de llave, su figura se tiñe con la gama de los grises. Los polos se confunden en el devenir de su relato: la prostituta no se contrapone a la madres posa.





Desmintiendo un juego de equívocos, se muestra como trabajadora ual pero también como madres posa.





La crudeza de algunos recuerdos las acerca a un territorio común y desde las vísceras, les estalla la rabia.





Entrecruzan sus manos sobre la mesa, refrendando una insistencia mutua de rebeldía frente a los mandatos...





Concebimos a la construcción de conocimiento inscripta en el orden de lo imprevisible. De allí nuestra apelación a imágenes de travesía o navegación, al procurar dar cuenta de algunas implicancias en este proceso investigativo.





Hacer referencia además a lineamientos teóricos en términos de cartografía o a nuestra figura de investigadoras en tanto cartógrafas, supone entender que la teoría se hace conjuntamente con los paisajes cuya formación acompañamos (Rolnik, 2003).





En este sentido, fueron los encuentros sucesivos con mujeres que ejercen la prostitución y con clientes- protagonistas principales de esta investigación- los que posibilitaron una revisión permanente de nuestros supuestos iniciales y una problematización más exhaustiva.





Retomando algunos lineamientos sustantivos de la obra de Deleuze- Guattari Rolnik sugiere que la práctica de un cartógrafo “aborda fundamentalmente las estrategias de las formaciones del deseo en el campo social” (Rolnik, 2003:1).





Para la autora, poco importa qué sectores sociales tomemos como objeto. Interesa en cambio que estemos atentos “ a las estrategias del deseo en cualquier fenómeno de la existencia humana que nos propongamos investigar” (Rolnik, 2003: 1).





Pero el tratamiento del deseo tiene otras connotaciones en la producción de Deleuze-Guattari y con su lectura, se insinúan nuevos interrogantes y otras claves de interpretación posibles para este estudio.





El puerto de la sobre codificación








Desde el código psicoanalítico el deseo es efecto de la prohibición, de la ley del incesto. En tanto hay algo prohibido, debe existir algo eternamente deseante.





Pero Deleuze- Guattari construyen una perspectiva sobre el deseo desde otro código: no lo vinculan con la ley, sino con la producción y con la potencia de la vida.





Para estos autores, la fuerza de la vida se manifiesta en producción deseante. Y es ella lo que caracteriza nuestra forma de existencia humana.





En el análisis efectuado por Méndez(2003) sobre la obra de Deleuze- Guattari, se pensionan ambas perspectivas con la idea de múltiples códigos, de verdad y de imposición de una verdad.





Tal como allí se señala, pensar o componer el concepto de una manera u otra tiene diferentes efectos y es importante contemplar, que ellos constituyen nuestras subjetividades.





La composición del concepto de deseo vinculado a la ley, encuentra anclaje con la concepción de falta, vertiente del pensamiento judeocristiano. Ligada al pecado, a una posición de deuda y a un lugar de culpa, configura una serie que en tanto tal, no puede desprenderse: culpa, falta, deuda (Méndez, 2003).





Pensar en términos de producción deseante suscribe la idea de transformación. Supone otras maneras de relacionarse con una / o misma / o y con los otros, con el mundo, con las cosas, con todo lo existente (Méndez, 2003).





Al pensionar estos aportes en la situación de prostitución, el régimen de mirada procura establecer nuevas coordenadas.





Tal como ya se señalara, Foucault(1995) concibe la ualidad como punto de pasaje para las relaciones de poder.





Al mismo tiempo es preciso reconocer, que nuestras huellas subjetivas son fuertemente tributarias de la sobre codificación efectuada por el pensamiento occidental en torno a las marcas de la ley, la falta y la culpa.





Sí entre la macro política del sistema capitalista / patriarcal y una diversidad de micro políticas hay una “relación complementaria e indisociable en la producción de


realidad psicosocial “ (Rolnik, 2003: 3), interesa desentrañar algunos trazos de lo que podría denominarse aquí como micro política del deseo.





El puerto del capitalismo como rufián





Para Rolnik (2003) “el capitalismo contemporáneo avivó las fuerzas de invención para, como rufián, vivir de ellas” (Rolnik, 2003: 4).





En relación a los modos de subjetivación del capitalismo en la actualidad, la autora alude a la sobre codificación de “identidades prét-á-porter”(de fácil asimilación y acompañadas por una poderosa producción de marketing) que es el canal para pertenecer al disputado territorio de una “subjetividad lujo”(Rolnik, 2003).





Esto no es poca cosa, habida cuenta que por fuera de ese territorio se corre el riesgo de muerte social por humillación, exclusión, cuando no de muerte real. El riesgo de caer en la cloaca de las “subjetividades basura” y sus configuraciones: sin techo, sin trabajo, sin comida, sin atención sanitaria, gente “sin”. Territorio que crece día a día (Rolnik, 2003).


Si la subjetividad basura vive en forma permanente la humillación de una existencia carente de valor, en la subjetividad lujo sobrevuela la amenaza constante de una pendiente hacia el territorio cloaca. El miedo entonces, pasa a comandar la escena(Rolnik, 2003).





En este marco es dable re- pensar la permanencia, el crecimiento y diversificación de la prostitución, como una de los tantos escenarios en los que se plasma la micro política del deseo.





Ella se instituye como certificado de garantía para las ganancias que el capitalismo- en tanto rufián- procura.





Al pensar en matrices subjetivas talladas con el cincel de la discordia pensamiento/ cuerpo, el deseo sellado bajo el lacre de la prohibición y el fantasma de la culpa atisbando tras la mirilla de nuestras transgresiones, la ualidad se insinúa como un pasaje para las relaciones de poder. Pero este no sólo envuelve a los propios involucrados, sino que los trasciende.





En la permanencia de la prostitución puede entreverse entonces la perpetuación de rasgos disciplinatorios en las relaciones inter - género e intra - género.





Su crecimiento y diversificación puede leerse en tanto, desde diversas producciones de sentido entramadas en las construcciones discursivas.





Entre algunas habituales y posibles: como sinónimo de desinhibición ual, como uno de los tantos servicios que nuestra economía ofrece o como aspecto decadente de nuestra sociedad y nuestra cultura.







Relaciones de género en la prostitución. Construcción social de nuevas subjetividades. Investigación. 2a. parte


INVESTIGACION SOCIOANTROPOLOGICO, DE CARACTER CUALITATIVO, INDAGA LOS PROCESOS DE INTERACCION ENTRE MUJERES EN SITUACION DE PROSTITUCION Y CLIENTES EN LA CIUDAD DE PARANA ENTRE RIOS



Implicancias de la objetivación



Comprender al otro no sólo debe significar capturar el lugar que ocupa en determinado juego de relaciones sociales, sino cómo se actualiza en su lenguaje la expresión mas acabada de que como sujeto se es portador de su tiempo y de su historia. (Noción de portavoz de Enrique Pichón Riviere).



