Proponemos aquí un trabajo sobre la Muerte desde el punto de vista del humanismo cultural, de manera a revelar ideas, creencias, arquetipos, tópicos, así como emociones, sentimientos, dolores, duelos que el ser humano ha ido desarrollando durante milenios para abordar, comprender e intentar asimilar la realidad de la caducidad humana, o, en cualquier caso, para neutralizar la angustia existencial que provoca.
Llama la atención la escasez actual de publicaciones españolas sobre la Muerte a nivel del gran público. Bien es cierto que asistimos en los últimos años a un florecimiento de estudios históricos sobre las características sociales de la Muerte en España, sobre todo en siglos pasados. Pero tales estudios se hallan aún confinados en los medios universitarios y muy especializados. Aun en tales ámbitos, son contados los trabajos que tratan de hallar una raíz antropológica, humanística, al tema.
Hubo una cultura milenaria de la Muerte Española entendida como la Muerte Negra, la muerte de las pestes y epidemias, antesala de los fuegos eternos, de los pecados mortales (hoy, en el otro extremo del péndulo, se llamarían pecados vitales), de los sacrificios inacabables, de las resignaciones absolutas, de los lutos crónicos. De unas décadas acá, los españoles han virado a un neovitalismo negador de cualquier elemento que recuerde a la Muerte desgarradora. Quizás no hayan cambiado básicamente sino que se han liberado de las trabas de un natural vitalismo sojuzgado. Pero nos parece que, en el mismo saco del rechazo y del olvido activo, han metido la reflexión sobre el ser, su caducidad y su transcendencia. Y se han dedicado a vivir el día a día, en un desaforado “a vivir, que son dos días”.
Frente a (o bajo) la Muerte Negra, colectiva, anónima, normal y corriente, y, en cierto modo, épica, se ha ido haciendo camino la Muerte Individual, el dolor humano de ser un Ser Único, un Amor Único, una Vida Única, que tiene un plazo fijo pero indeterminado. Tal dolor (que se agudiza en el Romanticismo), llamado duelo, es un dolor intransmisible, insolidario, cerrado al Yo. Es decir, los seres humanos, en la medida en que se salían de la identidad colectiva (y no estamos hablando sólo de la tribu o del clan prehistóricos, sino de también de las masas anónimas), y se hacían individuos (en la “yoidad”), sentían la Muerte como un hecho propio único, ontológico, inalienable, de total soledad, radicalmente injusto, absolutamente absurdo para el ser. El Ser para no ser.
Hoy hemos vuelto a la evidencia y aceptación de otra Muerte Colectiva (muertos del asfalto, de las guerras, de las mafias, de los crímenes psicopáticos, de los muertos abundantes de los films llamados de acción...). Esta Muerte colectiva es la de la criminalización de nuestra sociedad. De modo que esta Muerte es abundante y extensa en nuestros medios audiovisuales, y produce una impresión normalizadora por saturación. Y no escandaliza porque se considera inevitable, como un tributo más de la sociedad actual.
Pero la otra Muerte, la íntima, la que inspira a los poetas y a los artistas, la que hace sufrir anónimamente, pero uno a uno, a los seres humanos, esa Muerte es escondida, o banalizada, o protocolizada para neutralizar su carga ansiógena insoportable.
La Muerte Íntima, la que lleva al ser humano a ingentes esfuerzos por sublimarla, por engrandecerse ante ella, por hacerle frente, por entenderla, por ponerle arte y fe, entereza y transcendencia, es la que aquí nos ocupa.
Tenemos el proyecto de un Tratado General de la Muerte, del que presentamos aquí la primera Trilogía, cuyo título genérico es “INTRODUCCIÓN A LA MUERTE HUMANA”.
Estos son sus títulos:
I: LOS TÓPICOS DE LA MUERTE –La Gran Negación
II: ARS MORIENDI – Vivir hasta el final
III: EL VALOR DE VIVIR – Elogio y razón del duelo
Aunque los tres tomos siguen, obviamente, un hilo común y tienen igual estructura, cada uno de ellos es temáticamente original y pueden ser considerado separado o independiente. Cada uno empieza y acaba en sí mismo.
Hacemos especial hincapié en que esta trilogía es la primera de nuestro proyecto general del Tratado sobre la Muerte, enraizado fundamentalmente en la cultura española, y, muy especialmente, en los poetas españoles o hispanos del siglo XX, que muestran una fina sensibilidad y penetración psicológica ante el dolor humano, como nunca antes en nuestra literatura. No se trata de una antología sino de un bastidor, del cañamazo, sobre el que hemos tejido nuestra reflexión. Aportamos los índices detallados de las tres obras.
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En esta obra, en dos partes, tratamos, en primer lugar, del duelo anticipado, que es ese aflictivo proceso consistente en ir viviendo el morir de nuestro ser querido: un desvivir. Y dedicaremos la segunda parte al autoduelo, que es la dura vivencia de hacer el duelo de sí mismo, un desvivirse hacia un sinvivir.
Se trata del inicio de un proyecto de “ars moriendi”, esa antigua ciencia -que es preciso reiventar hoy- consistente en ayudar a morir y a morirse. Basamos nuestro estudio en casos clínicos y en biografías. Alternamos síntomas y versos; compaginamos las ayudas físicas con las psíquicas y espirituales. No tenemos escrúpulos en que nuestro trabajo sea diverso, heterogéneo, misceláneo. Y recurrimos especialmente a la sabiduría de los poetas, en su gran mayoría españoles o hispanos, con cuyos poemas hemos tejido, como otras veces, el bastidor lírico de nuestras alegaciones al tema.
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