26 mar 2008

CULTURA LIGHT

La Cultura Light
Indice
1. La Pasarela
2. Tres Chicas
3. Image Is Nothing
4. Post Data

1. La Pasarela

Una voz suave, sonrisas agradables y miradas sinceras, un anuncio de radio, un folleto de superación personal y una canción de amor. Vota por mí, soy la mejor opción, una caricia, una dieta, la promesa de una cura, ositos tiernos, profesionistas exitosos, místicos urbanos, nuevo sabor fresa pasión, silhouette 40, empléese a sí mismo, pierda peso, aprender a memorizar, obtener un mejor trabajo, una mejor sonrisa, aromaterapia, conocer a la mujer ideal, mejorar el cutis, hablar otro idioma, llegar a la paz interior, ropa de Zara, ser optimista,...
La cultura light es la última imagen coherente y razonable de la bondad en nuestros días. Comprar un producto light es elevar una plegaria al cielo, es esperar algo de este mundo, una muestra desesperada de optimismo.
La cultura light se auto proclama útil. Es el inconsciente cruzando los dedos esperando que esta vez la dieta si funcione, que la vidente nos muestre un futuro agradable, que todos te quieran. En la cultura light la belleza todavía existe, las buenas intenciones, las promesas que se cumplen, la alegría... naturalmente salud, mejor figura, amor verdadero... La única diferencia entre un producto light que se vende en el supermercado y el ungüento del amor que te hace una bruja de mediana reputación es el envase.
La cultura light se encuentra en el inválido que pide ayuda económica, en el flyer que dan en la calle, en los posters, en los souvenirs, en el mundo... bailar porque es la mejor manera de perder peso, dejar el alcohol porque mata muchas neuronas, aprender ingles para conseguir un mejor trabajo, hacerse vegetariano para que tu organismo funcione mejor.
Aprendemos música clásica mientras vemos los comerciales y las caricaturas de Bugs Bunny. Aprendemos, geografía, historia y ciencia en el Discovery Channel. Nos evitamos leer los diarios viendo al imbécil de López Dóriga. Conocemos a los filósofos gracias al Selecciones del Reader’s Digest. La poca información que tenemos para entender nuestro mundo nos llega a través de estas vías.
Las tradiciones milenarias se unen a los grandes descubrimientos científicos: la cura del cáncer aún no llega pero... que te parece una nueva manera de detener la calvicie?, de evitar la gordura?.
La cultura light es el cordón umbilical que nos une, que nos muestra que la solución a los problemas del corazón y del alma están a la vuelta de la esquina, en el estante siguiente. La cultura light es el lado supersticioso de la ciencia, y al mismo tiempo, el lado científico de la superstición. Es el departamento de relaciones públicas en nuestros días.
La cultura light ofrece objetos paganos de contemplación, objetos que fijan la fluidez de la vida por un solo instante, mientras están de moda, para después volver a cambiar. Pero ese instante se vuelve eterno. Las modas van y vienen a tal velocidad que es imposible tomar en serio a cada una de ellas. El conocimiento se fragmenta y las verdades siempre son parciales, aunque en el ciclo de vida de cada una de ellas las creamos eternas. Su religión es la superficie y lo sagrado es la promesa.
Lo light, placebo de la existencia, aliviana el curso de lo real; lo disimula por momentos. Lo light es abreviatura, atajo, esperanza de que se puede salir adelante haciéndole trampitas a la vida... La regla de lo light es la sistemática omisión de lo pertinente: cigarro sin nicotina, café sin cafeína, azúcar sin azúcar, música sin música, o sea ambiente musical. Todo lo sistemáticamente privado de sí mismo es light. Por ello el material light es el plástico, el alimento light el chicle, la obra literaria light el bestseller, el eufemismo la figura retórica light... Lo light, espejismo unidimensional de la pantalla, superficie polícroma del megacine, cosmos plano de la mente sin relieve, aplasta toda manifestación cultural hasta reducirla al mínimo denominador común de la banalidad. La cultura comienza donde termina lo light.
Una camiseta con un slogan que no entiendo. Un anuncio me explica el glamour. Un flyer me invita a un reventón. Una señal de tránsito me indica las reglas. "Soy ciego", reza un letrero a mano sobre el pecho de un individuo con lentes oscuros. Mi nombre en un grano de arroz. Una manta intenta cambiar mi postura política. Otra hace lo mismo con mi posición religiosa. Una bolsa de dulces me da clases de química. "Sé feliz", me dice un tierno conejo atrapado en un escaparate. Hoy en día, las paredes (y los objetos) no solamente escuchan, también hablan.