Sostiene el autor que en toda comunicación se da un cruce entre verticalidad y horizontalidad, la verticalidad del sujeto es su historia que no solo es particular, singular sino que es social y que al contactarse con la horizontalidad del aquí y ahora del encuentro con el Trabajador Social, se da un punto de encuentro de vectores, de fuerzas, de fuga, o por el contrario de capacidad de comprensión profunda acerca de lo que es nuestro hacer.



Dice Bourdieu (2000, 527) “No hay manera más real y realista de explorar la relación de comunicación en su generalidad que consagrarse a los problemas inseparablemente prácticos y teóricos que pone de relieve el caso particular de la interacción entre el investigador y aquel o aquella que interroga”.



La cita nos parece sustancial para detenernos a reflexionar sobre el modo particular en que toda comunicación es portadora de la posibilidad de elucidación, emancipación o por el contrario de sumisión, aplastamiento de la condición de ciudadanía.



Roxana Guber y Bourdieu sostienen también la necesidad de la REFLEXIVIDAD A LA QUE EL SEGUNDO AUTOR LLAMA REFLEJO, LOS ESTIMULOS BRINDADOS O NEGADOS EN UNA ENTREVISTA OBEDECEN EN GRAN MEDIDA A LA ASIMETRIA SOCIAL QUE EXISTE ENTRE INVESTIGADOR E INVESTIGADO.

Pero esto nos crea otro problema y es preguntarnos si es imposible conocer, mejor dicho comprender pese a esa asimetría social. Veamos un ejemplo práctico, en nuestro trabajo con mujeres en situación de prostitución siempre se nos aparecen claros oscuros acerca de sus significaciones, su modo de sentir, por mas que se pueda decodificar en parte lo que les sucede hay entramados difíciles de acceder, no solo porque se trata de un metié íntimo, insondable, sino porque el esfuerzo comprensivo se encuentra embayado a veces contra ciertas movilizaciones.



Por ejemplo, el llamado telefónico al celular de una mujer en situación de prostitución desde un lugar de identificación genérica parecería reportar elección, elogio, confirmación, en definitiva que un cliente la ha llamado, que tienen trabajo. Pero contratransferencialmente puedo leer que lo que es para ella alivio, gratitud es también desde mi marco teórico desconfirmación, es decir explotación ual.



Dice Bourdieu (2000, 531) “El interrogatorio tiende naturalmente a convertirse en un socio análisis de a dos, en el cual el analista está atrapado y puesto a prueba en la misma medida que la persona a la que interroga. ...diversos lazos de solidaridad secundaria capaces de dar garantías indiscutibles de comprensión bien predispuestas... la complicidad entre mujeres, permitieron en mas de un caso superar los obstáculos vinculados a las diferencias entre las condiciones...”



Hablar de socio-análisis es centrarse en la facultad cierta, a veces irrepetible, que tiene nuestra palabra, para desatar con nuestras preguntas un mundo inaugural nunca antes pensado, tal vez esa persona con quien tenemos la oportunidad de intervenir sea la única oportunidad que tenga de interrogarse por su malestar, por su situación existencial, por los cambios que ella misma podría promover en su vida a partir de concebirse en un lugar diferente.



Con lo antes dicho también vale la aclaración que todo proceso investigativo desata interrogantes, incertidumbres, preguntas, reposicionamientos en el mundo de la vida, con lo cual no podemos sostener el carácter utilitario de la investigación con solo propósitos de conocimientos, esa instancia de entrevista con el objetivo de comprender es por sí mismo una intervención.



Sostiene Bourdieu (2000,532) “Intentar situarse en el lugar del otro, del espacio social que ocupa para comunicarse a partir de ese lugar, no es “efectuar la proyección de sí mismo en el otro”, es darse una comprensión genérica y genética de lo que él es, fundada en el dominio (teórico-práctico) de lo que él es y de las condiciones sociales que lo producen: dominio de las condiciones de existencia y de los mecanismos sociales cuyos efectos se ejercen sobre el conjunto de la categoría de la que forma parte, y dominio de los condicionamientos inseparablemente psíquicos y sociales vinculados a su posición y a su trayectoria particular en su espacio social”.



Es decir que lo que puede operar como mecanismo de comprensión también puede operar como mecanismo de obturación, pues si uno realiza una proyección de sí mismo en el otro no está conociendo, no está comprendiendo está aplicando una noción del sentido común que tenemos incorporado a través de la experiencia y por sobre todo de muestra propia experiencia, eso no es comprender, comprender “es una forma de ejercicio espiritual que apunta a obtener, mediante el olvido de si mismo, una verdadera conversión de la mirada que dirigimos a los otros en las circunstancias corrientes de la vida”.



Es decir que nuestro trabajo de comprensión, es un trabajo al filo de la navaja, socorrido por la capacidad de escucha, por el marco teórico, por las circunstancias contextuales donde se produce la entrevista, a veces irrepetibles, contradictorias y no por ello menos cierta u objetiva.



Producir conocimientos en Trabajo Social nos enfrenta a la dura responsabilidad de ser serios, de ser concientes que detrás de nuestra capacidad de comprensión está la confirmación, elucidación de la vida de un sujeto, que aunque no dependa exclusivamente de nuestra capacidad, en gran medida es un condicionante importante en la vida de los sujetos que constituyen nuestro hacer profesional.



En la experiencia investigativa que nos ocupa tiene un lugar privilegiado la reflexión epistemológica desde la perspectiva feminista.



Para ello nos remitiremos a Mary Mies cuando advertía que la ciencia no tolera no controlar las emociones, debiendo en la practica investigativa dejar las sensaciones al exterior del campo. Para hacer ciencia a las mujeres se les ha exigido seguir los cánones del positivismo, pretendiendo una neutralidad valorativa.



Desde una mirada de género es fácil advertir las negativas implicancias que tendrían para el proceso de conocimiento no hacerse cargo de la identificación posicional que desencadena el impulso de conocimiento. Conocer el mundo de la vida de otra mujer y sucumbir al impulso emancipador, desde la lógica feminista significaría querer tapar el sol con las manos. La razón de ser del feminismo estriba justamente allí donde enmascaradas en razones objetivas se pretenden formidables injusticias.



La lógica de producción de la epistemología feminista radica justamente en desnaturalizar lo obvio, aquello que frente a un marco de no sospecha absoluta pretende la reproducción de un orden social, que arbitrariamente desfavorece a las mujeres.



