CCHICOS DE LA CALLEE
Charla entre TERESA RODAS y ALFREDO MOFFATT
13/7/1999
(En este texto hemos conservado el estilo coloquial)
Teresa: “Menores en riesgo” ¿en riesgo de qué? De perder lo más importante que tiene todo ser humano, su verdadera identidad. A veces, me pregunto: quiénes seríamos sin un entorno que nos sumerja en el “deberías”, en el condicionamiento social y cultural, sería interesante ver qué pasa. Acá me atacaría todo el mundo, pero no me importa. Desde que nacemos, lo hacemos dentro de un grupo que nos condiciona a determinadas cosas, que nos sumerge en determinadas enseñanzas. Pero... ¿de dónde la sacan ellos? De sus propios condicionamientos, de las cosas que a ellos le importaron como ciertas, o tal vez desde lo opuesto.
Menores en riesgo... yo diría que todo ser humano está en riesgo en el mismo momento de conexión con el mundo. Trataré de recortar un poquito todo esto y voy a hablar sobre los chicos de la calle, o chicos abandonados, y todos los avatares que ellos comienzan a vivir con las diferentes formas de un afuera que los espera para ayudarlos, ayudarlos entre comillas.
Desde mi experiencia compartida con ellos, chicos de la calle algunos, de Instituto otros, tiempo y espacio compartidos, broncas, alegrías y proyectos, me animo a decir que en la mayoría de los casos, ellos no se sienten ayudados por nadie... Cuántas veces me preguntaron: “¿Quién o qué son estos fulanos y qué nos quieren hacer creer?” La desconfianza está instalada en ellos y eso es difícil de modificar. Todo les resulta desconocido ¿Qué es la familia? ¿Qué significa esto? ¿Qué es el amor? ¿Quién es el otro? Pero se habla tanto de todo esto y se guitarrea tanto, que a veces, me lleno de asco.
Pero es así, nos encontramos con sus miradas vacías, desviadas, rostros sin tiempo, “pero la culpa no existe” dicen y ¿quién se hace cargo de todo esto? Explicaciones hay muchas, si hablás con un psicólogo te dará su visión, un sociólogo lo mismo, si hablás con un político, ya se sabe... para todo hay una explicación, todo se puede explicar desde lo teórico, desde lo religioso, ¿pero cómo se lo explicamos a ellos? Entonces volvemos a repetir la historia y nos ponemos en salvadores... y les enseñamos desde lo que creemos que es importante saber, desde lo que creemos que ellos necesitan, desde nuestra cultura, desde nuestros propios miedos y locuras, así nos alejamos de tanto dolor. Todo el mundo busca la receta mágica que los pueda contener, que los pueda ayudar y nos sentimos héroes mientras lo hacemos, nos sentimos buenos, y pasamos nosotros a ser la primera figura de esta comedia que no tiene final.
Si tomás a uno de estos chicos, que después de haberlo perdido todo, como su familia, su hábitat, su cultura, lo llevan a otros mundos, a otras costumbres, y lo movés un poquito, te vas a dar cuenta de que están sentados en un aparente “bien”. En realidad, vos lo mirás y te vas a dar cuenta de su bronca contenida y su angustia disimulada...
¿Qué pretendemos entonces? Primero les colocamos máscaras, no los vemos, no los respetamos y después les pedimos autenticidad.
Alfredo: Porque los pibes de la calle, tienen cuadros severos, graves, no son esquizofrénicos, pero sí chicos que tienen una falta de estimulación emocional temprana, a veces están bastante deteriorados. Es difícil operar, porque los que pueden hacerlo son fundamentalmente de clase media, de la pequeña burguesía... los ven limpitos y bañados y creen que están listos:”Mirá qué bien que están, comen con cubiertos...” No se qué piensan, pero razonan como con sus chicos, creen que es equivalente al chico de la burguesía. Pero los chicos de la calle no tienen edad, ni historia...
Teresa: Esto que yo decía, de “rostros sin tiempo”.
Alfredo: Exagerando... tienen miradas como de cárcel, están como sin alma, pobrecitos...
Teresa: Tienen una desconfianza muy grande...
Alfredo: Una desconfianza hecha a golpes de puño y de bastonazos de la policía, bien ganada.