Feliz Año Nuevo, leo por ahí, y volteo para ver quién me lo ha dicho. Parece que es el señor Pollo Rico, y no siente reparo alguno al proclamarlo a mediados de junio. El mundo entero es un mensaje incoherente. Todo me guiña el ojo. Las corcholatas tapizan el asfalto. Carteles y flyers visten a los muros. Los cables, postes y espectaculares milimetran el cielo.¿A dónde van las ponchesferas cuando acaba la promoción?. ¿Dónde está un jingle cuando nadie lo está cantando?. ¿Cuántas tapa-roscas por las estampas de la virgen?. ¿Cuál es el último recuerdo de las papitas que te comiste hace más de un mes?. Los hielocos copulan como conejos cuando no están sujetos a las leyes de la promoción, y sus hijos bastardos hacen lo mismo, llenando de extraños habitantes los mejores sueños y las peores pesadillas de los más dedicados publicistas.
Conozco mejor al capitán Sanders que a varias de mis tías. Con un McDonald's cerca nunca estoy lejos de casa. Lo light es nuestra nueva naturaleza, es el humus de nuestra sociedad, que además, ha probado ser fértil. Es nuestra referencia primaria.
Es el primer abecedario que conocemos, nuestra plastilina de colores.
Nos movemos de máscara en máscara, tratando de que las costuras que las unen se noten cada vez menos. La identidad, tal como se concibe desde el siglo XVI, se fuma un cigarro light en la sala de espera de nuestra cultura. Vivimos en un mundo fluctuante de actividades y reflejos donde el individuo es una silueta curva, casi líquida, como las espirales refractadas que forma el agua al pasar sobre el logo de una pasta dental en cualquier comercial. Hay mil verdades (todas ellas falsas) que escoger en el catálogo de opciones que nos ofrecen los medios masivos de comunicación. Es imposible elegir una como la absoluta. La cultura light desacraliza cualquier verdad la erigirse como tal, al inundar el mundo se convierte en una mezcla subversiva e impone en sus sujetos una deconstrucción forzada e inevitable.
La cultura light es catarsis continua, un olvido de sí casi total, un producto diferente de belleza cada hora, una caricia de ternura cada diez minutos, una cosmología total. Un goce continuo de baja intensidad.
Lo Light es lo automáticamente entregado. Por eso para gozar lo light no requerimos ningún esfuerzo de parte de la obra, no hay ningún intercambio exigente entre la obra y su receptor. Más bien la obra es la receptora de nuestros mensajes culturales. Lo light no nos da nada, nosotros somos quienes le otorgamos todo sentido. La obra light es pasiva. Nada más fácil y falso que repetir que la televisión nos exige poca actividad. El televidente no es pasivo. El televidente requiere una gran hiperactividad. Esto lo demuestra el control-remotismo alocado de los televidentes masculinos (zapping) o el quehacer doméstico femenino concomitante al ver la televisión. Lo light de ciertos productos culturales es posible sólo porque la obra no requiere ser demasiado activa (es decir, significativa) sino que descarga el peso de la actividad sobre el supuesto 'receptor'. Quien da sentido a la música pop son las muchachas que elaboran pancartas para ir al concierto y ahí bailan y gritan tanto que finalmente se desmayan de tanta energía que derrochan. Lo light nos exige esfuerzos exagerados; lo light es lo que automáticamente le entregamos a las obras. (Por eso, curiosamente acusamos a los consumidores light de estar vacíos, porque creemos que habiendo entregado todo a la obra, se han quedado sin nada; olvidamos, sin embargo, que aun habiendo dado demasiado a una obra tan estúpida, los individuos siguen conteniendo grandes cantidades de sentidos chatarra en sí mismos.) Cigarros, sodas, artistas, cervezas, estrellas, todo es light.
Decir que lo light es 'ligero' como su nombre indica es dejarse llevar por su apariencia; creer que lo 'light' nos hace meramente receptivos es seguir mitos sociológicos ya insostenibles.