La mirada de género femenino es siempre una mirada inquisidora, aquella que es portadora de la sospecha que en un hoy, aquí conmigo se actualiza la historia de la humanidad que mandó a la hoguera a miles de humanas, sólo por la rara coincidencia de que la naturaleza le otorgó un lugar devaluado socialmente.



La lucha contra todos los esencialismos es la lucha por pensarnos por la senda del nomadismo. Al decir de Braidotti CRUZAR LAS FRONTERAS SIN QUEMAR LOS PUENTES.



PENSAR LA PRODUCCIÓN EN CLAVES FEMINISTAS.



Es así que la construcción y sistematización del conocimiento por parte de las feministas ha dado lugar a la conformación de los Estudios de Género. Los mismos pueden entenderse como: “...un corpus de saberes científicos, que tienen por objetivo proporcionar categorías y metodologías para el análisis de las representaciones y condiciones de existencia de hombres y mujeres en sociedades pasadas y futuras...”. (Yannoulas; 1994: 17).

Estos estudios no constituyen un cuerpo homogéneo de conocimientos, sino que, por el contrario, conviven en ellos distintas posturas que se han ido construyendo socialmente y que se han ido transformando históricamente. No obstante, podemos señalar sus características principales: transversalidad, comparatividad, historicidad y politicidad.



Dichos estudios tienen un carácter transversal a las disciplinas, dado que se postulan como enfoque desde las relaciones de género dentro de todas las Ciencias Sociales. Se conforman en una visión interdisciplinaria, ya que esta problemática exige una mirada múltiple que permita visualizar las relaciones de género en el interior de todos los espacios sociales, brindando la posibilidad de articular la riqueza de los conocimientos que se construyan. Se constituyen, al mismo tiempo, como una perspectiva comparativa ya que, por un lado, ponen de relieve las diferencias, las semejanzas y las relaciones entre las formas de representación y las condiciones de existencia de hombres y mujeres y, por otro lado, compara los modos de existencia de las mujeres en distintas culturas. La comparación posibilita un descentraje de género, social, cultural y temporal.



Con respecto a la historicidad, el corpus teórico de los Estudios de Género delineó una genealo­gía propia, básicamente femenina que, además, recuperó obras femeninas cronológicamente anteriores. Asimismo, es necesario estudiar cualquier problemática de género observando su variación en el tiempo y en el espacio, en la diacronía y en la sincronía. Además, los Estudios de Género son políticos: el origen y el desarrollo posterior de la reflexión académica sobre las condiciones de existencia de las mujeres y los hombres se vincula con un movimiento social y político (el feminismo), lo que implica estudiar el poder. (Yannoulas; 1996).



La irrupción del feminismo académico se caracteriza por la intencionalidad de transformación de los paradigmas científicos. En la década del ’60 se intenta hacer visibles a las mujeres como sujetas y objetos de la investigación. A partir de los años ’70 el pensamiento feminista participará o discrepará con algunos aspectos del psicoanálisis, el marxismo, la crítica a la metafísica, el estructuralismo, el postmodernismo. (Cangiano y Dubois; 1993). Lo peculiar de estas reflexiones es la aseveración del carácter histórico de las relaciones de poder que mantienen a las mujeres subordinadas a los varones.



En la década del ‘80 el debate se centra en torno a la distinción de los conceptos de y género. El primero alude a la constitución anatómico-fisiológica, es decir, a las características fisiológicas que distinguen al macho de la hembra. El término género hace referencia a las atribuciones sociales dicotómicas y jerarquizadas creadas cultural e históricamente para varones y mujeres. En los ’90, el debate se amplía a partir de la distinción entre /orientación ual/género (Rodrigues; 1998). Estas categorías se enriquecen mediante la profundización sobre el contenido relacional masculino-femenino, esto es, las relaciones de género. Las mismas se complejizan al entrecruzarse con el entramado de las clases sociales, y las categorías de raza/etnia, generación y edad, religión, nacionalidad e identidades múltiples.



Estos planteos redimensionan las concepciones epistemológicas tradicionales gestando la producción de un conocimiento científico no ista, lo cual evidencia sus aspectos potenciadores en términos de conocimiento. En efecto, los Estudios de Género denuncian que a lo largo de la historia, en el discurso lógico-científico en general y particularmente en el discurso de las Ciencias Humanas, el aporte realizado por las mujeres a la construcción de la vida social, cultural y científica, aparece silenciado y menospreciado. Desde la segunda mitad del presente siglo, las académicas feministas dan cuenta del androcentrismo en la ciencia como forma específica de ismo. Este análisis crítico del conocimiento científico permitió develar que el enfoque de una investigación desde la perspectiva únicamente masculina, y la posterior consideración de los resultados como válidos tanto para los varones como para las mujeres, distorsiona el conocimiento científico a la manera del etnocentrismo.



Se analiza, entonces, el carácter androcéntrico en la construcción del conocimiento científico en sus dos vertientes: la excluyente y la incluyente. La primera se establece históricamente al negar el acceso a la producción del conocimiento científico a la mitad de la humanidad: las mujeres. La segunda vertiente, el androcentrismo incluyente, se manifiesta a partir del ingreso legitimado de las mujeres al conocimiento científico con la omisión de la condición uada del/la sujeto que construye conocimiento. A esto se agrega la incorporación acrítica de las relaciones sociales construidas entre varones y mujeres como objeto de estudio, desconociendo el enfoque de género. [1][1]



Más específicamente, la palabra andro-centrismo se refiere a la adopción de un punto de vista central que se afirma hegemónicamente y relega a los márgenes de lo no significativo, cuanto considera impertinente para valorar como superior la perspectiva obtenida, denegándolo. Este punto de vista sería propio, no del hombre en abstracto, sino de aquellos hombres que se sitúan en el centro hegemónico de la vida social, se autodefinen como superiores y se imponen –coercitiva y/o persuasivamente- sobre otros hombres y otras mujeres.

Según Maffía (1992) la historia de la filosofía, por su lenguaje universalista de aparente neutralidad, es el producto más acabado de la mirada androcéntrica. “La metafísica de los s, que también se puede calificar de esencialismo, afirma una diferencia esencial, incluso natural, entre las mujeres y los hombres y define sus especificidades respectivas. O más precisamente la de las mujeres, pues la de los hombres es implícita o explícitamente asimilada a la generalidad.” (Collin, en Duby y Perrot; 1993: 292).



Distintas formas discursivas van consolidando concepciones ligadas a la superioridad masculina. Ciertos argumentos cristalizan a las mujeres en la desvalorización. Así, la concepción del “útero trashumante o migratorio” para los egipcios justificaba el temperamento débil y enfermizo de las mujeres. Para Platón el hombre se definía por “lo alto” y poseía un alma racional alojada en la cabeza, mientras que las mujeres se determinaban por “lo bajo” (su matriz). Aristóteles las consideró como “seres inacabados e incompletos”. Para Galeno, desde el discurso médico, los varones eran secos y calientes, por eso el cuerpo y la sangre masculinos le permitían el coraje y la inteligencia. A su vez, las mujeres, eran frías y húmedas, lo cual les asignaba un lugar de imperfección e inferioridad respecto de los varones.



