Pues de esto se puede concluir otra vez que el paraíso de ebriedad al cual nos lleva el opio o la morfina o sus derivados artificiales es sumamente natural. Y esto lo intuyó en 1700 un conocido médico inglés que se llamaba John Jones, que publicó en Londres Los misterios del opio revelados. En este libro dice que llevamos un opiáceo dentro de nosotros de forma natural. Nada más que por pura intuición, porque no tenía datos bioquímicos sobre receptores de opiáceos. Y lo afirmó perfectamente. El se basaba puramente en lo que intuyó un siglo y medio posteriormente Baudelaire sobre la naturaleza bastante natural de la embriaguez del opio.
Se puede decir lo mismo del cáñamo y sus principios activos, aunque la evidencia que tenemos de esto es más parcial y menos completa que en el caso de los opiáceos por ser más reciente. A mediados de la siguiente década de los ochenta se descubrió que llevamos unos receptores en el cerebro para THC o tetrahidrocannabinol, que es un complejo de varios isómeros activos, sustancias terminoides del cáñamo, el cannabis indica sativa, la famosa marihuana. Entonces, al igual que en el caso de los endopiáceos, dos o tres años después de este descubrimiento, -desde luego que los otros bioquímicos iban tras la pista de la sustancia natural que se liga a este receptor, el receptor cannábico o cannabínico- en Israel, donde ya habían aislado el THC por primera vez a mediados de los 60, aislaron una sustancia natural de los cerebros de los mamíferos y también conocido en el ser humano llamado anandamida, que es un hidrocarburo con nitrógeno bastante común y corriente en el cerebro humano que se enlaza a este receptor y produce efectos análogos al THC.
Entonces otra vez podemos decir que tenemos un THC interior. Hasta ahora no se ha descubierto que el THC mismo se pueda sintetizar en animales y que ocurra como sustancia natural en los cerebros, pero eso no sería ni más ni menos sorprendente que el descubrimiento de morfina como sustancia endógena en cerebros de mamíferos. Entonces se puede argumentar bioquímicamente también que la embriaguez del hashish es sumamente natural. En ambos casos, opio y cáñamo, utilizados por Baudelaire, los principios activos de estas plantas nos llevan a un paraíso de embriaguez natural puesto que son o bien idénticos o suficientemente semejantes bioquímicamente a nuestros embriagantes naturales, interiores, endógenos en nuestros cerebros, como para encajar en el mismo receptor en el cerebro. Entonces, otra vez enfatizo que la embriaguez de estas plantas es sumamente natural. Únicamente están metiéndose en un sistema extremadamente sensible, nuestro cerebro.
Últimamente se pueden extender estas observaciones a otras clases de embriagantes, aunque no voy a dar mucho tiempo a esto, nada mas que lo menciono como otro ejemplo. Las benzodiazepinas son un ejemplo fortuito de investigación farmacéutica en que dado a un error de síntesis química de un proyecto de mediados de los 50, se quedó un compuesto mal sintetizado que era diferente de lo que pensaban los investigadores, y que fue ignorado en algunas pruebas no fructíferas en las que buscaban otra clase de sustancias. Posteriormente fue utilizado en investigaciones de sedantes y descubrieron en esta sustancia un efecto algo análogo a los barbitúricos que luego resultó ser Librium, que era el primero de esta clase. Y se hicieron derivados de esto y dieron con Valium a principios de los 60, que era uno de los más exitosos en el mercado. Pero mi punto es que esto fue fortuito, era un ejemplo de lo que llamamos serendipity en inglés, y no existe esta palabra en castellano pero Antonio Escohotado ha tratado de introducirlo un par de veces, serendipitoso o algo así, y quiere decir que buscas fijamente alguna cosa pero encuentras otra cosa en el proceso. No es un accidente, es fortuito, pero es que uno anda buscando algo y encuentra otra cosa, como la LSD, no es que de repente caiga del cielo como beneficio de los dioses. El descubrimiento de la LSD no fue un accidente, fue serendipity, y esto también fue serendipity.
Entonces, como antes se había usado siempre un modelo natural en la industria farmacéutica para buscar un principio activo, posteriormente investigado y hallada la molécula, en este caso no hubo tal, sólo por accidente descubrieron este compuesto que resultó muy activo en bioensayos y se desarrolló toda una suerte de fármacos de mucho éxito comercial y terapéutico, ansiolíticos, este es el nombre común de la clase, que disuelven la ansiedad. Esto lo menciono porque ahora sabemos, y esto es muy sorprendente dada la insólita historia de esta clase de compuestos, que las benzodiazepinas también son sustancias naturales, aunque fuesen primeramente creadas como artificiales. En los últimos diez años se ha visto que no solamente existen en plantas sino en animales también. Y todavía no se ha resuelto en el caso de las benzodiazepinas si los animales van secuestrando estos compuestos o si lo van biosintetizando, pero las plantas lo pueden biosintetizar, y existen varias plantas incluso muy comunes como el trigo, como el champiñón agaricus, etc, que lo biosintetizan. O sea, se ve que está bien difundido en el reino de los seres vivos. Y que definitivamente tenemos un receptor para benzodiazepinas en el cerebro que es un canal de iones, luego mencionaré un poco más de esto.
Entonces se puede decir también que la embriaguez de las benzodiazepinas, por muy artificial y fortuito que hubiese sido su descubrimiento en el mundo de compañías farmacéuticas, es otra vez un paraíso natural, es algo de nuestro entorno natural. Y cada vez que investigamos estos temas nos damos cuenta de que realmente hay mucho menos novedoso bajo el sol de lo que pensamos. Cosas que son artificiales de repente se revelan como naturales. O sea, algo que ha sido creado en la industria química como artificial posteriormente se descubre en una planta, como en el caso de las benzodiazepinas, siendo un buen ejemplo.
LA FARMACIA CELESTIAL
Ahora voy a partir del tema de los paraísos y quiero decir algunas palabras sobre un terreno más conocido para mí que es lo que Baudelaire llamó la "farmacia celestial". Justo antes de su muerte, en 1867, siendo un borrador del prefacio para su libro de famosos poemas, Las Flores del Mal , Baudelaire dijo que aunque él había tratado con las ebriedades locas de vino y opio, vio una embriaguez desconocida en la tierra que la Farmacia Celestial aún no le podía proporcionar. Y esto era muy profético puesto que en su vida, mientras estaba publicando los Paraísos Artificiales en 1860, salió un libro paralelo en Londres, desconocido para Baudelaire según sabemos, y sucedió por cinco años la salida de dos libros aquí en Europa, uno fue en Edimburgo en 1855 por el médico escocés James F. Johnston. El otro, publicado en Alemania, en Leippzig, por Von Bibra, un varón de la nobleza alemana. Ambos salieron en la primavera de 1855. El libro de Johnston se llamaba La Química de la Vida Común y es un tratado de bioquímica general, lo que hoy llamaríamos bioquímica. Pero el segundo tomo se enfoca más en lo que él llamó los narcóticos que tomamos. El libro de Von Vibra se llamaba Die Genubmittel und der Mensch, tratando de traducirlo sería más o menos...figurativamente...Manjares Narcóticos y el Ser Humano. Este libro se enfoca completamente en los embriagantes. Luego en 1860 en Londres el micólogo británico M.C. Cooke publicó Las Siete Hermanas del Sueño o The Seven Sisters of Sleep que también trataba exclusivamente
No hay comentarios.:
Publicar un comentario