¿Por qué se les da un peso tan grande en la cultura a los productos light? Porque el super-peso se lo otorgamos nosotros personal y masivamente. La industria del entretenimiento light se sustenta por el peso exagerado que le entregamos a sus estrellas.
El consumidor está expuesto, las mercancías le reclaman, lo chantajean para que les quite su ligereza, las mercancías requieren volver a ser objetos y para ello necesitan cargarse de peso. Las celebridades nos sonríen y nos posan, comprometiéndonos a remotivarlos. Estamos comprometidos infinitamente a una lógica imperiosa de feedbacks. Hay un reclamo omnipresente para que demos peso a las 10 mil entidades del universo light. La hiperactividad del consumidor es el combustible de la condición light de las industrias culturales.
En caso contrario, ¿por qué nos cuesta tanto trabajo consumir literatura difícil, Borges, Beckett o Stein? Porque son ellos los agentes del movimiento y nos piden ser receptores, es decir, para entender estas obras necesitamos vaciarnos para recibir su peso o intercambiarlo con ellos. Lo Difícil o Deep nos exige Paciencia, pasividad, calma, un alto a nuestra alocada hiperactividad y adrenalinitis. Pero bajar nuestro propio peso es lo más difícil. Para disfrutar literatura difícil habría que tener campo abierto para recibirla, pero nuestro campo interior está totalmente sobresaturado. No hay lugar para nada nuevo.
Las obras difíciles reaccionan mínimamente ante nuestros aprendizajes sentimentales convencionales. No es casual que el rumbo principal de la literatura difícil del siglo XX haya buscado espantar los sentimientos (lo más pesado) de su escritura: desde la poesía pura hasta la Language Poetry. Por ese peso propio, estas obras difíciles nos resultan ilegibles, insípidas.
El pluralismo postindustrial, económico y de mentalidades, conduce a una relativización de los sistemas de valores y aumenta la posibilidad de elección dentro de la multiplicidad de ideales y sistemas teleológicos exhibidos en vitrinas para usar y consumir. Amparado en la economía de mercado y en una supuesta democracia del consumo, el pluralismo de la modernización es un simulacro social donde se cree que todos pueden escoger autónomamente su propia tabla de salvación. En la cultura light esto es lo que más prospera. Se exhiben e imponen la sociedad del espectáculo, la moda, el individualismo, la incapacidad para establecer compromisos con el futuro, el facilismo, el paradigma del atajo, la pasión desmesurada por las nuevas tecnologías de la cibercultura: las realidades virtuales, la internet, la estética del video-clip, lo tecno-imaginativo, el síndrome del programador (zapping).
Por lo tanto, lo light es ante todo llenura. Promueve un mercado de deseos frágiles y múltiples. Cultura polifónica y extravagante, cuya cualidad es la copia y la parodia. El joven consume sin conocer, conoce sin preguntar. De tal manera que se asume el saber como lo difícil y el desconocimiento como lo mejor, actitud que conduce a la trivialización de la lucidez y del pensamiento. La consigna light entonces se anuncia en estos términos: "abajo la superioridad de los inteligentes, viva la
dicha de consumir sin tener que pensar"
El individuo light tiende a encerrarse en sí mismo, en su micro-mundo aunque éste se conecte con el cosmos. La televisión que lo fascina, el equipo de sonido que lo aturde, el walkman que lo encierra, el micro computador y el 'nintendo', constituyen la tecnología del ensimismamiento. Sólo les queda el goce inmediatista, el asistir a una plena cartografía del placer sin preocupación del futuro. Los macroproyectos políticos, económicos, culturales y sociales son expulsados interesándole únicamente los proyectos micros, individualistas, útiles para el momento. Devorador de mensajes globales, casi despolitizado, el chico light pasa de la resistencia crítica al hiperconformismo. Espectacularidad, fascinación, éxtasis, manipulación son los órdenes que cumple a cabalidad.