Teresa: A mí, en este tiempo, me aparece este tema de la cultura, que no me pasaba antes. Yo también caí en el error de querer traerlos a mis costumbres. ¡Y ellos tienen las propias!
Alfredo: Eso es muy importante.
Teresa: Pero... ¿qué pasa? ellos están viviendo en esta sociedad. Yo les cuento muchas veces a ellos y a los coordinadores del Hogar, que es como en la película “Un Tarzán en la Ciudad”, cuando lo llevaban a la civilización, lo ridículo que resultaba, lo mal que él se sentía, porque no era su hábitat, no eran sus cosas. Entonces es así, parecen torpes y descolocados.
Alfredo: Es lo mismo que pasa con los locos, vos ves esa cosa dura de los chicos de la calle grandes, vos ves que a esa edad... ahí no se puede hacer nada. Es como que aprendieron a sobrevivir así, es otra raza...
Teresa: No es otra raza...es otra cultura.
Alfredo: Cuando las culturas son muy distintas uno dice que es como otra raza humana...
Teresa: En el escrito que comentábamos antes de la bronca, ¿cómo puede ser que la piba que llevás como supuesta mujer tuya, se encame con tu viejo? Vos ves sentado a tu viejo con la mina y “acá no pasó nada”, esto a nosotros nos raya.
Alfredo: Eso pasa en Santiago del Estero, no solamente en los chicos de la calle, hay como una circulación sexual con elementos de las culturas indígenas. Cuando estuve en el Cuzco, fui a la cueva del indio, allí dormía él, la mujer y, entre los dos, una bebita y una nena como de seis años, la suegra en el suelo, y nosotros en el medio. Es decir que duermen así porque si no, se congelan. Uno piensa: “¿Cómo? Una nena de seis años, la otra chupando la teta, del otro lado el papá...”.
Teresa: ¡Acá también es así, no sólo en Santiago del Estero! Uno va a la casa de los chicos, ve una cama grande, una chiquita, y ahí viven como 20 hermanos, y también está la madre... ¿Acá qué pasa? y... pasa de todo. Estas son las historias que ellos tienden a repetir cuando uno los trae al Hogar... y ahí es donde uno piensa: ¿cómo se maneja esto? Ellos traen estas costumbres al Hogar, a la escuela, al barrio, y nosotros pensamos: “¡estos monstruos!”, como fue la reacción del maestro del barrio...
Alfredo: Esto no sería algo tan negativo, una cierta promiscuidad con lazos afectivos, lo jodido es cuando aparece esa distancia que lleva al daño, a la agresión, al asesinato, como en el caso de Robledo Puch, que además no era un chico de la calle.
Teresa: Claro, pero ¿cómo hacés para insertarlos en el barrio, la sociedad, la escuela, el trabajo, si ellos vienen con otras costumbres? Se habla de “resocializarlos”, acá caemos en la creencia de que no estaban socializados. Entonces, ¿qué eran ellos?
Alfredo: Yo pienso que no les podés hacer recorrer una distancia desde el lugar de ellos, de su cultura, de la cultura de realidad de ellos, a la nuestra. Eso es aprovecharse de alguien que justamente está con déficit, es como si estuviera rengo y quisiéramos hacerlo correr. Si está rengo, hacelo caminar.
En mi trabajo con los mendigos (lo de la Municipalidad era todo ordenadito...) lo que hice fue un rancho enorme, grandote, como una carpa, y ahí más o menos al estilo tribu, estábamos tirados en el suelo, con orden, cantando o haciendo alguna comida entre todos, una cosa así, al estilo campo, chacarero, donde está todo medio “misturao”, entonces no los hacés recorrer tanto camino. En cambio, si quisiéramos ponerlos en camas, hacer una estructura institucional, prolija, con horarios de bañarse, de esto y lo otro, sería demasiado, además, sería inútil. Hay formas de vida, que pueden ser aparentemente más confusas, como la peonada del campo, que se levantan, duermen medio vestidos por el frío, toman unos mates, comen un cacho de asado frío, después se van yendo, cuando llega el amanecer, por ahí uno todavía está durmiendo la mona. Dentro de todo, eso es una vida, es una sociedad, porque tienen diálogo, proyectos, porque trabajan, porque después se casan. Basta que se cumpla lo de amor y trabajo, familia y trabajo, que sea de la forma que quieran, que no sea agresivo, lo principal, que haya una forma cultural donde uno no cague al otro. En cambio, cuando se pretende hacerles recorrer tanto camino, el chico no puede, es lo que vos decís. No puede hacer tanto la prolijidad, en su Instituto, su camita, sus cosas, el baño.