Por otra parte, el androcentrismo sería una expresión de “la racionalidad ligada al dominio”, racionalidad que el feminismo viene a cuestionar. Según Horkheimer y Adorno (1971) esa racionalidad se funda en la separación sujeto-objeto entendida como neutral cuando contiene la voluntad dora. La dicotomía sujeto-objeto comienza con la escisión entre hombre y naturaleza con el fin de controlar y someter a esta última a partir de la negación de la naturaleza en el hombre. Esa negación produce el ocultamiento del dominio (tanto de la naturaleza como de los seres humanos). [2][2] A este respecto resulta significativa la adjetivación utilizada para referirse a la naturaleza (femenina, pasiva, etc.) y su efecto en la naturalización del lugar histórico de subordinación que se atribuyó a las mujeres. “...El hombre como amo niega a la mujer el honor de individualizarla. La mujer individual es un ejemplo social de la especie, exponente de su , y así, enteramente conquistada por la lógica masculina, representa la naturaleza, substrato de infinita subsunción en la idea, de infinita sumisión en la realidad. La mujer como pretendido ser natural es el producto de la historia que la desnaturaliza...”. (Horkheimer y Adorno; 1971: 136)



De este modo, la homologación de lo genérico humano con lo masculino, estableció un orden que cristalizaba las diferencias, otorgándoles el valor de verdad inmutable. Un orden en el que la diferencia es denegada, estableciendo analogías, comparaciones jerarquizadas, oposiciones dicotómicas. Las categorías para pensar la diferencia se estructuran en torno a una lógica atributiva donde el otro se construye por la falta o la negación; una lógica binaria que alterna sólo dos valores de verdad, uno verdadero, el otro, falso; una lógica jerárquica en tanto se convierte uno de los términos en inferior, o bien en complemento o en suplemento. (Fernandez; 1994). Para retomar la cita con la que dimos apertura a este escrito, el androcentrismo y su tendencia a “la reducción del pensamiento a la producción de uniformidad”, da por resultado el empobrecimiento del pensamiento y la experiencia humana.



Destacamos entonces que los Estudios de Género denuncian la “metafísica de los s”, las inscripciones biologicistas y esencialistas. No obstante queremos indicar, a fuerza de las propias heridas narcisistas en el campo que nos ocupa, que ciertas versiones de los Estudios de Género son en sí mismas metafísicas en tanto abordan el problema desde una lógica binaria. En este sentido, la distinción /género que ubica el “sexo” en el ámbito biológico-anatómico y al género en el ámbito de la construcción cultural, remite al binomio naturaleza/cultura en tanto categorías oposicionales. Pero además, obvia la inscripción de “lo natural” –el - en tanto producción social.



Por otra parte, en el marco dicotómico hombre-mujer, la discursividad patriarcal ubica a las mujeres en el lugar del otro. Ante el discurso patriarcal la teorización sobre el género es contestataria (en tanto se constituye en discurso de la diferencia), pero en su interior, al configurar un discurso totalizante, universaliza y esencializa la categoría “Mujer”. En otro orden, pero íntimamente ligado a lo anterior en términos epistemológicos, la diferencia y diversidad entre mujeres son pensadas en la intersección con las categorías de clase, raza, nacionalidad, generación. Lo múltiple aparece representado en una acepción fragmentaria, desde la mirada de una metafísica negativa.

La discursividad en torno a “lo femenino”, en tanto existencia de un remanente inherente al cuerpo de las mujeres, supone que el eje de la ción está anclado en las diferencias anatómicas. Estas posturas se deslizan hacia un “retorno” al pensamiento metafísico, como preponderancia del “Uno”. Más aún si recuperamos la posición de Irigaray (1992), quien acuña el concepto de “diferencia ual” en tanto afirmación ontológica o psicológica de una diferencia y sostiene que la explotación de las mujeres está basada en la diferencia ual y sólo por esta diferencia puede resolverse. Argumenta que: “La igualdad entre hombres y mujeres no puede hacerse realidad sin un pensamiento del género en tanto que uado, sin una nueva inclusión de los derechos y deberes de cada , considerado como diferente, en los derechos y deberes sociales.” (p. 10). Asimismo, propone “salir” del engranaje patriarcal falocrático mediante las relaciones subjetivas entre madres e hijas. A nuestro entender, la autora enfatiza la relación maternal en tanto femenina, mitificándola. [3][3] La diferencia ual entonces se convierte en el natural y éste se vuelve el principio explicativo que posibilita justificar las desigualdades entre los s, permitiendo su naturalización, desde una perspectiva unilateralizante. Podríamos agregar que esta mirada tiene dificultades para comprender que puede haber ción masculina allí donde no hay mujeres ni varones heterosexuales.



Otra versión más ligada a la Sociología, postula que a través de los procesos de socialización el individuo asume los roles asignados respecto a su , adquiriendo de modo secundario las peculiaridades del género. En este aspecto, habría una identidad individual a la que se le sobrepone una identidad ual posterior (coherente y continua), bajo la idea de un pensamiento metafísico que sólo mantendría la misma llave para abrir la misma cerradura.



Vemos que la Unidad es reemplazada por otra Unidad: el hombre por mujer, el por el género, lo masculino por lo femenino, el androcentrismo por el ginecocentrismo. ¿Supondría esto acaso el aflorar de una “verdad feminista”?





... y las “insoportables” tensiones...





En este apartado esbozamos ciertas ideas de algunos textos [4][4] que se constituyen en un corpus para una posible lectura epistemológica. Lectura que, a decir de Kafka, intenta ser como un pico de hielo que rompa el mar congelado que tenemos dentro. Relación de escucha con textos que incomodan e inquietan, pero a la vez permiten el recorrido de un laberinto de significados que generan confusión, extravío, señales orientadoras/des-orientadoras...Textos que invitan, no sin malestares, a ser itinerados.



Uno de ellos es el texto de Harding (1996), quien distingue tres niveles conceptuales de la categoría “género”:

· el simbolismo de género: se refiere a la asignación de metáforas dualistas de género a diversas dicotomías que no suelen tener que ver con las diferencias de ;

· la estructura de género: es consecuencia de recurrir a los dualismos para organizar la actividad social, dividiéndola entre diferentes grupos de seres humanos y remite a la división del trabajo según género;

· el género individual: como forma de identidad individual, socialmente construida.



