11 jul 2008

PRESENTACION DEL LIBRO"LUZ EN LA SELVA"

Luz en la selva
La novela familiar de Enrique Pichon Rivière
De Vicente Zito Lema
Participan: Horacio Gonzalez, Joaquín Pichon Rivière y Marcelo Percia
Cristina Banegas leerá fragmentos del libro
Coordinación: Alejandro Vainer
Miércoles 16 de julio, 20:30 hs
Teatro del Pueblo, Diagonal Norte 943

CEREMONIAS Y SEÑALES
Este libro pretende lo imposible: convertirse en una ceremonia de resurrección.
Bien se dice: aunque el puerto sea el infierno, lo maravilloso del alma es su viaje.
De allí que una novela sobre la vida de un tercero esté escrita en primera persona.
Hubo que ponerse en la piel del otro. El escritor desaparece de sí, mientras que ese otro,
un personaje vivo, en plena luz de escena, aunque esté muerto y oscuro
en la oscuridad de la muerte, provoca la vida.
La vida que se produce también necesita un espacio, un cuerpo.
Allí esta el lector. Que para entrar en la ceremonia debe estar vivo, hablo de una potencia de vida que se expresa en los actos, y tener paciencia y pasión.
Primero, la pasión que corresponde a la muerte (una pasión triste), y de inmediato la pasión que nace de los espíritus vivos (la pasión alegre).
O sea: un lector que reconstruye la vida del otro, aquel que escribió (diría Freud, va paso a paso sobre su mecanismo de creación); haciéndose a la vez cargo, ¡vaya carga!,
de la vida de quien está en lo escrito, y que ahora es mucho más que un personaje
en la realidad de la muerte, en tanto marcó la vida de quien escribe (en la escritura quedan las huellas), y marca también la vida de quien lee. (Desde la lectura se alzan
las huellas del amor o del desprecio…)
Escribir y leer sobre “el otro”, puede ser entonces la pretendida ceremonia de resurrección, con toda su angustia, porque se admite, como punto de partida,
que en esa angustia yace la esencia del ser, y que la poesía nombrada una y
otra vez en el libro, es un dialogo con la muerte por fuera de la piedad, imposible
en la resignación.
Señales: Los diálogos entre él “narrador” y el “narrado” son reales y son un sueño.
Es decir que son materiales, de una manera y de otra manera sucedieron. (¡Y aquí ya
no importa quien está en la vida y quien está en la muerte!).
Pagina tras página. El camino de la vida es el camino de la vuelta. O en el cielo se encuentra el infierno. Lo admito, la novela no fue gestada así, pero puede leerse así. Hay venenos dulces…
La poética, sin ella nada existe, puede reconstruirse a partir de las Rapsodias y
Sonatinas. (Así también la razón puede pulirse en los cristales del delirio…)
Nada aquí ocurre por sí, sin la realidad de los otros que la constituye como sí. Por ello pueden leerse inicialmente las “otras voces”, que es el espacio público, y desde ahí entrar en el corpus de la subjetividad, el relato propiamente dicho. Y aquí surgen, por lo menos, tres posibilidades: ser el narrador, ser el que narra, o dar un salto a través de la espiral y construir un nuevo cuerpo (digamos un alma, “alma que tanto te han herido”…, ¡ oh, frágil, palito del violín!...), que legitima la tercería, el ojo que mira desde la cerradura y permite que aquello que sucedió, suceda…
Por último: ¿Por qué no guiarnos con la necesidad de la belleza, como el beato y como el poseído que con sus estrellas levantan su cielo…?
Por más último: ¿Por qué no dejarse llevar por el azar, o por el destino, o por el viento que mueve las páginas del libro…?
Post Scriptum: ¿Por donde entraré yo en este libro, si quiero salir del libro y escribir lo que falta escribir de la novela familiar del otro -querido Pichón-, siempre que no caiga de cabeza en el pozo de la melancolía que acecha al hombre que escribe…?

Vicente Zito Lema
Marzo de 2008
La

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