Teresa: Te cuento lo que veo en el hogar, las chicas que son las que están más cerca mío, me dicen: “Mami, otra vez estos negros hicieron fuego en el fondo!” Entonces voy, ya me lo conozco de memoria, y lo que están haciendo es el fuego, se ponen todos alrededor, charlan, se fuman un cigarrillo.
Alfredo: Puede ser el fogón, como en el campo, donde yo viví cuando era chico, que la noche termine con el fogón, y por ahí, si hace mucho frío, que se tomen una grapita, pero no para ponerse en pedo, ni golpearse, es una costumbre campera, más como de la tierra…
Teresa: Y lo tengo que permitir...
Alfredo: Yo lo favorecería...
Teresa: ¿Sabés por qué? Acá aparece lo mismo que venimos hablando desde el principio. Cuando te cae una inspección, nosotros tenemos que dar respuesta a un montón de cosas de afuera.
Alfredo: Ahí está la mano estúpida del sistema. Viene una inspección y no reconoce la cultura criolla, alrededor del fogón, charlando, jodiendo, haciendo bromas como los peones de campo...
Teresa: Muchas veces me hago la que no lo veo y si lo veo, me hago la enojada, tengo que hacer toda una actuación...
Alfredo: No te lo permiten, qué cosa...
Teresa: Está mal visto tener todas las paredes escritas...
Alfredo: ¡Claro! es “Civilización o Barbarie”, es un esquema de mierda, porque con eso nos han metido artificialmente toda una cultura, europea, que es estúpida... ellos vienen con costumbres sanas del campo...
Teresa: Fijate lo que hacen ellos, si yo no los dejo hacer estas pequeñas cosas, se van a la casa de al lado. Con esa casa nos divide un tapial, lo tengo que hacer cada vez más alto, ya está todo agujereado. Una vez yo pregunté: “¿qué son esos agujeros?”, “son nuestros celulares”, me contestaron. ¿Qué pasa del otro lado del tapial? Del otro lado vive gente muy pobre... es como que tienen que ver con las raíces de ellos, preparan escaleras, se pasan para el otro lado... les pasan comida, todo lo que puedan conseguir del hogar se lo pasan, después cuando nos ven a algunos de nosotros, hacen la actuación: “Eh!, esos negros...”. Está re -sabido que existe esta conexión fuertísima. Y la atracción por “ese” tipo de mujeres. ¿Te acordás cuando te contaba de José? Yo decía: “¿cómo puede ser que José se buscó la más puta del barrio? ¡La vergüenza que me está haciendo pasar!”... vos te reías, ¿te acordás? Me decías: ¿qué querés? ¿Una mujer de clase media para José?
Alfredo: Basta que lo quiera… que se haga una changuita, pero si lo quiere, está bien. Si cuidás lo del amor y la producción, el laburo, que plante tomates y que se quieran de una forma no convencional... No se ganaría nada con que, en vez de eso, estén con la computadora, casados legalmente y todo eso. Lo digo por vos. Para mí, lo principal, son los hechos fundamentales de la vida, y los hechos fundamentales se dan cuando las relaciones son de crecimiento, de avivamiento, de amor. Después, qué forma tenga... he visto tantas cosas raras en Nueva York, en Calcuta, funcionan de otra manera y bien. En la India, están todos en la calle, los perros, las vacas, los monos, los chicos, los viejos jugando a las cartas, es todo un kilombo terrible, pero hay vida, no se bañan nunca, vos tenés las manos de tres generaciones, sabés quién era el más bajito, el más alto, la historia la tenés ahí, van con los trapitos, los lavan ahí, se los ponen, como un taparrabos, nadie piensa mal. En cambio acá ¡no! “cómo va a lavar la ropa ahí”. Allá funciona, la gente está sonriente, está bien.
Teresa: Estas cosas, ¿cuántas veces las he escuchado y yo misma las he dicho?, ¿de qué se ríe esta gente? ¿Cómo se pueden estar riendo? No tienen para comer, los pibes están en pata, no los pueden mandar al colegio, viven riéndose, nosotros que tenemos tantas cosas, vivimos amargados. Aprender a mirar un poco eso.