Al respecto señalamos que esta distinción puede ser pensada en clave epistemológica y no sólo conceptual, en tanto nos invita a pensar los reduccionismos de los planteos dicotómicos /género. Además nos resulta relevante el concepto de “simbolismo de género” en tanto desplaza el eje de la mirada de las naturalizadas diferencias anatómicas, a la vez que es capaz de retener las contradicciones como momento constitutivo del conocimiento.



En este marco, Scott alude al término “género” poniendo de relieve el cuestionamiento al determinismo biológico implícito en el uso del término “sexo” o “diferencia ual”. Pero también hace hincapié en la posibilidad de generar un reexamen crítico de las premisas del trabajo intelectual existente, en particular, en la ciencia histórica. En efecto, en consonancia con Harding, Scott señala que el género incluye cuatro elementos que se interrelacionan:

· símbolos culturalmente disponibles que evocan representaciones múltiples y contradictorias;

· conceptos normativos que manifiestan las interpretaciones de los significados de los símbolos;

· nociones políticas y referencias a las instituciones y organizaciones sociales;

· identidad subjetiva.



La autora sostiene: “Si consideramos la diferencia entre lo masculino y lo femenino no como algo ya sabido sino como una problemática, como algo que está siempre contextualmente definido, construido repetidamente, debemos entonces preguntarnos no sólo acerca de lo que está en juego en las proclamas y debates que invocan al género para explicar o justificar sus posiciones sino también acerca de las nociones implícitas sobre el género que se están invocando o apoyando...”. (Scott, en Cangiano y Dubois; 1993: 43)



El concepto de “género” presenta posibilidades inexploradas para iluminar las relaciones que se establecen entre lo femenino y masculino, no como una categoría clasificatoria y gramatical, sino con un contenido más dinámico que posibilite ir más allá de los guetos y las “atrayentes” totalizaciones.



Estas problematizaciones del género abren una tensión, un arco en su movimiento histórico que permite la posibilidad de resignificaciones, pero también admite ciertos acotamientos en el sentido de entender que “no todo es género”.



A partir de estos aportes de los Estudios de Género nos preguntamos: ¿Es deseable la construcción de una epistemología y de una ciencia específicamente feministas? Reconocer la ciencia como producto social, reconstruir las huellas de sus productoras/es tanto en sus proyectos como en sus maneras de concebir el conocimiento, no implican, a nuestro juicio, la exaltación de un subjetivismo relativista, que considere las hipótesis centradas en los varones versus las hipótesis centradas en las mujeres.



El objeto de la búsqueda de saber por las feministas consistiría en elaborar teorías que muestren con la mayor claridad posible las actividades de las mujeres como actividades sociales, y las relaciones sociales de género como elemento de importancia para la comprensión y la emancipación de la historia humana. [5][5]








Relaciones de género en la prostitución. Construcción social de nuevas subjetividades. Investigación. 3a. parte


LA INDAGACION EN PROFUNDIDAD A TRAVES DE ENTREVISTAS E HISTORIAS DE VIDA, PERMITE COMPLEJIZAR LA MIRADA ACERCA DE UN FENOMENO NATURALIZADO Y SIN CUESTIONAMIENTOS.



Desafíos en las nuevas trayectorias desde y con los varones



Mientras persisten símbolos y mitos que fragmentan las posibilidades para las nuevas construcciones subjetivas, paralelamente, los intentos de naturalización, invariabilidad y de inevitabilidad en las representaciones del sujeto parecen derrumbarse, y un cataclismo conmociona las certezas del dualismo de género.



La búsqueda de una visión novedosa de la subjetividad conduce a reflexionar sobre las condiciones cambiantes y la manera de poder dar cuenta de las mismas en un proceso vivo de transformación del sí mismo. Deleuze retoma el concepto de vitalismo: el pensamiento para el autor, es la vida en toda su potencialidad en busca de transformaciones, la vida en búsqueda de un sí mismo nómade.



El nomadismo aparece en las búsquedas aún solapadas de vivir la masculinidad, los afectos y la ualidad. Sin dudas muchos varones están revisando sus prácticas, incomodados por una subjetividad que se resquebraja.



Badinter (1993), destaca que lo que se construye puede cambiar para ser reconstruido de nuevo. La masculinidad es algo que se aprende y se construye y, por lo tanto, puede ser transformado.



"No se es varón de una sola manera. El uno está en la multiplicidad. Al erigirse lo uno, se in visibiliza lo múltiple. Se presienten fugas de los estereotipos de género y el ''hacerse cotidiano del género'' revela transformaciones subjetivas.'' (I 3)



Es posible reconocer hoy nuevas configuraciones subjetivas en varones que pueden dar cuenta de la ''doble herencia" un hombre reconciliado, donde femenino / masculino sean eventualidades por donde circulan cotidianamente las subjetividades, sin tantas represiones ni contradicciones paralizadoras.



TRANSGRESIONES: NUEVOS ESCENARIOS


Primera escena


Una mujer junto a otras mujeres, en una plaza, conversando, fumando... Un auto se detiene a unos metros. Ella habla con su conductor, vuelve con sus compañeras, y permanece por un tiempo en esa plaza pública, hasta que el mismo vehículo vuelve a pasar y ella se va....



Segunda escena



Una mujer entrerriana denuncia el sufrimiento de los operativos policiales y el desconocimiento de sus propios derechos, ante las cámaras televisivas del programa “Kaos en la ciudad”...


Tercera escena


Una mujer en la Legislatura de la Provincia de Entre Ríos, esperando activamente la derogación de un artículo que penaliza la prostitución, en una localidad en la que se discute la creación de una zona roja y en la que se considera, por parte de un representante eclesiástico, que la prostitución es una enfermedad ...


Se trata de la misma mujer, en diferentes escenas y escenarios en los que “lo público” se juega de manera heterogénea y hace visible aquello que sería mejor ocultar.



De denuncias y anuncios


La Provincia de Entre Ríos ha sido un escenario de disputas legislativas, sindicales, políticas, religiosas, en torno de la prostitución. Desde concepciones conservadoras hasta posicionamientos moderados y progresistas, el debate acerca de la prostitución ha cobrado visibilidad y ha movilizado a distintas fuerzas sociales, sea para apoyar las luchas reivindicativas de las mujeres en situación de prostitución, sea para impedirlas y revocarlas.



En nuestro país, la prostitución no es ilegal. Desde el punto de vista jurídico, Argentina adscribe al sistema abolicionista, esto es, la prostitución no es considerada delito, pero sí las conductas que la determinan, a las que se asocian severas penas. El sistema jurídico admite un tratamiento contravencional, en cuanto la prostitución adquiera ribetes escandalosos o ponga en peligro la “moral pública”.



