31 mar 2008

PSICOANALISIS VS. PSICOLOGIA SOCIAL

PSICOANALISIS versus PSICOLOGIA SOCIAL

ALFREDO MOFFATT
Entrevista para Revista El Túnel 26 de agosto de 1998


¿Qué es la psicología social? ¿Qué abarca?
La psicología social, para mí, todavía está por nacer. Es una posibilidad, una promesa. Porque la psicología social o es clínica o no es. No se ocupa de las perturbaciones sociales que existen. Aprenden sólo coordinación de grupos. Esto no tiene que ver con la Escuela inicial que fundó Pichón, que era de psiquiatría social para trabajar la perturbación mental a nivel comunitario y las psicopatologías grupales. Porque la salud tiene que ver con la incorporación del individuo en lo social. La subjetividad aislada es muy lábil. Si no está sostenida, y estabilizada por la cultura, se pierde a sí misma. En otras palabras, si la gente se queda sola, se vuelve loca. Porque la identidad está afuera, en un mundo simbólico. Está armada con palabras, en proyectos grupales, en los roles de cada actividad. Toda persona existe porque está incluida en un contexto que la define. Por eso digo que la psicología o es social, o no existe. Inclusive Freud decía esto. Pero él analizaba lo social o lo grupal dentro de la subjetividad. Y esto puede, de pronto, conducir a deformaciones. Porque es ver una cosa a través del espejo en otra. Lo grupal y lo comunitario tienen una organización objetiva en sí misma. Por eso, el hombre tiene existencia humana sólo a nivel grupal. Los animales pueden vivir solitariamente porque no tienen lenguaje, y por eso no tienen memoria, ni expectativas. El hombre fabrica la memoria con otro. Justamente, la memoria la constituyen las historias vinculares con los demás. Las historias siempre son con otro. No puede haber historia consigo mismo porque en la mente no hay temporalidad, ya que todo sucede al mismo tiempo: el recuerdo y la anticipación. Y en ese sentido, la psicología social vendría a trabajar en el límite donde la mente se conecta con el mundo.

¿Qué diferencias tiene con el psicoanálisis?
Yo pienso que muchas. El psicoanálisis trabaja con el pasado, no con la expectativa, que es el tema actual. Mi interés mayor es saber "qué me va a pasar", y no "qué me pasó". Por eso es regresivo, no progresivo, y además es individual. Lo cual constituye una estrategia de poder, ya que de esta manera el poder lo tiene sólo el psicoanalista, porque él es el que define, con la interpretación, “el verdadero” conflicto en el inconsciente del paciente.
En cambio, en los grupos, si el coordinador quiere abusarse mentalmente, y deformar la percepción de lo vincular, los demás se lo impiden. Porque el grupo es el que construye la objetividad. Para nosotros los que trabajamos en terapia de crisis, lo más importante es la continuidad de la historia y el paso del ayer al mañana. También es importante sobrevivir a la transformación conservando la propia identidad.