Alfredo: Es la mano estúpida del sistema, para la que fundamentalmente todo lo que no es igual a nosotros, es de bárbaros. Y los verdaderos bárbaros son los de la ciudad. Tienen que hacer un aparato para poder hacer ejercicios, tienen que comer diet, porque no gastaron energía, tienen que masturbarse por teléfono, en vez de hacerse el coco con la vecinita de al lado. Tienen que ir a un psicólogo, porque no tienen con quién hablar, con quien desahogarse, están encerrados en celdas de cemento en vez de salir al campo, hacer un fogón, caminar y ver las estrellas.
Teresa: Yo lo veo a José, se compró un terreno, tiene un ranchito, con techo de paja, tipo quincho, vende ropa. La veta comercial mía, la tienen perfecta, trabaja todos los días. Viven en ese lugar… del Hogar le mandamos la cocina, la heladera, pero él no quiere que yo vaya.
Alfredo: Porque a lo mejor... no sé, si vos... Yo, lo que pasa, es que tengo un costado linyerón... estoy tan cómodo ahí. Yo estaría con alegría, la cosa criolla, los baldíos. Le diría: “¡qué bárbaro, lo hiciste vos... qué fresquito es esto! El piso de tierra es bueno, no tenés que andar encerando el parquet”.
Teresa: Yo se lo dije: “¡tanto me rompí para que vuelvas a vivir en el rancho!, volviste al rancho y con la puta...”.
Alfredo: Si se quieren y hacen su casita...
Teresa: Los perros, cada dos por tres, tienen sarna. Uno se llama Bandido y el otro Kerosén, él dice que son de raza... Yo lo veo a José, y está bien, hace tres años que está en pareja.
Alfredo: ¿Mantiene la relación? Si es una mina casta, seguro que lo caga, a los tres meses lo deja y le hace juicio de divorcio.
Teresa: Se hizo cargo de las dos nenas que tiene la chica que vive con él, más su hijo, de casi dos años... él está bien, está contento. Es un ranchito de paja, de adobe, pero está chocho. Le digo: “José ¿cuando me vas a invitar a comer?” No me quiere invitar a tomar mate... Dice que me voy a ir a reír.
Alfredo: Porque vos tenés un costado prolijo, de pequeña burguesía, que a lo mejor te da seguridad, entonces te parece que fuera de eso, no hay vida realizada. A veces basta que esté lo del amor, es esencial lo de ayudarse, no ser cagador, y vivir con intensidad todas las cosas. La cultura criolla, indígena, es muy superior a la cultura urbana. En ese sentido soy un defensor a muerte de la cultura criolla.
Teresa: A José se lo ve bien, haciendo cosas buenas...
Alfredo: ¿No se te habrá ido la mano con lo de la burguesa, no? Tu costado reo...
Teresa: A mí me cargan y me dicen que la Gestalt me arruinó.
Alfredo: Para ellos, es el camino que pueden recorrer. No podés hacer que ellos hagan este camino. Mejor, vos hacé el tuyo y se encuentran en el medio. Que salgan de la promiscuidad violenta, con violaciones, que salgan del afano jodido, la dureza de corazón, la distancia, la traición, de las enfermedades, eso si.
Teresa: Con lo que tienen más dificultad es con el tema del robo.
Alfredo: Lo que pasa es que ahora, con la desocupación, el robo es una profesión. Es un laburo posible, entonces se hace después como una cultura del robo, el policía roba, el político roba, todos roban...
Teresa: Además te lo dicen...
Alfredo: Entonces vos decís, por lo menos que no se roben entre ellos, eso sí, que no arruinen cosas...
Teresa: Están arruinados, porque ellos no manejan los mismos códigos que el chorro, el ladrón de antes, tenían unos códigos de la puta madre. Ahora no, es como que está todo muy confundido.
Alfredo: Es que con la droga se pudrió todo.
Teresa: No se respetan, lo del otro, los afectos. En una entrevista me preguntaban qué es lo que veía a raíz de la pobreza, y yo contesté: “un mayor deterioro en los chicos”, pero muy significativo. No son los chicos de hace quince años atrás, son chicos con los que tenés que trabajar mucho, porque está muy pegadito al tema de la muerte.