Con estas luminarias, nuestros jóvenes entran a formar parte de las llamadas generaciones X y Y, fáciles maneras de nominar imaginarios juveniles masificados que conducen al deseo a su piedra sacrifical, pues les proponen desear mal, consumir objetos finiseculares, instaurar un vacío indiferente, una pregunta insulsa.
Víctimas y victimarios de la cultura de la modernidad en crisis, multicultural y yuxtapuesta en una América Latina que sigue caminando por una historia forzada a dar bruscos saltos (de una modernidad periférica y a medias a una postmodernidad impuesta desde arriba) las actuales generaciones han dejado ya el estadío analítico-crítico de la aventura moderna y han penetrado a la fase sintética del relax postmoderno, condición de pérdida y búsqueda en el laberinto epocal.

2. Tres Chicas

Tres chicas se ríen con cierto estruendo en un restaurante. Las tres dejaron sus cubiertos cruzados sobre el plato varios minutos atrás y los miran complacidas. Ahí descansa prácticamente toda la comida que pidieron. Ellas solo se dedicaron a moverla de un lado a otro del plato y ahora está fría. Sueñan con una malteada Slim Fast para postre, y antes de encender un cigarrillo se llevan a la boca chicles sin azúcar, mentolados. Un mesero las mira con cierto recelo y pregunta si la comida estuvo bien. Ellas exclaman encantadas, que fue fabulosa. Piden café (los endulzan con canderel) y platican. Han leído un libro que las fascinó. Uno enseña como liberarse de todo y todos. No ser más una esclava. La verdad es que se saltaron párrafos completos, páginas enteras. Las letras apiñadas les dan escalofríos. Pero tienen la idea original, digamos. Después planean su noche. Saben a que lugar irán y cual será la ropa que acentuará más los huesos de sus caderas y el largo de sus piernas delgadas. Jamás irían a una discoteca. Son chicas que nunca jamás bailarían frente a otras personas (tal vez se atrevan a adelantar un poco un tacón y mover, de forma contenida, sus hermosos hombros). Pedirán lo que sea salvo una cerveza o una bebida dulce, porque engordan. En el baño aspirarán coca y darán forma a sus labios con pintura indeleble de importación. Se perfumarán. Fumarán cuando sientan hambre y mascarán chicles mentolados para después, para cuando las besen y venga todo lo demás. Y el lunes por la mañana se verán en el yoga. Posiblemente se recomienden otro libro fantástico que unifique los chacras, uno que las invite a actuar según sus impulsos (secretamente no creen necesitarlo, son mujeres liberadas) o a lo mejor una receta de desintoxicación y el teléfono de una bruja blanca que lee muy positivamente el Tarot. Quedarán para ir al cine esa misma noche. La hora y el sitio serán apuntados en una agenda de papel reciclado y ellas verán satisfechas a la foca en peligro de extinción (que ahora está protegida porque ellas compran esas agendas).

3. Image Is Nothing

La imagen no pesa nada, quien tiene todo el peso es el consumidor que la sustenta. Lo light está vacío, sí, pero a expensas del banco que tiene acumulado el individuo. Los signos pueden ser remplazados cada vez que haya necesidad de renovar las campañas publicitarias, al fin y al cabo quien mantiene constante (y creciente) el circuito de los sentidos es el consumidor mismo. Esta sobrecarga de contenidos simbólicos en plena época presumiblemente light se manifiesta en fenómenos de reacción frente a la saturación como el estrés, la bulimia o la sobredosis. Lo light es lo pesado. Lo light es lo terriblemente aplastante.