No se legisla entonces, en contra de la prostitución, sino en contra de las molestias que dicho ejercicio pudiera ocasionar a la comunidad, rebasando la esfera de lo privado, en detrimento de lo público.



En Entre Ríos en particular, la policía podía arrestar y multar a las mujeres en ejercicio de la prostitución, detentando atribuciones para efectuar detenciones sin informar a la Justicia.



La Secretaria General de la Asociación de Mujeres Meretrices de la República Argentina (AMMAR), denunciaba los maltratos que sufren las trabajadoras uales: “...son expuestas a condiciones desfavorables, ‘en calabozos llenos de excrementos. Eso es violatorio a todos los derechos humanos’ (...) ‘Se reprime a las mujeres en situación prostitución en general y no a los proxenetas; denunciamos la represión, el maltrato, la discriminación, persecución, y hasta tortura y muerte como por ejemplo en Mar del Plata’.” (Diario Uno, Entre Ríos, 4 de Julio de 2002)



En otra ocasión, ella solicitaba a los concejales de la ciudad de Paraná que apoyen los reclamos y se despenalice la prostitución, argumentando: “’Que la Policía se ocupe en Paraná nada más que de las trabajadoras uales es vergonzoso porque vivimos en un país libre y lo único que hacemos es comerciar con nuestros genitales a través de un acuerdo entre dos personas mayores’.” (Diario Uno, Entre Ríos, 29 de Mayo de 2003)



Así, a partir de las denuncias y la conformación de redes de apoyo (como la Facultad de Trabajo Social, la Liga Argentina por los Derechos del Hombre Seccional Entre Ríos, el Programa Municipal de la Mujer, entre otras instituciones), las mujeres en situación de prostitución se han agrupado en AMMAR (CTA), y de este modo, han logrado agremiarse y construir canales de representación que habiliten sus derechos en tanto trabajadoras uales, lo cual desde su perspectiva, no implica fomentar la prostitución.



Estas denuncias lograron repercusión pública y, en la Legislatura de la Provincia de Entre Ríos, se presenta un Proyecto de Ley de derogación del Artículo 45, Inciso 4 de la Ley Nro. 3.815 [1] bajo el número de Expediente 13.427, que concitó distintas argumentaciones para aprobarlo o rechazarlo.



Por un lado, el citado proyecto hace referencia a la derogación de la penalización del ejercicio de la prostitución individual de personas mayores de edad que actúan por su propia voluntad. Se fundamenta en la situación de injusticia e inequidad en la distribución de los ingresos y en la carencia de oportunidades de las mujeres en situación de prostitución que deben “vender sus servicios” para poder subsistir.

Asimismo, en el proyecto se destaca como reivindicación de las mujeres que ejercen la prostitución la posibilidad de: “...de denunciar públicamente el abuso y la represión policial, y promover la derogación de todas las leyes que penalicen su actividad”. (Versión taquigráfica, Cámara de Diputados de la Provincia de Entre Ríos, 2003.



En la Fundamentación del Proyecto se hace hincapié además, en los conocimientos de las mujeres en situación de prostitución de la prevención de enfermedades de transmisión ual y en la necesidad de no obstaculizar su integración y desarrollo en la sociedad.



Por otro lado, se consideran dos ejes de análisis para abordar el problema. En el primer eje, titulado “Análisis normativo. Bien jurídico protegido”, se analiza el Artículo 45 inciso 4 de la Ley Provincial Nro. 3815 que sanciona “bajo el título de Escándalo, el ejercicio de la prostitución callejera con pena de multa o arresto de 5 a 30 días a: ‘las prostitutas que inciten a los transeúntes o se exhiban en puertas y ventanas’.” (Versión taquigráfica, Cámara de Diputados de la Provincia de Entre Ríos, 2003.



El ejercicio de la prostitución entonces está contemplado como contravención, resguardando la “moral pública” y desinteresándose por la protección de la salud y la dignidad de las personas. “A través de los llamados ‘Operativos Moralidad’ la policía entrerriana detiene mujeres y travestis... e impone una sanción de arresto o multa, lo cual está de más decir genera situaciones de corrupción.” (Versión taquigráfica, Cámara de Diputados de la Provincia de Entre Ríos, 2003.



Con relación al segundo eje, “El Derecho como sistema de garantías. Arbitrariedad del llamado Derecho Policial”, se afirma que el régimen de contravenciones es inconstitucional y violatorio de las garantías penales y procesales: “Las sanciones de la Ley Nro. 3.815 son impuestas por el jefe de policía, al no existir Fuero de Faltas, vulnerando de esta manera la tripartición de poderes que determina la forma republicana de gobierno (...) Con la de que son pocos los casos en que durante el proceso contravencional actúe un abogado defensor. La persona que es detenida ejerciendo la prostitución tiene menos garantías que quien cometió un delito grave (...) es sabido que el régimen contravencional es parte integrante del derecho criminal... Por tanto si la prostituta es una contraventora la persona que contrata sus servicios es un partícipe necesario y por ende se le debe aplicar la misma pena que al autor. De esta manera debería una parte importante de nuestra sociedad masculina cumplir la misma pena de arresto que las ‘calificadas obreras del cariño’.” (Versión taquigráfica, Cámara de Diputados de la Provincia de Entre Ríos, 2003.



Por último, en las conclusiones finales del Proyecto, se revalorizan las diferencias, el respeto de los Derechos Humanos de Tercera Generación, la democratización de las instituciones, la no discriminación y el respeto a las libertades individuales.



El tratamiento del proyecto se vota sobre tablas, requiriendo los dos tercios de los votos, y resulta afirmativo en la Cámara de Senadores y en la de Diputados por unanimidad.



Como se puede apreciar en las consideraciones aquí expuestas se hace referencia a distintas fundamentaciones que dan lugar a la elaboración del proyecto citado. Una de ellas se funda en las situaciones de exclusión y pobreza a las que están expuestas las mujeres en situación de prostitución.



En este sentido, cabe destacar que las particulares condiciones de vida de estas mujeres marcan el ejercicio de la prostitución, a partir de situaciones de pobreza que implican la satisfacción de determinadas necesidades con propósitos concretos de alimentación y manutención propia, de sus hijas/os y sus parejas, para lo cual “hacer la calle”, se constituye en un trabajo ual que se vincula a la sobre vivencia cotidiana y marca sus subjetividades.



Signadas por la situación económica, el trabajo no constituirá una opción libre, sino “la única posibilidad de garantizar la propia subsistencia y la de los suyos”, incorporándose al mundo del trabajo desde las capacidades adquiridas y en la mayoría de los casos, a muy corta edad.