Alfredo: Imaginate... eso lo siente cualquiera de nosotros, el abatimiento, la desesperanza, en ellos, esto está multiplicado por tres.
Teresa: Pero ¿no va un poco más allá?
Alfredo: Pienso que la sociedad entera se pudrió, la corrupción, la impunidad. Se pudren instituciones básicas como la policía y los jueces, el sistema se transforma, no hay más parámetros. Entre ellos se pelean, se traicionan, son como putas, si ellos se cagan en la gente, ¿qué padre le puede decir al hijo: no afanes? Le puede decir eso si, por ejemplo, después él puede conseguir los alimentos. Pienso que hay un gran deterioro en toda la sociedad.
Como no hay miedo a la muerte, la policía también es salvaje, la impunidad, los tiroteos, las drogas, sumá todo eso y...
Teresa: Es un cóctel. Quizás soy muy exigente, en muchos aspectos, pero también estoy muy condicionada por el afuera, hay muchas cosas que yo no haría con los chicos, o no los obligaría hacer. Estás todo el tiempo rindiendo cuentas a los jueces, en la escuela, en el barrio, vivís dando examen.
Alfredo: Eso es una podredumbre de afuera. ¿Por qué Pichón pudo organizar y poner a los pacientes de enfermeros? Lo que pasa que Pichón, con el estilo loco...
Teresa: Nosotros tenemos, trabajando de coordinadores, chicos que han sido...
¿Viste al que le decimos Tutankamón?, cuando él me escucha putear retando a todos, me dice: “¿Y después usted va y da conferencias?”. “Si”, le digo, “porque ahora estoy trabajando, y cuando doy conferencias también estoy trabajando”. También allá puteo. El psiquiatra nos pide informes sobre qué hicimos con ese chico, porque está sin medicación, ya va a hacer un año. Está estudiando, trabajando todos los días y el diagnóstico era psicosis.
Alfredo: En la Peña Carlos Gardel ¿sabés qué decíamos?: “Nosotros no los curamos, le sacamos el Hospital de encima”. El Hospital les da soledad, falta de trabajo, la droga, la humillación, el número de paciente. En cambio, nosotros le dábamos la persona, la alegría, la cumbia, las salidas en comunidad, el amor mutuo, se descongelaban las almas. El sistema es una mierda, porque el sistema son los malos, ganaron los asesinos, ahora ganaron los ladrones, nosotros trabajamos en este mundo. Hay que negociar con el sistema, si no, tenés que hacer algo en medio del campo.
Teresa: Tenés que negociar. ¿Cuántos líos hice por desconocimiento? Con la policía, me peleaba a muerte, cuando torturaban a los chicos (ellos me contaban) yo iba al enfrentamiento... Aprendí que no era así, después aprendí que la policía son empleados nuestros.
Alfredo: Si, si, eso lo podés decir y todo, pero...
Teresa: Lo puedo decir y lo tengo que tener claro. Además se clarificó en mí que no todos los policías son hijos de puta. Si uno cambia de lugar...
Alfredo: ¿De dónde a dónde?
Teresa: Salí de esa bronca, de enfrentar y denunciar... es como aflojarme y usar que soy la directora. No te digo que somos amigos, pero trabajamos juntos.
Alfredo: Usar cierto lenguaje de ellos también, un lenguaje legal.
Teresa: Seguro, cuando hablamos de los chicos, decimos los “menores”. El policía le dice a los chicos: “Inmediatamente voy al Hogar y le cuento a Teresa”, eso es valiosísimo... Una noche los trajeron: “acá se los traemos, no sabemos qué estaban haciendo...” es reimportante para los pibes, están más cuidados, estas cosas las vas aprendiendo con el tiempo.
Alfredo: Lo importante es saber cuánto les podés exigir y la secuencia, que vos la sabés, cada vez un bocado más grande, pero empezar del más chiquito. Como un principio de secuencia, donde nunca podés hacer más pasos de lo que ellos pueden dar. Porque si no se caen, desde la cultura de ellos, desde la escalera de ellos, más bajita. En ese sentido hay que estar siempre atento.