Los anuncios son la consumación de lo light. Las campañas se renuevan cada vez más aceleradamente, son visualmente más veloces, gracias a que después de varias décadas de televisión y tiempos electrónicos, cada individuo ya tiene un gran banco de imágenes, clichés, expectativas, asociaciones, fórmulas, arquetipos, signos y reacciones acumuladas que el anuncio en sí mismo ya no tiene por qué cargar. Quien lo carga permanentemente es el consumidor, que contiene cada vez más de estas entidades (de las que depende la efectividad de la publicidad). Entre más está cargado el consumidor de estas entidades semióticas y sentimentales, menos tiene que cargar en sí mismo el signo publicitario, más light se hace, más veloz, abstracto, casi reduciéndose al puro nombre (marca).

¿Para qué quieren nuestras sociedades rebajar el peso de todos sus productos?: para poder consumir más. Todo quiere ser reducido de peso, para que quepa más en nosotros. Aquí es donde se muestra el fracaso de lo light, su falsa ligereza: aun lo light es demasiado pesado. Aún cuando todo lo que consumimos desde nuestra comida fat-free hasta nuestra literatura light, su peso real sigue siendo el mismo o mayor que antes, y eso lo sabemos porque nuestro hiper-consumo de lo light nos ha hecho barrigones. Lo light es pesadísimo. Al consumirlo, pensando que no pesaba casi nada, engordamos porque se reveló como causa directa de sobrepeso. Hemos engordado por nuestro exceso de consumo alimenticio y por nuestra necesidad psicológica de protegernos del mundo exterior, rodeándonos del calor maternal que proporciona la carne. Pero probamos, a final de cuentas, que aligerando la cultura, ésta demostró haber aumentado su peso y, con ello, su insoportabilidad. Nuestra levedad de la cultura probó ser la insoportable pesadez del ser.

Sí, quizás todo esté inundado de basura. Pero qué bonita basura. Colores brillantes, materiales cada vez más indescifrables, tipografías que explotan de júbilo. Todo urgencia. Todo seducción. Podemos dormir tranquilos, aunque no pase nada, mañana todos los periódicos tendrán un encabezado. Mira aquí, en este letrero hay algo nuevo, no, mejor allá, ese juguete tiene algo que no había visto antes, ¿ya leíste el periódico de hoy? ¿Un nuevo descubrimiento científico? ¿Algo que va a cambiar la manera en que vivo? ¿Un nuevo estilo? ¿Una nueva moda? ¿Otra obra trascendente? Las palabras de los profetas están escritas en los anuncios publicitarios, la postal sólo cuesta cinco pesos, dos por ocho. Mis amigos los refrescos estrenaron nueva presentación hace dos días. Un científico descubrió el secreto de la vida el día de ayer (¿otra vez?). Encontré la verdad del universo leyendo las letras pequeñas que aparecen en la parte de atrás de la bolsa de plástico en la que empacan la ropa interior que más me gusta que se ponga mi novia. Hasta el logo me agrada.

No hay rincón vacío. Nunca estás lejos de una pluma, y el mundo es el lienzo. La tipografía reduce cada vez más su puntaje y puedes encontrar el logo de la compañía que fabrica los marcapasos en el corazón del paciente. La escritura cambia. Puede ser pictográfica o ideográfica, aunque normalmente es fonética. Un detalle de color aquí y una textura allá. Imágenes o diseño; palabras que se perciben más rápidamente que la lectura. La medicina aprende a leer otras letras, y pueden predecir mi futuro a partir del contenido de mis intestinos y mis vasos sanguíneos. Letras por todas partes. En el aire y en el agua. ¿Cuántos Imecas el día de hoy? ¿Es ésa la cara de Elvis Presley en la superficie de Marte? Con unos nike y un puñado de pennies puedes viajar por toda la galaxia. Sólo es cuestión de saber leer los signos del universo. Platón prefería que la gente no aprendiera a leer porque de hacerlo, dejarían de pensar. No se que pensaría Platón ahora.