Otra de las fundamentaciones alude a los conocimientos de las mujeres en situación de prostitución de la prevención de enfermedades de transmisión ual. Este reconocimiento, quiebra de algún modo la lógica tradicional de considerarlas como diseminadoras de enfermedades venéreas, para interpelarlas en términos de transmisoras de conocimientos, lo que las ubica en un lugar de recreación cultural y de circulación de saberes.



También los argumentos esgrimidos en el Proyecto dan cuenta de la explicitación de las relaciones de género y poder. El poder puede ser entendido en su versión más bien ligada a la idea de coacción y uso de la fuerza, pero también a la noción de un “poder disciplinario”. Desde esta concepción, se destaca la importancia de los mecanismos sutiles en la producción de disciplinamiento de los sujetos y de sus cuerpos, como un dispositivo de ción.



Desde esta última acepción del concepto de poder, el lugar de “dadoras del placer” de las mujeres en situación de prostitución a los varones que “contratan sus servicios”, las ubica en una instancia ligada a los mecanismos de producción económica y de una organización social estratificada en la que se encuentran en una situación de subordinación. La prostitución callejera puede considerarse entonces como un proceso de proletarización del trabajo femenino con implicaciones peculiares



Una de las particularidades que la caracterizan implica el ejercicio del poder y la legitimación social de la vigilancia sobre el cuerpo de las mujeres. Vallejos, 1998. Ellas que son protagonistas de la sobre vivencia familiar, “soportan” el peso de la cotidianidad en sus cuerpos que se convierten en garantes de la supervivencia diaria.



Pero además, en tanto el género conlleva relaciones de poder, la actividad del cliente implica autonomía para elegir y decidir con quién mantener relaciones uales, en tanto juega el dinero como mediación. De ahí que dar cuenta en la Legislatura de la demanda de por dinero por parte de los clientes y argüir que deberían estar sometidos a la misma pena que las mujeres en situación de prostitución, revela los mecanismos de sanción y disciplinamiento social hacia las mujeres pobres implicadas en la prostitución, y la “disculpa” hacia los varones que pagan.



Las experiencias de otros países como? (ver Le Mondé) muestran que se castiga al prostituyente con arresto... (COMPLETAR)



Pero también decíamos que el poder puede comprenderse desde su sentido de uso de la fuerza. En este aspecto, el abuso y represión policial, también se ponen sobre el tapete en el proyecto, lo que dispara la denuncia de violación de los derechos humanos, además de la inconstitucionalidad del régimen de contravenciones. Estos abusos no son sutiles sino más bien violentos y manifiestos. Tal como lo expresaba la Secretaria General de AMMAR nacional, la policía “es el mayor proxeneta”.



Estos “custodios de la moral pública” se transforman en inmorales al violar expresamente aquello que se supone deben defender.



Las mujeres entonces quedan expuestas a una situación de indefensión, en la cual son multadas en el mejor de los casos, o se las encierra en calabozos degradantes y se les requiere a cambio de la libertad, en el peor de ellos. El fenómeno de feminización de la pobreza en el caso de las mujeres en situación de prostitución se torna castigado y custodiado, sometiéndolas a mayores circunstancias de vulnerabilidad a las que ya se encuentran expuestas.



Vetos y complicidades



A pesar del voto afirmativo de la Legislatura, el Poder Ejecutivo Provincial, vetó en forma total el Proyecto de Ley citado. Por su parte, desde el Ministerio de Gobierno se declaraba públicamente que Entre Ríos, no se iba a convertir "en el único lugar en el mundo que admite la prostitución".



Ante esta decisión del Ejecutivo, AMMAR recibe el apoyo de organizaciones gremiales y universitarias, que instalan el debate público sobre la prostitución y respaldan la ley sancionada. En una conferencia de prensa, una de las integrantes de AMMAR Entre Ríos, expresaba: “...’aprendimos a conocer nuestros derechos, y dentro de ellos, el derecho a la libertad’, y es en ese sentido que destacó la importancia de la derogación de un inciso del articulado de la Orgánica de la Policía, ‘porque nosotras no queremos molestar, pero queremos que nos respeten’”. (El Diario, Entre Ríos, falta fecha)



Pero el requerimiento de respeto y las alas de libertad, tienen su tope en las cadenas de prejuicios y mandatos instituidos por la Iglesia Católica. A través de un documento difundido por la Agencia de Información Católica Argentina los prelados habían señalado que "el ejercicio de la prostitución ha sido y es una degradación perversa de quien la ejerce y una forma aberrante de esclavitud a lo largo de toda la historia humana”. Además, para ellos, la derogación de la ley de Contravenciones implicaba "sumar más prostitución en las calles de la provincia".



También un presbítero a cargo de la Vicaría de la Familia y la Vida del arzobispado de Paraná, afirmaba: "La ley es injusta y no debe obedecerse. Se está legitimando la prostitución y eso no está bien... Con una ley como ésta no se construye una sociedad justa y libre de pecado". Y sentencia: "Me parece que la gente se podría ganar la vida de otra manera".



La “moralina” queda expuesta en las concepciones expresadas por la institución eclesiástica. Las “pecadoras” son las prostitutas, investidas por los “padres de la Iglesia” de los estereotipos femeninos más anquilosados de la cultura. Quizás desde tan antigua institución, la evocación de ciertos sustantivos referidos a la prostitución –degradación, enfermedad- se rehúse a los atravesamientos históricos, sosteniendo el polo vírgenes-putas, esencializando la diferencia y subrayando la jerarquización.



Desde el poder manifiesto y sutil, organización policial, institución eclesiástica, poder político, intentan dictaminar las “buenas” costumbres y conductas de aquellas a quienes juzgan desde lo alto de las jerarquías patriarcales, estableciendo sanciones religiosas, morales, sociales y legales.



Así, el veto del Poder Ejecutivo, en sintonía con las exigencias del Arzobispado de Paraná, a través del Decreto Nº 4217 del Ministerio de Gobierno y Justicia del 17 de Septiembre de 2003, presenta en sus consideraciones, referencias a la legislación mundial que no incrimina penalmente a la prostitución, pero contiene normas contravencionales que prohíben la incitación en la vía pública. Además se alega el siguiente argumento: “...no estamos dispuestos a transformr esta Provincia, ni un solo segundo, en una isla que admita actos públicos contrarios a la moralidad y el pudor de la ciudadanía en general y de la vecindad en que se practican en particular. Más claramente no admitiremos un vacío normativo en esta cuestión fundamental (...) Que no se trata de mantener criterios discriminatorios machistas reaccionarios sino de sentido común y de respeto elemental a los derechos de terceros...”. (Versión taquigráfica, Cámara de Diputados de la Provincia de Entre Ríos, 2003.