Teresa: Esto puede ser lo que pasó con Willy hace poco, se fue a la calle. En realidad, se fue a vivir a un taller mecánico. Yo le decía: ”¡Basta de jugarla de hijo!”. Tiene 22 años, es el chofer del Hogar y ayuda un montón, pero se crió junto con mis hijos y se siente con otros derechos que no tiene el resto. Uno de los derechos que creía que tenía es que se podía levantar a la hora que se le diera la gana. Yo dije: “no”, porque mis hijos no se levantan a cualquier hora. Yo empecé a apretar por ahí, “vos estás con sueldo, si trabajás en el Hogar, tenés que cumplir un horario y asumir que sos grande, no sigas explotando que sos el hijo. Si, soy tu mamá, vos sos el hijo, pero vos estás trabajando, yo te pago, y yo exijo”.
Alfredo: Es difícil, a Malena tenía que decirle la misma cosa treinta veces. “¿Pagaste la factura?” “Papá, no me hinches”, contestaba.
Teresa: Un empleado no te puede hablar así. El iba de jefe a la casa de los chicos, y como era respetado por los pibes porque era el coordinador, iba a sabotear lo que yo decía, ahí es cuando nos enfrentamos, terminó en la calle, se armó un motín de seis, terminó, cerré la casa, ¿te acordás?
Alfredo: Eso es muy importante: que puedas hacer la ley del padre, realmente eso hay que aceptarlo, ser la madre y el padre, los dos roles.
Teresa: Esto por suerte me sale, porque ahí se potencia la locura de ellos, ahí se ponen...
Alfredo: Si dejás eso, se confunde todo y se va a la mierda.
Teresa: Te miden, te miran, se hacen los pesados, tenés que ponerte más pesada de verdad y ahí se produce la limpieza. Es bravo...
Alfredo: Marcás un precedente, una regla: “con Teresa se puede joder hasta cierto punto, si Teresa se raya, cagamos”. Eso entra en la historia del Hogar, lo comentan, y ya queda instalado como una norma.
Teresa: Yo escuché a uno de los chicos (que después hizo un ataque de histeria) que le contaba a un familiar: “Teresa un día se rayó porque estábamos jodiendo y cerró la casa”. Y me puse a pensar: de todo el lío, uno solo quedó afuera, los demás pudieron volver y pedir disculpas. Quedó afuera el que dijo en una Asamblea: “elijo la droga”, listo, ya está. Incluso en la asamblea le habíamos ofrecido la Comunidad Terapéutica, se la habíamos conseguido, pero la rechazó.
Alfredo: Hay que cuidar de no caer en la omnipotencia, si querés curar a todos sonaste. A veces, a alguno, lo tenés que rajar.
Teresa: En el caso de Willy, él volvió y se disculpó, pero sigue siendo un elemento al que no podés perder de vista. Es muy trabajador, pero lo tenés que tener presente.
Alfredo: Es un chico rebelde, él aprendió que cuando le falta afecto hace un kilombo y así tiene la atención. Es como los que se enferman para que les den bola, creen que con eso se la van a dar.
Teresa: Lo que te quería contar es que yo quizás me equivoqué ahí, porque yo le dije: “basta de jugar al hijo, o basta de jugar al nene kilombero”, porque cuando se iba para al lado, armaba lío. “O das el salto o te hundís, o asumís que sos mayor o te hundís”. Bueno...él se fue, ese mismo día, pero no se hundió, se fue a trabajar a un taller mecánico. Y volvió como al mes, llamó por teléfono al hogar para ver cómo estábamos, y volvió a ser el chofer, no se cayó.
Alfredo: Ya estaba salvado.
Teresa: Te quería mostrar un trabajo que escribí y presenté en el Congreso, me parece que esto es importante. Acá cuento que yo me comunico desde la emoción, que esto me trae grandes satisfacciones y grandes disgustos.
El hecho de no ser más racional me deja muy expuesta todo el tiempo, el sentir, la razón y la acción, esto fue lo que me conectó con ellos, así son: pensamiento y acción, reflexionando sólo cuando las cosas se presentan mal. Reflexiono sólo cuando me pongo triste, que también es un sentimiento, primero me enojo mucho, después siento una gran tristeza, casi melancólica, pero después reflexiono y sigo. Parecería ser que eso es lo que me diferencia de los chicos, juego a que soy de la villa, pero puedo salir. Como coordinador, uno debe sacar provecho de esa diferencia, de ese poder saltar de un espacio a otro, de un mundo a otro. Es una ventaja poder fusionarse en sus vivencias, pero es bueno reconocer que siempre van a existir diferencias y códigos que esos chicos, estén limpios o no, van a manejar y que uno no va a poder comprender. Por eso mismo es bueno también poder tener la posibilidad de trabajar desde afuera. El profesional habla desde el escritorio, busca, habla y actúa desde una distancia prudencial. Después de quince años uno se da cuenta que, detrás de querer imponer y mantener esa distancia que tanto teorizan, es como que aparece el miedo a reconocer que su accionar no está regido por los libros. Sino por una simple frase: “no juegues con fuego porque lo podés apagar”. Es como comprometerte hasta ahí, vos sabés que si vos te metés con todo, podés, pero tenés que comprometerte.