En la época de Freud ¿qué lugar ocupaba la sexualidad?
En la época de Freud la historicidad estaba asegurada, todo cambiaba muy poco. El vivió cuarenta años en la misma casa. Y Francisco José gobernó cuarenta años el Imperio Austro-Húngaro. Como se ve, la historicidad estaba asegurada. Pero la sexualidad sí era problema, porque estaba reprimida. Y cuando pasa eso, pasa lo mismo que si estuviera reprimida la comida: los delirios consistirían en ver platos voladores, pero llenos de comida (que es lo que pasa ahora en las villas). Se generaría una liturgia del hambre.
Sólo que en aquel entonces se generó lo que yo definiría como una concepción fundamentalista: el pansexualismo de Freud, que reduce el origen de la enfermedad a los conflictos de la libido en la infancia.
Freud definía su teoría desde una concepción verticalista. Sus discípulos debían aceptar el dogma. Cuando alguien no coincidía con su definición de la libido, lo excluía. Cuando Jung dijo que la libido tenía “tres patitas en lugar de cuatro”… lo alejó. Y cuando Reich dijo que la libido tenía existencia real, que tenía soporte biológico, también. Freud fue un religioso. Lo que se diría, ahora, un fundamentalista.
Actualmente, el problema está en la cultura, y en la definición de qué es la realidad y qué no lo es. Hay nuevas percepciones que dudan de la existencia de la continuidad histórica, cayeron ideologías, no se puede organizar proyectos. Entonces, el tema no está en que yo quiero ejercer mi sexualidad, sino en que quiero ejercer mi futuro. Y la terapia de crisis trabaja sobre el proyecto de vida, el "yo por ser".
El psicoanálisis es un buen instrumento para la exploración de la historia, especialmente la problemática infantil, que es muy importante, para que luego podamos continuar la historia hacia delante.
Pero esa reducción a lo sexual es algo empobrecedor. Es como el marxismo, que redujo todo a la plus-valía y al análisis del capital en una perspectiva sólo económica. El marxismo definía al psicoanálisis como una ciencia burguesa. Se pelearon entre ellos porque ambos eran doctrinas totalizadoras. Habría que hacer un socialismo con subjetividad. En el mundo socialista, se definía al hombre hacia fuera, no había un hombre hacia adentro. No se aceptaba la angustia existencial. Se suponía que la angustia existencial era un subproducto de las contradicciones de la burguesía.
El marxismo redujo el hombre al trabajo, y el psicoanálisis, a la sexualidad. Los cuales son los dos grandes temas: la supervivencia del individuo a través de la comida (o sea, vencer el hambre a través del trabajo), y la supervivencia de la especie a través del sexo. Ambos son temas históricos. Cada uno dio lugar a una teoría. A los judíos les gusta mucho (y si son judíos alemanes, más todavía) hacer concepciones universales, que, generalmente, están muy bien armadas, y generan que los demás las utilicen durante mucho tiempo. Como sucedió con Freud y Marx (y recordemos otro inventor de cosmovisiones, Jesús, que no era alemán pero era judío). Y acá, en la Argentina, se había inventado un híbrido, el "psicoanalista marxista", que en realidad de marxista no tenía nada, porque sus analizados sólo eran empresarios capitalistas porque eran los únicos que podían pagar sus altísimos honorarios. Pero ellos, los psicoanalistas, leían y defendían las teorías de Marx.
Luego, con los nuevos tiempos, aparecen nuevos paradigmas, nuevas formas de ver el mundo, y de ver este problema tan misterioso como es el de la existencia. Porque esta es una experiencia subjetiva que tiene un recorrido objetivo. Uno es un "sujeto" que está en un "mundo objetivo". Y al mismo tiempo, ese mundo está representado adentro. Por eso es muy difícil la relación entre esos dos. Un hombre que "se cae para adentro" se transforma en un psicótico. Y uno que "se cae para afuera" se transforma en un psicópata. Esta dicotomía del hombre es viejísima, y siempre ha traído problemas. Por eso hay que volver a definirla. La psicología social la define a través de lo grupal. Lo grupal es la instancia en la que un individuo adquiere entidad frente a un grupo, cara a cara. Si el grupo es la multitud, el individuo no tiene identidad porque no puede compartir una historia. La masa anónima no provee identidad. Hay un libro, de un autor norteamericano, Riesman, que se llama " La muchedumbre solitaria", donde se analizan los fenómenos masivos en EE UU. La persona queda sola entre la multitud, y, entonces, debe ser definida en forma muy esquemática, como consumidor, telespectador…categorías que no singularizan.
Volviendo a la psicología social, sostengo que tendrá futuro cuando logre resolver ese difícil maridaje entre mundo externo y mundo interno.