4. Post Data

La posmodernidad es la celebración de lo light, la livianizacion de todas las experiencias pesadas de la modernidad. Si la vanguardia era una praxis difícil de tolerar, se le aligeró en forma de moda; si la metafísica era pesadísima se le rebajó en forma de lógica. Toda la modernidad fue hecha light, desde sus iconos hasta sus lemas.
El sujeto por excelencia de la posmodernidad es el DJ: el mezclador de todas las realidades. El grado cero del consumo es el grado cerdo: su aparente nulidad es la condición para su gula. Creemos ilusamente en la compatibilidad de todos los entes, pues lo light es la condición de mismidad de todas las entidades, la equivalencia de todos los seres.
El posmodernizaje se basa precisamente en la creencia en el peso cero de cada cosa y todas juntas. Hemos vuelto ligero todo lo que pesó en la modernidad, con tal de combinarlo en un gran banquete tan orgiástico como dietético, pero no ha fuerza de haber desaparecido su peso, sino a fuerza de haberlo interiorizado por medio de la gula semiótica. Tenemos una gran hambre de cultura light, baja en calorías y low fat, todo puede ser consumido en raciones dobles, desde una hamburguesa hasta el turno laboral, pero únicamente porque el peso de todo ello está rebajado, ‘oculto’ y, sin saberlo, al sobre-consumir no hacemos sino aumentar y aumentar ese peso secreto.

¿Quién escribe la literatura fantasma? ¿Quién me dice que lo que estoy masticando tiene colorantes artificiales? ¿Quién me dice que recuerde al gansito? ¿Quién que nos vamos a una pausa comercial? La cadena de la reproducción en serie no tiene origen y tampoco final. Un mensaje publicitario no está escrito ni por el publicista ni por el dueño de la compañía que trata de vender el producto. Ellos sólo toman dictado. Son como soldados cuya labor es la corrección de estilo. El mundo dicta las órdenes.

La cultura light ha logrado que la naturaleza nos vuelva a hablar. Curiosamente, nuestra "madre" solo alcanza a articular un puñado de slogans ecologistas. La verdad y la mentira, lo natural y lo artificial, el original y la copia, todas ellas paradojas que se reordenan ante la invasión de nuestras vidas privadas por una serie de objetos fugaces y de verdades momentáneas.

¿Y si en verdad sólo fuéramos superficie, carente de contenido, carente de profundidad?, ¿y si sólo por eso inventáramos la belleza, las ideologías, aunque a veces los intentos sean más patéticos que efectivos?, ¿y si del otro lado no hay nada?.
Vender ideologías y teorías, vender productos, soluciones. Al fin y al cabo siempre se vende lo mismo: se venden sentidos, significados. La demanda es inmensa, la oferta intenta estar a al altura. Entre imagen e imagen, la cultura light muestra la naturaleza falsa de todas las verdades. Y como bono extra, completamente gratis, sonríe mientras lo hace.
Es del dominio público que los arcoiris son ilusiones ópticas. La refracción de la luz en las gotas de agua. Hay un arcoiris en el mundo, y la impresión del holograma es de primera calidad.
"La infinita capacidad del ser humano para ser estúpido es invitada al centro del escenario y su presencia y métodos se reproducen con eficacia viral. Juega con la consola antes de que el mundo se acabe; sonríe mientras tanto. Pisa el acelerador, alégrate, conmovido ante la banalidad del ser humano y la inocencia de sus estrategias pasadas. Borra el fantasma de la profundidad. La complejidad es un cubo de rubik y un chingo de tiempo libre. La dosis es opcional: un poquito de musak para aliviar el alma. La verdad y la mentira no son polos mutuamente excluyentes. No creas en nada. Mejor cree un poquito en todo".

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