Alfredo: Tenés que tener cuidado con los casos que superan tus posibilidades.
Teresa: Esto también te lo da la experiencia. Hay casos de pibes que llegan y yo digo: “se va”, en el mismo momento.
Alfredo: Reconocés al incendiario antes. ¿Te acordás del incendiario aquél?
Teresa: Sí, porque ahora tiene más peso el grupo. Me pasó una sola vez, pero me quedó grabado. Bajó ese chico de la camioneta del “Movimiento de Menores” y yo dije: “acá no”. El “Movimiento de Menores” es un lugar donde van los chicos hasta que se les da el destino, está en La Plata. Cuando lo vi me pasó de todo. Yo le doy mucha bola a lo que siento, y dije: “No”. Cuando averigüé, era un superpesado, homicidio, droga. Yo no se qué me pasó, pero dije: “acá no”.
Alfredo: ¿Hablaste con él un rato, o algo así?
Teresa: No, lo vi nada más, y me quedó un registro de eso...
Alfredo: También es un poco riesgoso, sólo por una expresión en el rostro...
Teresa: ¡Cuántos chicos atendí como ese! Desde su postura corporal...
Alfredo: Una facie... ¿Cómo era? Describilo...
Teresa: Una cosa muy bruta, con sonrisa de nene, sentí miedo cuando lo vi. Una mezcla de peligroso con sonrisa de nene. Yo pensé: “es peligroso”. Lo percibí, no sé si se entiende, porque siempre llegan disfrazados, de guapos, de esto, de aquello... Pero ahí había algo más profundo.
Alfredo: Lo que yo haría, sería hablar un poco con ellos, para evitar que sea alguien que parece... la primera impresión te puede hacer equivocar y perder un chico que sea rehabilitable, y otro, que puede parecer más simpático, y a lo mejor no lo es. Llevarse por la primera impresión es riesgoso. Por ahí tiene una sonrisa así porque le pasa algo. ¿Después averiguaste?
Teresa: ¿Viste esa sonrisa que tiene el carilindo y es un jodido? Este era feo con esa sonrisa, me dio pánico, y yo no puedo operar si me siento mal.
Alfredo: Desde la camioneta misma, ¿desde qué distancia lo viste?
Teresa: De un metro. Hablé con la gente y les pedí que se lo llevaran. No le dije nada al chico, nada a él, después lo arreglé al otro día con Movimiento. Como yo siempre les recibo chicos… Esta es otra de las monstruosidades que se mandan, porque vienen pibes muy peligrosos, que por no saber dónde mandarlos, porque nadie los quiere recibir, le borran el legajo, y entonces te mandan chicos que no podés contenerlos dentro de una casa de puertas abiertas. Y el riesgo es para los chicos que ya están. Con ese pibe, yo puedo laburar, pero no ahí en ese contexto.
Alfredo: Eso también es importante, que sea más o menos homogéneo.
Teresa: Ayer tuve una alegría: vino Leandro, que está trabajando de maestro en el hogar del padre Grassi. Lo había llamado una psiquiatra, que quería hablar con él. Cuando le pregunto qué quiere, me comenta: “me ofreció un trabajo para que esté con ella, porque no sabe qué hacer con los chicos”. “¿Vos sabés que es lo que hay que hacer? ¿No me podés tirar dos o tres cosas?”. Anoche le dije las cosas que no hay que preguntar, cómo podés entrar... Me dijo: “listo, ma”. Me dio alegría, es una semillita que ya trabaja con lo mismo. Me dijo: “Mirá que te van a llamar para que vayas a formar a los docentes, no saben qué hacer”. Me dio alegría, porque él aprendió y sabe qué hacer.
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