¿Eso quiere decir que la psicología social no sólo atiende a grupos, sino también en situaciones de crisis individual?
No… porque a partir de ese "borde", adentro-afuera, o trabaja hacia adentro de la persona, en la subjetividad, y se convierte en una opción del mismo territorio que el psicoanálisis, u opera hacia afuera y trabaja desde la sociología y la antropología. Por ahora no hay ninguna ciencia que tome ese desafío. El psicoanálisis quedó encerrado "adentro" (incluso como operación en un consultorio con un diván), la sociología quedó solamente en las estadísticas, y los antropólogos estudian solamente a los indios. Entonces, no hay nadie que estudie el fenómeno de la relación entre la mente y el mundo, entre la subjetividad y la objetividad. Por eso, si la psicología social puede estudiar eso, y resolverlo, puede convertirse en una ciencia muy importante. Porque estaría resolviendo el problema casi esencial del ser humano: el que se suscita entre la experiencia subjetiva, que es la interioridad del yo, y el reconocimiento objetivo, como sujeto social.
Muchas veces se dan contradicciones porque la persona cumple un rol social que no se condice con su yo subjetivo, o sea que mientras actúa desde un modo de ver el mundo, en verdad, subjetivamente, tiene otro. Un ejemplo sería el policía ladrón, ya que su subjetividad de ladrón no coincide con su rol de policía. Sería como un travesti, ya que está disfrazado de policía pero es un ladrón, así como el travesti que se viste de mujer pero es un hombre. También lo es el político corrupto, ya que el político es el que debe cuidar los bienes, pero se los roba.

Pensás que la psicología social se incluye en la crisis actual?
Muy de a poco, porque la formación que se da en las escuelas es una formación de coordinador de grupos. No aprenden, por ejemplo, lo que tiene que ver con la psicopatología, la sociopatología, la psicoterapia, y la socioterapia. La sociedad está enferma, así que la psicología social tiene que contener lo patológico. No se puede hacer medicina con anatomía o fisiología, nada más. Se estudia eso para después curar las enfermedades. Y eso yo no lo veo en los programas de las escuelas de psicología social. Yo sigo con la vieja idea de Pichón de la psiquiatría social, para curar las enfermedades sociales. Lo que se forma en las escuelas de psicología social son coordinadores de grupos, pero lo esencial sería curarlos, no sólo coordinarlos.
En la escuela pública, por ejemplo, se ha incorporado la violencia, y eso no se puede controlar porque la escuela está organizada para la transmisión de lo simbólico a través de la palabra. Y mientras la maestra escribe en el pizarrón, los chicos se matan a golpes. Son dos mundos que no se conectan: la violencia y la palabra (el acto y el símbolo). Habría que usar técnicas psicodramáticas para que se pudiera traducir la violencia en significación: el acto en palabra. Pero las maestras no están preparadas para eso, sino para la escuela de hace cuarenta años.

¿Hay alguna esperanza de que eso mejore?
El problema excede a la maestra. La crisis social genera destrucción de la familia, de lo simbólico, de la palabra. La palabra está devaluada y se habla con la acción. Además, el estudio no asegura progreso. Por eso, la escuela no puede operar, porque, en realidad, no entran alumnos, sino “síntomas familiares envueltos en un guardapolvo” y cuando la maestra desata ese paquete, sale un monstruo: sale el golpe del padre borracho, la angustia del abandono, la violencia policial, y también el hambre. En esta situación, si las clases duran cuatro horas, la primera debería ser de socioterapia, para descargar lo que traen, porque si no, no pueden escuchar lo que se les enseña (porque están escuchando el golpe, el abandono o el hambre). Tienen que verbalizar la escena de violencia que traen dentro.
Si tienen hambre y no se les da de comer, no escuchan. Jesús, antes de hablar con la gente, les daba pescado (que, además, le salían gratis, porque con la técnica de los milagros, con tres pescaditos daba de comer a todos).