La última trama del discurso expuesto, se refiere al machismo para denegarlo en pro del sentido común. Sin embargo, y de manera contradictoria, el mismo texto alude a que la normativa castiga sólo a la mujer y no considera al “prostituto”, dando cuenta de este modo de las relaciones de poder entre los géneros. Entonces que el Ejecutivo propone un Código de Falta que supuestamente evitaría los “males” puestos en discusión.



Pero la trama argumentativa no sólo deja al descubierto el poder entre los géneros sino que avanza en el reconocimiento de mafias que, incluso pueden instalarse en el Estado: “...No se nos escapa tampoco que prohibir conductas no deseadas pero sin embargo requeridas por un considerable número de personas, suele dar lugar a una ´intermediación´ de tipo mafioso con ramificaciones que pueden llegar a las agencias estatales encargadas, paradójicamente de hacer cumplir la ley...”. (Versión taquigráfica, Cámara de Diputados de la Provincia de Entre Ríos, 2003.



La serie escándalo-incitación-operativos moralidad, parece jugar un juego de luces y sombras, donde lo relevante del asunto, es que no se vea, no se note, pase desapercibido, aunque esté. Este dispositivo regula la “moral pública” en beneficio de quienes demandan los servicios uales -los varones- protegiéndolos, y en perjuicio de las mujeres en situación de prostitución a quienes se castiga con multas y encarcelamiento. Pero, se trata solamente de un “operativo moral?” ¿O más bien es un operativo de expropiación de dinero, usufructo de los cuerpos de las mujeres en situación de prostitución y ejercicio de un poder falocéntrico?



Pero además en este juego, los sectores más conservadores, operan a través de ciertas estrategias discursivas que propugnan la criminalización de la pobreza. En efecto, se trata de “mujeres”, “pobres” y “prostitutas”. Triple discriminación en la que la doble moral opera como dispositivo de control y de demarcación de los lugares permitidos y prohibidos, de los cuerpos usados y complacidos, de la oferta y la demanda de y de la circulación de dinero en transacciones de desigual negociación.



Es precisamente mediante dichos dispositivos que se construyen las relaciones de género, en tanto se hacen diferencias que no son esenciales pero refuerzan la esencialidad del género. Es decir, el género se forma en las interacciones a la vez que las estructura.



Al respecto mujeres y varones implicadas/os en las prácticas de prostitución hacen género, un hacer situado, que es un emergente de las situaciones sociales y constituye el resultado de cierto tipo de prácticas sociales que implican la creación del significado de género, mediante actividades perceptivas, interactivas y micro políticas West y Zimmerman, en Navarro y Stimpson, 1999.



Palabras de legislador@s



L@s legislad@res sesionan posteriormente para tratar el veto del Poder Ejecutivo. En esta ocasión ellos y ellas dan cuenta de diferentes discursos para defender el Proyecto de Ley sancionado. Aparecen argumentos que recuperan experiencias del cristianismo, algunos que se basan en razones jurídicas y otros que apelan a vivencias de trabajo previas. En la sesión se convoca a renombrados doctrinarios del Derecho, pero además se hacen presentes célebres figuras femeninas como María Magdalena y Sor Juana Inés de la Cruz. También personajes masculinos como San Francisco de Asís.



Un diputado, que se reconoce como cristiano y católico, sostiene la defensa del proyecto de Ley, dando respuesta a las instituciones eclesiástica y policial, argumentando que el representante de la primera incita a la desobediencia de la Ley y el de la segunda a proceder en contra de la actividad de las meretrices. El diputado entonces indica la falta de respeto al sistema republicano y de gobierno por parte de estas organizaciones.



Sus argumentos están anclados en las legendarias experiencias del cristianismo. Así, esgrime: “...este hombre de la Iglesia olvida aquella máxima de Jesús cuando es convocado por un Dictador de Palestina, creo que Herodes... Lo convoca frente a toda una noble audiencia y le pregunta en razón de qué él se tornaba un desobediente de la ley, atentando contra el soberano. Y Jesús, tomando una moneda que llevaba la efigie del emperador romano, le contesta: AL César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios; separando claramente la actividad de quien se llamaba el Mesías, que se dirigía al espíritu de la gente, de lo que es propio del mundo terrenal.” (Versión taquigráfica, Cámara de Diputados de la Provincia de Entre Ríos, 2003.



Además el Diputado recurre a la figura de María Magdalena a quien Jesús defiende con la consabida frase: “El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”.



Asimismo, el diputado defiende posiciones vinculadas a la condición social y económica de las mujeres en situación de prostitución, considerándolas “marginadas sociales”, dando cuenta de la desigualdad e inequidad social a la que se ven sometidas. Expresa: “...Sociedad que... poco tiene de justa... desde el momento mismo que somos los gobernantes los que tendríamos que darle la posibilidad de trabajar, y en todo caso se la quitamos...”. (Versión taquigráfica, Cámara de Diputados de la Provincia de Entre Ríos, 2003)



Por otra parte, da cuenta de la necesidad de castigar en todo caso al proxeneta, explicitando algunos puntos de la trama de la prostitución.



Considera además que la facultad de la policía de detener a las prostitutas es funcional a algunas seccionales policiales, ya que funciona como “caja chica”, denunciando, de este modo, la corrupción de esta institución.



La intervención de un senador recurre a argumentos jurídicos para defender el Proyecto de Ley: “...la prostitución... no está penalizada ni en el Código Penal ni en la Ley 3815; por lo tanto no podemos despenalizar lo que no está penalizado (...) inclusive el artículo 45 en su inciso 4º... violenta principios constitucionales”. (Versión taquigráfica, Cámara de Diputados de la Provincia de Entre Ríos, 2003)



El senador avanza en su exposición preguntando quiénes son las prostitutas y prosigue: “...¿podemos llegar a la conclusión de que una mujer que hace insinuaciones a un transeúnte es una prostituta? ¿Podemos llegar a la conclusión de que una mujer que se exhiba en puertas o ventanas es una prostituta? ¡Cuidado señoras o señoritas! No vaya a ser que por tomar el fresco se vean enfrentadas a una sanción de hasta treinta días...”. (Versión taquigráfica, Cámara de Diputados de la Provincia de Entre Ríos, 2003)



Además, explicita la presencia en la relación de prostitución de quien ofrece el dinero –el cliente- dejando sentado que también es partícipe en la concreción de la contravención. Y recurre a la figura de Sor Juana Inés de la Cruz, citando su célebre frase: “¿Cuál será más de culpar... la que peca por la paga o el que paga por pecar?”.



Por último, el senador insiste en que la Legislatura no fomenta la prostitución sino que restablece el orden jurídico.







Fuente: Fac. de Trabajo Social UNR. Autoras: Nora Das Biaggio, I Firpo, Z Lenarduzzi, A Vallejos, A Reggiardo Blanca

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