¿Y los asistentes sociales?
A los asistentes sociales se los usa como repartidores de caridad de la política, pero no para transformación. Además, tienen una formación individualista: atienden "el caso". Por ejemplo, si al chico de la calle, se lo trabaja solo, se lo perjudica. Con todo, la barra de los pibes, la "ranchadita" es un continente emotivo fuerte. Es decir, o se trabaja con toda la ranchada, o no se trabaja con nadie. Y el asistente social lo que hace es eso, lo "saca”. Y una uva suelta sin el racimo no es nada, no tiene significación.
Al sistema le conviene el individualismo, no le convienen los grupos porque si las personas están aisladas, son dominables. Pero si logran juntarse, empiezan a inventar formas de subsistir y resistir. Lo primero que hacen las dictaduras es prohibir las actividades de los grupos. Hasta la terapia de grupo estaba prohibida durante el Proceso. Cuando salían los grupos de la terapia, debían andar abrazados y besándose para simular que eran parejas.
El teatro es terapéutico. Nosotros hacíamos el Juan Moreira en el Hospicio, al que le hacían electroshock, y así trabajábamos ese tema, pero a través de Juan Moreira. Y esa distancia que da el teatro, impedía que el paciente psicótico se angustiara mucho, ya que no era a él a quien le pasaba, si no a Juan Moreira. A veces, subían al escenario y perseguían al Sargento Chirino, el enemigo, que estaba con un guardapolvo blanco, como si fuera el psiquiatra.
Los actores formaban el conjunto "Las Animas, los fantasmas del alma". Una vez fuimos con el grupo a una carpa de la Juventud Peronista, y estaba el director Alberto Ure, que dirigía obras muy fuertes, pero se asustó cuando subimos con todos los locos. Pero después le encantó. En un momento de la historia de Juan Moreira, hicimos que lo que debía ser "la partida" que lo perseguía, fuera la Patota, que, en pleno Proceso, era una clara alusión a los "grupos de tareas" . La persecución se continuó abajo del escenario, entre el público, y la gente lo defendió y no pudieron atraparlo.
Salvado Juan, subió entonces al escenario, pusimos el disco "Sólo le pido a Dios", y terminamos todos cantando y llorando, y haciendo la V montonera con la mano. Nosotros hacíamos habitualmente en el Borda estas mezclas de psicodrama y teatro que eran una cruza de happening, broma criolla y teatro surrealista.

¿ Qué otro tipo de técnicas usás además de psicodrama?
La Comunidad Terapéutica, en psicóticos, que es una estructura organizada a través de los roles. Es democrática, pero con un conjunto de reglas firmes, que permite elegir y el elegir cura. Uno se individua cuando, en la adolescencia, transgrede normas. Uno está eligiendo otra cosa distinta de la que le imponen los padres. Y eso es la identidad. Si uno sigue haciendo caso a los padres, es sólo una fotocopia, no existe. Los psicóticos en su mayoría traen ese problema. Y si uno les permite elegir, pueden discriminarse como una identidad singular. Como algo único en el mundo. Y eso es la identidad: el saber que no hay nadie igual que uno.
Otra técnica que uso es la laborterapia, pero no la de tallar ceniceros como en la cárcel, sino la de hacer un edificio entre todos. En el Borda hicimos dos kioscos con un equipo de veinte psicóticos, que se constituyeron como una pequeña empresa de construcción. Esto opera porque si uno alucina alcanzarle un ladrillo al otro es un delirio, pero si se lo alcanza realmente y el otro le pone mezcla y hace una pared, eso ya no es un delirio, es un edificio. Y ellos pasaron de psicóticos a albañiles. De eso hace treinta y cinco años y todavía existen: en uno está la Cooperanza, y en el otro la Radio La Colifata.
En el Japón, en una terapia de inspiración Zen, ponen a los esquizofrénicos a cuidar pollos. Pero el enfermo sabe que si el pollito se le muere lo van a moler a palos a él, así que está atento todo el tiempo a que el pollito coma, esté caliente, duerma y no corra peligro. Esto lo mantiene conectado con la realidad. Superado esto, pasa a otras etapas más complejas del tratamiento.

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